Archive for Marzo, 2014

Días de lluvia, una novela de Luis Junco

Lunes, Marzo 31st, 2014

Y en lo que en mí fue un golpe esperanzado que me hizo brotar lágrimas de regocijo, en Eloína solo fue un instante de vacilación y la cosideración de otras posibilidades igual de desgraciadas“.

(Días de lluvia, Luis Junco, colección Sitio de Fuego, Bailes del Sol Ediciones)

Las reacciones son encontradas con Días de lluvia, una novela de Luis Junco y que apenas cuenta con un centenar de páginas. Se escribe son encontradas porque se trata de un relato atípico en la producción narrativa actual en España; también porque deja cierta sensación de exigirle algo más porque cuando se llega a su final hay como restos que quedan en el aire, asuntos que no se resuelven, historias que se difuminan en los siempre sospechosos puntos suspensivos.

Pese a todo, Días de lluvia tiene la virtud de entretener y de contagiar de su misterio mágico al lector.

La historia está bien armada, y su estilo, la forma de contarla, resulta sencilla, una sencillez que camufla la complejidad y las ambiciones que su autor, Luis Junco, depositó en ella.

El empleo de lo fantástico, siempre ambiguo, le viene bien a un relato que se desarrolla en un año, 1974, trascendental para la historia de España, y sirve de metáfora para anunciar lo que vino a continuación así como para describir cómo aquellos hechos que ya forman parte de nuestra memoria como país afecta a los protagonistas del relato. Una galería de personajes que nadan a la deriva, solitarios a los que las circunstancias unen a modo de familia postiza porque residen en una pensión madrileña.

Luis Junco construye su novela a modo de compartimentos que no son estancos. Por un lado propone el relato de un profesor de instituto, Marcial Buenaventura, quien ha desarrollado una teoría aparentemente, solo aparentemente dentro del juego de realidades que propone la novela, extravagante: los anhelos y sentimientos de las personas afectan a los cambios meteorológicos. Por otro, la historia se bifurca en una serie de recuerdos que conducen al lector a los años de la Guerra Civil, en un Madrid marcado por el odio y la tragedia fratricida.

También hay fantasmas que pudieran ser no reales que hablan con personajes que están vivos aunque también podrían no ser reales.

El escrito intenta mantener un equilibrio objetivo entre las (in)justicias que se cometieron en ese conflicto y cuyas heridas aún no han sido cerradas. La interpretación  es que todos, con independencia de su ideología, resultaron víctimas de unos momentos que eran demasiado cercanos a un año de la muerte de Francisco Franco, un 20 de noviembre de 1975, fecha que supuso un punto y aparte en la Historia, con H mayúscula, de la España que conocemos.

Más allá de los hechos históricos en los que ambienta el relato, teñidos de magia, Días de lluvia reflexiona sobre la soledad y el amor y de lo íntimamente relacionado que están los sentimientos, ya lo hemos dicho, con los cambios de tiempo.

La lluvia que da nombre a estos días se convierte así en anuncio de que algo cambia. Se transforma. Y esa metáfora tiene una importante justificación poética. Tanto que se detecta en sus páginas y en la notable capacidad como narrador que tiene el autor de esta pequeña pero también desconcertante novela.

Una novela que provoca reacciones encontradas y que procura no caer en lo cursi y lo fácil para decantarse por un relato en el que más que explicar, muestra cómo se quebró la vida de algunos de sus protagonistas. Hombres y mujeres que, inconscientemente, contribuyeron a cambiar el mundo cuando asumieron, o al menos alcanzaron a comprender, cuál es el origen de su tristeza.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

Cambia de hora

Sábado, Marzo 29th, 2014

PROFESOR WAGSTAFF (GROUCHO MARX): Ah, tiene usted chófer. ¿Qué marca de coche tiene?

BARAVELLI (CHICO MARX): No tengo coche, sólo tengo chófer.

