Esteve Riambau: “No a la cinefilia endogámica y excluyente y sí al cine como vehículo de diálogo”
Esteve Riambau (Barcelona,1955) tuvo la enorme suerte de nacer en una familias que contaba con una gran biblioteca aunque era aficionada a otras artes antes que al cine. Su padre, explica, fue un buen traductor, y de él quizá proceda que en la actualidad sepa hablar varios idiomas, como el inglés,el francés y el italiano. Recuerda que muy joven organizó un cine club y que fue a partir de ahí cuando comenzó a conocer gente porque el cine “es un excelente medio de relación con la vida, con el mundo, con la historia y la literatura”.
Historiador, crítico y realizador cinematográfico así como doctor en Ciencias de la Comunicación y licenciado en Medicina y Cirugía, Riambau fue durante catorce años director de la Filmoteca de Cataluña, responsabilidad que dejó en junio del 2023. Es autor de varios estudios, como Orson Welles. El espectáculo sin límites, Orson Welles. Una España inmortal, Francis Ford Coppola y Guionistas en el cine español. Quimeras, picarescas y pluriempleo, por el que recibió el Premio Muñoz Suay de la Academia del Cine Español. Esteve Riambau impartió meses pasados en la capital tinerfeña la conferencia Conservar y difundir el Patrimonio Cinematográfico en el siglo XXI. Esta entrevista se desarrolló en la cafetería Strasse Park semanas antes de que cerrara definitivamente sus puertas.
- ¿Conservar y difundir el Patrimonio Cinematográfico en el siglo XXI. Filmotecas frente al dilema digital?
“Es una conferencia en la que planteo esa paradoja que se vive contemporáneamente desde la aparición del digital y los cambios tecnológicos que han provocado que lo que no está digitalizado no se ve. La película que proyectamos, Tren de sombras, es una película rodada en analógico en el año 1997 y al no haber proyectores de 35 mm se tiene que pasar la versión digitalizada. La paradoja es que hay películas estupendas muy bien conservadas pero que si no están digitalizadas no se pueden ver. Y en cambio el digital es un medio de conservación muy incierto, nadie sabe dónde vamos a terminar y es mucho más caro y efímero que lo analógico y esto sí que lo tenemos calculado. Pongo siempre el ejemplo de aquellos aparatos que se ponían en el lateral de los portátiles y que teníamos como en oro en paño por toda la documentación que guardaban y en estos momentos ya no hay sistema posible en ningún ordenador para reproducir esos discos. Lo único que se puede hacer es insertar toda la información profesional de las películas en un ordenador, hacer copias de seguridad, pagar las facturas informáticas que correspondan y cruzar los dedos. Estamos viviendo en una paradoja que los colegas norteamericanos del archivo de la Academia de Hollywood ya analizaron en un documento de referencia que se llama El dilema digital de 2005”.
- ¿Entonces lo digital no es una panacea como se pensaba?
“Es que no sé quién lo pensó, yo creo que el que lo pensó fue el que hizo negocio con ello pero desde el punto de vista de los archivos no es una panacea. Es decir, yo hice los cálculos y conversando con informáticos llegamos a la conclusión que si se digitalizara todo el archivo de la Filmoteca de Cataluña, que tiene unas 40.000 películas, ocuparía el 40% de la memoria informática de toda la Ciudad del Ter, incluidos hospitales, escuelas, justicia. Eso es una barbaridad y no solamente es inasumible desde el punto de vista económico, porque esto es caro, sino que es incierto desde el punto de vista de que ahora estamos digitalizando a 4K e igual pasado mañana vienen los americanos y dicen que si no es a 8K no sirve para nada. Entonces lo que se hace es digitalizar selectivamente aquellas películas importantes que están bien conservadas analógicamente, pero que si no las digitalizamos son invisibles”.
- ¿Se han planteado alternativas y otros sistemas más económicos?
