Archive for Mayo, 2021

A orillas del Guiniguada una novela de Juan José Mendoza

Lunes, Mayo 31st, 2021

“¿Cómo sentaría esta carta al capitán general? Sin duda, habría un rechazo a la injerencia de Pildain, que se sumaba a toda su actividad en defensa de los presos y los condenados a muerte. El obispo sembraba desconfianza y parecía confirmar que los voceros de la Falange que había reiterado las reticencias de Franco para nombrarlo comenzaban a tener razón: el héroe enviado por la Santa Sede para rehacer la espiritualidad quebrada de las islas era en realidad un disidente con sotana”.

(A orillas del Guiniguada, Juan José Mendoza, Mercurio editorial, 2021)

Mientras unos pocos pierden el tiempo reflexionando sobre si existe o no la literatura canaria o si realmente existe una literatura canaria, la mayoría de los escritores residentes o no de las islas se mantienen al margen de este debate bizantino con el único escudo que tienen para protegerse de un asunto que, como el Guadiana, reaparece episódicamente. No obstante, y la creencia comienza a extenderse, desde que los escritores y escritoras nacidos o residentes en Canarias comenzaron a cultivar los géneros sin miedo a devaluar la calidad intelectual de sus obras, la literatura que se escribe aquí ya no tiene excusa para esconder la cabeza lamentando que compite en inferioridad de condiciones con las que se escriben en otras tierras de España.

En todo caso, y gracias precisamente a su apuesta por los géneros, los autores de aquí pueden mirar directamente a los ojos otras literaturas ya que si algo bueno ha tenido sumarse a corrientes como la ciencia ficción, la literatura romántica y erótica, la negra y policial, es que en todos estos palos y otros más, el nivel ha sido el suficiente para que algunos de estos escritores y sus obras sean reconocidos no solo en su tierra sino también fuera de ellas.

Viene todo esto a cuenta de A orillas del Guiniguada, una novela de Juan José Mendoza, que resultó accésit del Premio Internacional de Novela Benito Pérez Galdós 2020 y obra de género, género histórico, que reconstruye, un poco al modo en como Orson Welles retrata a Kane en Ciudadano Kane, la vida y la obra del sacerdote y teólogo vasco Antonio Pildain, a través de la mirada de hombres y mujeres que lo conocieron.

Obispo de la Diócesis de Canarias y personaje clave para entender las relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno franquista entre 1936-1966, su pontificado que sigue siendo el más largo de la historia de esta Diócesis, estuvo marcado por la polémica, sobre todo los años de la Guerra Civil y la postguerra.

En este libro, Juan José Mendoza reconstruye con esmero algunos de los momento que definieron la carrera del Obispo cuando estuvo al frente de la Diócesis y revela el carácter de un hombre profundamente religioso pero también contradictorio.

El escritor apuesta para contar este relato con las voces de algunos de los hombres y mujeres (reales e imaginarios) que lo conocieron y talla para dar forma con la habilidad de un orfebre la personalidad de un hombre tenaz. El escritor no rehuye aproximar al lector a otros momentos de la vida de Pildain, como su infancia y juventud. Estos fragmentos dan consistencia y sustancia al personaje, por lo que este retrato de un hombre de fe es completo.

La novela cuenta como al Obispo no le gustaba Galdós porque le parecía un comecuras pero tuvo el coraje de no recibir al mismísimo Francisco Franco cuando visitó la isla siendo ya dictador. Pildain tampoco se calló la boca cuando tuvo que denunciar las penosas condiciones de vida en las que los militares y las organizaciones políticas de derechas trataban a los presos políticos republicanos durante los primeros años de la Guerra Civil.

