Archive for the ‘Literatura’ Category

Un escritor a secas

Lunes, Enero 30th, 2023

He conocido a pocas personas con el corazón de Alexis Ravelo, escritor pero sobre todo amigo que hoy nos dijo adiós para sorpresa de quienes tuvimos la ocasión de disfrutar de su amistad y de su literatura hace apenas unas semanas en Aridane Criminal, el festival de novela negra que dirigió tres años seguidos en esa entrañable ciudad de La Palma.

Como debe ser con un escritor, conocí primero a Alexis a través de su literatura. Y de aquel encuentro no guardo grato recuerdo. Cayó en mis manos Los tipos duros no leen poesía, tercera entrega de la saga protagonizada por Eladio Monroy, y recuerdo que fui bastante crítico con esta novela que no merecía el juicio que le di entonces. Claro que entonces escribía más con las tripas que con la cabeza aunque de algo tuvo que servir (quiero pensar) aquel comentario para que unos pocos meses después (¿o fueron años?, con Alexis nunca se sabía) publicara en Alrevés La estrategia del pequinés, una novela por la que recibiría y con justicia años más tarde el premio Hammett que concede la Semana Negra de Gijón.

El caso es que La estrategia del pequinés supuso un revulsivo para la novela negra y criminal que se escribía y se escribe en España. Y la razón es bien sencilla, por una vez los protagonistas de la historia trabajaban al otro lado de la ley. Es verdad que se trataban de granujas de medio pelo, de tíos de la calle que se buscaban la vida delinquiendo con menudencias hasta que en la novela planifican y ejecutan robar a un traficante de drogas y se desata la balacera.

Estos personajes que proceden de la nada más absoluta se convirtieron en una especie de constante en su literatura. Constantes a la que habría que sumar la lucha que emprenden contras los poderosos que son, en sus libros, los verdaderos delincuentes, la chusma a la que hay que señalar y, si procede, robar porque quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

En sus novelas policíacas, muchas de ellas inspiradas en hechos reales, Alexis se dedicó a denunciar la corrupción no solo de los de arriba sino de los que le sirven, llámalos policías corruptos, chandaleros que trabajan al precio del mejor postor e incluso periodistas que han dejado de serlo para convertirse en chantajistas. Y esto es solo una pequeña galería de villanos, de personajes torvos que no parpadean en explotar a sus semejantes sometiéndolos a toda clase de humillaciones.

La novela negra se convertía en sus manos en un arma de denuncia, de denuncia política. Sabía, además, escribir muy bien, lo que le venía de lejos. Una vez me explicó de hecho que en parte se lo debía a un taller literario en el que le dio clase Alfredo Bryce Echenique, y que su olfato para retratar a los parias de la tierra se lo debía a su oficio de portero y camarero antes de hacerse un nombre en la república de las letras.

No sé si lo sabe la gente, pero Alexis, que venía de Escaleritas, siempre tiró al barrio y presumía, cuando había que presumir, de unos orígenes muy humildes a los que supo sacar partido a través de su literatura.

Lector voraz, de esos que cuando les gusta un libro se empeña en que lo leas porque te vas a divertir con él lo mismo que se divirtió él mismo leyéndolo, con Alexis se podía hablar de muchas cosas además de literatura. También fue de esa clase de amigo, ya casi hermano, que estaba ahí. Siempre tendiendo una mano aunque como le cayeras mal, y además de los ricos y poderosos había mucha gente a la que no aguantaba, sacaba un rejo siciliano que fulminaba al instante a todos aquellos que por una u otra razón le caían lo que se dice muy gordos.

Sí, Alexis Ravelo era bastante cabezón pero no le faltaba razón para que fuera tan cabezón.

En cuanto a su forma de escribir, Alexis Ravelo conocía muy bien a los clásicos del género, de hecho, La estrategia del pequinés es una versión muy libre de La jungla de asfalto, que cuenta la preparación de un robo visto desde la perspectiva de quienes lo van a cometer. Pero Alexis, que además de conocer a los grandes de la novela negra también conocía a los grandes de la literatura universal, no quería encasillarse como un escritor de novelas policiacas sino como el escritor a secas que fue, y así escribió La otra vida de Ned Blackbird y Los milagros prohibidos, que transcurre esta última durante la Guerra Civil en la isla de La Palma.

En cuanto a su producción policial, que fue donde le llovieron los premios, Alexis Ravelo publicó una lista larga de notables novelas negras y policíacas, todas ellas protagonizadas por tíos de la calle, buscavidas, gente del arroyo. Con esta galería de perdedores que hablan con acento canario sin que chirriara, Alexis cimentó una novela policíaca canaria que gustaba no solo en su isla, Gran Canaria, sino en las otras que forman esta desestructurada comunidad autónoma y la península. También fuera de sus fronteras.

La última tumba, Las flores no sangran, La ceguera del cangrejo (que se desarrolla en Lanzarote, y que sirve de paso para recordar a César Manrique); Un tío con una bolsa en la cabeza y Los nombres prestados son las novelas que deja tras de sí, eso sin contar las que escribió con destino al público adolescente y algunos relatos que Alrevés ha ido incorporando para las cuidadas reediciones de las seis novelas protagonizadas por Eladio Monroy (Tres funerales para Eladio Monroy, Solo los muertos, Los tipos duros no leen poesía, Morir despacio, El peor de los tiempos y Si no hubiera mañana).

Con Los nombres prestados recuperó además el territorio ficticio de San Expósito, localidad en la que se desarrollan también las dos novelas que forman parte del ciclo La iniquidad, La noche de piedra y Los días de mercurio. A este repaso de las obras que nos legó, destacaría El viento y la sangre, un hard boiled que firma un tal M.A. West, un escritor que nunca existió, ya que se trataba de una broma (y qué broma) de Alexis Ravelo con la complicidad de la editorial Navona.

