Archive for Abril, 2017

“Me agradaban aquellas africanitas de España”

Viernes, Abril 28th, 2017

Rafael García Serrano es un escritor falangista que cuenta con algunas novelas, excelentes si se gusta del relato bélico, que se desarrollan durante la Guerra Civil y en las que procuró presentar al enemigo como un hermano al que se combatía por defender el lado equivocado.

Si se tiene interés en conocer lo que pensaba el soldado nacional de aquella Guerra, la lectura de las obras de García Serrano es obligada pese a que su estilo se haya vuelto acartonado y cursi.

La fiel infantería y Diccionario para un macuto se encuentran entre los libros más populares de un escritor que vivió la Guerra Civil en los campos de batalla, por lo que conoció muy de cerca el miedo de las trincheras y el aprecio por sus compañeros de armas, de un lado y del otro, que llegaron a las manos por defender sus ideas de España.

Andrés Trapiello califica en Las armas y las letras las novelas de García Serrano de “vigorosas”, aunque hoy es prácticamente un desconocido en la literatura que generó aquella guerra. Cosas de un país que no perdona.

Bailando hasta la Cruz del Sur no es una novela sino la crónica periodística de un viaje que Rafael García Serrano realizó en barco acompañando a los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Sobre este viaje da pinceladas de sus impresiones sobre aquellas mujeres de todas partes de España y también de las ciudades donde el barco hace escala.

Encontramos el libro en el Rastro de Santa Cruz de Tenerife una mañana soleada de domingo, con un cielo azul que rompía los ojos. La edición data de 1953 y está dedicada por el propio García Serrano a una de las mujeres tinerfeñas que hicieron aquel viaje. En la crónica, escribe unas impresiones de Tenerife que hoy parecen de broma. O sacadas de una película de Berlanga.

Lean, lean lo que pasa cuando el Monte Albertia, el barco en el que navegan, se aproxima al archipiélago:

“Tocaríamos en las islas Canarias, que yo no conocía. Era justo piropearlas, porque de su belleza sí que sabía cosas y porque sus representantes a bordo eran fenomenales de  simpatía, de hermosura, de gracia. Era un lote muy completito el de Tenerife, bajo el mando de Antonio Mandillo, con su voz rota y su chistera sobre la más amplia sonrisa para el mejor humor del mundo. Me agradaban aquellas africanitas de España por sus gestos suaves, su lenta melancolía, su acento cantarín y como dormido, pero cálido y grato, por sus nombres fantásticos, entre el romance y la novela inglesa, entre la hermosa provincia nuestra y el entero mundo: junto a las Amparo, las Isabeles y las Marías, junto a las Josefinas y las Estheres, Violalba y Dolly, Isolina y Groelandia. Ahora me fue más fácil la segunda estrofa. Seguía hablándole a España:

(Y las Islas Canarias

con que te adelantas tú,

son un ramo de flores

para mi camisa azul.)

Por entonces se habían quitado la camisa azul muchos que se la pusieron para ser ministros o directores generales o cosas de ésas.”

A medida que el barco se aproxima a las islas, el verbo de Rafael García Serrano se vuelve más azul, tanto como el azul marino de la bandera de Tenerife:

“De madrugada, entre la niebla sutil, entre la niebla que era como uno de los encajes catalanes del grupo de Lérida, asomaba la gaita del Teide. El Monte Albertia había tocado zafarrancho de júbilo. España a la vista, España otra vez tras el viaje por las antiguas provincias españolas. Un secreto e instintivo resumen, escrito más que nada en los gestos –porque no es lo mismo volver de Buenos Aires que de Bayona, de Rosario de Pau, de Mendoza que de Biarritz– nos indicaba que ni un solo momento habíamos dejado de sentirnos en casa.”

“Las chicas canarias y los tres músicos, Gracia y Méndez, y sobre todo  la sencilla amistad de Paco Martín, me iban bautizando el paisaje, reduciendo la topografía a un dulce menudeo de nombres y de recuerdos: El Escobonal, La Medida, los montes de Güímar, Candelaria –con la Virgen pequeña–, Arafo, y a la sombra de la Sierra de Anaga, Santa Cruz de Tenerife.”

Los pasajeros, sin embargo, permanecerán solo un día en la capital tinerfeña, un 13 de julio anota el escritor y

“Desde entonces suspiro por Santa Cruz y me queda la nostalgia imbatida de Las Palmas, y hasta que no vaya, respire, descanse y vea, no estaré tranquilo.”

En su breve estancia en Tenerife, Rafael García Serrano cuenta que tuvo tiempo para dictar vía telefónica un capítulo del reportaje y caminar por los “paisajes nocturnos de Santa Cruz, escoltado por la amena amistad de Hernández Rubio.”

A la mañana siguiente, el escritor visita La Laguna para “encontrar la niebla –la dulce y amiga niebla de mi infancia– y chirimiri –como en las Navidades navarras–“ y conocer el valle de La Orotava.

Finalmente y al caer la noche, el barco zarpa rumbo a América:

“Oscureció al rato y veíamos las luces de Santa Cruz como un belén veraniego que nos apretaba la melancolía.”

Bailando hasta la Cruz del Sur mantiene más o menos esté tono en todos los puertos que atraca así que los hechos que narran van desde la  nostalgia imperial falangista a una reivindicación del soy español igual de rancia. Es la mirada de un soldado salido de las trincheras, de alguien que cree vehementemente en sus ideas aunque sospeche que han sido traicionadas.

Una mirada congelada en el tiempo.

Ese mismo tiempo que unos quieren enterrar y otros desenterrar en nombre de la memoria.

Saludos, todo está en los libros, desde este lado del ordenador.

Una Biblioteca Atlántica desde Canarias

Jueves, Abril 27th, 2017

Dos días después del Día del Libro y apenas a un mes de la celebración de la Feria del Libro en las dos capitales canarias, la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias ha dado a conocer sus líneas de trabajo con la literatura y el libro con el anuncio de reforzar la colaboración con las editoriales de las islas así como la de visualizar a los escritores de las islas que no llegan a los 35 años a través de la colección Nuevas Escrituras Canarias que, imagino, habrá que conocer cuando comience su andadura.

El departamento que dirige Aurelio González presentó también la puesta en marcha de otra colección, Biblioteca Atlántica, que bajo la dirección de José Gómez Soliño y Juan-Manuel García Ramos publicará autores de la Macaronesia (Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira e Islas Salvajes).

Los cuatro primeros volúmenes, aunque solo tengo en mis manos los últimos tres son Narrativa, de Antonio López en una edición al cuidado de Nieves María Concepción Lorenzo; El barranco, de Nivaria Tejera, con prólogo de Antonio Álvarez de la Rosa; Él, de Mercedes Pinto, con una introducción de Alicia Llarena y El cacique, de Luis Rodríguez Figueroa con un estudio preliminar de Juan José Delgado.

Los próximos libros de la colección –se prevé publicar dos o tres al año—corresponderán  a escritores de las otras islas que forman los cinco archipiélagos de la Macaronesia y si bien la iniciativa promete, está bien, muy bien, no estamos muy seguros de su continuidad en el tiempo ya que salvo los volúmenes lujosamente encuadernados de la Biblioteca de Artistas Canarios (BAC) ninguna de las colecciones que ha editado el Gobierno canario ha tenido demasiada suerte, aunque resultaran tan atractivas y necesarias como la Biblioteca Básica Canaria.

Además de la Biblioteca Atlántica, la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias presentó, precisamente, el tomo 53 de la colección BAC, dedicado a Carmela García y escrito por Yolanda Peralta Sierra.

Saludos, navegantes, desde este lado del ordenador.

Avisos

Miércoles, Abril 26th, 2017

* La Mutua de Accidentes de Canarias (MAC) acoge este jueves, 27 de abril, y a las 19 horas G21 Mujeres en la narrativa canaria actual, en un acto que será presentado por Sinesio Domínguez y Ánghel Morales, promotor de esta iniciativa y en el que participarán María Teresa de Vega, que ha publicado en esta colección Merodeadores de orillas; Ana Joyanes (Noa y los dioses del tiempo); Cecilia Domínguez Luis (Si hubieras estado aquí); Pilar Escalona (El secreto de Taganana); Maca Martinón (La Laguna es ella); Cristi Cruz Reyes (En el centro del viento) y Candelaria Pérez Galván (El cazador de la inocencia).

* También el jueves, 27 de abril y las 19 horas, María Gutiérrez visita la librería Mundo del Mapa en Puerto de la Cruz para presentar su libro bilingüe Un estremecimiento de desarma – Chilajitos. En este acto bilingüe (español/alemán), la autora estará acompañada por la traductora del libro Barbara Krüger Quevedo y los poetas Jürgen Polinske (Alemania) y José Pablo Quevedo (Perú-Alemania).

* La librería Agapea acoge este viernes, 28 de abril y a las 19 horas, la presentación de la de la traducción al español de la novela Almas Rotas (Ginger Ape Books&Films), de Nikos Kazantzakis a cargo de su traductor, Mario Domínguez Parra y con la intervención de Daniel Bernal Suárez. Esta novela, publicada por entregas en la revista ateniense Numás entre 1909 y 1910, permanecería hasta hoy inédita en España.

* Bibli, arte y diseño recibe este viernes 28 de abril y a las 20.30 horas, la presentación del catálogo de la exposición Tinitus de los creadores plásticos José Herrera y Luis Palmero y que está escrito por Jesús Hernández Verano y Rafael-José Díaz.