El texto presenta testimonios en primera persona de gente que lo conocieron, también reproduce documentos y cartas y un diálogo imaginario entre el mismo Pildain y Benito Pérez Galdós, un escritor por el que no sintió especial querencia. Esta conversación se trata de uno de los capítulos, a mi juicio, más interesantes del libro no solo por su capacidad de envolver al lector sino por presentar a su protagonista despojado de su autoridad eclesial para mostrarlo en toda su pequeña grandeza como ser humano. Las frases que cruza con el escritor que mostró cómo amaba y sufría el Madrid de finales del XIX resultan llamativamente instructivas y revela a un escritor que conoce y por eso se maneja tan bien, la vida y obra de Pildain como la de Benito Pérez Galdós.

Se trata en definitiva de un libro que invita a viajar por la Historia y que nos aproxima a periodos muy tristes del archipiélago como fue la Guerra Civil, que en Canarias consistió básicamente en la represión brutal de los detenidos por sus ideas republicanas y de izquierdas.

El libro repasa además la historia de la capital grancanaria, también de la isla, durante aquellos años y recuerda que parte de la misión episcopal de Pildain coincidió con la del obispo de la Diócesis Nivariense, Domingo Pérez Cáceres, consagrado prelado en 1947 y uno de los grandes impulsores por recuperar la fiesta de los carnavales (con el nombre de fiestas de invierno) en la capital tinerfeña y la Romería de San Benito Abad en La Laguna.

Saludos, lo imprevisto, desde este lado del ordenador

Howard Hawks, el más valiente entre mil

Domingo, Mayo 30th, 2021

Si tuviera que pasar los restos dentro de una película, creo que escogería cualquiera de los títulos que conforman la filmografía de Howard Winchester Hawks (Goshen, 30 de mayo de 1896-Palm Springs, 26 de diciembre de 1977), que como todo el mundo sabe o debería saber, es uno de los más grandes directores del cine norteamericano de todos los tiempos.

Las razones que explican mi especial querencia por el cine del señor Hawks viene de lejos pero digamos que me convenció definitivamente cuando vi por primera vez y en televisión Solo los ángeles tienen alas, que a a mi, particularmente, me parece una de las mejores películas de un hombres que entendía el cine como movimiento. Nada de detenerse, nada de pararse… siempre hacia adelante.

A Howard Hawks se le asocia con una frase que, dicen, pronunció en cierta ocasión: “Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!”. Y aburrir lo que se dice nada si uno repasa su, afortunadamente, larga filmografía. Filmografía que está además repleta de obras maestras, de largometrajes que ocupan no ya un espacio privilegiada en mi memoria cinéfila sino en la Historia del Cine.

Viendo las películas de Hawks descubrí muy pronto como Lauren Bacall y Angie Dickinson eran capaces de dejar sin palabras a dos hombres de pies a cabeza como Humphrey Bogart y John Wayne. También que en manos de un cineasta con talento y oficio un tipo como Wayne podía encarnar a héroes de los que mejor alejarse como el que interpreta en Río Rojo y que para mi, es una interpretación muy personal, anuncia el personaje que años después representaría en Centauros del desierto. Es decir, el de un héroe que pese a que nos resulte antipático, entendemos y amamos. Y es que el cine de Hawks está repleto de caracteres masculinos que basculan sobre esta misma premisa además de situar a un grupo de personajes en situaciones límites que logran superar, pese a que alguno de estos hombres muera por el camino, porque la unión hace la fuerza.

Lo hizo así en uno de sus mejores western, Río Bravo, una especie de respuesta a Solo ante el peligro porque no le gustó el filme de Fred Zinnemann. En Río Bravo le ofreció el papel de su vida a un Dean Martin que está a la misma altura que Wayne y Walter Brennan, un sobresaliente secundario que solía aparecer haciendo más o menos el mismo papel de viejo cascarrabias pero con buen corazón en muchas de las películas que dirigió un hombre que hablaba de tú a tú con otros gigantes como John Ford.

Su cine sigue estando igual de vivo que entonces y para muchos es un enorme placer volver a verlo una y otra vez porque conoce sus claves, la manera que tuvo de mover la cámara y de diseñar una escena fuera un remake de sus propias películas (El Dorado/Río Bravo) como una historia original que pedía un director de su temple.

