El trío calavera

Tengo tres tíos estupendos de los que no me canso de hablar porque siempre han estado donde los pudiera necesitar. Por eso, antes de comenzar quisiera pedirle disculpas al tito Cushing, Peter Wilton Cushing (Kenley, Londres, 26 de mayo de 1913-Canterbury, Kent, 11 de agosto de 1994) porque fue ayer y no hoy su onomástica pero él sabe, conoce, entiende que si bien no se nos pasó, venció al final la idea de celebrar su natalicio un día después, este jueves 27 de mayo, porque coincide con el cumpleaños de dos compañeros de fatigas cinematográficas unidos por un mismo género: el fantástico y el de terror como son Christopher Frank Carandini Lee (Londres, 27 de mayo de 1922-ib., 7 de junio de 2015) y Vincent Leonard Price, Jr. (San Luis, Misuri; 27 de mayo de 1911-Los Ángeles, California; 25 de octubre de 1993) ya que cada uno de ellos forma los vértices de un triángulo que representa un cine de pesadilla que ya no se hace y del que probablemente casi nadie se acuerda.

Afirmo con rotundidad que Peter Cushing no solo fue el mejor doctor Frankenstein de la Historia del Cine sino también el mejor Abraham Val Helsing, el infatigable cazador de vampiros. Especialmente, del rey de los vampiros: el conde Drácula. Peter Cushing fue, además, uno de los mejores Sherlock Holmes aunque me consta que la mayoría lo recordará como el Gran Moff Wilhuff Tarkin de La guerra de las galaxias, sí, el malvado que no se empequeñecía ante el gigantón de lord Darth Vader y que dirigía con mano de hierro la Estrella de la Muerte… Mi devoción por este actor no tiene límites y es inevitable que lo vea estaca en mano a punto de clavársela en el muerto corazón del conde transilvano cuando escribo estas líneas apresuradas. Un reto a modo de final, comparad su Van Helsing con el que intepreta (¿?) Anthony Hopkins en el Drácula, más esteta que leal a la novela de Bram Stoker, de F. Ford Coppola… No hay color, no hay grandeza, no hay, en definitiva, nada que le haga sombra al personaje que encarnó ese tío, mi tío, que fue Peter Cushing.

Lo mismo me pasa con Christopher Lee cuando pienso en Drácula. Y que me perdone Bela, Bela Lugosi pero es que el personaje con las estilizadas formas de Lee representa una demoníaca elegancia para la que no está preparado nadie. O casi nadie. Vedlo en las versiones que rodó sobre el rey de los no muertos para la factoría de la Hammer. Y asociarán para lo que queda que Drácula en el cine solo hay uno. Y ese uno es Christopher Lee con permiso de Lugosi. El actor no vivió solo de Drácula ya que cuenta con otras películas. Entre otras, una de las entregas de La guerra de las galaxias y como malvado o mejor equivocado hechicero Saruman en la versión de El señor de los anillos de Peter Jackson. Aparece también en un filme que no puedo ni debo olvidar, Pánico en el Transiberiano, una de terror española donde comparte cartel con su amigo Peter Cushing y un Telly Savallas que ya entonces la plebe asociaba con el detective Kojack.

En cuanto a Vincent Price sobran las palabras. Antes de convertirse en un habitual en las producciones de bajo presupuesto que Roger Corman dedicó a los cuentos de Poe, Price había trabajado como actor de reparto en cintas tan inolvidables como Laura. Entró en el cine de terror a través de Los crímenes del museo de cera, de mi venerado André de Toth, luego vino La mosca y House of Haunted Hill y The Tingler, esta dos últimas bajo las órdenes de William Castle. Después y de cabeza, se hizo un habitual del universo Corman y con él rodó como quien rueda montaña abajo una serie de filmes que están inspirados, más que basados, en cuentos de Poe como La caída de la casa Usher, La máscara de la muerte roja y El péndulo de la muerte. Fue además el protagonista de la mejor de las versiones que se han rodado hasta la fecha de Soy leyenda y ya en los floridos y revolucionarios 60 del doctor Phibes, que dio origen a dos deliciosas películas pop y del actor de teatro que asesina a sus críticos según obras de Shakespeare en la igualmente pop Matar o no matar, ese es el problema que pide a gritos un edición digna y no la que circula en la actualidad.

En fin… tres actores que ocupan un espacio de honor en mi memoria cinéfila. Tres vértices de un mismo triángulo. Sociedad a la que pertenecemos tras terrorífica iniciación un puñado de hermanos y hermanas que gustan del aullido de los lobos, de la luna llena y de noches con niebla donde por no escucharse, ni se escucha el croar de las ranas.

Saludos, hemos dicho, desde este lado del ordenador

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