1622. El barco de las ratas, una novela de Alberto Vázquez Figueroa

Uno de los grandes renovadores de la novela de aventuras en España fue y sigue siendo Alberto Vázquez Figueroa. Durante unos años se convirtió en un autor de éxito, así que debe ser uno de los escritores españoles más adaptados al cine, y no solo en su propio país sino fuera de sus fronteras. Quien ahora les escribe recuerda todavía el impacto que tuvo cuando leyó Como un perro rabioso, una de sus primeras novelas, llevada al cine en dos ocasiones que sepa, la segunda en una extravagante versión de ciencia ficción que tiene su punto para todo aquel espectador que no sea enojosamente exigente. Se adelantó, además, a ese género sobre la naturaleza que comienza ahora a levantar la cabeza con títulos como Manaos, y a él le debemos una de las más entretenidas incursiones en la literatura sobre la conquista y exploración de América gracias a la serie Cienfuegos.

Quizá porque primero fue periodista y luego escritor, los libros de Vázquez Figueroa no son demasiado extensos y el estilo es ágil y ligero, textos que se leen con una rapidez pasmosa no solo porque el escritor conoce muy bien las reglas del entretenimiento sino también porque su literatura respira sorpresa. Ante lo que cuenta y ante los protagonistas de sus historias que son los que la cuentan.

Herques publicó no hace tanto una novela que sigue siendo hasta la fecha la más reciente de nuestro afortunadamente prolijo autor, 1622. El barco de las ratas, un relato inspirado en una historia real.

Y tan real, el libro además de la novela integra un pequeño ensayo en el que los investigadores Daniel García Pulido, Manuel Lorenzo Arrocha y Juan Francisco Delgado Gómez dan cuenta de lo que sucedió realmente en aquella flota que zarpó de las Indias rumbo a España, tomando como fuente el Tratado verdadero del viaje y navegación de este año de seiscientos y veinte y dos que hizo la Flota de Nueva España y Honduras, escrito por el carmelita Antonio Vázquez Espinosa, y texto en el que se apoya Vázquez Figueroa para narrar aquel viaje que sufrió toda clase de calamidades mientras navegaba por las revueltas aguas del océano Atlántico.

El barco de las ratas está contada a través de la voz de Bartolomé, o como él mismo explica en el texto, Bartolo el de Barbate porque nació en esta localidad gaditana. Viaja a bordo del barco Candelaria junto a su mentor, el carmelita fray Antonio Vázquez de Espinosa, el autor del texto original en el que se basa la novela. Candelaria es el navío que formó parte de la fabulosa flota que partió de América central rumbo a España cargada de ricas mercancías. Durante la navegación si algo acompañó a estos barcos sin embargo fue la mala suerte ya que además de tormentas que se desataban en el océano, los barcos resultaron víctimas de una invasión de ratas. También de insectos aunque las ratas resultaron a la postre lo peor porque algunas llegaron a tener el tamaño de gatos. Al mismo tiempo, contaminaban los escasos alimentos que había a bordo de las naves, desatando enfermedades de todo tipo.

Cada capítulo de la novela cuenta con un encabezado donde el escritor nos anuncia los contenidos que se desplegaran en esa sección, secciones que van aumentando en interés a medida que se avanza en la lectura. De hecho, y fue nuestro caso, nos bastó unas pocas horas para terminar una aventura en la que se concentra la mejor literatura que ha hecho grande al escritor tinerfeño. Y un maestro indiscutible de la novela de aventuras escrita en español. Y todo eso poniendo su talento al servicio de un hecho real que aconteció, ya lo avisa el título, en 1622, cuando el imperio español dominaba prácticamente la mayor parte del mundo conocido.

La mala suerte que acompañó a la flota dio motivo a que la propia marinería buscara razones que justificaran tan desafortunado viaje aunque fray Antonio cree que el motivo fue zarpar de puerto el día equivocado.

En la segunda parte del libro, los investigadores que se encargan de interpretar el único texto que da cuenta de tan desgraciada navegación, sacan a relucir sus conclusiones, resultados de los que se sirvió Alberto Vázquez Figueroa para reinterpretarlo de manera narrativa, con el oficio que siempre ha caracterizado una escritura puesta al servicio del entretenimiento. Y entretenimiento hay mucho en 1622. El barco de las ratas, así como información que, como fue mi caso, ignoraba sobre la gran trascendencia que tuvo en su día la orchilla, lo que le hace pensar al protagonista de la novela que pese a su pequeño tamaño, ese diminuto prodigio pudiera sacudir los cimientos de la historia. “Resulta curioso y significativo que una minúscula costra casi indetectable que crece al pie de un acantilado prácticamente inaccesible, de una remotísima isla atlántica, pudiese cambiar la historia del mundo”, reflexiona.

La edición de 1622. El barco de las ratas cuenta con ilustraciones, algunas de ellas originales, realizadas expresamente para el libro así como con un prólogo que firman Cirilo Leal y Antonio Tejera Gaspar.

Fiel al espíritu que anima a Herques a presentar estas ediciones, la apuesta puede decirse que se repite ahora con la publicación de este volumen que incorpora novela y ensayo histórico sobre un mismo acontecimiento. Esta facultad permite además del disfrute literario de contrastar lo qué sucedió en la realidad según un testigo que vivió en sus propias carnes aquel extraordinario suceso como fue la plaga de roedores que se extendió por todos los barcos de la flota, crónica de unos días furiosos que firma el mismo fray al que Alberto Vázquez Figueroa dota de vida en esta novela que recupera a un escritor que no ha perdido las mañas de entretener a sus lectores.

Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador

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