Escuchar la sombra, un ensayo documental que firma el cineasta tinerfeño Miguel G. Morales

Titulo Principal: Escuchar la sombra / Dirección: Miguel G. Morales / Nacionalidad: España / Duración: 29 min. / Guion: Atilio Caballero / Dirección de fotografía: Miguel G. Morales / Música: Fajardo.

Antes de que comience esta experiencia sensorial, este documento extremadamente personal sobre un momento de la Historia de España y la de Cuba, se sobreimpone en la pantalla la siguiente frase:

“Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.

La firma Emma Goldman, y viene a cuento de lo que como espectadores veremos a continuación. Un desfile de imágenes y un puñado de testimonios que forman parte de un ensayo fílmico que no va a dejar indiferente a nadie. Esa y no otra debe ser la estrategia de su director, el tinerfeño Miguel G. Morales, que se sirve de un guion escrito por Atilio Caballero que, como la serie de imágenes que desfilan en pantalla, construyen una película que fascina a ratos. Y que también enseña el probado valor de una generación que fue capaz de abandonarlo todo para luchar en otra tierra donde la gente hablaba la misma lengua solo que con otro acento.

Escuchar la sombra se llama esta apuesta cinematográfica que, reiteramos, va un poco más allá de recuperar la memoria de los cubanos y cubanas que vinieron a España para defenderla del fascismo durante la Guerra Civil. Se trata así de un trabajo muy personal sobre aquellos hombres y mujeres pero también de una reflexión sobre un tiempo en el que casi todo no estaba tan confuso ni mezclado como ahora.

No se debe entender por eso Escuchar la sombra como un documental histórico, sino como una interpretación de unos hechos ante los que cae rendido su autor. Además, se trata de un homenaje extremadamente emocionado a un país, Cuba, que fue capaz de ceder algunos de sus hijos –treinta años después de haber dejado de ser colonia de España– para que marcharan a la madre patria con el fin de salvarla de la oscuridad.

Escuchar la sombra cuenta con entrevista a cubanos que vinieron a combatir a España. Testimonios que Miguel G. Morales extrae de España en el corazón (Belkis Vega, 1991), pero también mezcla imágenes de la Guerra española, y grabaciones de algunos de los protagonistas de aquellos días como la comunista Dolores Ibárruri, La Pasionaria, y la anarquista Federica Montseny. Más que información, lo que muestra el documental son chispazos de momentos muy intensos en una película que no pretende contar lo que pasó sino mostrar lo desprendido y solidario que fue una generación irrepetible.

El documento, el ensayo fílmico, no se trata de propaganda, aunque más de uno querrá sacar esa lectura, sino de una interpretación de unos días cuajados de gloria, también de mucha miseria, a través de unos cubanos que cruzaron el Atlántico para implicarse en la defensa de una causa en la que muchos de ellos encontraron la muerte. Este es el caso del periodista Pablo de la Torriente Brau, a quien el poeta Miguel Hernández le dedicó la Elegía segunda, y que dice: “em>Pablo de la Torriente / has quedado en España / y en mi alma caído”.

Pero Escuchar la sombra no solo enseña que hubo cubanos que vinieron a España para defenderla con las armas sino también con la palabra, como fue el caso de los que asistieron al II Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia en julio de 1937 y que contó con la presencia de Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Juan Marinelo y Félix Pita. También visitaron esa España dividida y en guerra artistas como Wilfredo Lam y Julio Cueva, entre otros.

El documental resume muy bien aquella gesta, y resalta lo que pudo ser a través de unos combatientes y unos artistas que representaron lo más noble de su país.

La pieza se ve bien, y si se tiene suficiente información sobre aquel tiempo y de los cubanos que estuvieron en España, se convierte en una gozosa experiencia sensorial más que intelectual. Miguel G. Morales juega muy bien con sus cartas, y, lo que es mejor, conoce las reglas y no hace trampas. El filme presenta así una sucesión de imágenes que más que en la guerra, se detiene en el rostro de los combatientes y en las milicianas que marcharon al frente.

Hay algo extraño, que raya lo heroico, en esas fotografías o películas en las que mujeres de edades diversas comparten la trinchera y el rancho con hombres que, como ellas, están en el frente para detener la avalancha del ejército rebelde. La mujer cobra en este documento un protagonismo muy especial, y a través de ella se revela cómo estaban cambiando los tiempos, cambios que por desgracias se terminaron con el triunfo del ejército golpista en 1939.

Resulta difícil encasillar Escuchar la sombra ya que no se trata de un documental al uso sino más bien y como se dijo con anterioridad de un ensayo sobre un determinado acontecimiento histórico. Entre los pocos inconvenientes que le encuentro a la película es que está destinada a espectadores con cierta información sobre aquel tiempo y sobre aquella gente que dejó el sol del Caribe para sumergirse en una España congelada por una guerra, y en la que muchos cubanos, como alguien comenta en el filme, perdieron su vida en una nieve que hasta ese día desconocían. Con todo, y pese a que no se esté informado, Escuchar la sombra genera una emoción que va en aumento y que termina casi como un redoble de tambor con un grito: ¡viva el pueblo de Cuba! Que a mi, al menos, me erizó la piel porque, efectivamente, viva un pueblo que fue capaz de tan generoso acto, de entregar a otro país lo mejor de una generación que si por algo se caracterizó fue por su generoso desprendimiento y ahora, y gracias a este interesante experimento visual, esa sombra, esas sombras, tienen por fin voz. Ya es hora de escucharlas y aprender de ellas.

Saludos, la vimos, desde este lado del ordenador

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