El mal tiene cara de funcionario
Ahí estábamos. Mi amigo y yo hablando de gente mala en el cine. Entiéndame, de los malos en el cine. Siempre he sentido una predilección especial por los malvados de las películas de James Bond, tan refinidamente crueles, tan soberbios, tan pagados de sí mismos, tan botarates que son capaces de revelarle al agente 007 sus planes para poner de rodilla al mundo mientras Bond se libera de las garras de los guardias o de las esposas que lo atan a una mesa camilla de acero con un rayo láser que se aproxima peligrosamente a su entre pierna.
De repente nos quedamos un rato callados, tomando la cerveza. Y la conversación giró a los malos de verdad. ¿Existen hijos de puta con todas sus letras? Concluímos que sí. Repasamos los asesinos en serie, monstros de carne y hueso enfermos de odio, pero tras divagar un rato nos dimos cuenta que el malvado de verdad es el que cree que está haciendo bien. Mi amigo soltó entonces el nombre de Eichman, y recordé el estremecimiento que sentí cuando leí Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal de Hanna Arendt.
Miedo. Yo, que soy un lector y espectador de necesades tóxicamente terroríficas, sentí miedo con el relato del juicio que los israelíes le hicieron a ese funcionario del partido nazi.
No dejen de leerlo si tienen oportunidad. Uno se da cuenta con la piel de gallina que todos llevamos un loco dentro. Sobre todo si estamos programados para recibir órdenes y no cuestionarlas. Lo dice el líder, luego es correcto. Este discurso es que el que lleva a la locura al Kurtz que Marlon Brando interpretó en Apocalypse now!, cuando le cuenta a Willard la famosa misión en la que llegan a un pueblo perdido de Vietnam y vacunan a todos los niños para luego encontrarse con una montañita de brazos cercenados. Sus padres habían sido capaces de mutilar a sus hijos. Dame un batallón de esos hombres y ganaré la guerra, reflexiona Kurtz.
En el mundo civilizado es más o menos lo mismo, sólo que el mal tiene rostro de funcionario. El torturador no debe sentir placer torturando, debe de actuar como un profesional, ajeno a los gritos de dolor y de lamento de la víctima. Dicen que Buñuel quería contar la historia de un campo de concentración sin que nunca se viera el lugar de trabajo de papá, capitán de las SS, sino en su hogar. Llega a casa, se quita las botas y acaricia la cabeza de sus adorables hijos. Con la misma mano con la que ha condenado a la muerte a otros niños de la edad de sus hijos.
La leyenda cuenta que nunca le financiaron este proyecto al maestro aragonés.
No interesa que nos digan la verdad.
Como la conversación se estaba poniendo peligrosamente elevada nos dedicamos a charlar de otras cosas. Recuerdo, sin embargo, que el sabor de la cerveza me supo mucho más amargo. Me imagino que a mi colega también.
Háganme caso, lean Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Un libro de asombrosa actualidad en estos tiempos que corren.
Saludos extraños a este lado del ordenador.
Abril 21st, 2009 at 16:26
Melancolía: la alegría de estar triste… (cita de cualquiera de los tres autores que han hecho todas las del mundo o de los tres a la vez)
Tienes razón, claro. y gracias por la recomendación.
Pero como la cerveza es de por sí demasiado amarga para mí, te propongo otro tema: ¿sabes ya qué libro vas a regalar esta semana? Porque el asunto está no en a quién, sino cuál.
Digo que, puestos a divagar, podemos aprovechar que todo el mundo hablará del 23 y bla, bla, y saldrá corriendo a comprar uno para que sus deudos no piensen que los ha olvidado. Justito como en navidades…
Pero la cuestión “cuál” es interesante. ¿Nunca has sentido cómo un libro te pedía a gritos que lo comprases para ser regalado? Es una sensación extraña.
Por cierto, que también es el día de los derechos de autor. No sé, no sé.
Saludos y ¡buena semana!
Abril 21st, 2009 at 17:20
Con el nuevo James Bond el mal deja de estar al otro lado y pasa al propio agente… han reelaborado el personaje y lo han dotado de tal realismo, tanta profesionalidad, que ha acabado siendo el Bond más despiadado… un asesino a sueldo del MI6 casi peor persona que el jefe de la banda de maleantes contra el que lucha.
Abril 21st, 2009 at 19:37
Bueno, creo que el Bond de Connery era exactamente igual. Y si me apuras más bestia e insensible que el garrullo de Daniel Craig. Te doy la razón que sus instintos letales se aplacaban cuando hablaba con M y con la adorable Moneypeninie, pero cuando caían en sus manos los malos (entiéndanse los comunistas por mucha Spectra que dijeran) no se salvaba ni el apuntador. Y encima parecía que disfrutaba. Dios salve a la reina!
Abril 21st, 2009 at 21:27
Un libro de actualidad? El periodista y el poder, una biografía de Walter Lippman en Cuadernos de Langre.