Viaje a un mundo olvidado, un libro de Jordi Esteva

De un tiempo a esta parte la literatura de viajes cuenta con una excelente nómina de escritores y escritoras que se han especializado en este tipo de literatura, no confundir con guías de viaje. Se tratan de obras de alto octanaje, potentes, en la que se narra el trayecto físico y vital que emprende el protagonista cuando parte en busca de algo indefinido pero que va tomando cuerpo a medida que avanza el relato.

Entre los numerosísimos escritores/as de viaje nacidos en este país que se quebró hace ya unos años, destaca Jordi Esteva, primero fotógrafo y más tarde escritor y cineasta que conoce muy bien zonas del mundo que para el común de los mortales ni existen. Hace unos años, Esteva comenzó a contarnos su vida y sus viajes comenzando –como no podía ser de otra forma– por el inicio, su infancia y su adolescencia en El impulso nómada, donde ya se advertía la gestación como viajero del escritor y cineasta aunque, en este caso, el ambiente se desarrollaba en Barcelona, la ciudad en la que nació y en la que vivió hasta que la jiribilla del trotamundos hizo mella en él. Ahora, Esteva reaparece con Viaje a un mundo olvidado, que editó el año pasado Galaxia Gutenberg y que incluye además de textos (textos por parte muy interesantes) fotografías de los periplos que el viajero realizó por distintos rincones del continente africano, y de su empeño por rodar ceremonias espirituales hasta ese momento vedadas a ojos del hombre blanco.

Para los que disfrutamos con este tipo de libros, donde aventura y viaje son sinónimo de una misma cosa: pasión por vivir, Viaje a un mundo olvidado se trata de uno de esos libros que no va a dejar a nadie indiferente. La forma en cómo está escrito y cómo consigue Jordi Esteva que el lector se deje guiar por él en esos territorios inexplorados o al menos muy poco explorados, es una virtud que solo tienen los que saben narrar con oficio, y el también cineasta lo es, un escritor con todas sus letras. Un hombre capaz de transmitir emociones y sobre todo sentimientos, lo que hace que adentrarse en Viaje a un mundo olvidado sea, precisamente, eso, una experiencia en la que el lector viajará a un territorio, a una geografía que pocos han conocido desde dentro mientras se asiste al proceso de contradicciones que lo asalta con el fin de que viva con él su asombroso vagar por un universo en el que la magia convive con la realidad.

Pero el atractivo mayor que he encontrado en este viaje al pasado en busca de sí mismo es mantener la convicción que todo viaje es una búsqueda constante y que por eso mismo no se trata solo de un recorrido por otras geografías sino, y esto es lo más importante a nuestro juicio, lo que significa de proceso de transformación que como persona vive el viajero. Es decir, el cambio que se produce cuando se viaja si el viaje se trata de eso, de un viaje y no de un itinerario turístico donde apenas hay sorpresas porque todo está contratado, se negocian los espacios que se visitarán sin apenas contacto con la población local salvo el guía que conduce a la manada de turistas ansiosos por sacarse una fotografía en parajes exóticos.

Viaje a un mundo olvidado
se trata precisamente de un viaje en el doble sentido de la palabra: el físico pero también el sentimental y espiritual. Este es uno de los atractivos mayores que se encuentra en este volumen que se lee sin complicaciones pese a que en ocasiones genere vértigo. El caso es que uno aprende y siente y conoce los lugares y las gentes con las que se tropieza el escritor y cineasta a lo largo del camino.

Un camino salpicado de espectaculares paisajes físicos como el bosque de dragos en la isla de Socotra, o de itinerarios espirituales como la ceremonia en la que los espíritus poseen a los vivos que los invocan. Jordi Esteva no dice en ningún momento que lo que ve en el ritual sea verdad pero tampoco dice que sea mentira. Deja en manos del lector que decida, y esta decisión es una de las claves de un libro que recorre también sin ánimo de postal Costa de Marfil, Sudán, Yemen, Zanzibar y Mombasa.

Saludos, se hace camino al andar, desde este lado del ordenador

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