Howard Hawks, el más valiente entre mil

Si tuviera que pasar los restos dentro de una película, creo que escogería cualquiera de los títulos que conforman la filmografía de Howard Winchester Hawks (Goshen, 30 de mayo de 1896-Palm Springs, 26 de diciembre de 1977), que como todo el mundo sabe o debería saber, es uno de los más grandes directores del cine norteamericano de todos los tiempos.

Las razones que explican mi especial querencia por el cine del señor Hawks viene de lejos pero digamos que me convenció definitivamente cuando vi por primera vez y en televisión Solo los ángeles tienen alas, que a a mi, particularmente, me parece una de las mejores películas de un hombres que entendía el cine como movimiento. Nada de detenerse, nada de pararse… siempre hacia adelante.

A Howard Hawks se le asocia con una frase que, dicen, pronunció en cierta ocasión: “Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!”. Y aburrir lo que se dice nada si uno repasa su, afortunadamente, larga filmografía. Filmografía que está además repleta de obras maestras, de largometrajes que ocupan no ya un espacio privilegiada en mi memoria cinéfila sino en la Historia del Cine.

Viendo las películas de Hawks descubrí muy pronto como Lauren Bacall y Angie Dickinson eran capaces de dejar sin palabras a dos hombres de pies a cabeza como Humphrey Bogart y John Wayne. También que en manos de un cineasta con talento y oficio un tipo como Wayne podía encarnar a héroes de los que mejor alejarse como el que interpreta en Río Rojo y que para mi, es una interpretación muy personal, anuncia el personaje que años después representaría en Centauros del desierto. Es decir, el de un héroe que pese a que nos resulte antipático, entendemos y amamos. Y es que el cine de Hawks está repleto de caracteres masculinos que basculan sobre esta misma premisa además de situar a un grupo de personajes en situaciones límites que logran superar, pese a que alguno de estos hombres muera por el camino, porque la unión hace la fuerza.

Lo hizo así en uno de sus mejores western, Río Bravo, una especie de respuesta a Solo ante el peligro porque no le gustó el filme de Fred Zinnemann. En Río Bravo le ofreció el papel de su vida a un Dean Martin que está a la misma altura que Wayne y Walter Brennan, un sobresaliente secundario que solía aparecer haciendo más o menos el mismo papel de viejo cascarrabias pero con buen corazón en muchas de las películas que dirigió un hombre que hablaba de tú a tú con otros gigantes como John Ford.

Su cine sigue estando igual de vivo que entonces y para muchos es un enorme placer volver a verlo una y otra vez porque conoce sus claves, la manera que tuvo de mover la cámara y de diseñar una escena fuera un remake de sus propias películas (El Dorado/Río Bravo) como una historia original que pedía un director de su temple.

Observen cómo dirige Scarface o Tener y no tener y El sueño eterno. Incluso en musicales como Los caballeros las prefieren rubias y comedias tan chispeantes como La fiera de mi niña o Bola de fuego.

Amigos de sus amigos, Howard Hawks le tendió una mano a William Faulkner para que escribiera guiones y fue en uno de ellos, Tierra de faraones, donde representó al faraón como el general sureño que describió Faulkner en el libreto.

Son demasiadas las películas de Hawks que me han hecho feliz. Probablemente sea porque en su cine, pese a la muerte que casi siempre está presente, la amistad y las mujeres capaces de arrugar a tíos duros como los ya citados Wayne y Bogart, forman una combinación irrepetible por mucho que lo intente su alumno más aventajado, John Carpenter. Carpenter, ahí lo ven, cuenta con varias adaptaciones no oficiales de Hawks y con una que sí lo es. Entre las no oficiales citaría Asalto a las comisaría del distrito 13, una especie de Río Bravo/El Dorado sin el humor de estas dos obras maestras. La que sí es oficial, La cosa, adapta con medios y a colores El enigma de otro mundo que, sí, antes de que salte alguno, no dirige Hawks aunque como dicen los expertos se note su mano alargada en cada uno de los planos que estructuran esta apasionante y apasionada aventura de ciencia ficción en un Ártico de cartón piedra.

Me quedaría el día entero escribiendo sobre uno de mis cineastas favoritos. Uno de esos autores que nunca me fallan pese a que me conozca la mayoría de sus película de cabo a rabo.

Hawks no decepciona. Incluso cuando la muerte rondaba a su alrededor fue capaz de dirigir películas que sin el entusiasmo de las anteriores respiran una visión progresista de la vida y de los hombres y mujeres que la surcan que debería de servir de lección filosófica en nuestras cada días más despistadas universidades.

Por eso, si Wilder es Dios, Hawks debe ser algo así como el espíritu santo… solo que en vez de paloma tiene la de un halcón.

Saludos, salve, desde este lado del ordenador

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