Archive for the ‘Cine de allá’ Category

Raquel, Raquel, Raquel

Jueves, Febrero 16th, 2023

Se no están yendo a puñados, escucho que dice uno a otro en la calle, en medio de una de esas aceras estrechas que se despliegan por la ciudad en la que nací y en la vivo. La última en despedirse es Raquel Welch, a quien descubrió en un concurso de belleza celebrado en un rancho a las afueras de Hollywood Tom Hernández, nacido en Puerto de la Cruz y que trabajó haciendo pequeños papeles en películas y series de televisión cuando la televisión todavía era en blanco y negro. La foto de Tom Hernández junto a una jovencísima Jo Raquel Tejada (Chicago, 5 de septiembre de 1940-Los Ángeles, 15 de febrero de 2023) aparece en algunas imágenes que suben a las redes sociales los aficionados, quienes se apresuran en recordar que el papel que la lanzó a la fama y el estrellato y que le costó que arrastrara durante toda su carrera como actriz el apodo de El Cuerpo, calificativo que me da urticaria, fue el de troglodita de muy buen ver en Hace un millón de años (Don Chaffey, 1966), largometraje que se rodó en estas islas Canarias que se hunden irremisiblemente en las procelosas aguas del océano Atlántico.

Olvidan sin embargo lo que destacan de la actriz el hecho de que fuera descubierta por un portuense y que su película más famosa se rodara en esta tierra que la Welch cuenta con una filmografía bastante estimable y en la que abundan wertern a rebufo del espagueti, cintas de ciencia ficción y alguna negra y criminal bastante dignas.

Olvidan también quiénes la elogian ahora que se ha muerto que la Welch hizo historia en el cine al protagonizar con Jim Brown en la excelente Cien rifles la primera escena de amor interracial y que no es otra en la que el cuerpo escultural de Raquel se fusiona con el cuerpo escultural de Jim, dos monstruos de belleza singular cuya visión resulta de un magnetismo enfermizo.

La Welch trabajó junto a Frank Sinatra en un atractivo filme policíaco, La mujer de cemento, segunda entrega tras Hampa dorada del detective Tony Rome, papel que encarnó Frank Sinatra y de una cinta de ciencia ficción que hizo historia: Viaje alucinante, que dirige ese cineasta para mi ya un clásico que fue Richard Fleischer, y en la que un equipo médico reducido a tamaño microscópico entra en el cuerpo de un hombre malherido para que desde dentro le salven la vida…

Raquel Welch aparece también en una de las más deliciosas adaptaciones al cine que se han rodado de la inmortal novela de Alejandro Dumas Los tres mosqueteros en, precisamente, Los cuatro mosqueteros, y que dirigió Richard Lester en los años setenta siguiendo al pie de la letra un fantástico guión escrito por George MacDonald Frasier, el creador de Harry Flashman.

La Welch aparece también en Myra Breckinridge, que pudo haber sido la película rompedora que quiso ser pero que sin embargo no fue…

Con todo esto queremos recordar la carrera de una actriz que sin tener demasiados registros hizo carrera por una belleza peculiar. De hecho, creo que hubo actrices de su misma época más hermosas que ella pero que fue ella la que al final se quedó con el sambenito de símbolo sexual, de ganarse ese calificativo de El Cuerpo que a mi me parece bastante grosero porque la vende solo como un trozo de carne.

Pero en fin, que son malos tiempos para la lírica. Fallece en lo que llevamos de año personajes nacidos o muy vinculados a las islas como Alexis Ravelo, Manolo Vieira, el pintor Manuel Sánchez y el empresario cinematográfico Francisco Melo Sansó, entre otros que ahora mismo se me olvidan. Una tragedia, a la que se suma la de una mujer muy bella que fue descubierto hace ya un millón de años por un tinerfeño que hizo las Américas y que llegó a trabajar como actor de reparto en un puñadito de películas donde cuesta algo, la verdad, reconocerlo.