El bromista que llevaba dentro nos hizo creer que había descubierto esta novela en inglés en una librería de viejo, avisándonos que se trataba de un escritor olvidado de la época dorada del género en los años 40.

Tras revelar la verdad, que A. M. West era él mismo, solo lamento que no tuviera tiempo para escribir alguna novela más con ese pseudónimo aunque ahora echo de menos que no vuelve a escribir más historias pero sobre todo compartir con él mesa y mantel y echarnos unas risas. Muy estruendosas y contagiosas las suyas, por cierto.

Por eso, más que como escritor, que también, me gustaría recordar a Alexis Ravelo como el amigo y el hermano que fue. Por eso este terrible vacío que tengo dentro y la sensación rabiosa de que siempre se nos van antes los mejores. Las personas que lo dan todo sin pedir nada a cambio.

Mientras escribo estas líneas apresuradas no dejo de escuchar su risa, y así, con Alexis riendo es como me gustaría despedir estas líneas urgentes para rendir el homenaje que mi amigo, mi hermano, se merece.

Joder, qué triste es todo esto.

Lydia Vázquez: “La literatura de Annie Ernaux funciona como la voz de nuestra conciencia”

Martes, Enero 24th, 2023

Lydia Vázquez es la traductora en español de los libros que la escritora francesa Annie Ernaux, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2022, publica en la editorial Cabaret Voltaire. Vázquez mantiene con Ernaux una relación de amistad que va más allá de lo profesional. Mucho ha llovido desde que publicó su primera traducción en Alianza Editorial, ¿Qué es el Tercer Estado?, de Emmanuel Joseph Sieyès a la que siguió Mis galerías y mis pintores, de Daniel Henry Kanhweiler, aunque guarda grato recuerdo de todas ella.

Sobre Annie Ernaux y de traducción, habló Lydia Vázquez el pasado sábado 7 de enero en la Librería de Mujeres, en la capital tinerfeña, donde mantuvo un encuentro con la catedrática de Filología Francesa de las universidades del País Vasco y La Laguna, Dulce Mª González Doreste, y de traducción y sobre la ganadora del Premio Nobel de Literatura del año pasado se habla y mucho también en esta entrevista.

– ¿Qué grado de dificultad tiene traducir a una escritora como Annie Ernaux?

“Grande porque escribe muy bien y normalmente lo que hay que hacer es intentar que el libro se traduzca al español lo más exactamente posible al original. La mayoría de los autores que traduzco son grandes escritores pero con Annie Ernaux pongo especial cuidado y voy despacio. La mayor dificultad es que su escritura a pesar de su aparente sencillez y a la que ha despojado de cualquier estilo literario, mide mucho las palabras. Es decir, que cada palabra está cargada de muchos sentidos, cuentan con varias capas y se tienen que entender todas esas capas para registrarlas en castellano. Ernaux escribe además con muchas referencias culturales, no necesariamente elitistas, y si cita una película, un libro o una canción la busco y la veo, lo leo o la escucho. Y eso me lleva tiempo. Intento traducirla lo mejor posible pero es un trabajo lento y laborioso pero al mismo tiempo muy gratificante”.

- Cuando la está traduciendo y le asalta alguna duda ¿suele consultarlo con ella?

“Suele decirles a mis alumnos de Traducción Literaria que no intenten dar el coñazo a los autores. No soy partidaria de consultar con el escritor si se tiene una duda porque entiendo que el traductor tiene que descubrir las soluciones por sí mismo. Otra cosa es cuando llega a un callejón sin salida, lo que me ha pasado alguna vez con Annie Ernaux y ella me despeja la duda pero no es algo que suceda a menudo ya que cuando hablamos, hablamos de cosas de la vida en los email que cruzamos más que de las dudas que puedan suscitarme sus textos. Suele decirme que tiene confianza en mi”.

- ¿Y como lectora que destacaría de su literatura?

“Por un lado ha sabido hacer una cosa muy difícil y por eso se la compara con Céline aunque a ella no le parezca pertinente, y es la introducción de un lenguaje que no es el lenguaje clásico, ajustado a formas clásicas. Hace lo mismo con las referencias culturales que pueden ser clásicas como populares. Es decir, que lo mismo escribe expresiones muy populares, como las que puede decir un borracho que habla como un borracho, con las de un personaje de clase acomodada y esa mezcla la domina muy bien y le da realismo a sus obras en el buen sentido de la palabra además de que nos creemos los personajes que presenta. Para mi fue una revelación. En el siglo XX se habló de Los armarios vacíos que es algo distinto de lo que por aquel entonces se promocionaba como la nueva novela y ya la admiraba por su mezcla de registros lingüísticos y por situarse en el universo del pueblo que no estaba muy presente en la literatura francesa del XX”.

- ¿Tiene Annie Ernaux algún libro que la haya marcado especialmente?

“Si hubo un libro que me marcó fue La mujer helada porque cuando lo leí no sabía si era anti o pro feminista. La novela presenta a una mujer con esperanzas de ser escritora, es un relato muy autobiográfico y tiene una pareja que parece una persona liberal, equilibrada y que cree en la igualdad pero cuando contraen matrimonio ella se convierte en un ama de casa, cuida del hogar, le prepara la cena a su marido, cuida de los niños… Cuando leí el libro entendí que esa postura, que es todo lo contrario a lo que defienden las feministas, ¡es una actitud feminista!, de verdadero feminismo. Es decir, que no tenemos que ser súper mujeres. De hecho, todas hemos estado heladas alguna vez y una feminista como Annie Ernaux reconoce que eso puede, y de hecho pudo con ella, pasar. Y eso me acercó más a este feminismo porque es más auténtico que el de las súper mujeres”.

