Un pequeño teatro para una pequeña capital de provincias
En una capital de provincias donde es sobresaliente la carencia de espacios escénicos pese a que el mundo del teatro ha modelado el carácter de muchos de sus habitantes, obliga a que nos unamos a la ovación que este fin de semana ha roto los dos años de silencio del teatro Guimerá. Una especie de buque insignia a este lado del infierno y que, promete la actual responsable de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Maribel Oñate, pretende ahora borrar este largo periodo de resignado silencio llevando a su escenario teatro.
Me congratula que se haya recuperado este escenario, aunque deseo que la política de contrataciones sea capaz de alimentar con inteligencia la programación que se merece la sala tras tanto tiempo de aislamiento.
La historia del teatro Guimerá está íntimamente ligada a la historia cultural de la capital tinerfeña. Así que como privilegiado protagonista ha tenido sus momentos de gloria y de audaces innovaciones. Por desgracia, ha sufrido también épocas de perezoso desencanto y de ostracismo involuntario por lo que el teatro Guimerá, a su manera, se ha transformado casi en una metáfora de Santa Cruz de Tenerife, como si reflejara los vaivenes de una sociedad tan caprichosa como es la chicharrera en sus épocas de bonanza y pobreza.
Cuentan que como todo teatro que se precie, el Guimerá tiene su fantasma. Algunos trabajadores de la casa aseguran que lo han escuchado y otros incluso visto, pese a que ninguno de los que han podido vislumbrarlo sea capaz de describirlo a los que somos humildes mortales. Me pregunto así que habrá pensando ese fantasma durante estos dos largos años de olvido mientras contemplaba como en sus tripas se acometían las obras de rehabilitación en la que se quemaba lo viejo para sustituirlo por lo nuevo. También si ese espectro notable habrá notado en falta el eco de la voz de los actores sobre el escenario…
Con el objeto de que el fantasma no vuelva a encerrarse en sí mismo, se hace así necesario que el Guimerá recupere pronto la vitalidad perdida, consolidando una programación que llene el hueco de estos dos últimos años. Una programación inteligente (reitero) y ajustada a sus posibilidades, también pensada para los que no suelen ir al teatro.
Mientras tanto, les invito a que se sumerjan en el recuperado espacio, y a falta de otros escenarios (tras frustrarse el proyecto Baudet y enterrar el Pérez Minik) y pese a la muy heroica resistencia de los que dirigen la sala Victoria, estimulen los esfuerzos para que el Guimerá vuelva a recuperar el lugar que se merece en la modesta pero intensa memoria cultural de esta (mi) capital de provincias.
Saludos, sin cuarta pared, desde este lado del ordenador.
Septiembre 5th, 2010 at 3:58
En el Guimerá vi (oí) a Celibidache interpetrar a Brahms, Schumann. Vi con una amiga especial a Dulce Ponte, a Cesárea Évora. Recibí porrazos de la policía en sus alrededores por un concierto que no pudo ser de Serrat en 1976… Vi exposiciones magníficas del artista y amigo Néstor Torrens. Recuerdo que en casi todas esas estaba el amigo Luis Alemany. Sí, es un teatro con mucha historia.
Septiembre 8th, 2010 at 11:46
…y el Leal, agonizando: despidiendo gente, mal organizando los actos, mal pagando sus trabajadores/as… Y eso que es “la joya de la corona”. ¡Anda ya, no fastidies! La concejal, esa indocumentada cultural, se cree la dueña y señora del invento; el alcalde ni tuje ni muje. Menos mal que siempre nos quedará Jonathan “Partys” (Verdellada independiente). Jo, que tropa.