* Volvemos en breve, de David Guijosa, se presenta este viernes 28 de abril en Almería, en MECA, a las 20 en el Aula de Arte y Literatura. Acompañará al autor Antonio Jiménez Millán. Este libro fue posible al VI Encuentro de las Artes y de las Letras del Mediterráneo y a Playa de Ákaba, que incluyen este volumen como número dos de la colección Letras del Mediterráneo.

Saludos, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador.

Un miércoles y un jueves…

Martes, Abril 25th, 2017

* TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge el miércoles, 26 de abril y a las 19 horas la presentación del nuevo libro de poemas de Alejandro Krawietz, Para un dios diurno (Ediciones Idea-Colección Cámara clara). Intervendrán en la presentación Francisco León, Miguel Martinón, Leopoldo Santos y el propio autor. La entrada a esta actividad es libre hasta completar el aforo.

* El periodista Nicolás Castellano presenta este jueves, a las 20 horas en el espacio cultural de CajaCanarias, Me llamo Adou (Planeta, 2017), texto en el que relata cómo durante 2015 entraron en Europa más de un millón de refugiados y migrantes, la mayoría cruzando el Mediterráneo. La aparición inédita de la figura de un niño en el interior de una maleta en el escáner de uno de los puestos de control del Tarajal, Ceuta, captó la atención de la policía y la imagen conmovió a medio mundo. Ese niño era Adou y esta es su historia.

Saludos, ¿nos vemos?, desde este lado del ordenador.

Gustavo Rojo, el primer Bentejeuí

Lunes, Abril 24th, 2017

Hay actores y actores galanes o galanes actores. Gustavo Rojo, hijo de la escritora tinerfeña Mercedes Pinto y hermano de Rubén Rojo y Pituka de Foronda, fue uno de ellos.

El arte lo heredó de su madre. Una mujer indómita autora de Él, entre otras novelas, que fue adaptada al cine por Luis Buñuel. “Quizá es la película dónde más he puesto yo, hay algo de mí en el protagonista”, dijo el cineasta. Aunque la historia original se desarrolla en La Laguna, la adaptación cinematográfica discurre en una ciudad mejicana y cuenta la historia de Francisco Galván, un joven soltero, religioso, de buena posición social y virgen que tras casarse con la novia de uno de sus mejores amigos, no la dejará en paz por culpa de los celos.

Con elementos autobiográficos, Mercedes Pinto tuvo una notable influencia en la vida de su hijo, quien aprovechó su atractivo para introducirse en el cine y convertirse en uno de sus galanes de referencia.

En el esplendor de su carrera, Gustavo Rojo visitó España para rodar en Canarias Tirma, (Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osma, 1954), una película de época que se desarrolla durante la conquista de Gran Canaria y en la que Rojo, que interpreta al irreductible Bentejeuí, comparte protagonismo con Silvana Pampanini y un por aquel entonces debutante Marcello Mastroianni, quien escribiría en sus memorias acerca de aquella experiencia:

“Pasé dos o tres meses en las Islas Canarias, en verano, embutido en un traje de Cristóbal Colón. Siempre he tenido las piernas delgadas, así que tenía que ponerme también esos pantalones tan ceñidos de terciopelo que llegan hasta medio muslo. ¡Hacía un calor infernal! Y por si fuera poco, las armas, los caballos, cosas para las que jamás he tenido la menor aptitud. Por cierto aquellos caballos (que yo llevaba a la princesa como presente del rey de España) no tenían ni colas ni crines, por lo que tuvieron que deshilachar unas cuerdas para hacer falsas colas y falsas crines, Algo verdaderamente espantoso.”

Y la película, tal y como la recuerda Mastroianni no supera la prueba del tiempo, aunque es una de las primeras que sin confiar en las posibilidades cinematográficas que fue ese encuentro de la civilización europea con la indígena, recrea una fantasía sobre cómo se lo montaban los antiguos canarios.

La historia suena a la de Pocahontas, porque en ella se narra como un apuesto capitán castellano que interpreta Marcello Mastroianni, seduce a la princesa Guayarmina, que interpreta la actriz Silvanna Pampanini. En la película, Guayarmina le da calabazas a Bentejeuí porque está enamorada del bravo capitán, lo que significará el fin de la resistencia de los rebeldes canarios…

La película está basada en el romance de Juan del Río Ayala, autor también de Iballa, llevada al cine por Josep Vilageliú, y no hay que tomársela demasiado en serio.

Aunque ¿quién sabe? ¿Pensarán lo mismo sus señorías, esas que forman el arco parlamentario canario, si ven la película?

Tirma vista con esa falsa mirada indigenista es humillación. Una ofensa al pasado de los antiguos canarios que se debe corregir.

Gustavo Rojo tuvo una carrera profesional longeva. El año pasado intervino en la telenovela Un camino hacia el destino y mantuvo hasta el final su actitud de galán.

La de  tipo guapo y discreto.

Vaya con Dios, Gustavo Rojo, y olvídese de la totolinadas que se cuecen en Canarias

Saludos, fundimos a negro, desde este lado del ordenador.

Canarias, tierra de literaturas

Domingo, Abril 23rd, 2017

La pregunta, como en la mayoría de este tipo de encuestas, tuvo trampa: ¿cuáles son en su opinión los cinco libros que más le han marcado escritos por un autor/a de las islas? No se pedía género ni época pero sí se animaba a los escritores, poetas, profesores y especialistas consultados a que se guiaran más con el corazón que con la cabeza.

Desde un principio, lo que se buscó con estas recomendaciones era eso, recomendaciones siendo conscientes en todo momento del reto al que poníamos a los encuestados que, finalmente, respondieron a este aviso. Se nos ocurrió también que la pregunta serviría para celebrar que hoy, domingo 23 de abril, es Día del Libro, y que fueran ellos, los escritores, poetas, profesores y especialistas consultados los que escogieran qué libro de autor o autora canaria recuerda y por lo tanto marcó su experiencia como lector.

Entre los títulos que más se repiten se encuentran Fetasa y Mararía, de Isaac de Vega y Rafael Arozarena, respectivamente. Y Crimen, de Agustín Espinosa y las poesías de su compañero de generación Pedro García Cabrera. Alonso Quesada y Tomás Morales destacan también entre los escritores más citados así como los poetas Luis Feria, Manuel Padorno, José María Millares Sall y Arturo Maccanti, entre otros.

Con varias de sus novelas y porque Benito Pérez Galdós nació en Canarias aunque en su literatura apenas tenga protagonismo el archipiélago, se mencionan varias de sus obras como Fortunata y Jacinta, Doctor Centeno y la primera serie, la dedicada a la Guerra de la Independencia, de sus Episodios Nacionales. Ángel Guerra y La lapa es otro de los nombres y títulos que más se repiten en esta relación.

Entre las novelas, muchos de los encuestados coinciden con títulos como Guad y Tristeza sobre un caballo blanco, de Alfonso García Ramos; El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova; Los puercos de Circe, de Luis Alemany, Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez y Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto.

Son escasas, sin embargo, la presencia de escritoras en la lista, aunque El barranco, de Nivaria Tejera se cita varias veces y se recuerda Él, de Mercedes Pinto y la producción literaria de Pino Ojeda, entre otras.

Entre los libros de Historia y ensayos de referencia, los autores más mencionados son José de Viera y Clavijo y Domingo Pérez Minik (Facción surrealista de Tenerife y Entrada y salida de viajeros) porque la selección se planteó abierta a cualquier época y género.

Todo fuera para celebrar de manera diferente, y gracias a las recomendaciones de los más de treinta escritores y profesionales a los que se les planteó el reto, Día tan señalado para la Cultura como es el del Libro.

VÍCTOR ÁLAMO DE LA ROSA, escritor

1.- La novela El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova. Una prosa singular, entre lo onírico y lo simbólico, escrita en estado de gracia.

2.- La poesía de Luis Feria. Una obra perfecta, donde el poeta es capaz de desgranar libro a libro una poética original capaz de elevar lo cotidiano a categoría universal.

3.- La poesía de Manuel Padorno. Sobre todo por la lírica del mar y la luz atlánticos

4.- La poesía de José María Millares Sall. Premio Nacional de Poesía, donde entusiasma la perfección de su verso.

5.- Fetasa y Tassili, de Isaac de Vega. Dos novelas inigualables, únicas.

MARÍA JESÚS ALVARADO, escritora

1.- Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós), que fue de las primeras novelas que leí muy jovencita, y junto a otros autores europeos y americanos, me abrió la mente a una manera de contar que me apasionó.

2.- Nos dejaron el muerto (Víctor Ramírez), por lo que cuenta y cómo lo cuenta, tan cercano a nuestra realidad.

3.- El barranco (Nivaria Tejera), por su delicadeza y su frescura para contar un episodio doloroso de nuestra historia, además de descubrirme a una escritora excelente muy poco conocida.

4.- Otro descubrimiento fantástico: la poesía de Domingo Rivero.  Original, sensible y bien hecha. (Gracias a su nieto José Rivero recientemente fallecido).

5.- Al sueño polar de golondrinas (Álvaro Marcos Arvelo), porque novela un episodio histórico por el que tenía curiosidad, y refleja bien la “complicidad” canario-africana que tanto me interesa.

LUIS LEÓN BARRETO, escritor

1.- Fetasa, de Isaac de Vega. La insularidad extrema, el misterio del mar, los fetasianos. El drama insular. Novela oscura que requiere una mirada atenta, y varias relecturas.