- ¿Y otros títulos que recomendaría además de La mujer helada?

“Eso depende de la persona, de la edad y hasta del sexo del lector. A mis alumnas les gusta mucho La mujer helada y Mira las luces amor mío, que se desarrolla en un hipermercado. Desde mi perspectiva y ya con cierta edad, Los años me parece su libro más acabado ya que es la crónica popular de todo el siglo XX. Empieza cuando nace ella, en 1940 y acaba con su nieto en los brazos y cuando está escribiendo esa novela donde evoca las comidas familiares donde sus mayores rememoraban la I Guerra Mundial. Es la historia con minúscula, la de la gente normal. La historia que vive la gente de a pie. Pero me gustan todas sus novelas. Los armarios vacíos es muy, muy especial, empieza con la narración de un aborto clandestino. Hay que leerla porque no se trata de una escritora que se mire el ombligo y no practica la autoficción. Rechaza esos calificativos. En todo caso es una escritora que cuenta cosas que hemos vivido como ella. Y el aborto clandestino no es una excepción. O su cáncer de pecho y el Alzheimer de su madre o descubrir a una hermana que nunca conoció porque su familia la había silenciado. Como dice una buena amiga, la literatura de Annie Ernaux es como si fuera la voz de nuestra conciencia y tiene un poco de eso. Es como si te estuviera hablando dentro de la cabeza. Hay que leerla para ir colocando las piezas de ese fantástico rompecabezas que es el ser humano y sus vivencias”.

- Annie Ernaux recibe el Nobel de Literatura el año pasado, ¿le sorprendió que se lo otorgaran?

“En mi caso quería se lo hubieran dado el año anterior. No conozco a todos los escritores franceses que optaban al Premio, entre los que estaba Michel Houellebecq, pero entre él y ella me quedo con ella entre los que merecen recibirlo en lengua francesa. Lengua que, por otro lado, llevaba tiempo sin recibir el Nobel de Literatura cuando se trata de una gran literatura. Que el Nobel recayera en un escritor francés y encima en una escritora que no solo por ser mujer, se lo merecía es un Premio creo que popular porque tiene muchísimas lectores, y todas ellas entienden esta distinción como si se las hubieran dado a ellas. Es verdad que hay personas que han manifestado su contrariedad pero esas críticas han sido escasas”.

– Pero que tenga constancia Annie Ernaux hasta obtener el Nobel no era demasiado conocida en España.

“La editorial para la que traduzco su obra, Cabaret Voltaire, ya la estaba editando en español antes de que obtuviera el Nobel de Literatura, es una autora que les ha funcionado siempre bien. Personalmente, he hecho muchas presentaciones de sus libros y entre las feministas es un icono y tiene éxito en los ambientes universitarios. Ahora con la concesión del Nobel, la gente que la conocía oye hablar de ella y la descubre aunque es una escritora de sobra conocida en países como México, Argentina y Chile, entre otros”.

- ¿Es una escritora feminista?

“Annie Ernaux habla maravillas de Simon de Beauvoir, le marcó mucho la lectura de El segundo sexo aunque su modelo de escritora feminista es Virginia Woolf. Respeta el feminismo de los años 60 y 70 que hubo en Francia pero nunca militó en estos movimientos y sí en los que reclamaban la legalización del aborto por cuestiones casi personales pero nunca formó parte de partidos ni movimientos aunque se declara feminista pero en vez de presentarse como una mujer completamente liberada se presenta como un ser humano con todas sus contradicciones. No le gusta que la encasillen como escritora, es un escritor más porque en literatura no hay escritura masculina ni femenina. Su feminismo es otro feminismo, muy distinto al de finales del siglo XX”.

- Pero ¿cuál es su mirada dentro de un movimiento, como el feminista, movimiento que parece tan fragmentado al menos en España
?

“No sé si el feminismo está roto en España pero en Francia sí que está más dividido. En un libro de próxima aparición y en el que reflexiona sobre su escritura dice que no está de acuerdo en que se prohíba a las mujeres llevar velo en Francia aunque hay feministas que sí lo están. Con todo, es una mujer respetada por el feminismo pero muchas feministas no están siempre de acuerdo con ella”.

- Hablando de traducción, ¿qué opina de esa frase maldita que afirma que traductor es igual a traidor?

“Que es una frases que los traductores arrastraremos hasta el final de los tiempos. Hay traductores traidores pero no todos y debemos hacer lo posible por no serlo. El mejor traductor no es un escritor, que suelen ser malos traductores porque traicionan sus traducciones al añadir cosas de su propia cosecha cuando un traductor debe ser lo más transparente posible. En mi caso quiero que no se note para nada que estoy ahí, en la traducción, porque no podemos caer en la tentación de arreglar, modificar… La traducción perfecta no existe pero es que el libro perfecto tampoco existe. Por otro lado, creo que es muy importante para traducir contar con una formación literaria y universitaria. Eso sí, reivindico que se pague mejor a los traductores, que se mire a Francia donde al traductor se le paga muy, muy bien”.

- En los últimos tiempos, ¿cómo cree que ha evolucionado la traducción en España?

“La traducción en España ha evolucionado mucho desde el siglo XVIII. Lo que hizo Marchena me parece fantástico porque sabía mucho español y francés pero entonces se traducía de otra manera. En el siglo XIX más que traducir se adaptaba y salían muy buenas adaptaciones, libros que fluyen muy bien pero se manejaban unas libertades que ahora no se permiten. En el XX hay buenos traductores individuales aunque la mayoría son muy malos porque no había formación. Por ejemplo, hay una primera traducción de Los armarios vacíos que es un desastre total. El traductor era un poeta catalán que sabía catalán pero no francés. La culpa aquí no es del traductor sino de quienes le encargaron la traducción. La traducción de un libro que si lo lees resulta indigerible”.