Así que va por Raquel y por todos ellos. Ellas y ellos que deben de estar ya –y a esta hora– en el cielo…

Que los dioses las/os bendigan.

Saludos, frío, desde este lado del ordenador

Charla con el dibujante Paco Sáez en la Escuela de Arte y Superior de Diseño Fernando Estévez

Jueves, Octubre 13th, 2022

La Escuela de Arte y Superior de Diseño Fernando Estévez organiza hoy, jueves, 13 de octubre, una charla protagonizada por el cineasta y dibujante Paco Sáez, Premio Goya 2021 a Mejor cortometraje de animación por su ópera prima como director Madrid2120, junto a José Luis Quirós. El encuentro, bajo el título Del boceto a la pantalla, 30 años dibujando historias, que tendrá lugar en las instalaciones del centro educativo, será de entrada libre y gratuita, hasta completar el aforo, y arrancará a las 16.00 horas. El acto contará con la moderación de Carlos Miranda, del proyecto TFanimation.

La charla versará sobre “la importancia de dibujar previamente la historia en viñetas, tanto en el cine de animación como en el de acción real”, apunta Sáez, que mostrará al público asistente ejemplos de secuencias en storyboards y cómo se acabaron convirtiendo en fuente de inspiración para la construcción de planos.

Sáez es dibujante y se ha especializado en los storyboards. Participó en la construcción de los guiones gráficos de Tadeo Jones 2 (2017), Atrapa la bandera (2015) o Planet51 (2009). Asimismo, el dibujante se aventuró con la dirección de Madrid2120, un corto que ofrece un mensaje futurista de lucha contra el cambio climático.

El cineasta ha visto su carrera vinculada a las islas, pues su primer trabajo como dibujante de storyboards fue con la serie La Historia de Canarias, de la productora BRB Internacional. Para esta producción realizó 27 capítulos. También es autor de las viñetas de Los intocables de Elliot Mouse o El nuevo mundo de los gnomos. Trabajó para Walt Disney Company, Warner Bross, Cartoon Network España, y en 2013 fue el único ilustrador para el proyecto de la página web oficial de la Casa Real española.

Más tarde comienza a trabajar junto al director Nacho Velilla en filmes como Que se mueran los feos, Perdiendo el norte o Villaviciosa de al lado. También fue el creador del storyboard de la popular producción Spanish Movie, de Javier Ruiz Caldera.

Saludos, otro día escribimos del Gobierno, desde este lado del ordenador

Adieu Godard, adieu Tanner

Martes, Septiembre 13th, 2022

Cuando un amigo o mejor un conocido se va algo se muere en el alma y al mismo tiempo estimula la imaginación de los vivos. Leo en redes sociales comentarios escritos por gente que en su día se acercó a su cine, elogiando la obra de Jean-Luc Godard, uno de los tipos más odiados y también queridos del cine francés. Probablemente con Truffaut, sea el miembro que no miembra más conocido de lo que se llamó Nouvelle Vague, un cine muy moderno cuando asomó la cabeza y que dejó secuelas en otras cinematografías como la estadounidense y la británica, que creaba más o menos por aquellos mismos años, inicios de los 60, el Free Cinema

El problema con Godard es que salvo Al final de la escapada y Alphaville con muchos peros… el resto de su cinematografía es para “entendidos”, razón que explica también que su cine no es que haya envejecido, ya que no envejece, sino que fue siempre para marginales. O gente con ganas de romperse la sesera viendo sus películas. Y mira que dirigió películas el buen hombre.

Si hay algo que me interesa sin embargo de sus películas no son, precisamente, sus películas sino la capacidad que tuvo como intelectual de sumarse a los vientos revolucionarios que soplaron en mayo del 68. También su carácter cinéfilo, su amor por cineastas norteamericanos que poco o nada tenían que ver con su cine aunque… siempre hayan peros como Fritz Lang y Samuel Fuller y la capacidad que tuvo para descubrir actrices que al menos al que ahora les escribe le hicieron enamorarse platónicamente de todas ellas. De hecho, confieso señor juez que si vi más películas (no demasiadas, esa es la verdad) del señor Godard fue por volver a ver a Ana Karina, Macha Méril y cómo no, Jean Seberg, que nunca estuvo tan guapa como en Al final de la escapada, junto a Jean Paul Belmondo cuando Jean Paul gustaba a los intelectuales. Después, como diría alguno, se vendió al capital.