Observen cómo dirige Scarface o Tener y no tener y El sueño eterno. Incluso en musicales como Los caballeros las prefieren rubias y comedias tan chispeantes como La fiera de mi niña o Bola de fuego.

Amigos de sus amigos, Howard Hawks le tendió una mano a William Faulkner para que escribiera guiones y fue en uno de ellos, Tierra de faraones, donde representó al faraón como el general sureño que describió Faulkner en el libreto.

Son demasiadas las películas de Hawks que me han hecho feliz. Probablemente sea porque en su cine, pese a la muerte que casi siempre está presente, la amistad y las mujeres capaces de arrugar a tíos duros como los ya citados Wayne y Bogart, forman una combinación irrepetible por mucho que lo intente su alumno más aventajado, John Carpenter. Carpenter, ahí lo ven, cuenta con varias adaptaciones no oficiales de Hawks y con una que sí lo es. Entre las no oficiales citaría Asalto a las comisaría del distrito 13, una especie de Río Bravo/El Dorado sin el humor de estas dos obras maestras. La que sí es oficial, La cosa, adapta con medios y a colores El enigma de otro mundo que, sí, antes de que salte alguno, no dirige Hawks aunque como dicen los expertos se note su mano alargada en cada uno de los planos que estructuran esta apasionante y apasionada aventura de ciencia ficción en un Ártico de cartón piedra.

Me quedaría el día entero escribiendo sobre uno de mis cineastas favoritos. Uno de esos autores que nunca me fallan pese a que me conozca la mayoría de sus película de cabo a rabo.

Hawks no decepciona. Incluso cuando la muerte rondaba a su alrededor fue capaz de dirigir películas que sin el entusiasmo de las anteriores respiran una visión progresista de la vida y de los hombres y mujeres que la surcan que debería de servir de lección filosófica en nuestras cada días más despistadas universidades.

Por eso, si Wilder es Dios, Hawks debe ser algo así como el espíritu santo… solo que en vez de paloma tiene la de un halcón.

Saludos, salve, desde este lado del ordenador

El trío calavera

Jueves, Mayo 27th, 2021

Tengo tres tíos estupendos de los que no me canso de hablar porque siempre han estado donde los pudiera necesitar. Por eso, antes de comenzar quisiera pedirle disculpas al tito Cushing, Peter Wilton Cushing (Kenley, Londres, 26 de mayo de 1913-Canterbury, Kent, 11 de agosto de 1994) porque fue ayer y no hoy su onomástica pero él sabe, conoce, entiende que si bien no se nos pasó, venció al final la idea de celebrar su natalicio un día después, este jueves 27 de mayo, porque coincide con el cumpleaños de dos compañeros de fatigas cinematográficas unidos por un mismo género: el fantástico y el de terror como son Christopher Frank Carandini Lee (Londres, 27 de mayo de 1922-ib., 7 de junio de 2015) y Vincent Leonard Price, Jr. (San Luis, Misuri; 27 de mayo de 1911-Los Ángeles, California; 25 de octubre de 1993) ya que cada uno de ellos forma los vértices de un triángulo que representa un cine de pesadilla que ya no se hace y del que probablemente casi nadie se acuerda.

Afirmo con rotundidad que Peter Cushing no solo fue el mejor doctor Frankenstein de la Historia del Cine sino también el mejor Abraham Val Helsing, el infatigable cazador de vampiros. Especialmente, del rey de los vampiros: el conde Drácula. Peter Cushing fue, además, uno de los mejores Sherlock Holmes aunque me consta que la mayoría lo recordará como el Gran Moff Wilhuff Tarkin de La guerra de las galaxias, sí, el malvado que no se empequeñecía ante el gigantón de lord Darth Vader y que dirigía con mano de hierro la Estrella de la Muerte… Mi devoción por este actor no tiene límites y es inevitable que lo vea estaca en mano a punto de clavársela en el muerto corazón del conde transilvano cuando escribo estas líneas apresuradas. Un reto a modo de final, comparad su Van Helsing con el que intepreta (¿?) Anthony Hopkins en el Drácula, más esteta que leal a la novela de Bram Stoker, de F. Ford Coppola… No hay color, no hay grandeza, no hay, en definitiva, nada que le haga sombra al personaje que encarnó ese tío, mi tío, que fue Peter Cushing.