- ¿Depende el sexo del traductor que el libro que va a traducir esté escritor por una mujer o por un hombre?

“Creo que no cambia nada. En el caso mío con Annie Ernaux es verdad que cuando la leo siento que es como la voz de mi conciencia pero eso es así porque a mi me han pasado muchas de las cosas que le han pasado a ella pero cuando la traduzco, cuando traduzco en general a cualquier autor, procuro guardar las distancias. Diderot hablaba de la paradoja del comediante y yo hablo de la paradoja del traductor. Es decir, que cuando el traductor se identifica más con el escritor tiene que olvidarse de esa identificación y mantener una distancia objetiva con el texto porque si le pone entusiasmo, el entusiasmo , ya se sabe, no va bien con el intelecto”.

En la imagen. Lydia Vázquez con camisa blanca junto a Annie Ernaux

Saludos, carraspeo, desde este lado del ordenador

¡Dios, qué novela!

Viernes, Diciembre 9th, 2022

Si me preguntas cuál fue una de las primeras novelas que me marcaron porque llegó a mis manos como suelen llegar las cosas buenas, de manera imprevista, fue Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque.

Quizá se trate de una de las más reconocidas novelas pacifistas escritas nunca, aunque mucha de la literatura que se generó tras la I Guerra Mundial clamase por la paz mientras al mismo tiempo describía los horrores de las trincheras.

Salvo Ernest Jünger con sus Tempestades de acero y algún que otro autor belicoso que se encuentra por ahí, el grueso de los libros que he tenido la tentación de leer a lo largo de ya más de medio siglo de vida sobre aquel periodo de la Historia tienen un mensaje claramente de paz. No hay otra lectura posible. Desde John Dos Passos y su notable Tres soldados, al Hemingway de Adiós a las armas, el Robert Graves de Adiós a todo eso y otros tantos y tantos narradores — narradoras pocas, esa es la verdad– que nos contaron aquella catástrofe haciendo un importante examen de conciencia sobre sus experiencias en el frente.

Y así, mientras estudiaba segundo de BUP en el Teobaldo Power y a iniciativa de un profesor que nos daba Historia, se organizó en aquel Instituto una Feria del Libro en la que me llamó con alta voz, y desde donde se encontraba descansando, un ejemplar de Sin novedad en el frente que adquirí sin pensarlo demasiado.

El ejemplas estaba editado por Bruguera, en una colección para jóvenes e incluía ilustraciones que sin ser una cosa del otro mundo apoyaban gráficamente algunas de las escenas que Remarque contaba en la que fue su primera y más reconocida novela.

El caso es que lo leí lo que se dice en un santiamén y que poblé el ejemplar con subrayado en lápiz de las que pensaban eran algunas de sus mejores frases. En el libro, el autor narraba cómo se convenció a los jóvenes de la orgullosa nación alemana a marchar al frente por la patria y todo ese cuento y una vez en el frente, a luchar como valientes por una causa que nadie terminó por entender demasiado bien.

En la novela, el joven protagonista se rodea de un grupo de camaradas que van desapareciendo por la dichosa guerra a medida que se avanza en las páginas y al final… bueno, al final sucede algo terrible en una escena en la que aparece una mariposa revoloteando en un campo de batalla cubierto de muertos, estamos en 1918 y la I Guerra Mundial está a punto de finalizar. El protagonista, aniquilado, demolido por el poder del miedo, observa un campo de batalla repleto de cadáveres descuartizados por las bombas y las balas de ametralladoras. Sus botas se hunden en el lodo de la trinchera, trinchera por donde corretean libremente ratas del tamaño de gatos que roen la carne de los muertos. Arriba, en el cielo, el firmamento aparece encapotado por una eterna panza de burro mientras el olor de la muerte se mezcla con el de la pólvora. A modo de trágica banda sonora, los gritos y gemidos de los heridos que esperan fallecer mientras agonizan en la tierra de nadie…

Tal fue el éxito de Sin novedad en el frente que Erich Maria Remarque se convirtió en un personaje muy popular en la dolorida Europa de entreguerras. Luego, y tras el ascenso del partido nacionalsocialista al poder en Alemania, emigró como si hicieron tantos otros a los Estados Unidos de Norteamérica donde continuó su carrera como escritor.

Cuenta en esta segunda etapa con títulos bastante notables como El regreso, que intentaron venderla como la segunda parte de Sin novedad en el frente pero sin serlo. La historia cuenta la vuelta a casa de los soldados alemanes una vez licenciados y el cambio que notan que la guerra ha hecho en sus pueblos, en sus casas y en sus familia. Después, sería autor de una extraordinaria novela romántica: Tiempo de amar, tiempo de morir que sería llevada al cine por Douglas Sirk, y en la que cuenta las experiencias de un soldado alemán durante la II Guerra Mundial en el frente ruso y que vuelve de permiso a casa unas semanas para encontrarse con un lugar que ya no existe y por lo tanto que ya no le pertenece.

Me acuerdo de Sin novedad en el frente (que cuenta con dos adaptaciones cinematográficas más que recuerde, una, la mejor, dirigida por Lewis Mlestone y la otra, para televisión, al mando de Delbert Mann) porque no hace mucho se estrenó en una de las plataformas que ya forman parte de nuestra vida una nueva versión cinematogbráfica de la novela que dirige Edward Berger y que no está nada, lo que se dice nada mal aunque se tome algunas licencias que en vez de estropear dan mayor solidez a un relato cuyo mensaje sigue siendo el mismo: como la guerra liquidó los sueños y las esperanzas de una generación. Un mensaje, por otro lado, tan necesario para estos tiempos que vivimos.

