Una novela de misterio

Martes, Agosto 8th, 2017

“El viejo intentó explicarle, dentro de su sonrojo, que allí prados los justos, que el hombre larguirucho se llamaba Antoñito Cruz y que se ganaba la vida cruzando a su cabrón con las cabrillas del barrio, que aquel era un oficio tan bueno como cualquiera y que se habían acostumbrado tanto a verlo callejear por La Isleta que ya nadie se sorprendía de la escandalera. La muchacha lo miró de soslayo, como buscándole grietas a su discurso. Se llevó un dedo blanco y fino a la boca y le dijo está bien, costumbres son costumbres, solo hay algo que no comprendo, don Juan, ¿qué significa escandalera?”

(La décima caja, José Luis Correa. Canarias eBook, 2017)

La décima caja es una novela que José Luis Correa publicó hace varios años con el título de La hija del náufrago, y esta nueva edición, sigue siendo la misma porque como señaló el propio autor en una entrevista temía que si la tocaba “la reharía entera o me negaría a editarla porque iba a verle todos los defectos del mundo. “

Hayan pasado diez años o cien, lo interesante de esta novela es observar cómo estaba cimentándose el estilo que marca la trayectoria literatura de José Luis Correa, esa forma de contar cosas y de plegarse con comodidad a cualquier tipo de géneros.

La décima caja es una novela de misterio ambientada en Las Palmas de Gran Canaria a comienzos del siglo XX, y en ella además de describir un escenario urbano que conoce muy bien, da respuesta literaria a uno de los grandes misterios que rodean al puerto de la capital grancanaria: ¿cuál fue el destino de la única caja que no fue rescatada de las diez que se encontraban en las bodegas del barcoAlfonso XII cuando se hundió en la baja de Gando el 13 de febrero de 1885?

Para resolverlo, José Luis Correa cuanta con una joven irlandesa que llega a la isla a principios del siglo XX para conocer cómo fue la muerte de su padre, un buzo que se ahogó intentando recuperar esa caja, y dos vecinos con los que hace amistad, Juan Cabrera y Luis Naranjo, hombres sencillos y de mar.

Durante la aventura que emprenden juntos habrá algo de violencia e incluso alguna muerte. Ttambién cómo se enamoran dos de los tres protagonistas, y como los vientos del nuevo siglo va transformando la fisonomía de una pequeña ciudad y una  isla.

Como en otros libros del escritor, La décima caja se lee de un tirón y como en otros libros del autor, es inevitable que asome la sonrisa porque José Luis Correa tiene talento para ironizar sin caer en el sarcasmo.

Y con esos instrumentos recrea literariamente unos años de cambios que no devora un relato en lo que importa son más los personajes y el paisaje que la trama detectivesca y su ambientación histórica.

Y funciona. La ficción f unciona como vehículo de entretenimiento, como folletín de época, como novela en la que perderse y divertirse para pasar este verano que, como todos los veranos, tiene que ser caluroso.

Saludos, aviso a navegantes, desde este lado del ordenador.

José Luis Correa: “Soy incapaz de entender la literatura sin la ironía”

Jueves, Julio 27th, 2017

José Luis Correa (Las Palmas de Gran Canaria, 1962) recupera a su peculiar investigador privado Ricardo Blanco en El detective nostálgico, novena entrega de una serie que desde 2003 forma parte del catálogo de Alba, editorial en la que José Correa es el único autor español de la colección de novelas policíacas. Este título coincide además en librerías con la reedición de La décima caja (CanariaseBook, 2017), una historia que transcurre a finales del siglo XIX en la capital grancanaria.

- Ricardo Blanco se ha vuelto en El detective nostálgico más viejo pero también reflexivo, ¿cómo cree que han afectado los años al protagonista de la novela y cómo piensa que ha afectado a la propia historia que cuenta?

“Uno cree que ambas cosas, la edad y la reflexión, van unidas. Ricardo se ha ido convirtiendo en el personaje que es ahora a base de trompazos y heridas y descubrimientos y encuentros, como cualquiera. No tiene nada que ver con el que era en Muerte en abril o Quince días de noviembre por ejemplo. Ni yo tampoco, claro. Esta nueva novela pretendía reflejar ese trayecto personal y nada mejor que una convalecencia obligada para que el personaje reflexionara acerca de su vida.”

- El humor es una constante en la serie. ¿Qué importancia tiene el humor no solo en las novelas de en Blanco sino en el resto de su producción literario?

