En busca de la Tierra Media literaria canaria
No me he molestado en investigar si este fenómeno se repite con la misma intensidad en otras literaturas de las Expañas, pero sí que resulta llamativo los casos –numerosos– que he detectado entre los escritores nacidos o criados en este archipiélago de humillados y ofendidos que es Canarias.
A mi me gusta denominar al monstruo Yoknapatawpha County, o ese particular territorio mítico faulkneriano que más tarde inspiraría otros tantos universos imaginarios nacidos de la cabeza de talentosos y no tan talentosos escritores de ésta y otras partes del planeta.
Con este post quiero vindicar –siempre a mi siniestra y sinatriana manera– que en Canarias el empleo literario de esta tierra de espejos es sorprendentemente fecundo. Y merece, a mi juicio, un estudio profundo y sereno con el que sacar las conclusiones que presumamos pertinentes.
También, por razones que espero no sean obvias, preguntar ¿por qué lo hacen?
¿Por qué esa tendencia a renunciar contar historias que transcurran en el paisaje vital donde se mueve el autor?
¿Por qué esa negación a relatar la realidad en la que se mueve, por muy provinciana y mediocre que resulte?
Debo ser de los lectores que se pone nervioso cuando se sumerge en un cuento o en una novela cuya trama –si la tiene– se desarrolla en uno de esos territorios míticos.
No termino por ver sus atractivos, salvo si se trata del paisaje de la Tierra Media.
Un mundo poblado de hombres, elfos, enanos y hobbits que hacen unión porque han llegado a la sabia conclusión que solo su fuerza será capaz de birlarle el anillo al tío que lo reclama.
El Señor Oscuro.
O Sauron, para los que lo conocemos de sobra.
Sin hacer mucho esfuerzo, la verdad, cito entre la lista de escritores canarios que se han servido y se sirven de estos espacios imaginados sin la pretensión épica tolkeniana: Juan José Armas Marcelo (Salbago); Sabas Martín (Nacaria); Víctor Álamo de la Rosa (Isla Menor); Álvaro Marcos Arvelo (Puerto Santo); Luis León Barreto (Tamarán) y Juan José Delgado (Nubada).
Consciente soy, de todas formas, que me dejo algunos más en el tintero. Que me disculpen los ausentes, pero entiendan que el objeto de este post solo es el de destacar un hecho que al menos a quien ahora les escribe le parece que trasciende la frontera de la objetiva curiosidad.
Conversaba de esto mismo el viernes pasado con un escritor canario que edita fuera y que escribe sobre su ciudad sin recurrir al monstruo Yoknapatawpha County.
Vino a decirme que la bestia se trata de una herramienta literaria para huir y no reconocer su entorno.
Le respondí que en algunos casos puede ser así aunque en otros –como abogado diabólico– sí que genera un interesante proceso de sintetizar este archipiélago en el que vivimos en un solo espacio.
Ya saben, un territorio mítico o espejo en el que todas las sandeces y miserias pero también todas las alegrías y grandezas de estas islas se reúnen en una sola isla.
Un solo territorio.
Pero sin mapas.
Y eso es el infierno.
Y pienso: no existo.
Saludos, sin mapas ni territorios, desde este lado del ordenador.
Septiembre 18th, 2011 at 22:38
No, usted no existe,
Septiembre 18th, 2011 at 22:38
Gracias, hermano.
Septiembre 19th, 2011 at 7:09
Creo que el motivo de que haya tantas “ínsulas espejo” en la literatura canaria actual responde no sólo a sintetizar en una única isla las idiosincrasias de siete, como bien ha indicado usted en su post, sino también a la necesidad de protegerse contra el alma realista del ciudadano canario medio. Es decir, que cuando escribes sobre una tierra existente, Canarias, y en concreto sobre alguna de sus islas, la gente que conoce o vive en esa isla va a exigir por defecto un realismo total que refleje en las páginas su realidad cotidiana. Los autores no quieren eso, por lo visto, sino fabular a su antojo llevando los terrenos canarios a un paradigma de isla ilusoria donde puedan dejar correr la imaginación a su gusto. ¿La solución? Pues se inventan un archipiélago metafórico y ya está. Así no tienen que responder ante los anhelos retratistas autóctonos del personal.
Septiembre 19th, 2011 at 11:49
Unos cuantos ejemplos de lo contrario: Pablo Martín Carbajal en su novela “La ciudad de las miradas”(Baile del Sol) también retrata Santa Cruz de Tenerife en varias épocas, incluida la actual con su provincianismo agobiante. Mellini en su libro de relatos “Pulsión del amigo”(KRK ediciones) también describe escenarios de Tenerife y de La Palma. Ana Criado en su libro de relatos”El ruido de las miradas”(Lengua de Trapo)también describe escenarios santacruceros habituales. En mi libro de relatos “Todo vuela” (ediciones Idea), los personajes se mueven por paisajes tinerfeños claramente reconocibles, aparte de por Barcelona y Marruecos.
Septiembre 19th, 2011 at 12:23
Y ahí muchos más. No te olvides de los policiales pepe correa, alexis ravelo, javier hernández velázquez, antonio lozano… También de Cristo Hernández y otros tantos. Un abrazo desde la Red.
Septiembre 19th, 2011 at 13:06
Modestamente, y aunque no sea muy elegante decirlo, yo también tengo mi “isla-espejo” en muchas de mis novela (la mayoría). Llamo Bardinia a una isla que, es verdad, trata de ser la síntesis de las siete. No es cobardía, es una necesidad literaria, porque no creo que nadie pueda decir que Juancho Armas, Víctor Alamo d ela Rosa y este que escribe se esconden para llamar al pan pa y al culo culo en artículo, entrevistas o intervenciones públicas. Tampoco creo que el Macondo de García Márquez sea una huida, sino una manera de extender Colombia a todo el continente latinoamericano. Y es verdad, cuando precisas los escenarios siempre hay alguien que te dice que no es así, que es dos calles más arriba.
Septiembre 19th, 2011 at 17:02
Gracias por la informacíón, Emilio. Un fuerte abrazo.