El caso es que viendo la película me acordé de las sensaciones que la novela me produjo en su momento y que tras levantarme para buscar el libro en mi caótica biblioteca no encontré el ejemplar en el que sí que recuerdo cuando la finalicé de leer la frase que dejé escrita al principio, justo debajo de donde aparece el título y el nombre de su autor: ¡Dios, qué novela! Y que despertaron otra vez el entusiasmo por leerla, de sumergirme en el horror de un infierno desatado en el que solo es posible sobrevivir si cuentas con el compañero, el camarada, que tienes al lado.

Creo por eso y otras cosas más que no se le ha rendido la justicia que se merece a su autor, Erich Maria Remarque, un hombre que quiso y consiguió a través de su literatura denunciar la realidad de la guerra que son iguales aunque los tiempos cambien. Iguales no en el mortífero poder de las armas, que aumenta con el paso de los años sino en cuanto al sufrimiento que provoca. Y no solo en el soldado sino en la gente que se deja en retaguardia, esa mayoría silenciosa que soporta los embates del combate desde casa. Solo que esa casa ya no es la que conocieron.

En fin, que una nueva lectura a Sin novedad en el frente nunca viene mal, sobre todo si se tiene cierta sensibilidad por la novela pacifista, esa que denuncia la guerra a través de sus protagonistas, en el caso de Remarque, un puñado de soldados que apenas han cumplido los 20 años.

Conservo ese ejemplar en algún lado y recuerdo, como dije, que lo tengo subrayado (porque tuve un tiempo en el que subrayaba frases que me impactaban de libros que más que leer, devoraba diga lo que diga el guanajo) en casi todas las páginas porque, ya digo, su lectura fue una sorpresa. Probablemente, se trata Sin novedad en el frente de uno de los primeros libros serios que leí tras anclar las lecturas lovecraftianas y antes, mucho antes, de Ray Bradbury que fue uno de los primeros escritores (el primero fue Robert Louis Stevenson) que me enseñó lo bien que se lo pasa uno cuando el libro que tienes en las manos se convierte en algo así como un cómplice… Y Sin novedad en el frente me cogió por el cogote y me sacudió tanto que todavía evoco con agrado aquel estremecimiento, ese placer que te acompaña cuando lo que tienes entre las manos ya no se lee sino que se vive.

Eso debería de bastar para explicar que escribiera, ya lo apunté antes, en la primera página de mi ejemplar de Sin novedad en el frente una expresión que no he vuelto a repetir a pesar de que en este camino que es la vida haya estado repleto de libros excelentes, muchos de los cuales me cambiaron la vida..

Dios, qué novela.

Saludos, la paz sea con ustedes, desde este lado del ordenador

Rafael Cadenas: “La filosofía está muy cerca de la poesía”

Viernes, Noviembre 11th, 2022

NOTA: Rescatamos del baúl de los recuerdos esta entrevista que en su día no concedió el poeta venezolano Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022, y que subimos a este su blog el 6 de noviembre de 2017

—————————————————————

El poeta venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, Lara, 1930) visitó Tenerife para participar en un acto literario en el que habló y recitó su poesía. Premio Nacional de Literatura de Venezuela y Premio FIL, Rafael Cadenas se mostró muy crítico con la realidad política que vive su país y agradecido con aquellos españoles que si bien se llevaron el oro a su tierra:“nos dejaron un tesoro mayor que es la lengua”.

- Usted es un escritor venezolano que se siente muy vinculado con España.

“Primero como lector. Leo a los españoles desde los quince años e impartí clases durante más de 37 años sobre los poetas españoles y el Quijote en la Escuela de Letras de la Universidad Central. Me sentía muy próximo a la Generación del 27, que fue muy leída en Venezuela por lo que recuerdo la sorpresa de Antonio Aparicio cuando le preguntaron sobre Antonio Machado porque no se imaginaba que se lo conociera tanto y tan bien en Venezuela. Esos escritores y poetas españoles como los del 98 eran conocidos y sus libros se leían. Libros que en aquel entonces resultaban muy económicos”.

- ¿Y hasta que punto influenciaron estos españoles en la cultura venezolana?

“Fue tanta la influencia que voy a intentarlo resumirlo en una anécdota. Durante un tiempo y para mantenerme como estudiante trabajé en Récord, un periódico deportivo en el que un día me ordenaron que entrevistara a Teo Caprile, que fue un gran ciclista que participó en la Olimpiada de 1936, y cómo entonces quien presidía Venezuela era Pérez Jiménez, Caprile se imaginó que era un espía porque la gente estaba muy desconfiada entonces, pero le convencí que era un poeta y un universitario que trabajaba de periodista para mantenerme y como a él le gustaba también la poesía se puso a cantar, porque además tenía buena voz, y a recitar de memoria La voz a ti debida, de Pedro Salinas, lo que reflejé tal cual en la entrevista”.

- ¿Y qué autores de la Generación del 27 leyó?

“Sobre todo a Rafael Alberti, Federico García Lorca y Pedro Salinas. A Pedro Salinas lo leo todavía y conozco casi toda su prosa que, a mi entender, es excelentes porque a veces los poetas son muy buenos prosistas. Lo mismo me pasa con Antonio Machado, de quien me gusta su poesía pero leo más su prosa. José María Valverde dijo que el gran aporte de Antonio Machado a la litera tura española fue con su prosa sin demérito de su poesía. Yo añado que Machado además fue un filósofo”.

- Y usted, ¿a qué elementos le da más importancia en su poesía?

