El temblor…

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Que situación tan extraña. Me encuentro en casa leyendo el periódico cuando siento que el sillón se mueve. Pero que se mueve de una forma fantasmal, como si una mano enviada del más allá lo agitara silenciosamente mientras tengo la sensación, momentánea porque dura apenas unos segundos, que floto en el aire.

A todas estas escucho como se cae un libro de la estantería y recuperando la calma pese a que me pregunte qué diablos habré tomado esta mañana para sentir tan extraño movimiento, me levanto y recojo el libro tirado en el suelo: Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell.

Lo cojo entre las manos y lo ojeo. Y me dejo arrastrar por la narración del escritor quien me transporta a la lejana Corfú, lo que consigue que se me borre del imaginario la extraña y desagradable sensación que viví momentos antes. Esa especie de baile diabólico. O de danza superior a tus fuerzas, un déjate llevar porque no tienes más remedio.

El agradable relato familiar de Durrell me tranquiliza e incluso hace que sonría. Así que me llevo el libro a la cama y empiezo a leerlo porque se trata de uno de esos libros que adquirí hace mucho tiempo pero que no había leído por esa voz que a veces te recomienda que no lo hagas porque “todavía no le ha llegado su momento”. Y esperas. O mejor, te espera hasta que muchos años después lo recuperas por caprichos tan surrealistas como el que me sucedió esta mañana: un ligero temblor y cae, de entre otros los libros que tengo en mis desordenadas estanterías, precisamente Mi familia y otros animales.

Hablo con una amiga por teléfono y me cuenta si no me he enterado.

- ¿Enterado de qué?.- le respondo ya que no sé a lo que se refiere.

- Del terremoto.

- ¿Terremoto?, ¿dónde?.- contesto pensando en el desgraciado Haití.

- Aquí, en Santa Cruz de Tenerife.

Y me quedo de piedra mientras ella describe donde le pilló ese ligero estremecer de la tierra y yo hago lo mismo aunque, la verdad y no sé muy bien por qué, no le cuento lo del libro caído transformado ahora en una de mis nuevas lecturas junto a Almas muertas de Gógol; Canciones de sangre de Arnott y Todo modo del maestro Sciascia.

Con el libro todavía en las manos me llama un amigo para contarme lo mismo: lo del terremoto. Y repetimos, me temo, la historia como si tuviéramos la necesidad de olvidarnos de ella a base de tanto contarla. Tras cinco conversaciones telefónicas me parece que el relato que nos cruzamos ha perdido la inocencia original al estar ya gastado pese a que apenas hayan pasado unas horas del hecho.

De todas formas, este ligerísimo temblor me ha traído un regalo inesperado: un libro caído que me anunció en silencio que había llegado el momento de sumergirme en sus páginas.

Por eso, y por otras cosas también, no me explico todavía cómo puede haber imbéciles que pongan en duda que los libros están vivos.

Y que ésa, y no otra, es la revelación.

Saludos, sumido en un placentero estado de éxtasis, desde este lado del ordenador.

One Response to “El temblor…”

  1. Cangrejo mediterráneo Says:

    No deja de ser asombroso que el temblor lleve a sus manos el estupendo libro “Mi familia y otros animales” del no menos estupendo Gerald Durrell. No se asuste, señor, por las tormentas y demás, todo pasará y en en mayo verificará que el cambio climático nos una broma, como afirma un primo de Rajoy que “sabe” del tema. A mí la noticia me cogió en la cama leyendo unos pensamientos de Oscar Wilde en una colección de 1993 denominada “Veinte Duros” (realmente, eso costaba cada librito) y el último de ellos reza así: “Para recobrar la juventud uno no tiene más que repetir sus locuras”. Ya lo imagino bebiendo cerveza Dorada por un tubo (modérese) y leyendo “La conquista de la felicidad” de Bertrand Russel. No olvide que en los Carnavales siempre llueve, así sea agua, serpentinas, locuras o merodeadores de presupuestos públicos, y brota algún que otro navajazo. Así que, ahora, mejor en casa oyendo música, escribiendo o durmiendo. Ah, un consejo, si por cualquier cuestión se le ocurre acudir a la Basílica de Candelaria, ni caso de los guanches que andan cerca. Salud, alegría y libertad. Un saludo respetuoso y ánimo. Y si a los guanches les da por hablar, es que usted ha bebido más garimbas de lo debido, o no. Quizá sea que no se me va de la cabeza un editorial de una hoja parroquial tinerfeña: “Sólo la independencia nos sacará de la pobreza”. Locuras que no falten, por pura diversión.

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