Lo mismo me pasa con Christopher Lee cuando pienso en Drácula. Y que me perdone Bela, Bela Lugosi pero es que el personaje con las estilizadas formas de Lee representa una demoníaca elegancia para la que no está preparado nadie. O casi nadie. Vedlo en las versiones que rodó sobre el rey de los no muertos para la factoría de la Hammer. Y asociarán para lo que queda que Drácula en el cine solo hay uno. Y ese uno es Christopher Lee con permiso de Lugosi. El actor no vivió solo de Drácula ya que cuenta con otras películas. Entre otras, una de las entregas de La guerra de las galaxias y como malvado o mejor equivocado hechicero Saruman en la versión de El señor de los anillos de Peter Jackson. Aparece también en un filme que no puedo ni debo olvidar, Pánico en el Transiberiano, una de terror española donde comparte cartel con su amigo Peter Cushing y un Telly Savallas que ya entonces la plebe asociaba con el detective Kojack.

En cuanto a Vincent Price sobran las palabras. Antes de convertirse en un habitual en las producciones de bajo presupuesto que Roger Corman dedicó a los cuentos de Poe, Price había trabajado como actor de reparto en cintas tan inolvidables como Laura. Entró en el cine de terror a través de Los crímenes del museo de cera, de mi venerado André de Toth, luego vino La mosca y House of Haunted Hill y The Tingler, esta dos últimas bajo las órdenes de William Castle. Después y de cabeza, se hizo un habitual del universo Corman y con él rodó como quien rueda montaña abajo una serie de filmes que están inspirados, más que basados, en cuentos de Poe como La caída de la casa Usher, La máscara de la muerte roja y El péndulo de la muerte. Fue además el protagonista de la mejor de las versiones que se han rodado hasta la fecha de Soy leyenda y ya en los floridos y revolucionarios 60 del doctor Phibes, que dio origen a dos deliciosas películas pop y del actor de teatro que asesina a sus críticos según obras de Shakespeare en la igualmente pop Matar o no matar, ese es el problema que pide a gritos un edición digna y no la que circula en la actualidad.

En fin… tres actores que ocupan un espacio de honor en mi memoria cinéfila. Tres vértices de un mismo triángulo. Sociedad a la que pertenecemos tras terrorífica iniciación un puñado de hermanos y hermanas que gustan del aullido de los lobos, de la luna llena y de noches con niebla donde por no escucharse, ni se escucha el croar de las ranas.

Saludos, hemos dicho, desde este lado del ordenador

Castilla también existe

Lunes, Mayo 24th, 2021

“No debe extrañar que cada vez más el grito al que se defiende la obra política de las Comunidades sea el de libertad. La primera, de la que surge el movimiento, es la de no verse sometidos a gravámenes odiosos para sostener los caprichos, errores y dispendios del césar. A partir de esa libertad, de índole fiscal, vienen todas las otras: la de no estar sujetos al abuso de los grandes señores, la de determinar a través de los representantes del pueblo la voluntad del reino. A ellas invitan los comuneros a los castellanos y en su nombre defienden el derecho a enfrentarse con las armas a aquellos que sostienen la servidumbre y los privilegios, en cuyos brazos se ha arrojado ya el emperador”.