“En muchos de mis poemas hay bastante silencio, algo que le da más trabajo al lector, presenta una mayor exigencia. Eso, lo que no se dice en el poema, es el silencio. Otra dificultad es la alusión”.

- También fue miembro del Partido Comunista Venezolano en su juventud. ¿Cuándo se distancia de sus directrices?

“Como muchos otros comunistas de aquel entonces comienzo a distanciarme tras la invasión soviética a Checoslovaquia, un hecho que provocó en Venezuela la creación del Movimiento al Socialismo (MAS) de Teodoro Petkoff, de corte socialdemócrata. Eran los años en los que se hablaba de un socialismo con rostro humano, una idea que surgió en Checoslovaquia y que aplastaron los tanques del régimen soviético”.

- ¿Y cómo era su poesía durante aquel período?

“Pues quedan los poemas del período que viví como exiliado en Trinidad y que aluden a la persecución a la que nos sometía la dictadura, la mayoría miembros de Acción Democrática y del Partido Comunista, sobre todo”.

- ¿Y cómo observa aquellos años?

“Como tiempo de fósiles. La derecha y la izquierda son fósiles, como dice Salvador Pániker. Se considera de izquierda al régimen soviético, al cubano, al de Corea del Norte y al Chino también y al mirar esos regímenes me digo ¡qué tristeza! porque ya es hora de prescindir de sistemas que, a estas alturas de la vida, carecen de sentido. Sean de derecha o de izquierda porque los dos defienden unas ideas que consiste en imponer un solo pensamiento”.

- ¿Qué piensa de los que en España rechazan cuestionar el régimen venezolano?

“Pues que es un problema serio porque no pasa solo en España. La izquierda no se da por enterada o hace como que no se da por aludida. No tiene ni idea de lo que pasa en Venezuela y si la tiene, aprueban lo que allí está ocurriendo. ¿Por qué? ¿Por odio a los Estados Unidos? Lo preocupante es que no se quiere examinar al tipo de persona que dirige mi país. Pienso hablar de esto, y criticaré a la izquierda española mientras siga manteniendo esa defensa del régimen porque no entiendo como admiten o justifican la situación actual que se vive en Venezuela”.

- Nada que ver con los tiempos en los que fue miembro de Tabla Redonda. ¿Qué fue Tabla Redonda?

“Marcos Pérez Jiménez es derrocado en 1958 por una insurrección popular que contó con una parte del ejército. Sin esa participación del ejército no hubiera sido posible. Pérez Jiménez huyó de madrugada de Venezuela porque no fue capaz de afrontar la situación, una actitud muy cobarde por cierto. Con él viajaba una maleta repleta de dólares que le permitieron vivir muy bien en España. Lo que sucedió después de su marcha es que regresaron al país muchos jóvenes que estaban entonces en el exilio y un grupo de ellos, muy cercano al Partido Comunista, forma la Tabla Redonda que fue un grupo de intelectuales, escritores y artistas que editó una revista y entre los que se encontraban Manuel Caballero, que era muy antimilitarista y que más tarde se dedicó a estudiar historia y a escribir artículos tremendos contra Hugo Chávez, al que llamaba el héroe del museo militar y Jesús Sanoja, quizá el más comunista del grupo y un excelente prosista o el poeta Arnaldo Costa Bello y Dario Lancini, que cuenta entre sus libros con uno de palíndromos: Oír a Darío”.

- ¿En qué trabaja ahora?

“Reviso todo lo que ha quedado sin publicar con el fin de ver que puedo rescatar o trabajar. Llevo años escribiendo poemas dedicados a Rilke, un poeta que ha sido muy importante para mi. Algunos de estos poemas están publicados pero otros no y toda esa obra es un estudio de años sobre su poesía”.

- ¿Y qué dicen estos poemas?

“Explico lo que me pasó con Rilke estando en Barquisimeto con todos aquellos amigos. Días en los que publiqué Cantos iniciales y Salvador Garmendia El parque.

- ¿ Qué libro recomendaría para iniciarse en su poesía?

“Ninguno”.

- ¿Ninguno?

Rafael Cadenas se ríe.

- ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?

“Entre otros libros, Vuelta a la patria, de Juan Antonio Pérez Bonalde y los poemas de Francisco Lazo Martí, aunque Martí no es romántico. Con Salvador Garmendia leíamos mucho a Rubén Dario, hasta tal punto que todavía conservo algunos de sus poemas en mi memoria; y el Quijote, cuya lectura dramatizaba Salvador. Otra de mis lecturas era la Historia de la Filosofía, de Will Duran aunque descubrí después que se trataba de un resumen porque la obra original tiene diez tomos, así que lo que hice fue oler la filosofía, que siempre me ha interesado. A veces lamento no haberla estudiado en la Central porque como dice Fernando Savater, es muy importante tener maestros en filosofía”.

- ¿Y qué recuerda de aquellos maestros españoles que conoció mientras estudiaba la carrera?

“Los españoles fueron muy importantes y valiosos en Venezuela en la época de los transterrados. José Bergamín estuvo bastante tiempo con nosotros pero era un hombre que no se encontraba bien en ninguna parte. En cuanto a Segundo Serrano Poncela, de quien más tarde supimos que había fusilado a gente durante la Guerra Civil, se le notaba el peso que sentía por aquellas muertes, aunque siempre fue un buen profesor y escritor. Estaba también Ángel Ronseblat, que fue compañero de algunos de los más grandes filólogos españoles, entre otros”.

- ¿Y cómo llega un poeta a interesarse por la filosofía?

“En mi caso siempre he tenido esa inclinación hacia el pensamiento algo que, por cierto, no se encuentra en muchos poetas aunque la filosofía está muy cerca de la poesía”.

- ¿Venezuela es tierra de poetas o de narradores?