PROFESOR WAGSTAFF: A lo mejor es una tontería pero, si tiene chófer, ¿no sería lo normal tener coche?

BARAVELLI: Ya tuve uno, pero sale demasiado caro tener coche y chófer, así que vendí el coche.

PROFESOR WAGSTAFF: Pues ya ve si soy ingenuo: yo hubiera conservado el coche y hubiera vendido al chófer.

BARAVELLI: Eso es imposible. El chófer tiene que llevarme al trabajo por las mañanas.

PROFESOR WAGSTAFF: Pero si no tiene coche, ¿cómo le lleva al trabajo?

BARAVELLI: No tiene que llevarme al trabajo. Estoy sin empleo.

(Plumas de caballo, Horse feathers. Norman Z. McLeod, 1932)

Saludos, a lo fantasías animadas de ayer y hoy, desde este lado del ordenador.

Adiós, Loren(zo)

Viernes, Marzo 28th, 2014

Que se llamara Lorenzo Semple Jr. hizo que lo reconocieras como guionista de películas cuyo impacto llevarás a la tumba o al nicho o a donde arrojen tus restos.

A tu amigo Loren le encantaba Lorenzo Semple Jr. Le encantaba porque llevaba su mismo nombre y porque las películas que escribió como guionista lo dejaron turulato: Papillon, Nunca digas nunca jamás, King Kong, Flash Gordon, Huracán.

Loren fue uno de tus colegas de adolescencia, el que tuvo la más completa y preciada colección de colorines de la Marvel. No la prestaba, aunque la dejaba ver en el portal de su casa. Al principio molestaba que Loren no te dejara entrar pero asumistes sus razones.

Uno de aquellos días y mientras Felipe, Loren y tú pasean, Loren, como quien no quiere la cosa,  dice que se encontró esa mañana con la cabeza de un roedor cuando abrió la taza del váter.

- ¿Y qué hiciste, jediondo?

-Mearle encima.- dice Loren, más tarde legionario.

Es curioso como recuerdas a Loren mientra lees que ha muerto Lorenzo Semple Jr.

Demasiadas imágenes en tu cabeza. Demasiadas películas compartidas. Muchas de ellas firmadas por Semple Jr. y ya se han citado unas cuantas. Te enteras que además escribió para televisión un puñado de capítulos de la serie Batman y El avispón verde, las inocentes y chahis de los sesenta. Tan chachis y perversamente inocentes que te hace pensar cuándo te equivocaste.

Al llegar al instituto dejaste de ver a Loren. Y eso que vivías en una ciudad pequeña, provinciana, en la que todos los días son más o menos los mismos.

Tuvo que pasar una cortina de años y que dejaras de escuchar a Los Calchakis e Inti Illimani para que lo volvieras a encontrar en la Rambla. Coño, abrazos, cabriolas… vámonos a un concierto.

Cae la tarde sobre la pequeña ciudad.

Mientras cantan abajo Loren estira los pies sobre las butaca y no deja de hacerse porros. Cuenta que es legionario y no deja de hacerse porros.

Apenas te enteras de lo que cantan abajo y la memoria se te borra.

Ha muerto Lorenzo Semple Jr.

Y tú ahí, pensando en tu amigo Loren.

Saludos, cae ya la noche…, desde este lado del ordenador.

El espectáculo debe continuar

Jueves, Marzo 27th, 2014

* No soy muy aficionado a los carnavales como no soy muy aficionado a fiestas populares. Imagino que será cosa del miedo a la multitud ya que estar rodeado de miles de desconocidos en estados generalmente alterados suele ponerme bastante nervioso. Tanto que, cuando me pongo nervioso como nos pasa a la mayoría, me asomo al abismo y contemplo mi reflejo.