2.- Mararía, de R. Arozarena. El misterio de una mujer de luz, de fuego y de oscuridad. Tiene magia, es una historia bien contada, con una impregnación del paisaje, de la memoria, de la identidad.

3.- Los libros de poemas de Pedro García Cabrera. Grande entre los grandes. Precisamente por su vivencia del mar, de la cosmogonía atlántica. Pedro García Cabrera fue hombre honesto, amigo entrañable.

4.-Alonso Quesada: sus poemas. Que destilan la frustración de ser isleño, su origen humilde, las dificultades materiales. Su visión agónica de la isla. Esa especie de angustia vital que genera la marginalidad, la pobreza, la enfermedad y la temprana muerte. El fracaso de las esperanzas, la soledad más terrible frente a una burguesía que nunca entendió sus mensajes. Sus espléndidas crónicas de la ciudad y la noche.

5.- Tristeza sobre un caballo blanco. Novela de Alfonso García Ramos. La emigración hacia Venezuela, sus luces y sus sombras. Un autor que murió demasiado pronto y que en esta novela nos daba pruebas evidentes de madurez.

YERAY BARROSO, escritor

1.- Crimen, de Agustín Espinosa.

2.- Los caminos dispersos, de Alonso Quesada.

3.- Viaje al interior de tu voz, de Pedro García Cabrera.

4.- La esperanza me mantiene, de Pedro García Cabrera.

5.- El alba en la espalda, de Pino Ojeda.

Se me quedan fuera muchos libros, como 0, de Emilio Sánchez Ortiz, El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova, El enigma del invitado, de Emeterio Gutiérrez Albelo, Los puercos de Circe, de Luis Alemany o, más recientes, me han parecido muy interesantes libros como Testigo de cargo, de Bruno Mesa o Bajo el sol de los muertos, de Roberto A. Cabrera.

IVÁN CABRERA CARTAYA, escritor

No es sencillo, nunca lo es, elegir cinco libros de autor canario que me marcaron en un determinado momento, un momento que sitúo en la adolescencia. Atendiendo a esa aleatoriedad numérica, podían ser cuatro o seis, ¿por qué no? Pero he escogido cinco que la memoria retuvo y a los que vuelvo cada cierto tiempo con un placer no muy distinto al que sentí cuando los descubrí:

1.- Tormento (1884), de Benito Pérez Galdós. Fue, junto a Nazarín (1895), la primera o la segunda novela de Galdós que leí y un buen arranque en el recorrido por una obra narrativa riquísima que, en nuestra tradición, va justo detrás de Cervantes y su Don Quijote.

2.- Las rosas de Hércules (1919-1922), de Tomás Morales. A los catorce o quince años este libro, y otros de Machado y Bécquer, me hizo comprender qué es la poesía y cómo su voz nos habla siempre de aquello que más nos importa.

3.- Los puercos de Circe (1973), de Luis Alemany. No sé si es la mejor ni sé cómo o quién mide eso; pero Los puercos de Luis Alemany es la novela que más me gusta escrita por un autor canario y una de mis favoritas en cualquier lengua y época histórica. Alemany es, en mi opinión, el escritor más talentoso de su generación.

4.- No menor que el vacío (1988), de Luis Feria. No podía faltar Luis Feria. En esta antología encontré una buena síntesis de una escritura originalísima, única, distinta a todas, situada a la vez en el centro y al margen de la poesía española escrita en el siglo pasado.

5.- El nómada sale (1990), de Manuel Padorno. En la biblioteca de mi instituto había un ejemplar de esta antología, el primero que leí de un poeta que —junto a su hermano Eugenio— me parece de los grandes en la poesía contemporánea escrita en español.

ROBERTO A. CABRERA, escritor

Durante mis años de bachillerato leí tres libros de los que tengo un vivo recuerdo. Fueron lecturas de descubrimiento, precoces, deslumbradas. Recuerdo mi emoción de adolescente cuando leí Mararía, de Rafael Arozarena. No he tenido ocasión de releer esa novela; mis impresiones son las de un muchacho lector. Mayor impacto, ese sí decisivo, tuvo en mí el encuentro con las páginas de Crimen, de Agustín Espinosa. Crimen ingresó de inmediato en la nómina de libros que me forzaban a escribir. Aprovecho para aclarar que ya desde muy joven he hecho una distinción entre los libros cuya lectura me producen placer como mero lector, y aquellos que, además de emocionarme, despiertan en mí una llamada ineludible, una provocación, un estímulo que me fuerzan a escribir. Crimen fue uno de esos libros: hay en él una lección de radicalidad, una lograda indefinición entre los géneros de la narrativa y la prosa poética, una potencia subversiva que no pasaron desapercibidas al adolescente que entonces daba sus primeros pasos como escritor. Otro tanto sucedió con Pedro García Cabrera, en mi temprana inclinación por la poesía. De este poeta me es difícil señalar un libro concreto: los leí todos en mi etapa de estudiante de bachillerato. Recuerdo bien los poemarios de la etapa surrealista (lectura entusiasta de Dársena con despertadores, por citar un ejemplo), pero también me sedujeron libros posteriores como La esperanza me mantiene o Las islas en que vivo. Ya siendo estudiante universitario leí con fervor Palmas sobre la losa fría, de Andrés Sánchez Robayna. Acababa de descubrir la poesía de Valente (Material memoria), y esa inclinación me procuró una lectura atenta y entusiasta del poemario. Debo reconocer, sin embargo, que ese entusiasmo por la poesía del último Valente y de Sánchez Robayna ha ido, de unos años a esta parte, debilitándose. Otras lecturas, otras exigencias, nuevas provocaciones e incertidumbres me han salido al encuentro.

JOSÉ LUIS CORREA, escritor

1.- El amigo manso, de Galdós

2.- Crimen, de Agustín Espinosa

3.- Crónicas de la ciudad y la noche, de Alonso Quesada

4.- Poesía unánime, de Agustín Millares

5.- Mararía, de Rafael Arozarena

JUAN CRUZ, escritor

1.- Guad, de Alfonso García Ramos

2.- Cerveza de grano rojo, de Rafael Arozarena

3.- Entrada y salida de viajeros, de Domingo Pérez Minik

4.- Poesía de Feria

5.- Poesía de Padorno

6.- Poesía de Maccanti

MANUEL DE PAZ, historiador

1.- En primer lugar, sin ningún género de dudas, el libro de Bernardino Riberol, titulado Libro contra la ambición desmedida de aqueste tiempo o alabanza de la pobreza (Sevilla, 1556) que es una obra fundamental del Renacimiento en las Islas y fuera de ellas. Es maravilloso que el primer libro publicado por un canario fuera una obra claramente influida por Erasmo de Róterdam. Realicé una edición crítica en 2006.

2.- En segundo lugar El Hieroteo, de José de Viera y Clavijo. Un texto de historia del sacerdocio y, al mismo tiempo, una visión valiente de la misión de la Iglesia durante la Ilustración, que a mí me sirvió para entender muchos aspectos de la propia visión histórica de Viera.

3.- La Historia de Canarias del propio Viera y Clavijo. Un texto fundamental de nuestra historiografía y de nuestra historia insular. El primer intento serio de construir un relato coherente, didáctico y riguroso de nuestro pasado, con interesantes innovaciones metodológicas en varios aspectos, que sirvieron de precedente a ulteriores aportaciones que se han convertido en clásicos de nuestro acervo historiográfico, desde las biografías de canarios célebres hasta la laboriosa elaboración de la historia del episcopado canariense, etc., junto al uso riguroso y profesional de las fuentes.

4.- El Templo Militante de Bartolomé Cairasco de Figueroa. Un poema grandioso, monumental. Está lleno de sugerencias y demuestra un amor increíble por Gran Canaria y por las Islas, en general. Escribir un Flos sanctorum en verso me parece algo realmente fuera de lo común, de acuerdo además con una vieja tradición europea que, a pesar de los destacados y valiosos estudios que se han realizado hasta la fecha, sigue ofreciendo numerosas incógnitas.

5.- Mararía, de Rafael Arozarena. Leí la primera edición y me impresionó su extraordinaria imbricación en el paisaje que, por supuesto, es otro gran personaje argumental de la novela.

RAFAEL-JOSÉ DÍAZ, escritor

1.- Agustín Espinosa, Crimen. Transgresión en estado puro. Un saco de manotazos a todas las convenciones. El lago de pirañas de nuestra prosa: se lee a dentelladas y, si se sobrevive, es para lamentar no poder volver a leerlo por primera vez. Todas las novelas negras escritas en Canarias no valen ni una sola página de Crimen. Agustín Espinosa podría decir, como Joyce, que escribió para lectores que nacerían cien años después. Esos lectores aún no han nacido.

2.- Luis Feria, Seis querellas de amor. Cuando este libro se publicó, yo era un adolescente y trabé amistad con sus editores. Al autor de esos seis poemas (luego descubrí los demás) lo veía pasear por las ramblas, muy lento, siempre solo. Era un señor grueso de pelo muy blanco que usaba un bastón. ¿Cuánto había de haber amado para escribir así? Hablaba de un amor de perdición, de los puñales de una sonrisa (los inventa mi recuerdo). ¡Vaya manera de amar!

3.- Goretti Ramírez, La llamada. Este libro es casi tan breve como el anterior. E igual de intenso. Su autora hace que el hielo arda, que el cuerpo se amortaje en sus propias raíces. Une en un útero de ascuas la cuna con la sepultura. Como si Emily Dickinson hubiera leído a un Quevedo que hubiera traducido, visionario, a Clarice Lispector. Una autora que se prodiga poco: en cada sílaba se esconde un arcano, se encapsula un deseo, una “albergada llama”.