“Soy incapaz de entender la literatura sin la ironía. Incluso a aquellos asuntos más serios a los que me acerco lo hago desde esa perspectiva. Uno se enfrenta mejor al horror, a la angustia, a la violencia, al caos si logra, por decirlo de algún modo, “desactivarlos”. Y la mejor manera de desactivarlos es el humor.”

- Y la capital grancanaria como escenario literario.

“Siempre. Las Palmas de Gran Canaria está en todas mis novelas. Ahora, con la reedición de La décima caja está hasta en blanco y negro, la ciudad de 1905. Yo no concibo el arte sin el paisaje, algo que es incuestionable en pintores, arquitectos, cineastas y hasta músicos. El escritor no es diferente. Estás asociado a un escenario cuando escribes cualquier relato.”

- Pero ¿cuáles son las nostalgias de Ricardo Blanco y de José Correa?

“Sin duda somos dos seres diferentes pero no he logrado (no sé siquiera si alguna vez lo intenté) ahorrarle a Ricardo mis propios temores y mis propias nostalgias. Ahora estamos ambos en una fase de desconcierto, con la sensación de habitar un mundo que no es el nuestro, una cultura (digital, de redes sociales, de pensamientos en 144 caracteres) ajena y extraña. Echamos de menos la cadencia, el sosiego para mantener una conversación, leer un libro, visitar un museo, caminar por la arena sin la prisa ni la necesidad de compartirlo inmediatamente en las redes.”

- En la novela escribe que Colacho, abuelo ya fallecido del protagonista, era “la única persona que podía asegurar que yo existía, que no era producto de la imaginación de otro.” ¿Ricardo Blanco se revela contra el padre, José Correa?

“Algo de eso hay también. Imagino que le ocurrirá a cualquier autor que se dedique a las novelas de saga o a las series con el mismo personaje. Los lectores te acaban asociando al personaje y necesitas, de alguna forma, disociarlos. No está mal que Ricardo Blanco necesite un noray, algo que dé testimonio de que pertenecemos a algún lugar, de que no estamos a la deriva. Suena excesivamente metafísico y trascendental pero a veces necesitamos de eso, sobre todo en una época tan liviana y tan perecedera.”

- El detective nostálgico hace la novena entrega de la serie. Dicen que el nueve es un número maldito en el arte…

“Y tanto. Me decía un sobrino músico que después de las Novenas todos se mueren. Y aquí me tiene escribiendo la décima a toda prisa para espantar el mal fario. Espero tenerla para la próxima primavera.”

- ¿Qué virtudes y defectos tiene para el autor de la novela Ricardo Blanco?

“El otro día, en una de las presentaciones de El detective nostálgico, la editora se preguntaba por qué caía tan bien, por qué funcionaba un personaje que no parecía tener defectos. A los lectores les gustan los tipos ambiguos, con claroscuros y ella no lo veía en Ricardo Blanco. Yo le respondía que quizá lleva tanto con nosotros que le hemos cogido cariño y le estamos perdonando los defectos. Para mí que es un tipo cabal, con pocos valores pero muy claros, que pretende poner orden en el caos, que no es poco. Y luego con un exceso de egoísmo, algo de vanidad y a veces un mal genio producto de la edad.”

- A la hora de escribir sus novelas, más allá de las de Blanco, ¿a qué da prioridad, a lo que se cuenta, a los personajes y el escenario?

“Es difícil separarlos, ¿no? En principio hay un tema, un asunto que antes de ponerte a escribir lleva tiempo llamando a la puerta. Una duda, un misterio, la rabia que te produce una noticia. A partir de ahí se va formando un escenario y unos tipos que se mueven por él. Yo suelo partir de una imagen (un concierto, un funeral, el encuentro de dos personajes…) sobre la que construyo la historia. Al final, como lector uno busca que le cuenten una buena historia y que se la cuenten bien.”

- Nada más iniciarse la novela disparan contra el detective privado, y gran parte de la acción transcurre en el piso del detective, donde descansa de la herida recibida. Imagino que tuvo que ser un reto plantearse esta nueva entrega de esta manera. ¿Qué quiso probar con ello?, ¿y ese retiro forzoso en su casa lo que vuelve nostálgico al personaje?