Todo esto para anunciar que mañana, viernes, y el sábado y también el domingo, TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge la exhibición del documental La murga, ópera popular un trabajo que dirige David Baute y en el que se ofrece un perfil de estos grupos, hoy más cantantes aficionados que tipos disfrazados de payasos con ganas de meter leña. El horario los tres días es las 19 y 21.30 horas y el precio de la entrada es de cuatro euros, tres si eres amigo de TEA.

* TEA acoge este viernes, a las 20.30 horas, la inauguración de la exposición Óscar Domínguez. El mito y el sueño, una oportunidad para contemplar el trabajo de uno de los artistas canarios que aún genera debates entre los que siguen con devoción su obra y los que están empeñados en juzgarlo. Unos y otros coinciden, sin embargo, en su fascinación por el último capítulo de su existencia: una canción con trágico final.

* El cortometraje documental Aeroevasiones, que está inspirado en la artista María Belén Morales (Tenerife, 1928), inicia en abril un recorrido por festivales. El corto está producido por Sensograma y lo dirige Carlos Hernández Dorta.

* Termino CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo, de Roberto Saviano, y su lectura resulta absorbente, sobre todo los capítulos que dedica Méjico. Bastante escalofriantes porque Saviano, que también es un provocador muy indignado, invita al lector a que pase y vea la justicia que reparten los narcos facilitando algunas direcciones de Internet. Hace años, y navegando por la red, me topé por casualidad con una de esas páginas donde se tortura y ejecuta a ritmo de mariachis. Ese día entendí a Kurtz (con pinta de Marlon Brando mientras se pasa la mano por su cabeza desnuda): el horror, el horror. Ya comentaré un día de estos el último libro de Saviano porque ahora no puedo, demasiado poder del perro para un tipo al que le gustan los perenquenes.

(*) En la imagen el fantástico Lon Chaney senior en Ríe, payaso, ríe (Herbert Brenon, 1928)

Saludos, corto y cierro, desde este lado del ordenador.

¿Qué hacer con La rubia de ojos negros?

Miércoles, Marzo 26th, 2014

Hay varias razones por las que no me decido a leer La rubia de ojos negros. Una de ellas es que se trata de una novela de Philip Marlowe escrita por John Banville como Benjamín Black y no como Raymond Chandler. Un tipo grande y miserable el Chandler.

Dicen que acabó devorado por su creación literaria: la de un triste, cínico y solitario caballero sin espada con el que sentó las bases del detective privado –con permiso del Sam Spade de Dashiell Hammett– del género negro antes de que irrumpiera el vengativo justiciero Mike Hammer de Mike Spillane.

¿Otra cosa Hammer?

Sí, rudo, vengativo y justiciero.

Alguien que está leyendo La rubia de ojos negros me la recomienda con contenido entusiasmo y a veces me detengo en una librería y cojo uno de los ejemplares pensando si merecerá la pena leer a Marlowe sin la firma de Chandler. La historia de Poodle Springs, el otro intento por mantenerlo vivo y que terminó Robert B. Parker, aún funciona como comedia ligera y sentimental.

Estas cosas pasan.

Y pasan y pesan tanto que no ayuda a que lea La rubia de ojos negros.

Leo unas declaraciones de Banville en la que explica las razones que le animaron a escribir una nueva novela de Marlowe como Benjamín Black…

Pero no me convencen sus argumentos porque el escritor se va por peteneras cuando, sospecho, la razón es una objetivamente.

Y es tan una que me sorprende que se evite en la mayoría de los elogios que otros han publicado sobre La rubia de ojos negros.

Leo que Banville escribe mucho mejor que Chandler y probablemente sea verdad pero ¿y qué? El Marlowe de Chandler me acompañó a lo largo de un pedazo de mi vida y terminé por cogerle cariño e imaginármelo como un Robert Mitchum al que le cuelga un cigarrillo encendido en los labios mientras se ata la gabardina.

Banville como Black habla de una versión cinematográfica de La rubia de ojos negros.

¿Quién sería Marlowe?

Banville dice que le gustaría que fuera George Clooney.