4.- Lázaro Santana, Las aves. Pasado en el presente. Un autor único, capaz de inventar formas, máscaras, tiempos, discursos, voces. Dotado de una capacidad de evocación que heredó acaso de su antepasado –espiritual– Alonso Quesada. Una ciudad, unas calles, una epidemia, fiestas, fastos, nostalgias, música. “Siempre que cruzo el mar entre las islas” recuerdo a Lázaro Santana: allí en su piso con vistas sobre la ciudad alta, vigilante, pasional, atávico.

5.- Isaac de Vega, Fetasa. Creo que una vez lo vi, o lo vislumbre, en el camino que une Las Palmas de Anaga con Roque Bermejo: el lugar, ese extraño promontorio que yo había imaginado al leer su novela. Estaba formado por unos muros derruidos que pendían de un risco. Desde ellos me asomé al vacío del mar. El mar era una pura creación de la mente. La mente era una creación de la mente. La mente era Fetasa. Y Fetasa era la muerte. Lo supe, créanme.

AGUSTÍN DÍAZ PACHECO, escritor

Exceptuando ciertas piezas literarias como Smoking Room, Crimen, Fetasa, Mararía o Cerveza de grano rojo, por citar algunas de ellas, legítimamente consideradas como textos clásicos de nuestra literatura –de más que conveniente lectura–, podríamos atrevernos en destacar la novela. El barranco, de Nivaria Tejera, texto donde la memoria multiplicada de su autora, doblemente insular [Cuba-Canarias], ahonda con solvencia narrativa en un trauma histórico que ella individualmente esencializa. Tras la guerra incivil, la resignación extremada y la constante monótona, salvo raras excepciones, irrumpe. Los puercos de Circe -¿quizá podría figurar como obra clásica?-, novela de Luis Alemany, quien define hábilmente a componentes de tres diferentes generaciones, obra que se desarrolla en la achatada postguerra. Lejos de resultar ajeno a la importancia raigal de la oralidad, Víctor Ramírez sabe destacar una de sus obras, Nos dejaron el muerto, tamizando la peculiaridad periférica que tanto palpita en la sociedad insular. Atendiendo a la movilidad social, sus consecuencias y lo que compleja y problemáticamente genera, ha sido diestramente elaborado en La estrategia del pequinés, novela de Alexis Ravelo, acertado exponente del género negro. Si abordamos el capítulo transgresor, temático y estilístico, lo encontramos espléndidamente imaginado en Vs. [Versus], texto que roza lo inusual en el panorama literario de Canarias, buena primera novela del poeta y narrador Sergio Barreto.

CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS, escritora

1.- El ómnibus pintado con cerezas de Rafael Arozarena, porque me enfrentó a una manera completamente nueva de ver la poesía, donde el hallazgo de lo insólito aparece en cada uno de sus poemas.

2.- Fetasa de Isaac de Vega, porque me hizo entrar en un mundo totalmente insospechado para mí. Confieso que tuve que leérmela dos veces porque una primera lectura me dejó totalmente confusa.

3.- Dinde de Luis Feria, me devolvió al mundo de la inocencia perdida, al de la ternura y a la profunda sencillez.

4.- Él de Mercedes Pinto, más que por su calidad literaria porque sentí que reflejaba una parte oscura de mi vida.

5- El barranco de Nivaria Tejera, por esa mirada desde la infancia a un periodo oscuro de nuestra historia que me ayudó a elegir esa misma mirada en mi novela Mientras maduran las naranjas.

SINESIO DOMÍNGUEZ SURIA, escritor

1.- Fetasa, de Isaac de Vega. Creo que inicia una época de la narrativa canaria y que marca un antes y un después en el camino de los demás autores. Opino que crea la isla mítica (y casi mística) que caló en bastantes (muchos) autores, como en Agustín Díaz Pacheco (El camarote de la memoria), en Sabas Martín (Nacaria, anagrama de Canaria), en Rafael Arozarena (Cerveza de grano rojo), etc.

2.- Muerte de animales, del malogrado Juan Pedro Castañeda. Novela de un autor de la Generación del boom, que describe pasiones escondidas.

3.- El año de la seca, de Víctor Álamo de la Rosa, que tiene que ver con SU isla mítica de El Hierro. Considero que Víctor es uno de los grandes autores canarios de todos los tiempos. En su novela Isla Nada vuelve a dar el do de pecho con el tratamiento de los personajes, con la trama y con el paisaje (variado: la isla, América, el mar, etc.).

4.- Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto, en la que vuelve a surgir la figura casi fantasmal de la isla, de sucesos “campesinos”, ancestrales, que recrea la vida ocultista. Luis León Barreto dice que es una novela que inicia el género negro en Canarias.

5.- El árbol del bien y del mal, de JJ Armas Marcelo, en el que el autor recrea su Salbago isleño, otra muestra de que la isla sigue siendo mítica. Personajes atrapados en su destino.

Sin duda alguna, hay muchas más. La maleta y el obelisco, de Andrés Servando

COVADONGA GARCÍA FIERRO, escritora

1.- Crimen, de Agustín Espinosa. Para mí, una de las mejores obras del surrealismo escrita en lengua española (por no decir la mejor). Llena de imágenes estremecedoras, se caracteriza por una originalidad  desbordante en la trama y en la concepción formal de la obra.

2.- Los senos de tinta, de Pedro García Cabrera. Destacaría la maestría en el uso preciosista del lenguaje, lleno de matices, y el modo de expresar la vivencia del erotismo.

3.- Fetasa, de Isaac de Vega. Una novela en la que los límites entre la vida y la muerte quedan difuminados. Un viaje por el misterio de nuestro origen y de nuestro destino, a través de las experiencias de su protagonista.

4.- Toda la poesía de Elsa López (recomendaría A mar abierto, editado por Hiperión y que reúne su producción poética hasta 2003; o bien la antología Solo de amor, de Ediciones Idea). Elsa López es una de las poetas vivas más brillantes en lengua española. Su poesía está cargada de maestría y emoción. Lo mejor es que no se trata de una poesía opaca o difícil de entender, sino, por el contrario, sencilla desde el punto de vista formal. Cualquier lector puede acceder a ella y apreciar la belleza y la profundidad de su palabra.

5.- Toda la poesía de Pino Ojeda (en 2016 fue reeditada en un solo volumen por el Cabildo de Gran Canaria, con introducción de la profesora Blanca Hernández Quintana). Pino Ojeda fue una de las voces más singulares y sorprendentes del panorama poético español del siglo XX. Su obra literaria está aún por descubrir y reivindicar. En su poesía, el lector podrá encontrar la búsqueda del amor, el anhelo de lo que se ha perdido y un dolor contenido que deja siempre un resquicio a la esperanza.

ROBERTO GARCÍA DE MESA, escritor

1.- Proyecciones, de Pedro García Cabrera [Ca. 1930-1931 (1987 y 2008)]. Es una de las piezas más profundas y más maduras, influidas por las ideas de Freud, del teatro de vanguardia español, antes de la Guerra Civil.

2.- Crimen, de Agustín Espinosa [1934]. Es una de las principales aportaciones de la literatura española al surrealismo.

3.- Debates sobre el teatro español contemporáneo, de Domingo Pérez Minik [1953]. Logró reflejar con autenticidad y enorme valentía los principales hitos de la historia del teatro español de los años 20 y 30 del siglo XX, pese a la dictadura y la censura.

4.- Fetasa, de Isaac de Vega [1957]. Es el viaje al otro lado, sin concesiones, lo fetasiano en estado puro. No se puede entender la historia de la narrativa en Canarias sin esta obra.

5.- Cerveza de grano rojo, de Rafael Arozarena [1984]. El gran poema narrativo de este autor. Es una obra excepcional en la literatura española, necesitada de una mayor atención crítica.

JUAN MANUEL GARCÍA RAMOS, escritor

1.- Antonio Rumeu de Armas, Piraterías y ataques navales contra las Islas Canarias (1947-1950). Me descubrió que la cultura de Canarias está en el mar, en los flujos y reflujos, las idas y venidas de gente por ese Atlántico que ha forjado nuestra identidad.

2.- Juan Cruz Ruiz, Crónica de la nada hecha pedazos (1973). Significó un fogonazo en mi generación por la escritura en libertad que exhibía y por cómo convertía la vida diaria en literatura.

3.- Arturo Maccanti, Vivir sobre la vida (Poesía reunida, 2010). La amistad que tuve con él me demostró que se puede ser poeta veinticuatro horas al día. Todo lo miraba desde un ángulo muy particular.

4.- Ventura Doreste, Ensayos insulares (1977). La maestría en el arte del ensayo, ese género tan participado de ciencia y de literatura, de certeza y de especulación.

5.- Ramón Trujillo, Ensayos de semántica lingüística (1976). El profesor que sembró en mí dudas saludables y que consolidó mi  fe en el subjetivismo como metodología crítica.

SANTIAGO GIL, escritor

1.- Doctor Centeno, de Pérez Galdós. Es el más grande escritor nacido en Canarias. Elegiría muchas de sus novelas, pero me quedo con esta, que no es las más conocidas, pero que a mí es de las que me emocionaron cuando la leía. Además hay mucho del Galdós joven en Alejandro Miquis.

2.- El lino de los sueños, de Alonso Quesada: podría elegir cualquier libro de Alonso Quesada. Todo lo que escribía era sublime.