“No, es decir, se han planteado evidentemente, pero no los hay. Sí hay una alternativa en estudio y se han hecho pruebas satisfactorias pero todavía es mucho más caro, suena a ciencia ficción, pero es así, y que consiste en almacenar fotogramas en moléculas de ADN. Esto lo ha hecho la Cinemateca Suiza y funciona. Hicieron la prueba con la llegada del tren a la estación de los hermanos Lumière pero claro, hoy por hoy parece de ciencia ficción. Hay que tener en cuenta que un largometraje digitalizado, es decir, el almacenamiento de un largometraje son de entre 4 y 6 Terabyte. Hemos calculado el coste de la preservación digital frente a la analógica y preservar la misma película en digital cuesta seis veces más que preservarla en analógico”.
- ¿Cómo?
“Yo hice los cálculos con el equipo y se lo comenté a la directora del Centro Nacional de Cinematografía francés, que me dijo que también lo había hecho aunque allí sale a 6 y a mí a 10 así que todos vamos en la misma dirección. En estos momentos, creo que estamos en una etapa claramente de transición. Llámame pesimista, pero pienso que en este periodo se van a perder películas porque es inevitable que filmes que están preservados en un ordenador sufran algún tipo de accidente informático que los perjudique y esto suponiendo que estén bien conservadas las películas. Por ejemplo, en Cataluña y también en Filmoteca española hay en estos momentos un depósito obligatorio, es decir, cualquier película que tiene subvención pública tiene la obligación de depositar, no una copia, sino los materiales de preservación de cualquier producción española en una de las dos filmoteca públicas, la de Cataluña y la nacional, para garantizar la preservación de estos materiales”.
- De 2010 a 2023 fue director de la Filmoteca de Cataluña, ¿qué recuerdos tiene de aquella etapa?
“Me lo pasé muy bien y fue un reto muy importante. Yo gané un concurso internacional y el reto comenzaba por inaugurar las dos nuevas sedes, una pública en el barrio del Raval, con dos salas, exposiciones y demás, y también un nuevo centro de conservación con toda la instalación para la preservación analógica y digital. Y a partir de aquí vivimos momentos extraordinarios ya que organizamos el Congreso Mundial de Filmotecas en 2013 donde pasaron una galería de cineastas internacionales de primerísima división, y hemos intervenido, exportado y programado nuestros materiales en muchas cinematecas como el MoMA de Nueva York, en la Universidad de California, en la Cinemateca de México… La difusión internacional fue muy importante”.
- ¿Y algunas espinas clavadas durante ese itinerario?
“Espinas, básicamente tengo una, y fue justamente no poder salvar, no poder rescatar el último laboratorio analógico que quedaba en España, un laboratorio privado, que estaba en Barcelona y que tenía maquinaria y personal. El proyecto era absorber este dispositivo para poder seguir operando químicamente con el material analógico, y esto en aquellos momentos, hace siete u ocho años, los políticos no lo entendieron. O entendieron que era una cosa del pasado pero sin entender que la verdadera preservación es el formato analógico y no el digital”.
- Leí en una entrevista que nunca se sintió un cinéfilo.
“Creo que se me malinterpretó. Cuando digo que no soy nada cinéfilo lo que estoy diciendo es que para mí el cine tiene unas perspectivas mucho más amplias que las estrictamente cinematográficas. En lo que estoy en contra es de la cinefilia endogámica. Es decir, el típico cinéfilo que sólo habla de cine, sólo ve películas pero no lee libros, no lee la prensa, no tiene ni idea de pintura, no sabe lo que está pasando en el mundo. Entonces, yo lo que estoy es colocando el cine justamente como vehículo de interlocución de todos estos elementos. Esto es lo que yo quería decir y es lo que pienso y es lo que he hecho programando la Filmoteca de Cataluña donde hubo claramente una línea de clásicos de la historia del cine pero también una línea de diálogo con todos los equipamientos artísticos de Cataluña. Con el Museo Nacional de Arte, con el Liceo, con el Museo de Arte Contemporáneo, es decir, buscando siempre esa interlocución. Lo que quería decir es no a la cinefilia endogámica y excluyente y sí al cine como vehículo de diálogo y de transversalidad”.