(Castellano, Lorenzo Silva. Colección Áncora y Delfín, ediciones Destino 2021)

Reflejo de la situación que está viviendo España, herida de gravedad por la Covid-19, la caída en picado de la economía, un gobierno incapaz no ya de dar sino de proponer soluciones y unos nacionalismos regionales cada días más agresivos en sus reivindicaciones materiales y espirituales, se están publicando en las últimas semanas como reacción ante estos fenómenos una serie de libros que reivindican sin timidez a la capital de España y las dos Castillas que funcionan más que como novelas, como soportes teóricos e intelectuales de una idea ajena a la descomposición de un modelo de Estado y de país.

La publicación de volúmenes como Madrid, de Andrés Trapiello, un apasionado y muy sentido homenaje a la capital de España pero que no aporta demasiadas cosas nuevas y, más recientemente, de Castellano, de Lorenzo Silva, obliga a una reflexión sobre el por qué de la publicación de unos libros que, a su modo y manera, defienden unas identidades de ciudades y comunidades autónomas en las que el discurso localista comienza a ganar espacio. El asunto debe resultar rentable porque cada vez más se editan obras con estas características, también otras muchas sobre España en su conjunto, textos que proponen una nueva y orgullosa interpretación de este país. Se cuestiona ahora la leyenda negra (a la que se acusa de propaganda de los enemigos de España), se reivindica su pasado militar y salen a la luz nombres de soldados y marinos que hasta el día de ayer casi nadie conocía.

Esta explosión de orgullo nacional y de orgullos nacionalistas se vio de manera palpable en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Proceso electoral que estuvo marcado no solo por el insulto contra el contrincante sino también por una defensa de lo que es ser madrileño. Un espécimen que para unos es una u otra cosa.

Ya comentaremos en otra ocasión nuestra opinión de Madrid, de Trapiello. O mejor de su Madrid. Hoy toca centrarnos en Castellano, que es el libro que ha escrito Lorenzo Silva para recordarnos que tras la muerte de los Reyes Católicos, la enajenación de la reina Juana y la posterior llegada del aún joven rey Carlos I, gran parte de Castilla se levantó en armas cuando entendió que el nuevo monarca no velaba ni protegía sus intereses. Esta revuelta fue un maldito dolor de cabeza para el rey ya que se trató de un levantamiento popular cuyas lecturas continúan siendo contradictorias.

Castellano no está escrito como una novela histórica porque, como explica su autor “prefiero entresacar de sus peripecias lo que más me conmueve, dejando que sean quienes deben,los historiadores, y con los medios que procede emplear, la documentación y su crítica científica y fundada, los que perfilen el atestado que de ellos debe guardarse, sin que las frívolas ocurrencias de un armador de ficciones traten de suplantarlo”. Trata además de poner en limpio “ideas que me acompañan desde hace años, y que empezaron a acuciarme de una manera imprevista cuando, siendo yo forastero en tierra ajena, aunque no del todo, empecé a percibir en mi mismo esa identidad que nunca había tenido presente”.

¿Quiere Castellano recordar a castellanos y españoles que Castilla es una tierra con señas de identidad tan propias como las del resto de comunidades que forman este país? Leyendo el libro se concluye que sí, y que incluso por defenderlas costó la muerte de muchos de sus vecinos. En el caso de este libro, los partidarios de Padilla, Bravo y Maldonado.

Sin ser novela ni ensayo sino más bien reportaje, Castellano cuenta paralelamente el laborioso proceso que hizo Lorenzo Silva para documentarse sobre este momento de la historia de Castilla y de una España que entonces no existía. Es decir, el relato del declive de un reino que dio paso a un imperio.

El objetivo del escritor funciona, y así lo destaca, como una catarsis al mismo tiempo que pretende que la obra haga entender que pese a que “Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores” la realidad es otra ya que perdió “su alma” el día que los rebeldes resultaron aplastados por las tropas de Carlos I. Desde entonces, Castilla “ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos”.

Si un problema tiene Castellano, y cuya gravedad debe juzgar aquel que se enfrente a sus páginas, es que no termina de ser ni un libro de historia ni una novela. Siquiera un ensayo. Todo en él es un híbrido.

