No tan leves
Viernes, Marzo 8th, 2013RUIDO.- Dirección: Daniel León Lacave, 2012. Guión: Borja Texeira y Daniel León Lacave. Intérpretes: Ragüel Santana y Cathy Pulido. (Duración: 7 minutos)
MIRANDO HACIA ATRÁS.- Dirección y guión: Daniel León Lacave, 2013. Dirección de actores: Emma León. Sonido: Mónica Tirado y Pablo González. Intérpretes: Borja Texeira, Penélope Acín y Víctor León. (Duración: 11 minutos)
SILVIA.- Dirección, guión, producción: Adrián González Barreto, 2012. Música: Juan Carlos Ortega. Intérpretes: Acerina Cruz, Rubén Sastre y Dara Abrante. (Duración: 10 minutos)
RONDÓ.- Dirección, guión y montaje: Josep Vilageliú, 2013. Producción: La Mirada Gorostiza, Factoría Estudio y PROIM Canarias. Producción: Laly Díaz. Sonido y música original: René Martín. Fotografía: Eduardo Gorostiza, Ramón Santos. Ayudante producción: Chantal Rodríguez. Ayudante dirección: Macario García Calvo. Vestuario: Elena de Vera. Maquillaje: Cristina López. Foto Fija: Françoise Mascaraque. Intérpretes: Enzo Scala, Idaira Santana, Leonor Cifuentes, Winslow Iwaki, Chema Menéndez. (Duración: 39 minutos)
A base de insistir, no ya con palabras sino con hechos, ha terminado por formar parte de mi vocabulario como aficionado al espectáculo cinematográfico la denominación de cine leve porque los que integran este me atrevería a definir como movimiento, además de incansables son prácticamente los únicos que a este lado del Atlántico insisten en rodar y presentar películas cuando el sueño del subvencionado cine canario se ha difuminado en la nada de un sueño para unos o en la pesadilla para otros.
Afortunadamente, y ya hemos dado constancia en este mismo su blog, la tribu del cine leve continúa enriqueciendo el panorama de cine rodado en Canarias pese a la crisis, pese al fantasma del antaño multimillonario cine rodado en Canarias cuyos productos nacían y muchos morían –sin que viéramos resultados objetivos de tanto dinero invertido– nada más nacer tras recibir luz verde de aquellas chiripitifláuticas (des)comisiones que, por norma general, ninguneaba el trabajo de directores que, hartos de esa situación, decantaron sus esfuerzos por elaborar un cine independiente caracterizado desde sus orígenes por la indigencia presupuestaria pero no su profundo amor al cine.
Cine leve que desde ese entonces no ha dejado de rodar y crecer.
Y cine leve que desde ese entonces estrena con puntualidad germana sus últimas propuestas porque cuenta ya con propia filmografía y un público leal y entregado que suele llenar la sala de TEA.
En este sentido, y mientras existan los leves, aún le queda mucha cuerda a ese cine rodado en Canarias con presupuesto de risa pero en el que late más el corazón que la cabeza. Más el furor que genera los sentimientos que la pretenciosa y homogénea intención de tomarse en serio porque es profesional.
No, en eso que se conoce como cine leve palpita –por modesta y humilde que sea la propuesta– un aliento que en ocasiones araña y conmueve el corazón del espectador.
TEA Tenerife Espacio de las Artes acogió el jueves pasado, 7 de marzo, una nueva sesión leve en la que mostraron sus nuevas experiencias los veteranos Daniel León Lacave y Josep Vilageliú, así como Adrián González Barreto.
Me interesa el trabajo que realiza Daniel León Lacave porque su cine, que tiene mirada, está realizado por un francotirador al que le gusta contar historias adaptándose a las circunstancias –el puñetero coste cero– que maneja disfrazando la pobreza presupuestaria con un poético minimalismo que me resulta además de muy personal, desconcertante.