- Ha ejercido la crítica cinematográfica y es autor de varios libros de cine. Muchos piensan que ya no se hace una crítica solvente intelectualmente así que ¿hacia dónde cree que va la crítica de cine en España?
“La verdad es que no lo sé muy bien y la verdad es que yo he vivido muy tranquilo fuera de esta inmediatez de la crítica entendida como un pulgar hacia arriba o un pulgar hacia abajo. Es decir, yo trabajé como crítico mayoritariamente en revistas especializadas y mis críticas siempre eran análisis razonados, es decir, no solamente me gusta o no me gusta sino que explicaba el porqué. El porqué y el análisis y demás. Entonces, yo siempre me he sentido más historiador que crítico y me siento más cómodo en el formato grande de un libro o un artículo largo que con una crítica corta. Yo hice unos cuantos años críticas en Fotogramas y las críticas tenían 30 líneas y no te podías pasar, ya sabes cómo van estas cosas, y a veces te sentías un poco incómodo, es decir, según qué películas. Ahora, con el gran zoco de las redes sociales y donde todo el mundo se cree con derecho a opinar y para decir barbaridades estamos mezclando las cosas. Esto es lo que dijo François Truffaut en su momento, que en este mundo todo el mundo tiene dos profesiones, la suya y la de crítico de cine y esto es cada vez más así. Recientemente tuvimos un ejemplo clarísimo con el estreno de Megalopolis, la última película de Coppola, de la que se han dicho auténticas sandeces. Yo tengo un libro sobre Coppola, he ido siguiendo el proceso de Megalopolis durante muchos años y he visto la película dos veces, así que te gustará más o menos. Estarás más o menos de acuerdo, será más o menos disparatada pero allí hay un poso, un calado de elementos cinematográficos, literarios, históricos, pictóricos, arquitectónicos, etcétera que no te lo puedes ventilar con cuatro frases de me gusta o no me gusta, me lo he pasado bien o me he aburrido, lo que me parece terriblemente no ya injusto sino fuera de lugar y a mí esto no me interesa, y si esto es la cinefilia no soy un cinéfilo. Si hablamos, hablamos en serio porque hay películas que merecen que se hablen de ellas”.
“Sí, por supuesto”.
- ¿Y le sorprende lo que ve?
“Hay cosas muy interesantes y otras que son mucho más superficiales, mucho más efímeras, pero durante los catorce años que dirigí la Filmoteca, el lunes, que era el día que cerrábamos al público, yo sistemáticamente me iba a un cine comercial a ver alguna película de estreno, justamente para estar al día. No me siento con la presión de verlo todo, pero sí creo que al final de año he visto aquellas películas que tienen un cierto peso y que se tienen que haber visto para estar un poco en la onda y al día”.
- ¿Todavía mantiene las esperanzas?
“Absolutamente”.
- ¿No cree que estamos asistiendo no sé si a la muerte pero sí a la agonía del cine con la aparición de las plataformas?
“Aquí hay dos cosas. Una es la forma de ver el cine. Y ahí las Filmotecas, y esto lo he repetido desde el primer día que llegué a la Filmoteca de Cataluña, las Filmotecas no solamente preservan las películas sino que están preservando la forma en la que el cine se vio durante el siglo XX cuando fue el espectáculo más popular con mucha diferencia del siglo XX, sobre todo en la segunda mitad. Y por lo tanto, la ceremonia de la reunión colectiva de un grupo de personas dentro de una sala a oscuras para ver una película en las mejores condiciones posibles de proyección, versión original, etc., creo que es una experiencia que hay que conservar y las Filmotecas lo hacen. Hay cines que también lo hacen pero son espacios muy selectivos para verlo como se veía en su momento. Este es un asunto, y el otro es si el cine contemporáneo tiene el mismo interés que había tenido el cine anteriormente, como películas, como productos culturales”.
- ¿Y?