No es novela, aunque se diga que sí lo es pero sin serlo. Tampoco un ensayo. Podría, en todo caso, entenderse como se ha dicho un amplio reportaje sobre un tiempo ya pasado que cuenta con añadidos en tiempo presente en los que Lorenzo Silva es quien sirve de hilo conductor entre pasado y presente. Narra con la agilidad que lo caracteriza un momento de la Historia de España y avisa por dónde irá el imperio de Carlos I y la realidad de un país con identidad tan objetivamente anárquica.

Entiendo que entre los fines de Castellano está el de hacer entender que Castilla también existe y que posee señas de identidad propias como el resto de los pueblos de España. Eso sin olvidar que su Historia, como la de otros pueblo, tiene sus héroes y traidores.

Saludos, Castilla también existe, desde este lado del ordenador

Devórame otra vez

Sábado, Mayo 22nd, 2021

Lo lamento por los cursis pero los cuentos y las novelas de Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 22 de mayo de 1859-Crowborough, 7 de julio de 1930) se devoran más que se leen porque, efectivamente, uno cuando las lee más que leer lo que hace es masticarlas primero, procesarlas después y, por último, que se quede con ganas de devorar otro libro de Conan Doyle.

Dejó una obra escrita más que suficiente para satisfacer todo tipo de estómagos por muy exigentes que estos sean, así que devorar es el verbo adecuado para describir mis impresiones sobre la obra de un autor al que, prácticamente, he devorado desde mi más tierna infancia, mi adolescencia furiosa, mis intentos de juventud rebelde y una madurez que no termina por traicionar el espíritu de Peter Pan, una criatura que como todo el mundo sabe, aunque no sé los cursis, no es una creación de Arthur Conan Doyle.

Escritor de series, a él le debemos Sherlock Holmes y su doctor Watson que pasan los años y los siglos y siguen disfrutando de inmejorable salud, a mi sin embargo siempre me gustaron más las novelas que dedicó al profesor Challenger como al brigadier Gerard, ese soldado que “tiene la cabeza muy dura” como lo reconoce el mismísimo Napoleón Bonaparte en la primera entrega de lo que sería una trilogía.

Devoré (otra vez con el verbo) muchas de sus otras novelas y disfruté no hace mucho con un relectura de La tragedia del Korosko porque sigo pensando que es una de las grandes novelas de aventuras de un escritor que estuvo dotado para el género como otros muchos compañeros de generación. Y sí, en estos textos, inyecta algo, no demasiado, de lo grande que fue el imperio británico. Grande por extensión y según lo que escribe –sin excesiva épica sino más bien un curioso sentido de la ironía que debe traducirse a veces como de humor– de lo que un grupo de británicos puede hacer si se encuentran en territorio hostil.

Dotado para la novela como para el cuento (en la noche de los tiempo Nosotromo reunió sus relatos según oficios o géneros: de boxeo, de médicos, de militares, de terror, de aventuras…) si hay una novela entre las muchas novelas que he devorado del escritor se encuentra El mundo perdido que quizá no sea de lo mejor que salió de su cabeza pero sí que se trata de un libro de los que me marcó después de haberlo leído y releído en varias ocasiones. En ella el profesor Challenger va en busca de criaturas antediluvianas en compañía de un excéntrico grupo de secundarios que volverían a aparecer en otras historias del escritor como en la fallida pero muy reveladora La tierra de la niebla ya que en ella vuelca sus creencias en lo sobrenatural porque como saben unos y ahora sabrán otros, Conan Doyle creía en el más allá y en las hadas y otros seres invisibles que, según él, poblaban la campiña inglesa.

No vamos a recordar su personaje más famoso porque de él se ha escrito hasta la saciedad y Holmes es un investigador que no deja de aparecer en cine y televisión porque como se dijo más arriba para el caballero que reside en Baker Street no pasa el tiempo aunque Arthur Conan Doyle se cansara de su popularidad y de que sus lectores devoradores le exigiera que lo resucitase cuando, presuntamente, lo arrojó al abismo en una pelea con su mejor enemigo, el doctor Moriarty.

