Jorge Fonte destripa las entrañas de Oliver Stone
La historia de Jorge Fonte es la historia de una constancia. Hace mucho tiempo, cuando se lió la manta a la cabeza y dijo que iba a escribir un libro sobre Walt Disney casi todo el mundo se le rió en la cara porque en Canarias tenemos la costumbre de reírnos de los sueños del otro. La sorpresa mayúscula fue cuando Jorge sacó adelante su libro contando con el beneplácito (casi siempre sectario) de esa fábrica de mundos mágicos y de colores. Jorge Fonte le cogió tanto gusto al tipo que según la leyenda está hibernado en un sótano ultrasecreto, que ha publicado dos libros más (aunque ahora que lo pienso, ¿han sido tres más?) volúmenes dedicados a las películas de animación del creador del pato Donald y parece que piensa seguir explotando el filón mientras haya aún veta que reventar.
Independientemente de sus opiniones, de que uno esté a favor o en contra de lo que propone en su estudio, Fonte es uno de los pocos canarios que publica de tanto en tanto un libro sobre cine fuera de las fronteras isleñas. Cuenta con un interesante estudio sobre Woody Allen en Cátedra, y no hace mucho sacó un trabajo sobre Steven Spielberg de indudable interés para los aficionados al trabajo del director de Tiburón, sobre todo en el capítulo de apéndices donde revela proyectos que nunca se realizaron realmente curiosos. Fonte presenta ahora en la librería La Central de Madrid, el 14 de noviembre de 2008, el volumen Oliver Stone, del que es autor. Hablarán de este trabajo, así como su autor, Jerónimo José Martín y Antonio Weinrichter, presidente de la Academia de Escritores Cinematográficos y crítico de cine, respectivamente a las 19 horas peninsular.
Yo no sé a ustedes, pero si hay dos películas de Oliver Stone que me siguen pareciendo rabiosas y de un nihilismo desarmante son Asesinos natos y Desvío al infierno, un policiaco desquiciante. No soy defensor de Platoon, que quizá se trate de su cinta más conocida, pero sí de ese canto a la paranoia que es JFK, un filme además muy interesante por manipulador. El resto de la obra del cineasta me entretiene, aunque la verdad también me resulta indiferente. En otras ocasiones me provoca vómitos, como su patético biopic de Alejandro Magno; y mucha risa, como el que perpetró de Nixon. También extrañas alegrías, en especial cuando el cineasta manipulador es devorado literalmente por el rey de los manipuladores, Fidel Castro, en su ¿documental? Looking for Fidel. Claro que esas cosas pasan incluso en las mejores familias.
Y no, no me olvidaba: ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!