“En este momento creo que hay más poetas que narradores. Quizá sea porque como dijo una escritora norteamericana, es más difícil la prosa que la poesía, una opinión muy diferente a la común y que hace que admire tanto a los que escriben prosa y artículos en los periódicos porque no es tan fácil como piensan algunos, sobre todo los poetas”.

- ¿Por qué?

“Porque el poema puede ser breve, de dos líneas solo, y a mi se me acusa, precisamente, de haber animado a mucha gente a escribir poemas breves pese a que a lo largo de la historia se han escrito así”.

- Entonces, ¿a qué cree que se escriba hoy más poemas que prosa en Venezuela?

“Es difícil saberlo pero ya puestos, quizá sea por influencia de los talleres literarios, que ahora hay muchos en Venezuela”.

Saludos, enhorabuena, señor Cadenas, desde este lado del ordenador

Nicholas Monsarrat, el marino que no perdió la gracia del mar

Lunes, Octubre 10th, 2022

“El aspecto no era el de un hombre que se siente bien. Horacio Nelson, de físico poco agraciado, daba la impresión de haberse encogido hasta la mínima expresión de un hombre desde que se encontraron por última vez. Se le veía enjuto, delgado, pero los ojos vivos eran el único rasgo saliente en un rostro macilento de fiebre, agotamiento o tal vez preocupación”.

El marino maldito, Nicholas Monsarrat (Traducción: Lucrecia Moreno de Sáez, Ultramar editores, 1987).

Entre los aficionados a la novela de aventuras el libro más famoso del escritor Nicholas Monsarrat es Mar cruel, una historia que se desarrolla en plena II Guerra y que cuenta con una excelente adaptación cinematográfica. Lo que quizá no conozcan muchos de los seguidores de este extraordinario narrador, que también fue periodista, militar y diplomático, es que fue autor de varias novelas históricas en el más estricto sentido de la palabra. Relatos donde habla de unos tiempos en el mar que no conoció.

En este sentido, una de sus obras más ambiciosas es El marino maldito, que en España se publicó en varios volúmenes y novela con la que Monsarrat intentó contar la Historia de la Royal Navy a través del tiempo tomando como protagonista a un marino, precisamente, que ante un acto de cobardía durante un combate naval contra la Armada Invencible, pena desde entonces sus culpas a lo largo de los siglos sirviendo bajo distintos capitanes pero siempre bajo la misma bandera, la de la Unión Jack.

La novela relata así las distintas guerras en las que se ha visto involucrada la armada británica, una de ellas y se expone aunque en muy pocas líneas en este volumen, la que llevó al por aquel entonces contraalmirante Horacio Nelson a las costas de Santa Cruz de Tenerife donde además de perder el brazo sufrió una amarga derrota.

Escrita por un marino profesional y con el oficio de un escritor veterano, curtido en mil batalla, El marino maldito además de continuar explotando el filón desatado por la leyenda del holandés errante, es una excelente novela de aventuras para lectores que conocen como se las gasta la mar así como para todos aquellos lobos de mar que no salen de la comodidad de su casa.

En cuanto al escritor, Nicholas Monsarrat dejó detrás una interesante producción literaria vinculada siempre a lo marino. Y en muchas ocasiones, a los grandes marinos que pueblan las páginas de la Historia de la Royal Navy.

Las novelas de guerra en el mar se han convertido en un género muy cultivado por los escritores británicos prácticamente desde que existe la novela histórica. Además de Monsarrat, que cuenta entre otros títulos con Mar cruel, en la que rememora sus experiencias en un buque de guerra, se encuentran escritores del fuste de C.S. Forester, autor de la serie Hornblower, que transcurren durante las guerras napoleónicas o Patrick O’Obrien, responsable de la saga protagonizada por Aubrey y Maturin y que se desarrollan también en el mar con el telón de fondo de las guerras napoleónicas.

Para los que gustan de este tipo de literatura y aunque sean marinos de agua dulce, el nombre de un escritor como Nicholas Monsarrat suena con mucho respeto. El marino maldito es un intento muy ambicioso por resumir la historia de la Royal Navy y, al mismo tiempo, la historia de un cobarde que busca redención.

En la imagen un fotograma de la versión cinematográfica de Mar cruel (Charles Fredm 1953). En primer término y con unos prismáticos en las manos Stanley Baker. En segundo plano, Jack Hawkins.

Saludos, allá, a lo lejos, el rumor de las olas, desde este lado del ordenador

Como polvo en las alas de una mariposa

Sábado, Septiembre 24th, 2022

“No te pido que me ames siempre como ahora, pero te pido que recuerdes. En algún lugar dentro de mi siempre estará la persona que soy esta noche”.

Ernest Hemingway, que cuando no estaba dando puñetazos sacaba su alma de poeta, describió el talento de Francis Scott Key Fitzgerald (Saint Paul, Minesota, 24 de septiembre de 1896-Hollywood, California, 21 de diciembre de 1940) como “polvo en las alas de una mariposa” y algo hay de eso en el genio del escritor que fue la voz de una generación, la del jazz, y uno de los más destacados representantes de la generación perdida, término que acuñó en su retiro de país Gertrude Stein, y etiqueta que acompañó a un grupo singular de escritores norteamericanos que no tenían raíces, jugaban con el idioma y escogieron París como la ciudad en la que vivir una juventud que pensaron sería eterna durante una década, la de los años 20, en la que las mujeres comenzaron a darse codazos para decirle al mundo como flappers que ahí estaban ellas, que ya nada iba a ser como antes.

En este escenario, se movió Scott Fitzgerald, un escritor al que el éxito le llegó demasiado pronto con A este lado del paraíso, novela en la que cuenta la iniciación de un aplicado estudiante universitario, Amory Blaine, en la ciencia nunca exacta del amor.