“Yo creo que el cine tiene unos orígenes muy plebeyos, viene de la barraca de feria. En los años 20, cuatro locos que hacían cine experimental consiguieron interesar a los surrealistas, a Picasso, a los vanguardistas, etc. Hubo un momento de gloria, absolutamente de gloria que fueron los años 60-70, con cineastas como Orson Welles, como Godard, como Bergman, como Fellini que se pusieron al mismo nivel que Gabriel García Márquez, que Stravinsky, que Kandinsky, que Picasso, y otras manifestaciones artísticas. El cine era un arte, o determinado cine era un arte. A partir de mediados de los 70 aparece el nuevo Hollywood, La guerras a las galaxias, los tiburones, etc., y se volvió a la barraca de feria. Y hoy estamos más cerca de la barraca de feria pero no sé si las otras artes también. Pero que el cine, en general, no tiene el mismo peso cultural que tuvo con esa generación irrepetible de los 60-70, es evidente. Lo que no quita, y no quiero ser apocalíptico, lo que no quita que, de vez en cuando, hayan películas absolutamente extraordinarias como por ejemplo La zona de interés que plantea el Holocausto de una manera absolutamente innovadora y en la que sales con la cabeza hecha una centrifugadora. Eso es una película. No hay muchas ahora pero todavía quedan. Lo que me hace mantener la esperanza de que el cine sigue siendo el cine y que aún se pueden hacer muy buenas películas”.
- ¿Y las salas de cine? ¿Confía en que sigan abiertas o están condenadas a desaparecer?
“Yo ya vi cómo se enterraba el cine por el centenario, y de esto hace ya 25 años. Decían que la televisión lo enterraba, luego el vídeo… Entierros del cine hay unos cuantos y siempre levanta la cabeza. El fenómeno que provoca ver una película en sus condiciones originales, en una sala… Yo viví una experiencia en la Filmoteca de Cataluña cuando invitamos a Béla Tarr y bueno, Béla Tarr no hace un cine precisamente fácil pero aquello fue una experiencia irrepetible ya que se ocuparon las 360 butacas y cuando exhibimos Satántangó un domingo, una película que dura siete horas y cuarenta minutos, todo estaba vendido y muchos espectadores, la mayoría jóvenes, se quedaron hasta el final de la proyección y Béla Tarr les dijo ‘la mayoría de ustedes no había nacido cuando hice la película, hace 25 años’ y esto no te lo da ninguna plataforma, ni ningún otro soporte. Hay que vivirlo y sentirlo”.
- Ha codirigido dos películas y creo que también tiene varios documentales y cortos.
“Bueno, yo codirigí dos largometrajes semidocumentales: La doble vida del faquir en 2005, y Máscaras en 2009 o 2010. Y después codirigí una serie de televisión sobre la historia del cine catalán. Y hace tres años dirigí un pequeño cortometraje con un tema familiar, personal”.
- ¿Y cómo fue la experiencia de ponerse detrás de las cámaras?
“Resultó muy interesante, primero porque fue descubrir un mundo que yo intuía y del que tenía referencias pero no lo había vivido en primera persona. Muchos compañeros de la crítica y del periodismo me preguntaron cómo podía valorar y cómo podía ver las películas después de haber dirigido. Y respondí que muy fácil ya que tras dirigir entiendes que las buenas películas son mucho mejores y las malas mucho peores. Ahora sé cómo se hace. Y ves enseguida lo que está bien y lo que no está bien”.
- ¿Cómo reaccionó a las críticas que los compañeros le hicieron a sus películas?
“Fue muy curioso ahora que lo preguntas porque no me lo había planteado. Algunas de las críticas reproducían exactamente el discurso que estaba en el dosier de prensa, sin ningún tipo de aportación personal así que salvo tres o cuatro críticas de gente muy concreta y con nombres y apellidos, no hubo nadie más que realmente aportara un punto de vista personal que es muy útil para iluminarte zonas de la película que intuías pero que no habías valorizado”.
- ¿Volvería a la dirección?
“Si encontrara un tema que me interesara como estos dos y se dieran las circunstancias favorables…. Pero ponerme ahora a buscar un productor para hacer cualquier cosa no”.