¿Y la dichosa rubia?

¿Kate Winslet?

Así lo escribe alguien en un blog.

Quien lo escribe no sabe cómo ha contribuido a que frene mi entusiasmo por leer esta novela.

Una novela que raro es el día en que no la coja entre mis manos en una librería.

Paso las páginas y leo frases sueltas.

Y recuerdo a la librera de El sueño eterno.

¿Qué hacer entonces?

¿Qué hacer con La rubia de ojos negros?

Saludos, triste, solitario final, desde este lado del ordenador.

Estamos vivos

Martes, Marzo 25th, 2014

Veo hace poco Están vivos (John Carpenter, 1988), una película de inquietante actualidad aunque la primera vez desconcertó por su radical mensaje y me hizo sentir algo muy parecido al pálpito de otras películas de anticipación como Cuando del destino nos alcance y Rebelión en el planeta de los simios. Eso explica que sacuda la cabeza como un chimpancé porque al recuperar Están vivos continúa sin lastimarme su indigencia presupuestaria y conmueva su subversiva actualidad.

Imagino que a estas alturas toda criatura bien nacida conoce lo que cuenta Están vivos… Sí, esa misma película de invasores extraterrestres en la que los extraterrestres ya están entre nosotros. De hecho, se mezclan entre nosotros.

A los otros, a los extraterrestres, solo los puedes detectar si llevas puestas unas gafas de sol –más tarde lentillas– que te hacen ver y entender lo que quieren realmente: un mundo en blanco y negro poblado de consignas.

El héroe de Están vivos es un tal John Nada (Roddy Pipper), un buen hombre que solo busca su camino pero al que las circunstancias empujan no a liderar, sino a poner fin él y un colega (Keith David) –que hace del inevitable negro que decíamos entonces–porque ambos han descubierto la verdad.

Los dos están vivos y se rebelan contra un mundo en blanco y negro repleto de consignas del tipo Creced y Reproducios, Obedece, Duerme, Este es tu Dios, Consume y cosas así…

El filme de John Carpenter juega con caprichosa ironía con esta idea.

En pantalla John Nada acribilla con una escopeta a un puñado de ciudadanos que él, y solo él, sabe que son extraterrestres. Lleva puestas las gafas.

Es insólito el sentido del humor que despierta la guerra de guerrilla que emprende en solitario el héroe. Un tipo que, probablemente, no ha leído un libro en su vida, y que confía más en la fuerza de sus puños que en la de su cabeza. La espada machaca a la pluma en John Nada.

La película se ríe porque se toma así mismo muy en serio.

John Nada en un Banco despacha a cuatro ejecutivos y a un par de policías a balazos … La gente grita a su alrededor. Hombres y mujeres igual de humanos que John Nada pero que no saben que Nada lleva razón porque lleva puestas las puñeteras gafas y observa quién es quién.

Cuidado con ese lobo de Wall Street ¡es un extraterrestre!

El filme cuenta con otros momentos igual de intensos y ambiguos.

Hay una larguísima escena de pelea entre Nada y su futuro colega porque Nada quiere que se ponga las puñeteras gafas y contemple la verdad.

- ¡Ponte las gafas!- exclama mientras le hace una llave.

- ¡No quiero!- responde el negro.

En otra escena, una turbadora presentadora de televisión (Meg Foster) lo echa de su casa de una patada. Nada cae entre medio de una lluvia de cristales rotos a la terraza, rebota en un toldo y rueda colina abajo…

En Están vivos los extraterrestres que están entre nosotros emplean la televisión como vehículo para sedar, dormir, a la idiota humanidad.

Que la gente duerma y obedezca.

¿De qué me sonará esto?

Por eso Nada se empeña en dinamitar la antena.

John Nada, un tipo que no sabe donde se mete, un nihilista que está vivo.

Así que ya saben…

Estamos vivos.

Saludos, ¿duermen?, desde este lado del ordenador.