“Era la idea. Para la reflexión nada mejor que un retiro del mundanal ruido. Esta es una novela de interiores, en todos los sentidos: el interior de la casa y el interior del personaje. Ricardo necesita averiguar quién ha querido matarlo y eso implica revisar su vida desde el principio. De ahí la nostalgia. Eso sí: quise probar una cosa. Llevo años escuchando el mantra de cuándo voy a matar a Ricardo, cuándo voy a cerrar ese capítulo, y el reto consistía en pegarle un tiro en la primera página a ver qué ocurría.”

- En esta novela los personajes secundarios tienen más peso.

“Los secundarios cada vez tienen más voz y más presencia. Ya no se entiende una novela de RB sin Inés, Beatriz, Álvarez y su mujer, Miguel Moyano y la suya… Forman parte del universo Blanco y en cada novela tienen su relevancia. Algunos se disipan en una historia y en la siguiente se convierten en esenciales.”

- Usted emplea vocabulario canario en las historias, un recurso que no explotan la mayoría de los escritores de las islas. ¿Miedo a nuestra forma de hablar?, ¿miedo a que no se entienda en otros territorios?, ¿qué tiene de especial el habla canaria para José Correa?

“Yo lo hago por coherencia. Si mis novelas transcurren en Gran Canaria y mis personajes son de aquí su forma de hablar no puede ser otra. No se trata de reivindicar nada ni de hacer un estudio etnográfico en las novelas. Es que nadie se creería a Ricardo y a los demás personajes expresándose de otra manera. Siempre he dicho que algunos no tenemos una lengua distinta a la española pero sí un acento, una cadencia, una manera de mirar y contar el mundo diferente. En cuanto al miedo a no ser entendido, no veo a los grandes autores de la literatura hispanoamericana dándoles muchas vueltas a ese trompo. Borges, Rulfo, Onetti, Guillén, Gabriela Mistral escribían como lo hacían y todos los hemos leído y gozado.”

- ¿Cuáles cree que son las claves del éxito de las historias protagonizadas por Ricardo Blanco?

“No sé. Imagino que por una parte me he aprovechado (sería absurdo negarlo) del auge de la novela policíaca. Y por otra la manera de contar es diferente: lo que hablábamos del humor, del acento, de la perspectiva.”

- Hablemos de la nueva edición de La décima caja, ¿cómo se propone la reedición y que hay de nuevo con respecto a la original?

“Se trata de una reedición pura y dura. No he querido tocarla después de 10 años y le dejé total libertad a los editores. Temía que si la tocaba la reharía entera o me negaría a editarla porque iba a verle todos los defectos del mundo. Creo que las novelas están asociadas a un tiempo (histórico, cultural y personal de sus autores) y así debe ser.”

- Se trata de una novela histórica. ¿Es complicado escribir novela histórica, y más que el escenario y las situaciones se desarrollen en Canarias?

“La primera clave está en la documentación. Necesitas datos reales desde los cuales construir tu ficción. Yo tuve la suerte de tener a dos personas, Juan Cabrera y Luis Naranjo (personajes de la novela) que me facilitaron todos los datos que necesité y a los que estoy muy agradecido. Y otra cosa esencial es tu capacidad de condensar una historia real en una ficticia. Corres el riesgo de que los datos, las estadísticas, los hechos objetivos se coman tu novela.”

- ¿Qué cuenta en La décima caja?

“Investiga el embarrancamiento del Alfonso XII, uno de los barcos señeros en la España de finales del XIX, en la baja de Gando. La roca, a pesar de estar bien señalada, fue testigo de una decena de desastres marítimos. Pero cuando le ocurrió al Alfonso XII todo se complicó porque el barco llevaba diez cajas de documentos y dinero para la guerra de Cuba. De ellas solo se hallaron nueve y, claro, esa es una tentación demasiado golosa para un novelista.”

- ¿Y en qué nuevas novelas está trabajando ahora?

“En la décima, no la caja, sino la aventura de Ricardo Blanco, una historia sobre la desaparición de un tipo en Guanarteme. Como te explicaba antes, siempre hay un tema que te ronda incluso cuando estás escribiendo otra cosa. Y a mí me lleva rondando el misterio de tantas desapariciones inexplicables que tenemos aquí. Y el dolor y el desconcierto que provocan. En eso tengo a Ricardo ahora.”

Saludos, ¿mañana será otro día?, desde este lado del ordenador.

José Luis Correa presenta en Agapea la novela ‘El detective nostálgico’

Viernes, Junio 16th, 2017

El detective nostálgico es el título de una nueva novela protagonizada por Ricardo Blanco, detective privado que se mueve como pez por el agua por las calles de la capital grancanaria resolviendo casos e impartiendo justicia. Este libro será presentado esta tarde, a las 19 horas, por su autor José Luis Correa (Las Palmas de Gran Canarias, 1962) en la librería, en la avenida de Tres de Mayo, 71.

El detective nostálgico es la novena entrega de una serie que Correa inició en 2002 con Quince días de noviembre y que a partir de entonces ha continuado con novelas como Muerte en abril, Muerte de un violinista, Un rastro de sirena, Nuestra señora de la luna, Blue Christmas, El verano que murió Chavela Vargas y Mientras seamos jóvenes.

El detective nostálgico está editado por Alba y la historia cuando Ricardo Blanco es atacado y herido por un desconocido en la entrada de su casa, y la necesidad que siente por averiguar quién ha sido el agresor.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

‘Mientras seamos jóvenes’, una novela de José Luis Correa

Martes, Noviembre 24th, 2015

“Me fui de allí sin respuestas. Necesitaba andar para dar forma a mis propias dudas. Como las nubes, las dudas tienen a  veces formas descabelladas: un caballo alado, una cometa, un pájaro. Las mías no obstante, andaban a ras de suelo. Reptaban. Olían mal. Todo aquello apestaba. Tenía la sensación de estar metiéndome en un charco. Peor. La de estar siendo manipulado por un titiritero sin rostro.”

(Mientras seamos jóvenes, José Luis Correa, colección: Novela Negra, Alba Editorial, 2015)

José Luis Correa no se cansa de repetir que lo suyo no es la novela negra, negra y criminal o criminal y negra porque el orden de los factores no altera el producto, sin embargo –y pese a su vade retro, Satanás–, el escritor ocupa un capítulo en la futurible historia de la novela policíaca (vamos a dejarlo así) escrita en España por un personaje peculiar y con alto grado de pureza canario como es Ricardo Blanco, detective privado al que ya ha dedicado ocho novelas y cuyas investigaciones se desarrollan fundamentalmente en Las Palmas de Gran Canaria, capital que ha terminado por convertirse en un personaje más en estas historias que, más que negras, son cotidianas, relatos en los que su autor se preocupa más por lo que piensan y hacen sus criaturas que por la consistencia criminal que justifica que estos libros se editen en la colección Novela Negra de Alba Editorial.

Ricardo Blanco, y los secundarios que lo rodean como si de satélites se trataran, evoluciona en cada uno de estos relatos, ocho capítulos en los que el investigador privado ha ido madurando más que como los mejores vinos, como resultado de la edad. Los mismo ocurre con la ciudad en la que se mueve, una geografía urbana en continuo proceso de transformación y, otra clave sobre la que pivotea los episodios que protagoniza Blanco, una mayor preocupación por mostrar el mal no como un coágulo oscuro y siniestro sino como una mancha repleta de matices en la que domina la variedad de los grises.

La casualidad quiso que la última historia de Ricardo Blanco hasta la fecha, Mientras seamos jóvenes –el título forma parte del himno universitario Gaudeamus Igitur–  se mezclara con la realidad, ya que se inicia con el descubrimiento del cuerpo sin vida de una estudiante  de nacionalidad italiana y la detención de su supuesto asesino, un profesor de la facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Este profesor, que no cuenta con un pasado inmaculado al descubrirse en él trazas de maltrato, solicita la ayuda de Blanco para que encuentre al verdadero culpable… o no de este crimen execrable. Dos semanas más tarde de publicarse la novela, leíamos en los periódicos o nos enterábamos a través de  los noticieros de la televisión y la radio que en esa misma ciudad, en esa misma capital de provincias, aparecía el cadáver de una joven estudiante de la UPGC, y dos semanas más tarde que la policía procedía  a la detención de su presunto asesino, que resultó ser su vecino.

¿La vida imita al arte?

Desgraciadamente, como se apuntaba, en ocasiones parece resultado de un extraño caso de coincidencias.

Solo eso, coincidencias, ya que el crimen en la novela solo es una excusa que le sirve al escritor para reflexionar acerca de otros temas que aún hoy siguen de lamentable actualidad como son los malos tratos. Y cómo determinan la vida de quienes lo han sufrido.

En este territorio, en el de las confesiones con alto calado sentimental y humano, es donde, a nuestro juicio, se mueve satisfactoriamente José Luis Correa. O al menos mucho mejor que cuando se vuelve estrictamente policial, espacio en el que se limita a señalar el camino hasta la resolución del caso que es de lo que se trata. O el nudo que forma parte el misterio y que es lo que justifica cada la novela de Ricardo Blanco pese a que Correa no se esfuerce en generar más nudos, cortinas de humo, con las que envolver el misterio original. Su apuesta se inclina más a estudiar la relación de los personajes, y en especial, por cómo observa este universo Ricardo Blanco, ya que narra en primera persona la historia y enseña sus contradicciones, sus miedos y su soledad

Ya comentamos a propósito de El verano que murió Chavela Vargas la no sé si involuntaria influencia de Simenon que planea en la serie Blanco, quizá sea ese entusiasmo (que a veces consigue y en otras se le escapa malamente) por dotar de más consistencia a su protagonista y a los que se mueven en su entorno, constantes en las que insiste en Mientras seamos jóvenes aunque ahora cierra el círculo y las relaciones en las que se producen las revelaciones resulta más intimista.

Adquiere así más relevancia que en títulos anteriores personajes como el inspector Álvarez y Beatriz, la novia farmacéutica de Blanco y que sirve de contrapunto en el debate que sobre violencia machista plantea el escritor al ser ella, Beatriz, una víctima de malos tratos por su anterior pareja y cuestionar al detective que trabaje ahora al servicio de un maltratador que ha sido acusado –le recuerda Ricardo Blanco– de un crimen que, sospecha, no cometió…

En su investigación, el detective conocerá el ambiente universitario pero éste escenario no devora el relato salvo en aquellos capítulos en los que el protagonista interroga a los compañeros y colaboradores del presunto asesino. En estas breves visitas a la Universidad, Correa sí que aprovecha para describir –aunque por encima– las rivalidades y zancadillas que se producen en los departamentos. Nada nuevo bajo el sol y, como explica el investigador privado, rematadamente normal en ambientes masificados, tan propensos a alianzas y enemistades en su juego de tronos.

Mientras seamos jóvenes garantiza entretenimiento a iniciados y a profanos en los relatos de Blanco. Cada libro que protagoniza este personaje que no olvida de salpicar su vocabulario de palabras tan genuinamente canarias como tolete, cumple con lo que se espera: evasión y, lo que es de reconocer, reflexiones sobre realidades que como un cáncer devora nuestra civilizada convivencia como es la violencia. Una violencia que no entiende de clases y sí de abusos: abuso indiscriminado al débil.

Saludos, en el nombre del padre, desde este lado del ordenador.

Se hace saber…

Jueves, Febrero 12th, 2015

* La próxima novela protagonizada por Ricardo Blanco, el peculiar detective privado creado por el escritor José Luis Correa, se titula Alma Mater y su acción se desarrollará, entre otros espacios de la geografía grancanaria, en la Universidad. Alma Mater sería la octava entrega que Correa dedica a Blanco y sus investigaciones –todas ellas publicadas en Alba Editorial– tras Quince días de noviembre (2002), Muerte en abril (2003), Muerte de un violinista (2006), Un rastro de sirena (2009), Nuestra Señora de la Luna (2012), Blue Christmas (2013) y El verano que murió Chavela (2014).

* J.J. Armas Marcelo (Las Palmas, 1946) ha sido galardonado con el Premio Francisco Umbral al Libro del Año por su obra Réquiem habanero por Fidel (Alfaguara), un reconocimiento dotado con 12.000 euros. El fallo del premio, que ha sido otorgado por mayoría, fue anunciado por España Suárez, viuda de Francisco Umbral y presidenta de la Fundación Francisco Umbral; Manuel Llorente, jefe de cultura de El Mundo y presidente del jurado; Fernando R. Lafuente, director de ABC Cultural; y Narciso de Foxá Alfaro, alcalde de Majadahonda y patrono de la Fundación Francisco Umbral.

* BienMeSabe.org rescata la obra poética de la canario-cubana Ramona Pizarro realizado por Olivia América Cano Castro. Es la primera vez que se publican en un libro conjunto los textos de esta autora de origen tinerfeño. Olivia América Cano Castro (Matanzas, Cuba, 1947) es investigadora, ensayista y escritora y en su producción destacan los trabajos que ha realizado sobre  la familia de José Martí y los aportes de la comunidad canaria en Cuba. Ha recibido premios en los géneros del ensayo, narrativa, teatro y la investigación histórica y entre su obra destaca Doña Leonor Pérez Cabrera: Mujer Canaria (2000), Canarios en la Música en Cuba (2007), la novela Cimarrón Blanco (2008) o Canarias en el Espíritu de Cuba (2008), entre otras.

* El Festival Internacional de Arte en la Calle de Puerto de la Cruz, Mueca, se celebra este año del 7 al 10 de mayo. El Área de Cultura municipal, junto a la Plataforma Cómplices, reforzada con nuevas incorporaciones, prepara desde hace meses esta nueva edición, para la que se prevé una amplia y diversa agenda de intervenciones artísticas de calle. Mientras el Área de Cultura municipal y la Plataforma Cómplices ultiman detalles de la programación de la edición de 2015, el aspecto participativo de Mueca se amplía este año al crear un espacio de contacto directo con los artistas en la web del festival, www.festivalmueca.com, donde, hasta el 14 de febrero, las compañías que deseen participar pueden presentar sus propuestas.

* El Espacio Cultural CajaCanarias de La Laguna albergará hasta el próximo 25 de abril la exposición titulada Escrito en piedra, que ofrece un recorrido por los yacimientos rupestres más emblemáticos de Canarias, para acercar a la sociedad el patrimonio arqueológico y en particular, el mundo de los grabados, una de las manifestaciones culturales más distintivas de los antiguos pobladores de las islas. Esta exposición es obra del investigador de José Farrujia y del fotógrafo Tarek Ode.

Saludos, games over, desde este lado del ordenador.

El verano que murió Chavela Vargas, una novela de José Luis Correa

Domingo, Febrero 16th, 2014

Nadie dijo que vivir fuera fácil. A la vida hay que aferrarse con ambas manos aunque estén llagados por las cadenas. La vida hay que echársela a la espalda aunque atormenten las abrasiones. A la vida hay que mirarla de frente aunque escuezan los ojos”.

(El verano que murió Chavela Vargas, José Luis Correa. Colección Novela negra. Alba Editorial)

El verano que murió Chavela Vargas es la séptima, y por el momento, última entrega que el escritor José Luis Correa dedica a Ricardo Blanco, personaje que junto a Eladio Monroy (Alexis Ravelo); Mat Fernández (Javier Hernández Velázquez); Jeque (Jaime Mir) y José García Gago (Antonio Lozano), forma de momento el quinteto de investigadores de la novela negra que se escribe y desarrolla en Canarias.

El más longevo de todos ellos (por número de entregas) es Ricardo Blanco. Siete novela dan un universo literario que tiene vida propia. Siete libros que muestran la evolución de un personaje cuyos casos tienen como epicentro la capital grancanaria. Una geografía urbana en la que se mueve como pez en el agua.

Para el iniciado, leer una nueva entrega supone adentrarse en un mundo conocido aunque al margen de las tramas policiales que alambica y los personajes secundarios que transitan por los alrededores de su detective privado, me quedo con momentos.

Si en invierno transcurre Blue Christmas, el estío –ya lo anuncia el título– es la estación en la que se desarrolla El verano que murió Chavela Vargas con un Ricardo Blanco cuyo carácter se ha vuelto más resignado y existencialista.

¿La razón?

La razón es que el personaje no termina por asimilar  la muerte de un personaje vital en su educación sentimental: su abuelo Colacho.

Un hombre de otro tiempo, moldeado con otra pasta y que más que maestro es el mentor de Blanco. Un tipo, el Blanco, que narra en primera persona –con fragmentos en tercera, cuando la voz deja de ser la suya– un nuevo caso por resolver. En esta ocasión con bosnios y serbios como protagonistas. Venganzas que se arrastran del conflicto que desarticuló la antigua Yugoslavia.

Sin embargo, digo, si hay algo que me desconcierta de las novelas de Blanco no es, precisamente el caso que tiene que resolver sino la mirada, más irónica que cínica, con la que  observa su alrededor.

Un alrededor que se desmorona por los efectos de la crisis, de la regresión al que está siendo sometido el mercado laboral que ahora divide la sociedad entre los esclavos que trabajan y los esclavos que han quedado en paro.

Y es que los cabrones que manejan los hilos son buenos en lo suyo. Juegan a un juego perverso, obsceno, cruel. Y lo juegan con mañas de tahúr. Primero te putean para luego, no contentos, hacerte sentir culpable por dejarte putear. Culpable e insolidario. ¿Acaso no tienes trabajo? Entonces estás mejor que cinco millones de españolitos. ¿De qué coño te quejas? Ah. ¿Qué te quejas de cobrar cada vez menos y trabajar cada día más? Aaaamigo, en la cola del paro hace más frío. ¿Qué te quejas de que los directores de las empresas siguen envainándose beneficios? Pibe, haber nacido rico, conde de la Vega Grande solo hay uno. ¿Qué te quejas de que siempre pagan los mismos? Colega, hazte a la idea de que estamos en guerra: las guerras las pagan los que la pierden y tú tienes una cara de perdedor que tira de culo”.

La novela, como otras de Blanco, se lee de un tirón.

Pero más que por seguir el caso –una trama policiaca que como toda trama policiaca está repleta de ratoneras– me interesa por la descripción de ambientes, situaciones y personajes que hacen de secundarios más allá de los secudarios habituales.

Uno de los más interesantes, Pancho Viera, es un alcohólico rehabilitado y médico de profesión al que cita de pasada en la página 39 pero que adquiere peso en la segunda mitad de la novela. Y al que presenta de la siguiente manera:

Pacho Viera era un insomne convicto y confeso. Seguía igual de coñón y malhablado. Eso sí, el humor se le había descompuesto algo por culpa de la bebida. ¿Aún se cogía aquellas chispas monumentales que lo dejaban baldado media semana? No, coño. Qué más quisiera él. Todo lo contrario. Ya no bebía ni gota de manera que nada tenía ya puñetera gracia”.

Viera tiene conseguido aliento beodo fordiano, solo que trasplantado a una isla, como es la de Gran Canaria, donde la derrota épica es punto y final. Sobria indiferencia. Me quedo con ganas de saber más cosas de este perdedor ahora regenerado de sus vicios.

Lo veo como uno de esos tipos con los que me tropiezo en mi vida diaria. Una vida diaria que es otra forma de hacer ficción aunque no se escriba.

No sé que le va a deparar el destino a Ricardo Blanco, pero está claro que el personaje está envejeciendo, hay que esperar ahora a que lo haga como un buen vino. Así lo dicen los cursis.

En principio, parece que Correa está empeñado en que su protagonista supere de una vez la muerte de Colacho, por lo que en El verano que murió Chavela Vargas se preocupa por estabilizar su desordenada vida emocional y arroparlo con el aprecio de su amante y amigos.

Llega de hecho al caso por casualidad, cuando la esposa del inspector Álvarez –ella sabrá sus razones– habla sobre el mismo con el objeto de despertar su olfato de sabueso.

Espero con interés nuevas entregas de Blanco, pero me gustaría leer una novela del escritor abordando el género sin las señas de identidad de su investigador, un personaje que ya  está instalado, pero que carece de voz ronca. De hecho, se escora más hacia la línea clara, no blanda, del costumbrismo negrocriminal que cultivó Simenon en las novelas que escribió sobre su inmortal comisario Maigret.

José Correa es un escritor, y él no se cansa de repetirlo en entrevistas, que llegó al género que lo ha ubicado en el mapa de las letras negrocriminales españolas por casualidad.

Ricardo Blanco es fruto así de un desafío que nació con tinta de divertimento: ¿sería capaz de escribir algo con las claves de la novela y el cine negro clásico con acento netamente canario?

José Luis Correa –como los autores anteriormente mencionados, y a los que sumo a Carlos Álvarez (imprescindible Si le digo le engaño); Tomás Felipe (imprescindible su renovadora excentricidad Pasa la tormenta) y esa fabulosa rareza que es Top Less de José Santiesteban– es capaz de reivindicar la ciudad de provincias que habita como espacio literario.

Un espacio literario libre de prejuicios y creíble.

Y no es fácil convencer a un lector agrietado y con demasiadas y quijotescas lecturas negrocriminales encima… También tan necesitado de entender que no está solo en el mundo.

¿Una tontería?

A mi no me lo parece cuando me reencuentro con Ricardo Blanco.

(*) Este su blog El Escobillón agradece el gesto de Javier Hernández Velázquez por haber hecho posible el post.

Saludos, Fuerte Álamo, desde este lado del ordenador.