Mario Vargas Llosa, adiós a todo esto
“Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón del colegio se libraba del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que erizaba su piel.”
La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa era entonces un escritor consagrado, ¡¡¡había ganado el Nobel de Literatura!!!, y todo el mundo a su alrededor se postraba de rodillas (metafóricas, claro) para rendirle pleitesía. Me lo encontré la primera vez en un encuentro entre periodistas y el escritor, que estuvo exagaradamente amable, tanto, que incluso respondía a cuestiones no sé si difíciles pero que no tenían nada que ver con su literatura, Si no me equivoco, en aquel tiempo salía con Isabel Preysler, una mujer que merece no una sino cien novelas con independencia del escritor/a que se atrevería a redactarla.
En aquel encuentro, se decía, Vargas Llora respondía con esa voz y ese acento tan poco latinoamericano que tienen los peruanos. Eso me parecía a mi, luego he ido cambiando de parecer aunque ese acento no tiene reflejo con otros países del área. Le pregunté entonces qué opinaba que los grandes grupos editoriales publicaran (tipo Planeta) en España solo a autores/as españoles y algún hispanoamericano que se colara y en Planeta Colombia, solo se publicaran a los narradores/as colombianas y algún español que se colara como sudamericano también. Recuerdo que me contestó con vaguedades, eso que en el oficio se llama tirar balones fuera y que no me aclaró lo que pensaba de una cuestión que tiene su lógica. No se lo tomé en cuenta.
El segundo encuentro fue en el Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra en Los Llanos de Aridane en septiembre. Allí habló y allí firmó libros cuando terminó la conversación pública. Recuerdo una estampida de gente para que le firmara el ejemplar que llevaban entre las manos. Los títulos eran variados y Llosa, que siempre me pareció un tipo extremadamente educado, un galán de culebrón venezolano, aunque este caso fuera peruano, firmaba y firmaba y atendía con expresión de interés diplomático lo que le decían aquellos lectores que temblaban por estar ante todo un Premio Nobel de Literatura.
Entre las novelas que leí del escritor que ayer se despidió de madrugada de los suyos y de nosotros, tengo especial cariño por La ciudad y los perros porque fue el primer libro que leí de don Mario. Sería entonces un adolescente influenciado más por las letras anglosajonas que por las nuestras hasta que me di cuenta del error inmenso. Error que más tarde traté de remediar… El impacto, en todo caso, fue tremendo, lo que me animó a seguir leyendo otras de sus novelas. Por casa, además, circulaban Conversaciones en la catedral, Pantaleón y las visitadoras… Más tarde llegaría La fiesta del chivo y El sueño del celta que a mi, personalmente, me parecen que están escritas por otro Vargas Llosa.
El tiempo, que todo lo cura, eso dicen, me enseñó a que siguiera con más o menos atención su carrera como literato. Más cuando recibió el Nobel y todo el mundo se puso en pie y elogió y elogió… Conocí más tarde la amistad que mantuvo con otro Nobel, Gabriel García Márquez, y de cómo esa amistad se fue al traste. Unos dicen que por una mujer y otros porque Marios Vargas Llosa se nos hizo de derechas. Tanto, que uno de sus hijos firmó un panfleto solo fumable para los que tengan pulmones a prueba de gases muy tóxicos. Al margen de que publicamente se divorciara de la Revolución Cubana y que don Mario dejara de ser izquierda, creo que ese cambio no tan radical como podría sospecharse, fue fruto del paso del tiempo. De ese proceso en el que te despides del joven soñador que una vez fuiste para convertirte en un adulto al que le huele el aliento.
Me costó, en todo caso, superar aquella converción. Es decir, que dejara de levantar el puño cerrado para reivindicar los logros de un sistema como el nuestro pese a que la democracia que conocemos haga aguas por todos los lados… Pero resultaba agradable e incluso aleccionador leer lo que pensaba y cómo defendía eso de todos los hombres somos iguales aunque no lo seamos… Yo creí que habíamos perdido a Vargas Llosa para la literatura cuando se presentó como candidato a la presidencia del Perú, experiencia que fue un batacazo para su orgullo ya que votos, votos, pocos… Dio un discreto paso atrás y se refugió en cualquier ciudad donde pudiera escribir cuartillas en la mesa de un café.
Sea o no cierto, sí que le escuché una vez que su mecánica a la hora de ponerse a trabajar estaba marcada por un férrea disciplina. Lo que me desconcertó, quizá porque estoy acostumbardo a leer a escritores/as cuyas carreras literarias nunca fueron disciplinadas sino todo lo contrario… Pero nadie es perfecto aunque Vargas Llosa se empeñara en demostrar lo contrario.
El escritor peruano ha muerto y con él uno de los narradores más grandes que dio aquel boom del que formó parte. Pienso, con una mezcla de congoja y tristeza, que con su desaparición no solo pierde el mundo de las letras escritas en español a uno de sus últimos colosos sino que también hace tambalear la idea de que gente como Llosa, que uno creía inmortal hasta que alguien demostrara lo contrario, no lo era. O No lo fueron… aunque a partir de ahora, fallecido y llorado por su familia, amigos y lectores, sí que lo sea. Es decir, y sin miedo a que nadie me lleve la contraria, que Mario Vargas Llosa es inmortal y ahí, exactamente, estarán sus libros para demostrarlo.