Por otro lado, no deja de sorprenderme los nuevos trabajos que presenta Josep Vilageliú porque está comprometido con su universo personal, narrando casi siempre la misma historia desde perspectivas diferentes que enriquecen cada uno de sus últimos títulos, caracterizados ellos por una compleja y atractiva armadura cinéfila, un potente sentido del erotismo y un cuidado en la puesta de escena que lo hace, paradójicamente, el menos leve de los miembros de la tribu.
Desconocía trabajos anteriores de Adrián González Barreto, aunque intuyo a un cineasta con personalidad en su emocional cortometraje Silvia, cuya lectura no deja de inquietarme sin apenas salir de las cuatro paredes de un salón que se transforma –en violentos tránsitos a color y a blanco y negro– en antesala de un purgatorio.
Cuatro trabajos –dos de Lacave y uno de González Barreto y Vilagelú– en los que veo, no descubro, miradas en continúa evolución que no renuncian a ser ellas mismas. Señas de identidad en las que coincide capacidad de trabajo y un amor a esto del cine que, a mi juicio, no hace tan leve su cine como ellos reiteradamente insisten.
Ruido y Mirando hacia atrás son las dos piezas que firma Daniel León Lacave.
La primera experiencia cuenta una historia pequeña que se mastica y digiere sin pesadez intelectual y en la que su autor, porque Lacave es un autor, prescinde de diálogos que absorbe el ruido que genera una manifestación donde se encuentran sus dos protagonistas, papeles que interpretan Ragüel Santana y Cathy Pulido.
Me parece una pieza original y rompedora, en la que late cine en lo que solo, y escribo solo, es una historia más del más naturalista de los leves.
Mirando hacia atrás es un cortometraje áspero y feroz sobre un hombre y una mujer que ya no tienen nada en común salvo el fruto de aquella relación: un niño. Tiene miga este trabajo que si por algo se caracteriza es por su economía de medios y unos actores –Borja Teixeira, Penélope Acín y Víctor León, el niño–que hacen creíble ese vacío existencial mientras la ex pareja se saca las tripas sentados en un parque.
Adrián González Barreto explora también en Silvia el cosmos de la pareja pero desde una perspectiva sobrenatural. Ya comenté antes que su corto transcurre en apenas una habitación que podría ser antesala del purgatorio, pero captura la atención porque pone al servicio de su historia una realización que contribuye a reforzar un relato que en clave poética termina, entiendo, como una condena.
Rondó, de Josep Vilageliú no es un corto sino un mediometraje (39 minutos) y –es una cuestión de gustos– a mi me parece la mejor película que ha firmado el realizador hasta la fecha.
Es Rondó una película cuidadísima, con elegante factura técnica en la que Vilageliú rinde un peculiar homenaje al cine en cuatro cuadros (Exterior día, Interior día, Interior noche, Exterior noche) sin chirriante sentimentalismo y sí mucho amor a eso que llaman séptimo arte.
En Rondó confluye además muchas constantes que podríamos ya definir como vilageliunianas, pero sin sus molestas pretensiones intelectuales y sí un sano y refrescante sentido del humor en el que revela con estilo el desgaste de una pareja madura que pese a todo se soporta, y el de una joven y sana pareja de jóvenes que probablemente terminará acostumbrándose a sus rutinas.
Vilageliú, apoyado por la música de René Martín, reiterativa como todo Rondó que se precie, muestra el óxido de esas relaciones mostrando a la joven leyendo un libro y a su pareja absorto con un video juego que, pudorosamente no muestra el director en pantalla; así como al hombre maduro dejando camisas sueltas sobre la cama mientras su compañera observa en televisión El eclipse, el filme de Antonioni que parece que devora al mismo Rondó de un Vilageliú en estado de gracia.
Un cineasta que en este mediometraje termina su interesante tributo al cine y a la mirada del espectador con uno de los finales más bellos de su traviesa, poética y siempre a contracorriente carrera.
Saludos, suena The Kinks, desde este lado del ordenador.