El turista sin equipaje, una novela de Nicolás Melini
Nicolás Melini es un escritor que se mueve muy bien en las distancias cortas y no es nada fácil contar algo, lo que sea, en muy pocas y constreñidas páginas. Hay que saber hacerlo, sobre todo cuándo se conoce el significado de cómo hacer que el lector se implique en lo que lee, abrumado por procesar la información que por ejemplo en una novela como El turista sin equipaje, se procesa con atención, porque todo lo que digerimos con este libro puede ser otra cosa. Es decir, que Melini no es uno de esos escritores que deja el camino allanado a quien se adentra en sus historias sino que se esfuerza en complicárselo mientras busca la complicidad de ese mismo lector, un lector que si entra en el juego, pasará un rato más que agradable y entretenido.
El secreto se basa en leer con mucha atención lo que va desgranando el escritor, y de paso sumergirse en la pachorra de una ciudad, Santa Cruz de La Palma que, haciendo honor a su nombre, riega sus calles y plazas con cruces.
El turista sin equipaje tiene algo de negro y criminal cuando dos jóvenes que caminan por el bosque se tropiezan con el cadáver de un hombre. A partir de aquí aparecen personajes como Gerardo, que tiene mucho del autor de la novela, y una pareja de policías más próximas a los Hernández y Fernández de Tintín que a un pachorrón investigador como el grancanario Ricardo Blanco, de José Luis Correa, pero uno se da cuenta a medida que lee el libro que el misterio, resolver si el ahorcado se ahorcó voluntariamente o lo ahorcaron quien sabe si por algo que hizo o cometió, es lo que menos le interesa a Melini, ya que juega a escribir un policíaco con acento canario sin caer nunca en la parodia, en la risa burlona en torno a un género que, como el noir, se ha instalado en la literatura canaria con resultados de momento sobresalientes.
Pero al margen de esta mirada, el elemento más atrayente de El turista sin equipaje es el retrato que hace de la capital palmera, presentando no solo las calles y sus singularidades como marca el género sino también a una galería de personajes que quedan perfectamente retratados en apenas unas líneas. Todos ellos conforman las piezas de este rompecabeza, puzle que presenta un cuadro alentador, al mismo tiempo que destaca la capacidad que tiene Nicolás Melini para contar sus historias. Y se escribe sus a propósito porque como ya se dijo, el escritor sobrepasa los límites de la novela negra. De hecho, la novela negra es una excusa para narrarnos un relato que, siguiendo las pautas del noir canario, en especial el que se escribe en grancanaria, añade palabras que se usan en las islas para darle ese color que los escritores que cultivan el género en la actualidad, saben incorporar sin enojosas trampas, a sus historias.
Pero es que ahí más, mucho más, en la poco más de 135 páginas de la novela que presenta Nicolás Melini. Libro que comienza presentándonos a los personajes que ha continuación participarán en este policial intelectual más que físico y en el que conoceremos a Gerardo, Nieves, que se presenta ante la lápida de Adelaida; Sigui y Yoi, entre otros, que mantiene una relación con Nieves a pesar de la edad que los separa. La edad es uno de los temas de fondo de esta novela. La edad que separa generacionalmente a hombres y mujeres que están juntos pese a esa diferencia de años y de experiencia vital.
La pericia de Nicolás Melini para que lo que leamos se entienda como una novela negra y criminal resulta convincente aunque como ya se dijo no es lo que más le interesa al escritor, quien entra y sale de los límites que marca el género sin hacer demasiado ruido. En este sentido, y pese al humor socarrón que destila la novela, no se trata de una parodia, no cae en ese desenfreno. Es como si Melini lo que pretendiera es llevar el noir a su territorio. Y lo consigue.
El turista sin equipaje está plagada de referencias y guiños intelectuales al lector. Se habla de una película de Jeremy Irons en la que interpreta dos papeles, los gemelos de Inseparables, un filme dirigido por el canadiense David Cronenberg, solo que no se dice. Paralelamente al caso que se desata para descubrir si se mató o asesinaron al turista ahorcado en el bosque, no vamos a revelar la resolución del caso aunque sí destacaría ciertos rasgos de realismo mágico, o mejor de realista cropofilia cuando nos enteramos que uno de los protagonistas orina mierda, así, literalmente y que una noche “cuando nadie miraba ni se encontraba cerca, por la fuente de la plaza del Tanquito emanó un líquido espeso, rojo y ardiente. Silencioso, el líquido comenzó a descender por la plaza” y más adelante: “Solo que entonces oyó un ruido indefinible que provenía de un baño. No parecía sonido de persona. Era un regurgitar como de olla grande al fuego. Borbotones. A medida que se acercaba a la puerta, el sonido no dejaba de intrigarla más y más. Hasta que la abrió y se llevó la sorpresa de su vida; por el váter había emergido una roca negra incandescente”. Este descubrimiento se trata de una roca picuda . “Una roca con forma de diamante pero negro olivino. Una roca preciosa emergiendo del váter”.
El turista sin equipaje tiene numerosas lecturas aunque su forma sea la de un policíaco tradicional aunque lo que la mueve va más allá de la resolución de un caso que, la verdad, al final es lo que menos interesa porque uno se ha quedado antes subyugado por la cantidad de maravillas que van apareciendo a lo largo de un relato que en su descripción cotidiana de la vida en la capital palmera me saben al mejor George Simenon. Ese gigantesco escritor que fue el maestro en contarnos la nada cotidiana con maravilloso pulso narrativo.
Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador