La Muestra Internacional de Cine Astronómico-MICA se traslada a Fuencaliente

Miércoles, Mayo 16th, 2018

La Muestra Internacional de Cine Astronómico – MICA 2018 de Fuencaliente organiza la exhibición de dos cortiometrajes este jueves 17 de mayo a las 20 horas en el Espacio Cultural Aguere, en Laguna.

Los cortometrajes que se proyectarán han formado parte de la sección internacional Polaris de MICA en alguna de sus tres ediciones precedentes y son Einstein-Rosen (de la cineasta gallega Olga Ossorio y producido en 2016) y Orbit Ever After (del irlandés Jamie Stone, y protagonizado por el joven Thomas Brodie en 2014. El acto contará además con una sesión dijei de Eva Olvido.

Tras la cita en La Laguna, la organización de MICA prevé otras paradas en La Palma y Tenerife entre la primavera y el verano de este año.

Los siguientes encuentros tendrán lugar en el municipio palmero de El Paso, la sede del Instituto de Astrofísica de Canarias (en La Palma) y la presentación oficial del cartel de este año en la localidad capital del festival: Fuencaliente.

Por su parte, la isla de Tenerife recibirá dos visitas más de la MICA a lo largo del próximo verano, la primera de las cuales tendrá lugar en el edificio de la sociedad cultural Equipo PARA (Santa Cruz). En una y otra isla se desarrollarán más acciones por confirmar hasta alcanzar los objetivos publicitarios de la muestra.

Saludos, no se lo pierdan, desde este lado del ordenador

Las postales de Roberto

Miércoles, Abril 11th, 2018

Dirección: Dailo Barco
Producción: Jairo López, Domingo J. González, Jonay García
Guión: Dailo Barco
Edición: Oscar Santamaría
Fotografía: Santiago Torres, Gabriel García
Sonido: Marco A. Toledo
Música Original: GAF

Son muchas las impresiones que asaltan al visionar un documental como Las postales de Roberto pero si hay una que destaca a nuestro juicio es la originalidad de su mirada. La forma de contar una historia con hondo calado humano por la que ha apostado el director de este trabajo, Dailo Barco, quien se convierte con el protagonista del documental, Roberto Rodríguez, en el otro protagonista del relato. De hecho, hay como una insistencia en dejar claro la amistad profunda que se tejió entre dos hombres cuyo abismo generacional es salvado por el cine. Ambos, además, contemplan las películas (o postales como despectivamente fueron calificadas en su momento) que realizó un cineasta amateur que nunca quiso convertirse en un profesional, aunque los trabajos que rodó, mucho de ellos por encargo, disfrutan de cierta personalidad.

El documental comienza con una búsqueda, conocer al responsable de unas películas que se custodian en la Filmoteca Canaria, momento en el que se da información de Roberto Rodríguez, nacido en La Palma y que desarrolla su carrera como cineasta amateur tras conocer a un veterano viajero holandés que amplia sus horizontes vitales como estéticos y que junto a sus padres es un personaje fundamental en el desarrollo de su existencia

Hombre sencillo pero con una acusada sensibilidad cinematográfica, Las postales de Roberto está narrada a través del diálogo que mantienen Dailo Barco y Roberto Rodríguez, quien revela lo que se esconde tras muchas de las imágenes que ambos contemplan y que contempla el espectador en un fascinante juego de miradas en la que se proporciona información sobre un trabajo que poco a poco y a medida que avanza el documental deja de ser aficionado, de ser postales, para alcanzar una dimensión cinematográfica fundamental para entender el pasado de una islas como son las Canarias. En este sentido, las postales se transforman en material de estudio sociológico y reivindica una forma de hacer cine libre, sin cortapisas, que educa la mirada.

El retrato que ofrece Dailo Barco de Roberto Rodríguez no deja de transmitir satisfactorias sensaciones al espectador. Se aprecia respeto por el personaje, pese a las bromas que salpican su larga conversación, y fascinación por una manera de hacer cine que hoy pertenece al pasado. Moviola, acetona, súper 8 y 16 mm. Roberto Rodríguez solo lamenta no haber rodado en 35 mm, el resto, esas postales que son películas, son las que quiso hacer, las que forjaron su temple como cineasta y como persona.

Resulta, en este sentido, muy inteligente el retrato que ofrece Dailo Barco del protagonista de su documental. No solo se detiene en su carrera como cineasta sino también en su vida a través de sus películas, muchas de ellas familiares, testimonios de una vida y reflejo de una isla (son poderosas las imágenes del volcán Teneguía en erupción y lo que dice sobre aquella experiencia Roberto Rodríguez) en continuo proceso de cambio aunque éste parezca lento y en muchas ocasiones insignificante.

Las postales de Roberto es cine en su estado más puro. Conmueve, hace reír y llorar pero sobre todo nos presenta a un hombre desde varios puntos de vista, miradas diversas que conforman la peculiar identidad de un cineasta que rodó lo que quiso y cuanto quiso pese a la hostilidad de la juventud airada y universitaria de su época.

Un tipo realmente curioso y singular.

Saludos, plano americano, desde este lado del ordenador

Anelio Rodíguez: “En La Palma la relación espacio-tiempo cuaja en el carácter de la gente”

Lunes, Marzo 26th, 2018

Historia ilustrada del mundo (Pre-Textos, 2017) está llamado a convertirse en uno de los libros del año porque además de contener literatura de calidad, su autor repasa con una sencillez que desarma la historia ilustrada de su familia con rigor técnico narrativo. Este pequeño pero gigantesco volumen está escritor por Anelio Rodríguez Concepción (Santa Cruz de La Palma, 1963), autor de una obra que si por algo se caracteriza es por su notable constancia.

Y no, Anelio Rodríguez Concepción no es uno de esos escritores que publica una novela, un libro de cuentos al año… En su caso, el proceso implica maduración, reflexión antes de dar el visto bueno definitivo a una obra que, como Historia ilustrada del mundo, viene a recordar los personajes de una historia familiar que podría ser la de cualquier lector.

- ¿Cómo se le ocurrió escribir Historia ilustrada del mundo?, ¿qué motivaciones tuvo para publicar este repaso sentimental de su historia familiar?

“De jovencito intenté llevar adelante un proyecto de fotógrafo aficionado: con una Praktica de 35 mm. fui retratando a algunos personajes de mi familia, todos ellos vecinos en la zona de San Telmo, entre la calle que lleva ese mismo nombre y la carretera de Timibúcar, situada en lo alto de Santa Cruz de La Palma. Ingenuamente pretendía atrapar de buenas a primeras el espíritu de aquellas personalidades tan acusadas, tan sugerentes. Con el tiempo esas fotos, junto a otras de los viejos álbumes de casa, se convirtieron en testimonio conmovedor de algo que se estaba deshilachando poco a poco: a posteriori, cuando empezaba a peinar canas, tomé conciencia de que esas personas habían mantenido una idiosincrasia especial, habían encarnado una filosofía de vida basada en la comprensión de las debilidades humanas, una visión del mundo pasada por el tamiz de la ironía, una actitud calmosa -que no pasiva, ni contemplativa- ante los avatares de la existencia. Era inevitable que de ahí surgiera la idea de crear una serie de textos narrativos. Había infinidad de historias jugosas que explorar, tanto en la rama materna como en la paterna, pero por suerte tardé en decidirme a escribirlas. Digo “por suerte” porque algo así sólo puede darse cuando te acercas a los umbrales de la madurez”.

- ¿Qué textos le resultaron más difíciles de escribir?

“La larga dedicatoria a mi madre costó lo suyo, más que nada por su enorme carga de emotividad. Por otro lado, el texto que protagoniza mi primo Denis, que por cierto empecé a escribir al día siguiente de su muerte, me hizo llorar, literalmente. Mientras tecleaba una frase tras otra, veía borrosa la pantalla del ordenador a causa de las lágrimas. Hasta ese momento, nunca antes había sufrido el dolor que se siente cuando se escribe con las tripas. En cuanto a las dificultades técnicas de escritura, debo reconocer que todos los textos mantienen un mismo nivel de exigencia. Desde el principio supe que había que prescindir del punto y aparte: cada texto tenía que fluir imparable. Tenía que leerse de un tirón. Para alcanzar la fuerza justa de ese tirón, había que buscar un equilibrio compositivo calibrando cada frase y conectando con cuidado todas las bazas narrativas. Me impuse unas cuantas premisas: no entregarme al pintoresquismo, no caer en lo empalagoso, moverme entre la exactitud y la indeterminación, tirar de los hilos invisibles de la intrahistoria –más que de los visibles de la Historia-, buscar elementos legendarios en situaciones cotidianas, trabajar la prosa con rigor de poeta… En fin, a pesar de la relativa brevedad del libro, el plan era complejo y ambicioso”.

- ¿Hasta qué punto tiene de memoria y también de ficción este libro?

“En rigor podría afirmarse que aquí no hay ficción. Lo que sí hay es una voluntad seria, responsable, de aderezar la realidad con todas las armas posibles de que dispone un narrador. De hecho, cada vez que escarbas entre los recuerdos estás creando algo diferente, digamos una nueva realidad, paralela a la que perciben nuestros sentidos. El ejercicio de la memoria implica un proceso mental similar al de la inventiva. De cualquier modo, la ficción –lo que suele entenderse por ficción cuando pensamos en un texto narrativo- en este caso concreto no era necesaria, pues los hechos evocados se bastaban por sí solos, por su vigor y también por su singularidad, como materia literaria de primer orden. Lo determinante es que aquí aflora la verdad. Como bien decía Doctorow, mientras las obras historiográficas cuentan hechos, las narraciones literarias cuentan la verdad”.

- ¿Hay algún episodio familiar que fuese determinante para animarlo a escribir este libro?

“Ninguno en particular. Hay un cúmulo de episodios, algunos fascinantes. Todos ellos forman una larga saga que pervive en la memoria compartida de muchas personas. Es como un gran fresco pintado durante décadas. Lo puedes ver de lejos, nunca en su totalidad, o de cerca, fijándote en los pequeños detalles. Cada una de estas historias tiene su fuerza en tanto que forma parte de un conjunto”.

- ¿Hasta qué punto cree que influye el paisaje de La Palma en el carácter de los protagonistas de la obra?

“El paisaje, por su exuberancia, imprime carácter no ya en los personajes de la obra, sino en todos los habitantes de La Palma -los del presente, los del pasado y los del futuro-. Me quedo con ese término, “exuberancia”, que el Diccionario de la Real Academia define como ‘abundancia suma, plenitud extraordinaria’. En La Palma la relación espacio-tiempo cuaja en el carácter de la gente. Yo lo llamo “palmerismo”. No se sabe por qué, pero los espacios naturales de esta isla escarpada, nubosa, de un verde azulino, condicionan la percepción del paso del tiempo, que se vuelve lento e intenso”.

- ¿No sintió pudor al escribir sobre sus recuerdos de la familia?

“En algunos casos sí, pero eso no debía suponer ningún reparo. Por encima de todo estaban las exigencias técnicas que se presuponen detrás de todo buen relato. Quiero decir que lo primero es el compromiso del trabajo bien hecho; después están, en un segundo plano, las sombras de las dudas y del pudor ante las posibles reacciones provocadas por su lectura. Aun así, admito que en un principio me preocupaba el modo en que mis parientes iban a recibir el libro (es que en él se describe a los personajes tal como eran, con sus claroscuros, y eso entraña cierto riesgo, desde luego)”.

- Uno de los aspectos más interesantes del libro es cómo con sensaciones recupera un pasado que en el fondo nos pertenece a casi todos. Me refiero a las sensaciones, al olor del café, de los cigarros… más que a las palabras.

“Los recuerdos ajenos y los propios pueden compartir un espacio idealizado y un mismo tipo de chispazo en el tiempo. El olor del café casero, en efecto, se expande de un lado a otro, de la experiencia del narrador a la del lector. La memoria se nutre de lo que percibimos con todos los sentidos, empezando por el olfato y el gusto, un tesoro oculto que te transporta hasta el principio de los tiempos. Quien haya hecho algún cursillo de cata de vinos, o de quesos, sabe de qué estoy hablando. De repente un matiz sensorial indescriptible te ayuda a revivir fugazmente algo que creías perdido para siempre”.

- ¿Y ahora qué?

“Ahora estoy como hace unos meses. Mejor dicho, estoy como hace unos años. Siempre tengo un manuscrito a medio hacer sobre la mesa y más de un libro completo, terminado e inédito, en la gaveta. Esto es una carrera de fondo, apasionante por sí misma más que por la meta. Vamos tirando sin prisa y sin pausa”.

- No es usted un escritor que se prodigue mucho.

“Llevo doble vida, como profesor y como escritor, y resido en una ciudad pequeña. Lo mejor que puedo hacer es trabajar calladito, con pico y pala. Cuando acabo un libro, lo dejo cierto tiempo en maceración, lejos de la luz, hasta que llegue el momento oportuno de repasarlo en frío. No creo que convenga publicar a cada rato, así porque sí, donde sea y como sea. No le conviene al propio libro. Ni al autor. Ni siquiera al público potencial. Es verdad que, en este sentido, a veces me paso de la raya. Historia ilustrada del mundo llevaba años esperando su oportunidad de remontar vuelo”.

- ¿Cómo aborda la literatura?, ¿qué le interesa de ella?

“Abordo la literatura con honestidad y recato, tomando precauciones frente a sus encantamientos. Es una pasión. Como tal, te pone a prueba continuamente. Te sacude con puntuales adversidades en el trabajo diario, a la larga te exprime y de tarde en tarde te concede alguna satisfacción, como para compensar tanto esfuerzo, o eso quieres creer. Como lector y como escritor, de la literatura me interesa todo, de pe a pa. Me fascina el tricotar de las letras, las palabras, las imágenes, las ideas, todo ello en una labor sorda que acaba generando más y más preguntas sobre los misterios de la existencia en un círculo vicioso pero no dañino”.

- ¿Cómo fueron las negociaciones con Pre-Textos para la publicación de Historia ilustrada del mundo?

“Es una historia curiosa. En 2015 fui invitado a la feria del libro de Chacao, en Caracas. Allí conocí a varios escritores venezolanos, como Antonio López Ortega, de ascendencia canaria, quien me preguntó por qué hacía tanto tiempo que no publicaba nada. Le respondí que tenía varios libros inéditos y que era muy complicado, desde La Palma, buscar un buen editor. Antonio me dijo que quería leer alguno de esos inéditos, así que le pasé dos, uno de los cuales era Historia ilustrada del mundo. Le gustaron tanto que recomendó su publicación a la editorial Pre-Textos, para la que actuaba como “ojeador” en Latinoamérica. Es decir, me recomendó como si fuese un autor latinoamericano. Es más: Antonio, generoso a más no poder, habló con Manuel Borrás, alma de Pre-Textos, y le pidió que me leyera. A Manuel también le gustaron los dos libros y finalmente se decantó por este. Fue una carambola, vaya. Una carambola intercontinental. Es un honor que Antonio López Ortega y Manuel Borrás hayan creído en la obra de este escritor perdido en el quinto pino. Les estoy muy agradecido”.

- ¿Sigue la literatura que se escribe en Canarias? ¿Qué opinión le merece?

“Claro que la sigo. Me inspira respeto y admiración. Hay muchísimo talento, y además en plena efervescencia. Es lógico que una tradición cultural como la nuestra propicie la confluencia de tantas y tan estupendas voces literarias, da igual a qué generación pertenezcan y en qué género estén bregando. Para no resbalar con olvidos indeseados (soy muy amigo de mucha gente de la república de las letras insulares), no pondré aquí ningún ejemplo concreto”.

- ¿Y escritores canarios del pasado que de una u otra manera le invitaron a que escribiera?
“A bote pronto me vienen a la boca los nombres de Pérez Galdós y Alonso Quesada, así como el ejemplo arrollador de los poetas vanguardistas de preguerra. Qué tipos. De cualquier modo, no es bueno, ni justo, que nos ciñamos a unos pocos casos. Todos cuentan. De alguna u otra manera, todos te inspiran”.

- ¿Cuáles cree que son las constantes literarias que le marcan como escritor?

“Quizá el interés por las contradicciones humanas. Quizá la alergia al maniqueísmo. Quizá la socarronería, que de vez en cuando reverbera entre líneas. Quizá el cuidado formal, aunque no se note. Releo mientras escribo y escribo mientras releo, pues me preocupa el tiento con el que hay que pasar de una frase a otra, y de un párrafo a otro. Trabajo muy despacio. Hay que encauzar el esmero literario hacia un efecto de naturalidad expresiva, pero eso lleva demasiado tiempo, demasiadas tentativas con sus correspondientes tachones”.

- ¿Y qué espera de un libro?

“Que esté bien escrito y que no se caiga de las manos del lector”.

- ¿Qué significa la familia para Anelio Rodríguez Concepción?, ¿no cree que es una institución que puede encontrarse en franco retroceso?

“Los vínculos familiares siempre prevalecen, aquí y en el otro lado del planeta, incluso bajo esa especie de anonadamiento que produce la omnipresencia de los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Lo que ocurre es que últimamente la memoria colectiva, a medida que se satura de nombres e imágenes externos a las relaciones familiares de cada cual, acaba simplificándose más de la cuenta. Aunque en general las evidencias de ese retroceso están ahí, me cuesta aceptarlo, quizá por vivir en una isla “menor”, donde el contacto humano es esencial, e inevitable. A mis amigos urbanitas –por ejemplo los de Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas- les divierte comprobar que, como palmero, procedo de otro tiempo diferente al suyo –un tiempo indefinido, no arcaico, sino mítico-, y que me muevo con otro ritmo vital, sin duda más parsimonioso. Al hablar y al mirar a nuestro interlocutor, los palmeros desprendemos, sin querer, el halo de algo genuino, un nosequé marcado por el afán narrativo en el uso de la oralidad. No podemos obviar ese nosequé. Tampoco queremos. Pues bien, esa particularidad la adquirimos desde la infancia, en familia, escuchando y contando historias de sobremesa. Espero que mis hijos la hayan heredado y que la mantengan a su manera. Tienen que seguir transmitiéndola como un don beneficioso”.

- ¿Está trabajando alguna nueva obra?

“Sí. Un libro de relatos”.

FOTO: Vasco Szinetar

Saludos, game over, desde este lado del ordenador.

Noticias sobre ese cine que tanto nos (dis)gusta

Miércoles, Marzo 6th, 2013

CINE LEVE

TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge este jueves, 7 de marzo, y a partir de las 20.30 horas, la exhibición de cuatro cortometrajes rodados en Canarias bajo las claves de lo que ya se conoce como cine leve.

Los trabajos son Ruido y Mirando hacia atrás, de Daniel León Lacave; Silvia, de Adrián González Barreto, y Rondó, de Josep Vilageliu. La entrada es gratuita previa retirada de las invitaciones en taquilla.

Ruido tiene una duración de siete minutos y está protagonizado por Ragüel Santana y Cathy Puliudo, según una historia escrita por el mismo director y Borja Teixera. En Mirando hacia atrás (11 minutos), cortometraje en el que actúan Borja Texeira, Penélope Acín y Víctor León, León Lacave propone “una íntima y personal mirada, dolorosamente autobiográfica, de cómo las relaciones sentimentales pueden quebrarse en una insalvable y gélida fractura.”

El tercer corto de la jornada, Silvia (10 minutos) está dirigido por Adrián González y Acerina Cruz, Rubén Sastre y Dara Abrante son sus actores protagonistas.

Rondó, con una duración de 40 minutos está escrito y dirigido por Josep Vilageliú y, entre otros, actúan Enzo Scala, Idaira Santana, Leonor Cifuentes, Winslow Iwaki y Chema Menéndez. Rondó comienzas cuando “un día, dos parejas se miran la una a la otra sin querer reconocer sus carencias y sus miedos.”

UN DOCUMENTAL

TEA Tenerife Espacio de las Artes exhibirá este fin de semana, coincidiendo el viernes 8 de marzo con el Día de la Mujer Trabajadora, el documental Viudas Blancas, título que ya se estrenó en esta misma sala el año pasado.

La producción canaria está dirigida por Ana Pérez Pinto, Dailo Barco Machado y Estrella Monterrey y fue rodada en la isla de La Palma, para narrar la historia personal de varias mujeres que vivieron la otra cara de la emigración canaria a Venezuela.

Viudas Blancas se proyectará el viernes, sábado y domingo, en dos pases: 19 y 21:30 horas.

UN CICLO

El Espacio Cultural CajaCanarias-Fundación Cristino de Vera en La Laguna acoge este jueves, 7 de marzo, la primera película de un ciclo en el que se plantea la relación entre cine y literatura. El primer título, que se exhibirá a las 19.30 horas es Las uvas de la ira, filme dirigido por el cineasta norteamericano John Ford en 1940 según la novela de John Steinbeck. El 14 y 21 de marzo y el 4 de abril, se proyectarán, respectivamente, las películas Zazie en el metro (Louis Malle, 1959), según la novela de Raymond Queneau; El proceso (Orson Welles, 1962), según el libro de Franz Kafka y Las amistades peligrosas (Stepehen Frears, 1988), basado en el título de Pierre Choderlos de Laclos.

Saludos, cámara y acción, desde este lado del ordenador.

El orden de los factores no altera el producto

Miércoles, Octubre 10th, 2012

CINE

* TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge este miércoles, 10 de octubre y a las 20.30 horas, el estreno del documental Evolución de la comunicación visual, un trabajo firmado por el tinerfeño Alejandro Togores, director de la recién creada Aula de la Imagen y la Comunicación Visual (AICA). Evolución de la comunicación visual recoge los momentos más significativos en los que el uso de imágenes tuvo un papel relevante en el desarrollo de las culturas. En este documental, de 42 minutos de duración, ha colaborado el filósofo José Antonio Marina; el arqueólogo Julio Cuenca; el paleontólogo Juan Luis Arsuaga; el naturalista Joaquín Araujo; el doctor en Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, Miguel Hermoso y el profesor de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, Carlos Castro Brunetto, entre otros.

* Taro. El eco de Manrique se exhibe este jueves, 11 de octubre, a las 20 horas al Espacio Cultural CajaCanarias, en Santa Cruz de Tenerife. La proyección coincide dos décadas después del trágico fallecimiento del artista plástico lanzaroteño, César Manrique, el 25 de septiembre de 1992, en un accidente de tráfico en Arrecife. Taro. El eco de Manrique está dirigido por Miguel G. Morales y tiene una duración de 61 minutos.

* La casa de la Cultura de Garafía (La Palma), con la colaboración entre otras instituciones de la Filmoteca Canaria, acoge del 18 de octubre al 28 de noviembre la exposición María Montez, de La Palma a Hollywood. 100 años del nacimiento de la actriz, cuyos fondos pertenecen de la colección del investigador tinerfeño recientemente fallecido Antonio Pérez Arnay, autor del libro María Montez, la reina del technicolor. Durante la inauguración se proyectará el documental Garafía, el cine y María Montez, y Aaron Benchetritt Cohen impartirá la conferencia María Montez, la reina del technicolor. Se exhibirán, además, las películas Alí Babá y los 40 ladrones (viernes 19 de octubre); Las mil y una noches (viernes, 26 de octubre) y La reina de Cobra (viernes 2 de noviembre). Parte de esta exposición, así como los tres largometrajes están previsto que se exhiban en diciembre y marzo, respectivamente, en La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria.

* Con el fin de lograr la proyección en una sala de Madrid, así como una edición especial en formato dvd de la película Nostalgia de la luz, del cineasta Patricio Guzmán, se ha puesto en marcha una campaña de financiación colectiva –crowdfunding– que finalizará el 17 de octubre. El filme, que obtuvo el premio a la Mejor película Documental del año 2010 según la Academia de Cine Europeo-EFA, se mantuvo 23 meses en la cartelera de Francia (con más de 70.000 espectadores hasta la fecha), y se ha estrenado en salas de Alemania, Suiza, Bélgica, Estados Unidos, Canadá, Chile y, recientemente, en Reino Unido, donde aún permanece en cartel. Nostalgia de la luz “habla de la memoria del universo, de la memoria sobre un pasado reciente”. Pinchar aquí para más información.

LIBROS

* El salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (calle Robayna, nº2, en Santa Cruz de Tenerife) acoge este miércoles, 10 de octubre, la presentación de La mentira del agua y alfabeto celoso, volumen que recoge la obra completa del poeta Julián Herráiz (1925-1948). En el acto, que comenzará a las 19.30 horas, intervendrán la editora del volumen, Elsa López, y los filólogos Luisa Chico Pérez y Javier Rivero Grandoso.

* El escritor Julio Llamazares, autor, entre otras obras, de Luna de lobos y La lluvia amarilla, impartirá este viernes, 12 de octubre, a las 19.30 horas, la conferencia El viaje como pretexto como apertura del Curso Académico 2012/2013 del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias que se celebrará en el Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl, Casa de la Aduana, 1ª planta, en Puerto de la Cruz.

* Alexis Ravelo anuncia en su blog la cuarta entrega en noviembre de la serie Eladio Monroy, detective privado muy a su pesar, que llevará por título Morir despacio (Anroart Ediciones), y la publicación en febrero de la novela La estrategia del pequinés (Alrevés Editorial). Ravelo califica La estrategia del pequinés como “una novela dura, violenta y crítica”, en la que aparecerán pocos policías. “Es una historia sobre perdedores protagonizada por traficantes, parados de larga duración y prostitutas ambientada principalmente en Gran Canaria.”

* Ediciones Idea publica en su colección Micromeria, Vidas trastornadas, de Shuntchú (Gustave Voltaire Dioussé). La obra se presenta el jueves 11 de octubre, a las 20 horas, en el espacio El Generador de Santa Cruz de Tenerife (calle El Clavel, 1). El acto cuenta con la colaboración del programa Santa Cruz Diversa (impulsado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife) y estará cargo del profesor de Filología inglesa de la ULL y prologuista de la obra, Francisco Javier Castillo, así como del autor. Vidas trastornadas, de Shuntchú (Gustave Voltaire Dioussé), es un conjunto de poemas que gira en torno al fenómeno de la migración, al tiempo que refleja la autenticidad de unas sociedades consideradas por occidente como “primitivas”.

* En clave de fa, segunda novela de Paco Alcaraz, y título en el que narra con acidez y “divertimento descarnado” –como señala Julián Ayala– las andanzas de un niño recién instalado con su familia en las afueras de Madrid a mediados del siglo XX, se presenta este jueves, 11 de octubre, a las 19.30 horas, en la Librería de Mujeres de Canarias, en la calle Sabino Berthelot, nº 42, de Santa Cruz de Tenerife. En el acto intervendrán, junto al autor, la trabajadora social y Premio Instituto Canario de la Mujer 2004 (Distinción Honorífica por su trayectoria feminista) Montserrat González Lugo, la licenciada en Bellas artes e ilustradora del volumen, Fedra, y un representante de la editorial canaria Idea.

Saludos, hasta mañana si los dioses quieren, desde este lado del ordenador.

De viaje por Caprona, no confundir con Cabrona

Sábado, Octubre 15th, 2011

Canarias también ha servido de plató de rodaje para que por su accidentada geografía corretearan bestias de tiempos remotos. Así que hay dos película de serie Z por las que siento simpatía porque las vi en una época de mi vida en la que todo me daba igual.

Probablemente se deba a que se tratan de títulos que inevitablemente se reestrenaban en las sesiones de cine a las 4. Aquellas gloriosas matinés que tanto contribuyeron a que una generación de cinéfilos nacidos a este lado del Atlántico se forjaran como espectadores.

La oferta iba desde los hermanos Marx a Godzilla y familia. De vez en cuando se colaba también filmes tipo La tierra olvidada por el tiempo y su secuela, Viaje al mundo perdido, dos producciones de serie Z de la Amicus dirigidas por el británico Kevin Connor y parte de cuyos exteriores se rodaron en la isla de La Palma.

Las películas están inspiradas en sendas novelas del escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs.

Burroughs fue el creador literario de Tarzán.

Confieso con orgullo que he leído algunas novelas de Tarzán. También que ninguna de ellas supo germinar en ese honroso jardín que dedico en mi corazón a la mitología pulp.

Y es que más que Tarzán, si hay un personaje de Burroughs que me atrapara fue John Carter y sus aventuras en el planeta rojo.

Recuerdo que leí las tres primeras novelas de la serie cuando uno de mis tíos me las prestó en una colección de libros diminutos encuadernados en tela.

Tiempo después, adquirí en el Rastro de Madrid dos volúmenes del ciclo que Burroughs dedicó a Carson Napier en el planeta Venus (Piratas de Venus y Perdidos en Venus) editados por la mejicana Novaro, pero confieso que no las he leído.

Es más, pienso que me hice con estas novelas porque todavía me hechiza perder el tiempo contemplando sus coloridas portadas.

No he leído más a Burroughs desde ese entonces.

Un escritor que hizo carrerea en la geografía de las novelas baratas saqueando un poco de todos lados.

Entre otros ilustres, al mismísimo Jack London y una novela clave, aunque poco conocida, de este grandioso por contradictorio escritor, Antes que Adán. También, por razones obvias, a los maestros Conan Doyle y el ciclo de historias que concibió dedicadas al profesor Challenger, y H. Rider Haggarth, entre otros.

No obstante, y por ser un autor al que asocio con un periodo de mi iniciación lectora, cuando me topo con Burroughs en cualquier sitio se me ponen las antenas tiesas.

Probablemente se deba a que se trata de un artesano del entretenimiento. Y un artesano del entretenimiento –han de saber criaturas mías– casi siempre se mete en el bolsillo a los lectores que no esperan demasiado de un libro salvo que entretenga.

Por lo que recuerdo –ya que no he querido volver a verlas– La tierra olvidada por el tiempo y Viaje al mundo perdido son dos películas que cumplen esa misma función: entretienen. O me entretuvieron cuando las vi en aquellas sesiones de cine a las cuatro de la tarde.

Me veo así feliz penetrando en la sala cuando una sala de cine era un cine.

Feliz porque voy a ver una de monstruos basada en una novela que no he leído de Burroughs.

La tierra olvidada por el tiempo estaba protagonizada además por un actor que en aquellos años hacía cierto furor entre la pibada. Me refiero a Doug McClure, que hacía de Trampas en la serie El virginiano, y si bien sus efectos especiales apenas convencían a la pibada de aquel entonces, tiene argo. Ese argo puede ser el recuerdo que, como crío que empezaba a sufrir los primeros escozores de ser adulto, siente hacia un espectáculo cuyo mayor mérito es el de entretener.

Aunque el entretenimiento sea de cartón pieda.

La aventura de La tierra olvida por el tiempo se desarrolla durante la Primera Guerra Mundial, cuando un submarino alemán que lleva prisioneros de guerra cambia de rumbo hasta llegar a una isla desconocida del Antártico.

Estamos pues ante una película de mundos perdidos –que no territorio mítico– que como anuncia el título parece que se ha detenido en el tiempo.

Su nombre: Caprona.

No Cabrona, sino Caprona.

El mismo equipo de La tierra olvidada por el tiempo regresaría a Caprona (cuyos exteriores, reitero, son los de La Palma) en Viaje al mundo perdido.

En esta ocasión acompaña en la expedición a McClure una por aquel entonces jovencísima Sarah Douglas, actriz de belleza turbadora a la que pueden recordar por ser la malísima kriptoniana de Superman II. Y Patrick Wayne, actor que no tuvo la misma carrera que su padre: John Wayne.

Viaje al mundo perdido es muchísimo peor que La tierra olvidada por el tiempo porque se trata de una secuela que intentó explotar el regular éxito de la primera, pero aún con esas tiene argo.

¿Los paisajes palmeros?

Sí y no.

Ese argo, reflexiono, se encuentra en aventurarse en las pantanosas y atractivas aguas de lo fantástico.

Lástima que al final sea solo argo.

Concluyendo que es gerundio:

Y pese a todo se tratan de dos títulos con su no sé qué.

Idóneos, por su no sé qué, para ser exhibidos por la Televisión Canaria.

Esa tele que, ya saben ustedes, nadie hasta ahora ha descubierto su no sé qué.

Saludos, yo solo sé que no sé nada, desde este lado del ordenador.