3.- Mararía, de Rafael Arozarena: Podría elegir su poesía o su novela  Cerveza de grano rojo, pero elijo Mararía por lo que me marcó cuando la leí en su momento y empezaba a querer ser escritor, por las voces de esa novela y por el viento que resuena en cada página.

4.- Fábula de octubre, de Luis Feria, editado por Ediciones La Palma, por muchas cosas, por la grandeza y la fuerza de la poesía de Luis Feria,  por el impacto que tuvo cuando lo leí, y sobre todo por  el poema Salón La Taurina, que se incluye en ese libro.

5.- El orden del día, de Ezequiel Pérez Plasencia. No entiendo el olvido de un escritor tan grande. Ese libro es memorable y debería leerlo cualquiera que aspire a ser escritor o periodista.

EMILIO GONZÁLEZ DÉNIZ, escritor

Decir que me marcaron estos cinco libros sería decir mucho. Digamos que significaron distintas cosas y en general una toma de conciencia de que en Canarias también había buena literatura.

1.- La rosas de Hércules, de Tomás Morales, que hasta mediados de los 60 era el solo nombre de una calle y poco más. El Cabildo hizo un edición de este libro y descubrí al porta en mi adolescencia.

2.- Mararía. Aunque sé que la obra de Arozarena tiene vertientes distintas y que hay una especie de choteo de esta novela, entiendo que no todos los días se crea un mito literario, más allá de que la novela sea buena, mala o mediopensionista. Mararía es un mito.

3.-Doña Perfecta, de Galdós, que leí en la adolescencia junto a las novelas rusas que entonces era una moda entre mi generación, traducidas en Puerto Rico. Galdós me impresionó, porque los debates de Pepe Rey con el canónigo me llegaron en el mismo tiempo en que mi mente se abría a cuestiones políticas.

4.- Las coplas de “La Perejila”, una poeta popular muy mal hablada pero muy ingeniosa, cuyas coplas fueron recogidas por Néstor Álamo. Daban una visión muy crítica de las cosas y me decía que todo se podía contar. Llegaron casi al mismo tiempo que la edición que hizo Agustín de la Hoz de las Seguidillas del Salinero, de Víctor Fernández, también poesía popular con sentencias cervantinas sin haber leído su autor a Cervantes.

5.- A la mar fui por naranjas, una antología poética de Pedro García Cabrera editada en los años 70 por Edirca, que iba acompañada de una cinta-cassette con su voz recitando algunos poemas. Se vendía con otra antología de Agustín Millares Sall, en el mismo formato, y que titularon El paraíso de los nudos.

Está claro que hubo descubrimientos importante que quedaron para siempre: Alonso Quesada, Luis Feria, Padorno… pero creo que llegaron más tarde a mi biblioteca.

ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ, periodista y escritor

* Historia de Canarias de José Viera y Clavijo.

1) Porque Viera y Clavijo sigue siendo uno de los mejores prosistas –quizás el mejor– que hemos tenido. Es uno de los poquísimos escritores canarios que tiene una relación pacífica, normal, limpia y placentera con la lengua.

2) Por su inteligencia narrativa.

3) Porque su curiosidad hacia lo universal se complementaba admirablemente por la atención a las singularidades de su pequeño país atlántico, sin conflictos, sin reservas, sin complejos, sin paparruchas.

* Smoking Room, de Alonso Quesada

Por su ironía malherida pero indestructible. Porque supo ver en verso y prosa lo que es Canarias y como hiere.  Sobre todo al final, cuando su vida ya no tenía arreglo. Por supuesto, Canarias tampoco.

Introducción a la novela inglesa actual,  de Domingo Pérez Minik

1)  Porque fue un crítico literario con criterio propio en la periferia de la periferia de los centros culturales y editoriales de su época.

2)  Por la felicidad por leer y escribir que se le nota en cada página.

3)  Porque sobrevivió al fascismo sin marchitarse, sin amargura, sin resentimiento.

4)  Por su curiosidad incesante y su compromiso vitalista y sus ganas de dejarlo todo claro de una maldita vez, pero sin alzar la voz jamás.

5)  Por un estilo que no comenzó a ser suyo hasta que dejó que se le destartalara la sintaxis.

* Dinde, de Luis Feria

1) Porque es un poeta excepcional que nadie puede explicar –-es maravilloso– ateniéndose  al horizonte, a la insularidad, al mar o al resto de los estúpidos artilugios hermenéuticos.

2) Porque cada palabra parece recién nacida en sus poemas. Y en su prosa.

3) Porque expresó como nadie la maravilla de la niñez y su caída horrorosa en la vida y el amor y la soledad.

3) Porque nos detestó como es debido.

* El náufrago sale, de Manuel Padorno

1) Porque inventó la luz de las islas en su poesía.

2) Porque vivía en las palabras palpando esa luz, ciego de pura lucidez.

3) Porque sabía ver las palabras antes de escucharlas.

CORIOLANO GONZÁLEZ MONTAÑEZ, escritor

1.- Tristeza sobre un caballo blanco. Alfonso García Ramos. La estructura de la novela me sorprendió. (Apenas tenía quince años y aún no había leído Rayuela). Pero guardo un grato recuerdo de la historia de los Tamaimo, a camino entre la poesía y la leyenda recreada. Un gran arquitecto detrás de una gran obra.

2.- Crimen. Agustín Espinosa. No podría entender la imagen de desarraigo del escritor sin este texto. Fundacional en su lenguaje. Imprescindible para asumir la mejor literatura que se ha hecho en estas islas.

3.- A la mar fui por naranjas (antología). Pedro García Cabrera. Mi primer acercamiento a la obra de Pedro García Cabrera. Un libro manoseado por tantas lecturas de un casi veinteañero. Una visión del paisaje interior y exterior. La necesidad de la raigambre al hombre.

4.- Lo imprevisto. Domingo López Torres. Sobrecogedor testimonio. Lectura esencial para entender el surrealismo.

5.- El enigma del invitado. Emeterio Gutiérrez Albelo. Enseña la necesidad de un hilo conductor en una obra poética. Muestra la modernidad y la frescura que es necesaria en la poesía.

Dejo un sexto por si acaso, Los puercos de Circe, de Luis Alemany. Una de las mejores novelas canarias escritas en el siglo XX. Asombra su complejidad y la juventud del escritor en aquellos momentos. Ironía y desparpajo en un caleidoscopio que muestra un momento de nuestra historia.

OSWALDO GUERRA SÁNCHEZ, escritor

1.- Bartolomé Cairasco de Figueroa, Comedia del recibimiento, Las Palmas de Gran Canaria, Archipiélago, 2005.Con esta piecita teatral de 1582 se levanta el telón de la naciente cultura mestiza de las islas. De gran proyección simbólica, se trata de un verdadero monumento que prefigura la idiosincrasia del ser canario.

2.- Tomás Morales, Las rosas de Hércules, Madrid, Cátedra, 2011. Aparecido en dos tomos entre 1919 y 1922, este libro funda la moderna literatura canaria. Resulta imprescindible para comprender el edificio poético insular que se ha ido levantando a lo largo del siglo XX en sus distintas modulaciones.

3.- Agustín Espinosa, Crimen. Media hora jugando a los dados, Zaragoza, Libros del innombrable, 1999. Dos títulos clave del autor para entender los lenguajes contemporáneos y su visión caleidoscópica sobre arte y literatura. Prosas difícilmente encasillables y por eso mismo siempre vivas.

4.- Pedro Perdomo Acedo, Antología, Santa Cruz de Tenerife, Academia canaria de la lengua, 2016. Perdomo Acedo fue capaz de domeñar el lenguaje a través de una metáfora deslumbrante y siempre sorprendente. Acendramiento verbal, peculiar cosmovisión y contenida emoción simbolista que sitúan a este poeta intelectual como uno de los autores más originales del siglo XX canario.

5.- Eugenio Padorno, Memoria poética, Islas Canarias, Gobierno de Canarias, 1998. Cualquier libro de Eugenio Padorno atestigua su compromiso inquebrantable con el lenguaje y la memoria. Los cuatro títulos reunidos en Memoria poética reflejan otras tantas articulaciones de un pensamiento que necesita expresarse a través de la palabra poética, ya sea en el formato de la prosa, el verso o el texto dialogado.

DAMIÁN H. ESTÉVEZ, escritor

1.- El primero, Crónica de la nada hecha pedazos, de Juan Cruz. Recuerdo que la saqué de la Biblioteca Municipal de mi pueblo, recomendada por la bibliotecaria, porque acababan de darle el premio Benito Pérez Armas. Yo tendría catorce años, y ya me sentía muy atraído por la escritura, pero había leído poco más allá de los clásicos juveniles y de los realistas españoles. Y una curiosidad tremenda por conocer lo que se escribía en las islas. Leer el texto de Juan Cruz fue un mazazo en mi experiencia lectora: el “caos” narrativo y lingüístico, la introspección de los personajes, la ideología marxista subyacente, el existencialismo… congenié con todo ello y atisbé que era posible otra forma de escribir, otra literatura.

2.- Casi el mismo impacto me causó El don de Vorace, la novela de Félix Francisco Casanova, que leí cuando yo tenía la misma edad a que él murió. No solo, de nuevo, la originalidad, el surrealismo, el existencialismo y la rebeldía. Leí luego su poesía, y me causó el mismo delirio estético y ético. También ahora su juventud, con la que por cuestión de edad y generación, me sentía identificado. Yo quería también escribir entonces algo así.