El escritor vivió con Zelda Fitzgerald, una adorable chica del sur que cuando cambiaba de carácter se convertía en un terremoto, los mejores años de “nuestras vidas” y escribió unas cuantas novelas que le abrieron los ojos no solo a los jóvenes de su tiempo sino a los que vendrían después.

Siento aprecio y un profundo agradecimiento por la mayoría de los escritores que formaron parte de esta generación, pero siento especial debilidad por Scott Fitzgerald porque fue una especia de outsider dentro de ese grupo que integraban hombre de pelo en pecho como el autor de El viejo y el mar, o tipos de izquierdas que tras la experiencia de la guerra de España se fueron al otro lado de la balanza sin dejar de ser en ningún momento excelentes narradores como John Dos Pasos, entre otros.

En contra de lo que era natural, me inicié en la literatura de Fitzgerald leyendo Hermosos y malditos, que sigue el curso de un grupo de amigos y amigas universitarios que son, como dicta el título, hermosos, sí, pero también malditos.

Más tarde leí, o mejor, devoré que se escribe así para aquellos cretinos que quieren imponer sus reglas, El gran Gatsby, que sigue siendo no sé si la mejor pero sí que la novela más popular del escritor norteamericano, y que ha sido llevada que ahora recuerde en tres ocasiones al cine con resultados digamos que irregulares, aunque la versión de Jack Clayton con guión de Francis F. Coppola e interpretación como Jay Gatsby de Robert Redford marque un antes y un después en el revival de los años 20 que vivimos unos cuanto a finales de los 80, imitando aquellas fiestas regadas con champán mientras nos hacíamos pasar por filósofos con el corazón roto.

Después vino la lectura de su primera novela, A este lado del paraíso, la inconclusa El último magnate, que cuenta con una versión cinematográfica dirigida por Elia Kazan y que debería ser como un libro a lo Santo Grial para todo cinéfilo que se precie y Suave es la noche, que es su novela más generosa en páginas y me atrevería a decir que triste.

La historia está inspirada en la propia vida del escritor, ese amargo momento en el que tuvo que internar a su esposa, Zelda, en un sanatorio porque se le había ido la pinza.

No dejó, que ahora recuerde, otras novelas pero sí que nos legó un numeroso puñado de cuentos y algún que otro ensayo que los que aún sentimos devoción fitzgeraldiana leemos caigan o no relámpago. Les recomendaría que se leyeran Las historias de Pat Hobby, o las desventuras de un guionista sin demasiada suerte en Hollywood, Flappers y filósofos y Cuentos de la era del jazz, entre otras recopilaciones que muestran el talento que tuvo el escritor para adentrarnos en una época muy cercana, pese a los años que nos separan, de la nuestra…

Tras internar a su esposa en un hospital para chalados e intentar buscarse la vida como guionista en Hollywood con resultados catastróficos, solo aparece acreditado en un largometraje, Tres camaradas, aunque colaboró sin aparecer su nombre, en el libreto de Lo que el viento se llevó, Fitzgerald conoció a una periodista de chismes, Sheilah Graham con la que vivió los últimos años de su vida.

La versión de esos días la reflejó Graham en Días sin vida, que fue llevada al cine con Deborah Kerr, en el papel de la periodista chismosa y Gregory Peck en el del escritor, y en ella se nos describe el ocaso de una estrella que ya no reconoce nadie y su descenso a los infiernos hollywoodienses, donde todo el mundo se cree capaz de cambiar, modificar, lo que escribe aquel vejestorio llamado Scott Fitzgerald.

Esta humillación, el hecho de verse sin una cuenta bancaria que garantizara su estabilidad financiera y el abuso del alcohol fue minando la salud mental como física de un autor que no tuvo que haber tenido el final que se lo llevó al otro barrio. Ese mismo barrio en el que nos encontraremos todos un día de estos.

Pese a los esfuerzos de Sheila Graham, Fitzgerald solo tuvo una mujer en su vida, y esa mujer fue Zelda, con la que además tuvo una hija, Scottie, que fue como un sol en aquella relación que terminó por deteriorarse y que Hemingway ya vaticina su fin en París era una fiesta, que a mi me parece uno de los mejores libros del escritor aunque no sea ni un cuento ni una novela de ficción.

El autor de El gran Gatsb y animó a su esposa Zelda que escribiera. De hecho, no fue una mala escritora una mujer que, antes de que se le fuera la cabeza, era el alma de las fiestas locas, locas y locas de aquella década que tuvo el jazz como banda sonora.

“Puedes acariciar a la gente con palabras” dijo Scott Fitzgerald, también “Ven, bésame y olvidémonos de todo”, que es una solución infalible para evitar malos encuentros, rollos que se deterioran, aventuras que dejan de volar…

Mi aprecio por Scott Fitzgerald es tan gran que sé que es uno de los míos. Y es que resulta, efectivamente, de los míos. Con él aprendí a observar las cosas con otros espejuelos, dándome cuenta la mayor parte de las veces que todas las épocas son igual y que solo el amor las hace soportables porque Fitzgerald, además de ser la voz que hizo eterna a una generación también fue clave para la que pertenezco… Vivimos un tiempo que nos hizo creer que el mundo sería nuestro y nos levantamos tiempo después es un escenario que poco o nada tenía que ver con aquella felicidad que marcó nuestra existencia.

Nadie le dijo a la generación de Scott Fitzgerald como a la que pertenezco que así, con la rapidez de un chasquido, se nos iría tan pronto la juventud, la vida… Y que lo que somos es tan solo un soplo o, como escribió Hemingway, el polvo en las alas de una mariposa.

Saludos, llueve, desde este lado del ordenador