- Antes hablaba de cineastas como Godard, Orson Welles, Fellini, Bergman pero me llamó la atención que no me citara a clásicos como Renoir, Buñuel, Fritz Lang, Ford, Hitchcock, Hawks…
“Ya, pero yo estoy hablando del ese momento… En aquel momento Ford, Lang, Renoir estaban en el ocaso y en cambio estos otros estaban en plena madurez”.
- La pregunta de todas maneras era ¿cree que estos cineastas podrían hacer lo que hicieron tal y como está hoy el estado de las cosas? ¿Se les entendería?
“Hay películas con la misma complejidad, riqueza y capas, de esto no tengo ninguna duda. Por desgracia, en las secciones de los periódicos, no sé en el tuyo, hay una sección de Cultura y hay una sección de Espectáculo. Los libros están en la de Cultura y el cine en la de Espectáculo. ¿Por qué? Hay un prejuicio previo que le niega al cine su dimensión cultural. Lo cual es profundamente injusto”.
- Ha escrito libros sobre Coppola, Chaplin y Orson Welles, entre otros. Me imagino que los escribió porque sentía debilidad por la obra que han hecho estos cineastas. ¿Le quedó alguno que no pudiera escribir y del que ahora piense que aún está a tiempo de hacerlo?
“Algunos libros son propuestas mías y otros son encargos. Pero lo que nunca he escrito es un libro sobre un cineasta que se expresara en una lengua que no entiendo. Cuando me lo proponen, digo que no por ese miedo a que se me escapen cosas. Yo hablo francés, inglés e italiano y me siento muy cómodo con estos idiomas. A muchos de los cineastas los he conocido, los he entrevistado y algunos son muy buenos amigos o han sido muy buenos amigos porque ya no están. Pero meterme en un nuevo libro, por ejemplo dedicado a Wong Kar-wai no me atrevo. Y no me atrevo ante el miedo de no tener todos los elementos a mano”.
- ¿Cómo era Esteve Riambau como crítico?
“Era un crítico analista, yo siempre explicaba el por qué. Las que escribí para Dirigido por y Fotogramas se encuentran en digital en la Filmoteca de Cataluña y son de acceso público. Se pueden leer y se pueden compulsar y demás. Hay películas de las que no me acuerdo ni que las haya visto. Pero en su momento las vi y en su momento escribí sobre ellas y ahí está mi testimonio. Yo siempre jugué con la baza del razonamiento pero nunca con la del exabrupto o la descalificación arbitraria”.
- ¿Tienes algún género por el que sienta especial predilección?
“No me gusta el terror pero sí el fantástico. Los sustos, monstruos y puñaladas detrás de la puerta me incomodan y me hacen pasar un mal rato y no me interesan casi nada”.
- Tengo entendido que es médico.
“Ejercí la medicina durante diez años. En el primer curso de la carrera ya llevaba el cine club porque me gustaba el cine, y durante quince años fui algo así como el doctor Jekyll y el señor Hyde, por un lado por mi profesión, la medicina, y por el otro por el cine. Por circunstancias profesionales terminé colgando la bata blanca y me dediqué al cine pero sigo teniendo amigos médicos y leo cosas de medicina”.
- En su caso, triunfó el señor Hyde.
“Como pasa siempre, solo que en esta ocasión el señor Hyde era el bueno”.
¿COMPRAR REVISTAS DE CINE?
Esteve Riambau no ha perdido la afición por comprar revistas de cine aunque confiesa que ya “no le caben más papeles en casa”. Cuando fue director de la Filmoteca de Cataluña solía bajar a la biblioteca para ponerse al día aunque en la actualidad ya no se gasta tanto dinero en este tipo de publicaciones aunque ocasionalmente sí que lo hace con la adquisición de algún libro, especialmente, resalta, los que recogen fuentes primarias como son las autobiografías y las reflexiones personales de los agentes que participan en la industria del cine. En estos momentos, dice, se encuentra leyendo las memorias de Costa Gavras, un cineasta que conoce bien y sobre el que ha escrito.
Saludos, funde a negro, desde este lado del ordenador