3.- En la época universitaria descubrí a Isaac de Vega, al que aunque anterior en generación a quienes acabo de citar, yo no había leído. Su prosa fetasiana de rebeldía, ese lugar imaginario, no tanto físico como intelectual y metafísico y una vez más, el existencialismo. Su narrativa lacónica, tan concisa, tan descarnada, se oponían bastante al barroquismo que yo iba descubriendo en mí. Quizá por ese contraste me atrajeron tanto sus textos, de igual modo los relatos como Fetasa o, de forma especial Parhelios.

4.- Ese barroquismo del que yo me iba enamorando lo encontré en Luis León Barreto, y en concreto en Las espiritistas de Telde, su complejidad narrativa en sus diferentes momentos históricos, la indagación minuciosa del pasado, la prolijidad de las descripciones del mundo físico y del espiritual de los personajes, la ambigüedad entre lo real y lo mágico. Me pareció en su momento una novela total, densa, la recreación de un mundo auténtico.

5.- Por último quiero citar una novela actual, también muy impactante para mi, Vs, de Sergio Barreto. De nuevo, una región inhóspita, interiorizada en el carácter cínico y violento de los personajes; la ironía con que el destino los zarandea de un lugar a otro de ese desierto fronterizo. Y un texto que para mí es, ante todo, indagación en el lenguaje, lo que para mí debe ser la literatura.

ANTONIO JIMÉNEZ PAZ, escritor

1.- Cuchillo casi flor, de Luis Feria (poesía).

2.- El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova (novela).

3.- Primer ensayo para un diccionario de la literatura canaria, de Jorge Rodríguez Padrón (ensayo-diccionario).

4.-El regreso de Calvert Casey, de Ezequiel Pérez Plasencia (narrativa)

5.- Campo Nublo, de Antidio Cabal (poesía).

Esta lista de cinco libros no reúne obras que necesariamente sean esenciales desde mi punto de vista en la literatura canaria, ya que han sido elegidos entre aquellos, de autores canarios, cuya lectura por alguna razón incidió en mí como lector de alguna forma. El de Luis Feria, por ejemplo, me parece un libro esencial en su trayectoria, aparte que me maravilló su capacidad de condensación de lenguaje, aparte de hacer alarde de esa capacidad casi mágica y suya de convertir los objetos que aparecen a lo largo del libro en seres animados. La novela de Félix Francisco Casanova (junto a su poemario La memoria olvidada) significó para mí darle importancia a la literatura canaria como tal, fue la primera vez que leí “algo canario” sin relacionarlo con esa etiqueta. El diccionario de Jorge Rodríguez Padrón me pareció una obra necesaria, una gran herramienta de estudio y consulta, arriesgada iniciativa hasta entonces ausente en una tierra que se ufana de tanta literatura: imprescindible. El libro de Ezequiel Pérez Placencia fue todo un hallazgo en la literatura canaria, un libro indefinible cuya estructura extraña, más su contenido y el estilo del autor, lo sitúan para mí en un eslabón muy original en nuestro medio. Y Campo nublo, de Antidio Cabal, significó toda una sorpresa, tanto el libro como su autor: ese tándem “poesía-filosofía” cubre un hueco vacío en nuestra historia literaria.

CIRILO LEAL, escritor

Novelas

1.- Guad, de Alfonso García Ramos

2.- Mararía, de Rafael Arozarena

Teatro

3.- El informe. Llanto por los caballos de Aquiles, de Alberto Omar.

4.- Papabreo del desarraigo, de Luis Ortega Abraham

5.- Koumus. Exégesis del exabrupto, de Sabas Martín

Enciclopedia / Historia

6.- Noticias de la historia general de las Islas de Canaria, de José de Viera y Clavijo

7.- Natura y cultura de las islas Canarias, de Pedro Hernández

ELSA LÓPEZ, escritora

1.- Las rosas de Hércules de Tomás Morales. Libro que presidía la biblioteca de mis padres y que de niña me parecía enorme y voluminoso hasta que decidí abrirlo en mi adolescencia. Aunque poco entendía, me emocionaba leerlo y me atraían sus versos llenos de sonoridad pero, fundamentalmente, era Canarias la que me venía a la memoria y se me aparecía como un continente lleno de plantas, bosques y animales extraordinarios.

2.- Marianela de Pérez Galdós. Con ella y otras más del mismo autor entré en el mundo de la novela. Los personajes, reales y trágicos del novelista me fascinaban y me leí de un tirón la mayoría de sus novelas con personajes femeninos que poblaban las estanterías de la biblioteca materna: Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta, Tormento, etc.

3.- Crimen de Agustín Espinosa. Una lectura que me hizo entender muchas de las variables que el surrealismo había llegado a tener en Canarias y cómo una obra difícil y excitante, marcaría la literatura en las islas y la presencia de una revolución política en determinados círculos. La novela la leí por la fascinación que su autor ejercía sobre mi y sobre todo por la atracción que sentí en mi juventud por su posición política respecto del arte y la literatura muy cercana a la de algunos surrealistas como André Breton a los que yo admiraba.

4.- Los caminos dispersos de Alonso Quesada: “María me besaba / y se llevaba el miedo entre sus labios / cual si chupara sangre de una herida…” (Día blanco y puro. Segunda emoción de ayer). Por poemas como este me enganché a su poesía aunque su lectura me llegó después de los años ochenta recomendada por los poetas José Hierro y Claudio Rodríguez que lo consideraban uno de los mejores poetas canarios.

5.- Las oscuras violetas de Pino Betancor: “Sólo estuviste tú, y no te tuve. / Sólo estuviste tú, lejano, incierto.” La nostalgia de la vida. Un canto a la vida a pesar de comprender que el tiempo no ha transcurrido en vano incluso para el amor. Lo tengo siempre en la mesilla de noche. Subrayados los versos. Este poemario y Los caminos perdidos de la misma autora son dos de mis obras preferidas dentro de la poesía canaria de los 50.

SABAS MARTÍN, escritor

1.- Noticias de la historia general de las Islas de Canaria, de José de Viera y Clavijo. Porque es el origen y la memoria, la conciencia de lo que hemos sido, la afirmación de la identidad que somos.

2.- Las rosas de Hércules, de Tomás Morales. Por descifrar la música de las músicas del mar, los espejos atlánticos de la isla que nos navega.

3.-Crimen, de Agustín Espinosa. Por la escritura luminosa y sorprendente. Por el atrevimiento de soñar la vida como metáfora de los sueños.

4.- Fetasa, de Isaac de Vega. Por abolir los límites de la realidad y ensanchar los límites del realismo.

5.- La esperanza me mantiene, de Pedro García Cabrera. Por la ética que se funde con la estética en el fulgor del verbo. Por la palabra que nombra al hombre y a la libertad que lo alumbra.

PABLO MARTÍN CARBAJAL, escritor

1.- Los puercos de Circe, de Luis Alemany. Por la calidad de la prosa, estupendamente escrita, y por la magistral manera en la que narra una sociedad santacrucera sin ambiciones.

2.- Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez. Por el lenguaje que utiliza, el habla canaria reflejada en su prosa,  y también por cómo muestra las personalidades de sus protagonistas, por acercarme a una Canarias que personalmente me es lejana, pero que sin embargo estaba absolutamente presente en las islas.

3.- Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto. Por la ambientación histórica que realiza, la sociedad producto del mestizaje, la pobreza de aquellos años, el uso del lenguaje, por recuperar una parte de la historia de las islas que, antes de leerla, había olvidado, y que me permitió comprender mejor la realidad de este archipiélago.

4.- El caso Sankara, de Antonio Lozano, es una estupenda novela de género negro que te atrapa desde el primer momento, por la trama policiaca, pero sobre todo por el atractivo del personaje, su revolución, y las imposiciones del colonialismo, África, un continente al que damos la espalda y que sin embargo tenemos tan cerca.

5.- Un sudario, de Rafael José Díaz. Aunque la poesía no es mi género me fascinó este poemario, por sus imágenes, por los sentimientos expresados con los que me pude sentir, en muchos casos, identificado, por los hallazgos expresivos que encontré, por la profundidad de sus emociones.

MIGUEL MARTINÓN, escritor

Libros de poetas canarios leídos antes de 1967:

1.- Carlos Pinto Grote, En este gran vacío (1967).

2.- Luis Feria, Conciencia (1962).

3.- Manuel Padorno, A la sombra del mar (1963).

4.- Arturo Maccanti, En el tiempo que falta de aquí al día (1967).

5.- Eugenio Padorno, Para decir en abril (1965).

NICOLÁS MELINI, escritor

1.- Fetasa, de Isaac de Vega. Sobre todo, su arranque, porque creo que es hipnótica, y porque comprendo que se trata de un sueño insular que bebe en lo clásico, como si Orfeo se hubiese despertado canario. Y porque la prosa me lleva con ella.

2.- Desnudo en punta brava, de Manuel Padorno. Porque, después de los muchos años, volviendo la mirada atrás no encuentro un libro de poesía de un autor canario cuyo recuerdo sea el de una belleza tal, y porque esa belleza, además, tiene mucho que ver con la identidad del canario, al menos con la identidad del canario que yo soy.

3.- Del amor imperfecto, de Elsa López. Fue un libro en el que, creo, Elsa López le imprimió una velocidad de crucero a su poesía, que aún dura. Y,como poeta cercana, a la que quiero, más allá de la poesía (que ya es decir), fue un punto de inflexión en su trabajo, a partir del cual ya no la he abandonado como lector.