Lo bueno, porque un escritor como Conan Doyle no tiene, y si lo tiene es escaso, malo, es que no solo vivió del éxito del sagaz investigador pese a que fuera su criatura más popular sino de otras novelas y cuentos donde los engranajes están perfectamente dispuestos. Se movió además muy bien en géneros como la aventura, lo fantástico y el policíaco, entre otros. Y cultivó el ensayo más con ánimo periodístico que reflexivo.

Probablemente una de las razones de que su literatura todavía me siga haciendo tan feliz no es solo por la capacidad que tuvo y que tiene de abstraerme de la triste realidad que nos envuelve sino porque se trata de un escritor que, como dijo en cierta ocasión se preocupaba por evitar “ver” con el fin de “observar”. Y demasiados son ya los que escriben con buena vista sí, pero ciegos en cuanto a interpretar lo que observan. Y ahí, precisamente, ahí, en la cualidad de observar es donde se distingue un escritor cuya obra, no me cansaré de repetir pese al acoso de los cursis, se devora y no se lee.

Saludos, elemental, tan elemental como…, desde este lado del ordenador

Una revista para recordar a (don) Domingo Pérez Minik

Viernes, Mayo 21st, 2021

“Sobre la poesía, los canarios han andado con facilidad, con la misma audacia que sus emigrantes han navegado por todos los mares del mundo. Poeta y emigrante, nuestro insular es ese hombre que cuando se queda a solas, canta. Pero este canto no le resiste mucho tiempo y, pronto, sobre el vehículo circundante de su geografía pone un puente de plata y con buen fresco emigra, llevándose a las islas en su corazón”.
(La condición humana del insular, Domingo Pérez Minik)

El 24 de mayo el crítico y escritor Domingo Pérez Minik (Santa Cruz de Tenerife, 1903 – 1989 ) habría celebrado su 118 aniversario. Aprovechando esta conmemoración el Observatorio Cultural Domingo Pérez Minik, una entidad cultural sin ánimo de lucro destinada al fomento de la cultura, el apoyo a la creación y a la divulgación de las artes, prepara una edición especial que se presentará al día siguiente, martes 25 de mayo, en TEA Tenerife Espacio de las Artes.

Se trata de un volumen colectivo que quiere rendir tributo “a la figura histórica de Pérez Minik” por lo que los artículos serán testimonios personales de los amigos y colaboradores que conocieron al autor de La condición humana del insular o La facción española surrealista de Tenerife, este último libro quizá el más conocido del ensayista y crítico tinerfeño.

El Observatorio Cultural Domingo Pérez Minik nació hace unos pocos meses con los objetivos arriba señaladas. Su primera acción fue la de recoger firmas para cambiar el nombre de la calle donde residió el dramaturgo y ensayista, la del Perdón, nº7 en Santa Cruz de Tenerife, por el suyo propio.

Domingo Pérez Minik fue junto a un amplio grupo de poetas y escritores uno de los fundadores de la revista Gaceta de Arte, proyecto cultural que procuró mirar hacia el futuro en unas islas donde generalmente se prefiere mirar más hacia el pasado.

Domingo Pérez Minik recibió a lo largo de su vida numerosas distinciones (la Medalla de Oro de Bellas Artes y el Premio Nacional de Teatro, entre otras) y en torno a su figura se reunieron en los años 60 y 70 jóvenes estudiantes y aspirantes a artistas que mantuvieron animadas tertulias en la casa de “don Domingo” Pérez Minik.

