Mariposas negras, una película de David Baute

Mariposas negras es una película que está llamada a despertar conciencias. Plantea cosas que uno está acostumbrado a ver en los telediarios: niños con hambre, gente que lo ha perdido todo por culpa de catástrofes naturales… Solo que en la película estas personas tienen nombre y apellidos. Y uno conoce a sus familias, y el esfuerzo titánico que hacen sobre todos las mujeres para sacarlas adelante en el extranjero y en un ambiente terriblemente hostil. La película (¡de dibujos animados, pero qué dibujos y como están animados!) sigue, en este sentido, la vida de tres de ellas, cada una con un origen distinto aunque unidas por la desgracia.

Estas tres mujeres son víctimas, como son víctimas millones de personas, de un fenómeno que se está produciendo en los últimos tiempos pero que muchos aún niegan: el cambio climático. Este mundo enfermo ha provocado su desgracia, y que se marchen, a veces sin sus hijos, a otras tierras para trabajar, más bien sacrificarse, con el fin de enviar dinero a sus respectivas familias.

El mensaje de la película es rotundo por claro pero me desconcierta la narrativa a la que recurre David Baute, su director, para contarnos estas historias. Mariposas negras comienza por la segunda parte y termina por la primera, un recurso que no termino de entender.

El largometraje cuenta la historia de Lobuin, que abandona su tierra para buscar una vida mejor con su familia en una súper poblada ciudad africana; Vanesa, que tras quedarse sin hogar por la fuerza del huracán emigra con sus dos hijos a una capital del primer mundo mientras deja a su marido en la desolada isla de San Martín; y Soma, quien para ayudar a su familia se marcha a Dubái como sirvienta.

En la segunda mitad, y es lo que me desconcierta -¿por qué Baute no quiso seguir un criterio cronológico?-, se narra cómo era la vida de estas tres familias antes de que las fuerzas de la naturaleza pusieran fin a sus sueños. Catástrofes naturales que cada vez resultan más virulentas con el paso de los años. Ese cambio climático que no termina de creerse parte de la humanidad y que sin embargo es la responsable de muchas tragedias familiares. Tres son las que muestra la película. Y las tres son mujeres, las madres que se marchan a lo desconocido con el fin de encontrar algo mejor para su gente cuando todo lo que tuvo ya no existe.

David Baute procede del mundo del documental, género en el que ha hecho una carrera y en la que ha explorado historias que no tuvieran mucho o nada que ver con sus experiencias anteriores. En Mariposas negras, además de la fascinación que provocan algunas de sus imágenes, se aprecia a un cineasta que ha ido tomando nota, que se ha cultivado, y que recurre a la elipsis con acierto, en algunas ocasiones con notable mirada cinematográfica.

Sin embargo, creo que la película se hubiera reforzado si se hubiera cuidado mejor el doblaje de los personajes. Apenas noté autenticidad en las voces utilizadas; timbres y acentos que no logran despertarme los sentimientos que la película incita: rabia ante las injusticias y la humillación que padecen sus protagonistas. Que los pobres, la famélica legión, sean siempre las primeras víctimas de un futuro que no se percibe nada favorable para las próximas generaciones.

Y la película, en este sentido, no advierte (ya estamos cansados de tantas advertencias) sino que se reafirma ante una realidad dolorosa y aplastante: la catástrofe ya está aquí. La Tierra no es la misma. Y ese cambio, provocado en gran parte por el primer mundo, ese mismo mundo al que van a trabajar algunas de las protagonistas, parece que ya no tiene vuelta atrás. Lo dramático, y se muestra muy bien en Mariposas negras, es que pese a que la información está, la mayoría la rechaza o no quiere tenerla en cuenta.

En cuanto a las tres historias, a mi particularmente me llegó más que las otras la que protagoniza Vanesa, y el calvario que sufre para traer a su esposo al primer mundo. La escena con los funcionarios que la atienden resultan siniestras, muy kafkianas por demasiado real. De todas formas, esta crítica se traslada también a las otras dos protagonistas de la película. En el caso de la mujer africana cuando los turistas blancos (¿funcionarios en sus países de origen?) fotografían y hasta compran por una miseria su collar, que es una seña de identidad de la protagonista. En el caso de la asiática, la piel se eriza al seguirla como empleada del hogar en una casa bien de Dubái, donde trabaja en unas condiciones de esclavitud. Estos momentos, y los que sufren en silencio ante la indiferencia de personas que hacen que no las ven porque realmente no las ven, son elementos que refuerzan otra de las grandes lecciones que quiere transmitir esta película que trasciende los dibujos animados: y es que los poderosos exprimen a los débiles sin que les tiemble la conciencia.

La música de la película está compuesta por el director y compositor tinerfeño Diego Navarro, que acentúa lo que se reproduce en pantalla con el uso de instrumentos de cuerda. Mariposas negras incluye además una selección de canciones de las zonas de donde proceden sus tres protagonistas e incluye un tema original que interpreta Rubén Blades.

La película se ve y consigue que se te remueva el alma por dentro. Da igual sus titubeos. Y da igual porque es un trabajo necesario y arriesgado, de los que agitan. Y sí, todo esto en una película de dibujos animados que al final revela que sus tres protagonistas son reales, mujeres de carne y hueso. Y entiendes y asumes su tragedia.

Saludos, esto se acabó, desde este lado del ordenador

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