4.- La lapa, de Ángel Guerra. Para mí de la mejor narrativa que se ha escrito sobre Canarias. Es el libro que daría a un lector japonés como puerta de entrada a la literatura de las islas.

5.- Liverpool, de José María Millares Sall. Himno y cosmopolitismo. Porque lo descubrí en una de aquellas ediciones que hacía Antonio Bordón, Ediciones Funámbula, como muchos de los lectores de mi generación, y fue una bocanada de aire fresco. Y eso que había sido escrito y publicado más de 40 años antes. Porque fue tal ruptura cuando apareció en 1949, que resultó incomprendido (él lo recordaba siempre), y solo mucho más tarde, lectores de otras generaciones, como la mía, lo recuperaron.

BRUNO MESA, escritor

La literatura no tiene leyes, sino costumbres, patologías y obsesiones. Sus hijos las padecen y a veces las transmiten. Una de mis obsesiones fue no atrincherar las lecturas en una geografía, no levantar empalizadas culturales y no distinguir a un autor por su pasaporte. Ahora me veo escribiendo estas líneas que incumplen esa obsesión, y comprendo la facilidad con que uno puede disolverse en la contradicción. El primer libro de un escritor canario que me viene a la memoria, casi como un estribillo, es Dinde de Luis Feria. Más allá del Platero y yo de Juan Ramón Jiménez y del Ocnos de Cernuda, no conozco otro libro de prosa poética en nuestro idioma que pueda igualarlo. Luis Feria no solo mira el mundo desde los ojos de un niño en esas páginas, se reinventa en él y nos devuelve su novedad, renace hacia el pájaro, entra en el charco y nos salpica con una sabiduría primitiva, crece hacia la raíz y el miedo, empieza el juego otra vez, hace que sus palabras bailen, que el verano se infiltre por los verbos, que la prosa susurre o cante, que sus personajes le pertenezcan a la vez a la realidad y al cuento. Luis Feria, tan receloso, irascible y misántropo, fue también el que mejor cantó el frágil milagro de la infancia. Muchos años antes me había encontrado con Alonso Quesada. Conviene recordar que Quesada no es un libro, sino una literatura, y aunque escojo aquí El lino de los sueños, valdrían también sus Crónicas de la ciudad y de la noche o su Insulario. Se equivocó mucho Quesada, pero siempre estuvo entero en cada una de sus páginas, quizá porque entendió que la literatura es una forma del carácter. Aún puedo recordar la primera vez que leí El lino de los sueños, ese libro que llevaba el modernismo hacia Unamuno, que era justo donde no querían llevarlo los hijos de Darío, donde la silla más pequeña, el pan en su sol, una lápida y dos fechas, lo que entregaba la isla, sus derrumbaderos y su resistencia, eran una poesía suficiente. Historia de Café Pobre, de Antonio Bermejo, debe ser el volumen peor leído de la literatura insular, porque solo parece servir para favorecer la mitología de unos o la miopía estética de otros. La primera vez que sentí que Santa Cruz se volvía literatura fue en esas páginas. Bermejo condujo la literatura hasta la esquina de un bar, hasta el vino agrio y la butaca coja, la dejó temblando en la brutalidad del desesperado, en los deseos que nuestra educación repudia, en los escondrijos de una vida no pactada. Bermejo no es el pasado, sino el futuro, porque aquello de lo que habla no le pertenece solo a su tiempo, sino a cualquier tiempo. Bermejo será el futuro, pero lo será en voz baja, como un río subterráneo, como un accidente imprevisto o un navajazo. La primera vez que leí Los puercos de Circe de Luis Alemany me irritó y me ganó al mismo tiempo. Trepaban por su prosa la voz de Martín Santos y los ecos de Azcona, era teatral a ratos, casi de sainete si quería, pero luego armaba unas páginas de sátira que justificaban el esfuerzo, como aquella en la que repasa la historia del archipiélago en un fogonazo desolador, como si el erial estuviera fotografiado en los ojos cegados del visitante. Alemany levantó una sátira morosa, llena de desvíos y contrapuntos, pero capaz de entrever todos nuestros fantasmas y demoliciones. Encontró la manera de describir la nada alrededor de la que bailaba, una y otra vez, la burguesía de la isla, esa que luego edificaría nuestra democracia. Entre estos libros debe habitar una antología poética de Andrés Sánchez Robayna, que sin duda encontrará defensores más hábiles que uno. Al cúmulo de octubre, selección publicada hace un par de años, es suficiente para alcanzar su refugio y sus interrogaciones, justo allí donde la realidad se ha vuelto pensamiento, donde la lluvia y el barranco y la morera son la ebriedad de una conciencia, donde las palabras respiran de nuevo, como si alguien les hubiera ofrecido vida nueva.

ÁNGHEL MORALES,  Ediciones Aguere

1.- La Magua, de José Rivero Vivas

2.- Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez

3.- Cuchillo criollo, de Ángel Sánchez

4.- El barranco, de Nivaria Tejera

5.- Guad, de Alfonso García Ramos

NILO PALENZUELA, escritor

No sé si hay cinco libros de autores canarios que me marcaron. Las influencias decisivas a veces vienen de pequeños fragmentos y de libros de aquí y de allá, de diversos géneros literarios, o de la filosofía y el arte. En cualquier caso, un libro cenital para mí: la edición de 1974, en Taller Ediciones JB, de Crimen. Lancelot, 28º-7º. Media hora jugando a los dados. Lo leí curiosamente en la isla de Hierro, lejos por tanto de las geografías que evoca Agustín Espinosa. Nunca le agradeceremos lo suficiente a Manuel Padorno y Josefina Betancor que lo hayan publicado. Otro libro destacado, de 1982: Insulario, tomo VI de las Obras Completas, de Alonso Quesada; las secciones “En el solar Atlántico” y “Panorama espiritual de un insulario” son memorables, como las visiones de la sociedad de Las Palmas de Gran Canaria durante la Gran Guerra. Quesada y Espinosa son, para mí, los más importantes escritores canarios del siglo XX. Otro libro y otra circunstancia relevante: mi encuentro con los poemarios inéditos de Pedro García Cabrera; me ocupé de su edición en 1987, en el primer volumen de las Obras Completas. Aprendí entonces las dificultades del escritor por abrir paso a su voz entre los abismos de la historia. Un libro que no me marcó pero que siempre recomiendo: Verano de Juan el Chino, de Claudio de la Torre. Uno más, la edición de 1977 de Las Rosas de Hércules: ¡cómo olvidar las visiones del Puerto de Gran Canaria y “Oda al Atlántico” y, ahora, cuarenta años más tarde,  sus poemas de despedida de Quesada y Fernando Fortún! Naturalmente no incluyo aquí referencias más clásicas, ni a mis estrictos contemporáneos, a los que debo bastantes cosas. No hablo tampoco de los libros de Carlos Pinto Grote, que tienen mucho significado para mí, en lo personal y en el conocimiento de la literatura.

EDUARDO PÉREZ, Ediciones Idea

Quiero dejar muy claro que destaco estos libros porque son diferentes y de lo mejor en su género. No soy un ávido lector de literatura canaria, mis gustos se decantan por lo fantástico y la evasión y mis lecturas van por ese camino. Así que muchos se tirarán de los pelos al ver esta selección.

1.-Misericordia de Benito Pérez Galdós. Para mi la obra cumbre de la literatura canaria, aunque se pergeñó fuera de nuestras islas.  Poco podemos decir que no sepa todo el mundo. Retrato de una época y unos personajes que te llevan al Madrid del submundo y terminas sintiendo esa misericordia con la que juega el título.

2.-Viaje de Arena de Jenny del Pino García Sánchez. Es una obra reciente, de una escritora novel y fabulosa. Uno de los pocos libros costumbristas que he podido terminar de leer. Fabiola es una peninsular que llega a Fuerteventura a desconectar de una vida destrozada por la realidad y poco a poco va entrando en la particular sintonía del tiempo en Canarias. Lo mejor de esta obra es la construcción de personajes y como el ritmo narrativo frenético y desquiciante se va apaciguando con la calidez del entorno.

3.-Crónicas del Multiverso de Víctor Conde. Ciencia ficción de calidad se hace mucha en España y la mejor se hace donde menos se espera. Alfredo Moreno es un escritor muy prolífico que con Crónicas del Multiverso tocó ese techo de la literatura de género, que pocas veces es alcanzable desde nuestras islas. Una narrativa excelente que aúna calidad literaria con diversión de la vieja escuela.

Por supuesto hay más grandes autores y grandes obras pero creo que esas son las que destacaría por recordarlas sin tener que tirar de la wikipedia o sin tener que acudir a la pose intelectual que no va conmigo.

JUAN RAMÓN R. TRAMUNT, escritor

1.- Los puercos de Circe, de Luis Alemany. Más que por la historia que cuenta, me sorprendió por la estructura que le dio a la obra, alterando la clásica distribución en capítulos para combinar estos con intervalos y secuencias. Además su libre y personalísima utilización del discurso mezclando otros idiomas, neologismos de propia creación y salidas de tono fronterizas entre la originalidad y la simpleza.

2.- El futbolista asesino, de Nicolás Melini. Me llamó la atención lo brutal de la historia, ya desde las primeras páginas. Es de esos libros que a la tercera página te invitan a quemarlo o recorrerlo hasta el final. Yo hice lo segundo y aún lo conservo.

3.- Guad, de José Antonio García-Ramos. Lo leí hace años, pero recuerdo que me gustó. Toda la trama alrededor de una galería de agua en busca del líquido elemento, en Tenerife, me mostró un aspecto de la vida rural canaria que no conocía.