El Observatorio destaca en una carta que “su residencia en esta calle supuso el germen de toda su aportación a la cultura de Santa Cruz” y recuerda que en este mismo barrio residieron otros miembros de Gaceta de Arte como Eduardo Westerdahl, “al igual que otras personalidades fundamentales en el quehacer cultural de la época, como el poeta Pedro García Cabrera. Allí crean Gaceta de Arte (1932-1936), una de las más sobresalientes revistas artísticas de la Literatura Española del siglo XX, tanto por su alto nivel intelectual como por la enriquecedora y múltiple disparidad de campos que abarcó”.

El Observatorio lamenta que “hasta el momento Santa Cruz de Tenerife no haya otorgado una calle a uno de sus más ilustres cronistas, Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna y uno de los ensayistas más prolíficos sobre el teatro y la novela europea contemporánea”.

Esta iniciativa cuenta de momento con la adhesión de la Asociación de Periodistas de Tenerife (APT) y quizá sea el momento para que la capital tinerfeña tome conciencia y recuerde en su callejero a sus artistas e intelectuales. Nombres que no aparecen demasiado en sus calles y menos en sus plazas y avenidas aunque una calle entre el barrio de La Salud y el del Perús así como una plaza en el barrio de Los Gladiolos llevan el nombre de los miembros de Gaceta de Arte Eduardo Westerdhal y Domingo López Torres, respectivamente.

Como ensayista, la actividad de Domingo Pérez Minik fue muy productiva. Es autor, entre otras obras, de Antología de la Poesía Canaria (1952); Novelistas españoles de los siglos XIX y XX (1957); Teatro europeo contemporáneo (1961); Introducción a la novela inglesa actual (1968); Entrada y salida de viajeros (1969); La novela extranjera en España (1973); Facción surrealista de Tenerife (1975) e Isla y literatura (1988).

En su faceta como intelectual algunas fuentes coinciden en señalarlo como una de las personalidades más relevantes en la crítica literaria del siglo XX español y cabe recordar que junto con Eduardo Westerdahl y Pedro García Cabrera participó en la creación y mantenimiento del suplemento Gaceta Semanal de las Artes (1958-65) del periódico La Tarde además de colaborar en diversas publicaciones nacionales como internacionales como Triunfo, Revista de Occidente, Primer Acto, Cuadernos para el diálogo y Cuadernos Hispanoamericanos. Fue también colaborador habitual de los periódicos tinerfeños La Prensa, La Tarde y El Día, utilizando varios seudónimos como los de Enrique Arona y E.A.

Su biblioteca y archivo se donaron a la Biblioteca Pública del Estado de Santa Cruz de Tenerife y consta de 5.600 monografías, 1.183 cartas, 167 títulos de revistas, 300 fotografías y documentos sueltos.

El Observatorio Cultural Domingo Pérez Minik está presidido por Esther Ropón y son miembros de su junta directiva Lucía Suárez, Nieves Duque, Juan Cruz Ruiz, Elena García, Helena Berthelius, Sergio Díaz Ropero, Claudia Esquivel, Alberto Lemus y Lola Camprubí.

NOTA FINAL:

Antes de despedirnos nos hacemos eco de la presentación en facsímil de la revista Índice, que reúne los dos números de la publicación que editó en su día el poeta Domingo López Torres, cuyo cuerpo fue arrojado al mar en febrero de 1937 por orden del ejército rebelde. Lo curioso del caso es que desde este su blog ya nos hicimos eco de la aparición del segundo número de Índice así como de de la publicación de una revista dedicada a Pérez Minik en las páginas de El Perseguidor, que publica los domingos Diario de Avisos.

No nos gustan los aplausos pero pensamos que teníamos que reaccionar ante la ventolera guerracivilista en las que se han visto envueltos los dos Domingos de nuestra literatura (López Torres y Pérez Minik). Un debate en el que si ha brillado por su ausencia algo ha sido su nivel intelectual en favor de un matonismo que ha sacado a relucir lo peor de los “progres” de derechas e izquierdas que participaron en esta polémica (a rebosar de exabruptos) que dan ganas, la verdad, de vomitar.

Saludos, en fin, mañana será otro día, desde este lado del ordenador