4.- Clepsidra, de Luis Feria. Puede ser la obra poética completa, pero he elegido ese título. Disfruté mucho con el volumen que sacó la editorial Pre-textos sobre el autor, y desgajar de ahí un título no deja de ser injusto, pero ahí va.

5.- Consejo de paz, de Pedro Lezcano. Misma reflexión que para Luis Feria. Elijo el Consejo por decir uno, pero lo cierto es que a Pedro había que oírlo. Me cautivó con su poesía al oírlo recitar en un encuentro que tuvo con los alumnos de la Escuela de Magisterio, en LPGC. Desde aquel día busqué y leí toda su producción, y lamenté que fuera “tan corta”.

Lógicamente no están todos ni estos son los mejores.

ALEXIS RAVELO, escritor

Me pones en un enorme aprieto, porque es difícil quedarse solo con cinco. Me veo obligado a dejar fuera a los poetas (son tantos que sería injusto quedarse solo con alguno), y muchas novelas importantes (Mararía, Él, Nos dejaron el muerto, Una rosa en la penumbra, etc., y, es claro, todo Galdós, cuyas novelas realistas son mi lectura de cabecera), pero te hablo de cinco que fueron importantes para mí personalmente, o que influyeron en mi modo de trabajar o en mi estilo, lo que viene, acaso, a ser lo mismo.

1.- Crimen, de Agustín Espinosa. Puede ser uno de los libros más valientes que he leído. Profundamente imaginativo, agresivo y lúdico, combina la provocación constante con el hallazgo de la frase exacta, de la palabra exacta. Sorprende a cada línea y deja fecundas asociaciones en la mente del lector. Un texto inagotable.

2.- El divorcio como medida higiénica, de Mercedes Pinto. Aunque es más conocida por su novela Él, de Mercedes Pinto prefiero esta conferencia. Es un texto absolutamente innovador en su momento y muestra la lucidez de esta autora que tuvimos olvidada durante años. Y si Crimen es un texto valiente, este lo es aún más. De hecho, a su autora le costó el exilio.

3.- Verano de Juan «el Chino», de Claudio de la Torre. Cautivadora desde las primeras líneas es, en pocas páginas, una novela histórica, de aventuras, romántica y social. Todo en poco más de un centenar de páginas. Escrita con la sencillez y la inteligencia del escritor maduro que ya no tiene que andar demostrando nada, se siguen leyendo, cuatro décadas después, como si acabara de ser escrita.

4.- Fieras y ángeles, un bestiario doméstico, de Dolores Campos-Herrero. Por citar solo uno de tantos buenos libros de cuentos y microrrelatos de una de nuestras maestras de lo breve. Un texto delicioso que toma el animalario fantástico como excusa para jugar con los temas importantes de la literatura y de la vida. No es, quizá, para cualquier lector, pero el lector iniciado lo disfrutará muchísimo.

5.- Bastardos de Bardinia, de Emilio González Déniz. Como las novelas de Antolín Dávila o Víctor Ramírez, esta es una de las mejores muestras de cómo nuestros autores supieron, en su momento, recoger los mejores hallazgos del realismo mágico hispanoamericano y ponerlos al servicio de una narrativa realmente «nuestra». Aún se lee con mucho placer y su prosa es digna de la lectura en voz alta, cosa que no se puede decir de todos los textos. Violenta, erótica y ferozmente poética crea un imaginario que pervive más allá de la novela, más allá del lector y del autor.

JUAN ROYO IRANZO, escritor

1.- Historia de las Islas Canarias, de José de Viera y Clavijo.

2.- Episodios nacionales (1º serie), de  Benito Pérez Galdós.

3.- Smoking Room, de Alonso Quesada.

4.- Guad, de Alfonso García Ramos.

5.- El Callejón, de Gilberto Alemán.

ALBA SABINA PÉREZ, escritora

1.- Fortunata y Jacinta (1887), Benito Pérez Galdós. Una de mis novelas favoritas y uno de mis novelistas favoritos. Me fascinan los personajes, desde las protagonistas hasta los pequeños secundarios que aparecen, y la forma en la que Galdós descifra la sociedad en la que vivió.

2.- Él (1926), Mercedes Pinto. Esta novela es fascinante cuando se conoce la historia que hay detrás, la situación que vivió la autora para publicarla, el interés posterior de Buñuel para hacer la película basada en el texto, pero, sin saber nada de eso, es una historia fascinante con una perspectiva tan honesta y desnuda que da vértigo.

3.- La esperanza me mantiene (1956), Pedro García Cabrera. Descubrí por casualidad a este poeta cuando estaba en el instituto, ojeando las estanterías de poesía canaria en la biblioteca en vez de estudiar para un examen. Me sentí inmediatamente fascinada por él, como si de pronto acompañase a alguien a estar solo en medio del mar.

4.- Los puercos de Circe (1973), Luis Alemany. Creo que es la novela canaria que más me gusta, me gusta como Alemany ve la sociedad, su sentido del humor, su acidez. Es una novela inteligente y fresca, que sigue siendo actual.

5.- Cerveza de grano rojo, (1984), Rafael Arozarena. Me impresionó mucho esta novela cuando la leí a los dieciocho años. Fue un descubrimiento muy grato en una época en la que me obsesionaba el surrealismo y desconocía que hubiese tenido tanta influencia en los escritores de las islas. Creo que es una novela imprescindible para los amantes de las vanguardias.

AYOZE SUÁREZ, gestor cultural de la librería Agapea

1.- Las rosas de Hércules, de Tomás Morales, creo que ahí la literatura hecha en canarias se puede empezar a definir como tal (como literatura).

2.- Crimen, de Agustín Espinosa, por lo que significó como referente para acceder a la cabeza de la vanguardia, a la Avant-garde (como dirían Les Luthiers, ¡qué mujer esa Avant Garde!)

3.- José Antonio Rial, quizá más con Tiempo de Espera que con La Prisión de Fyffes.

4.- La lapa, de Ángel Guerra, casi un retorno al Lazarillo de Tormes si no estoy confundiendo el libro.

5.- Guad, de Alfonso García Ramos.

6.- El Don de Vorace, de Félix Francisco Casanova.

En lo tocante a autores presentes; me quedo con Pedro Flores, me parece que tiene una identidad muy propia y una voz muy reconocible en lo que respecta a la poesía española actual.

ERNESTO SUÁREZ, escritor

He elegido títulos que leí cuando era joven, un veinteañero, en ese periodo de lecturas apasionadas y memorables, que invitan al aprendizaje y la exploración, a seguir leyendo más y más. Ya de por vida.

1.- Facción española surrealista de Tenerife, de Domingo Pérez-Minik. Fue editado por Tusquets en 1975, dentro de su maravillosa colección cuadernos ínfimos. Creo que el ejemplar que conseguí corresponde a una segunda impresión, fechada a principios de la década de los ochenta. Leer aquella breve memoria de la aventura surrealista insular me permitió intuir la posibilidad de una literatura canaria diferenciada y a la vez inserta en las grandes corrientes de la literatura occidental. Además allí leí también por primera vez alguno de los poemas del libro Entre la guerra y tú, de Pedro García Cabrera. Aún releo apasionadamente “Con la mano en la sangre” y “La cita abierta”.

2.- Coral Juan García el corredera. Es un breve cuaderno de poemas de Manuel Padorno, publicado en la colección Paloma Atlántica del Taller de ediciones JB, en 1977. Había sido escrito años antes, a raíz de la ejecución del antifranquista Corredera. Me impresionó la intensidad y dureza del canto en esos solo siete fragmentos, su fortaleza verbal. Por suerte, la recientísima edición del primer volumen de las Obras Completas de Padorno en la editorial Pre-textos permite acceder nuevamente a estos poemas.

3.- El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova. En el “enganche” con la novela de Félix Francisco actuó sobre mí, en primer lugar, la lógica identificación con el autor, con su juventud –la leí por primera vez cuando yo mismo tenía 17 años. He vuelto a la novela recientemente y ahora me quedo con su frescura irreverente en lo que a tratamiento del lenguaje se refiere y con el sutil deslizamiento hacia el misterio al que Félix Francisco lleva a su protagonista. Por suerte, contamos con una reedición relativamente reciente de la obra.

4.- Dinde, de Luis Feria. Leí maravillado aquellos poemas en prosa o brevísimos y fulgurantes cuentos sobre la infancia en los que Luis Feria dispuso toda su genialidad. Lo hice en su primera edición de Bruguera que, aunque incluía una serie de delicados dibujos de Pepa Izquierdo, fue poco afortunada. La sutileza y la suave melancolía pero, sobre todo, el humor y el enorme dominio del lenguaje que Luis volcó en Dinde me parecen excepcionales. Una rareza en el contexto de la literatura canaria.

5.- El miedo que nos hicieron, de Francisco Croissier. Con este libro y con su autor estoy en deuda como poeta. De él puedo decir que aprendí que el poema, el buen poema, nace de un desconfiado estado de alerta y oposición frente a aquellas estructuras del lenguaje que reflejan, sobre todo, un pensamiento social reaccionario. Desgraciadamente, hoy ese discurso retrógrado y obcecado está de actualidad. Junto a otros amigos, fui testigo privilegiado del arduo e intenso trabajo de Paco a lo largo de casi diez años para su composición. El libro por fin fue publicado por el Baile del sol en 1997. Ojalá sea reeditado pronto.