Es verdad, y esto no lo puede negar nadie aunque siempre haya gente que niegue hasta la existencia de los cangrejos de río, que Godard fue un cineasta al que le gustó la polémica desde el minuto uno. Recuerdo el estreno en Madrid de Yo te saludo, María (1984) si no me equivoco en los cines que llevaban el mismo nombre que una de sus películas, Alphaville, y como la extrema derecha organizó manifestaciones frente a la fachada de aquellos cines de (oh) arte y ensayo llamando de todo menos bonito a los que entraban a verla. Por ahí, animando a la gentuza a movilizarse, andaba Blas Piñar, entonces líder máximo de una cosa que se llamaba Fuerza Nueva.

La sangre, afortunadamente, no llegó al río. Y si uno ve la película no entiende porque la derecha extrema organizó todo aquel circo porque tampoco era para tanto la experiencia cinematográfica. No creo que el Vaticano excomulgara al director por un filme que, para que vamos a engañarnos, era puro Godard, solo que estrenado a destiempo, cuando la mayoría de sus defensores lo habían relegado al olvido.

Lo que me molesta de toda la avalancha de óbitos, elogios al muerto y lo demás es que nadie se haya acordado por reivindicar a otro cineasta de la Nouvelle Vague que falleció el domingo pasado, Alain Tanner, director al menos de una película que marcó mi vida y cuyo cartel llegué a tener en el dormitorio de una de mis casas una buena temporada hasta que vino otra mudanza y, como pasa en todas las mudanzas, terminó por desaparecer entre traslado y traslado. La película a la que me refiero es En la ciudad blanca, que no solo es de los largometrajes que mejor han fotografiado a una de la ciudades europeas más hermosas, como es Lisboa, sino también por el retrato que hace de la soledad.

Sirvan estas líneas para recordarlo y sirvan también estas líneas para reivindicar el cine de un hombre que juega en la misma división que Jean-Luc Godard solo que no fue tan aficionado a los rompecabezas ni a polemizar y mucho menos a rodearse de actrices tan feroces y hermosas como con las que trabajó ese intelectual que parece un burgués de clase media que tira al progresismo mientras reflexiona a orillas del Sena en lo grande que fue y es cuando quiere esto del cine.

Saludos, descansen en paz, desde este lado del ordenador

La afoto (2)

Viernes, Agosto 19th, 2022

Las redes sociales que son algo así como el demonio, la televisión dejó de serlo hace ya unos años, acogieron esta semana que ya se nos va con estupor y escándalo el rodaje de una serie en el santacrucero barrio del Toscal. El Toscal sirve para representar algunas calles de La Habana no sé si Vieja o Centro…

La mayoría de los comentarios que he leído lamentan que se utilice a nuestras calles para representar la pobreza de otros países, en este caso la de Cuba, cuya capital La Habana se derrumba desde el triunfo de la revolución que capitaneó Fidel Castro (que en paz descanse).

Afortunadamente y en contra de lo que pasó en La Laguna hace algunas semanas, el alcalde de la capitá tinerfeña no ha aprovechado para sacarse una afoto con los actores que intervienen en el rodaje pero sospecho que si así se hizo no fue por no molestar al equipo de rodaje sino porque por ahí no hay ninguna estrella famosa salvo el protagonista, William Levy, que es un caballero al que no tengo el gusto de conocer.

Las voces que critican que se emplee a la capitá como plató para representar ciudades y pueblos del Tercer Mundo tienen sus razón de ser, ok, de acuerdo, pero no está mal que la ciudad se aproveche de su característica fealdad porque, vamos, seamos por una vez sinceros, Santa Cruz de Tenerife, lo que se dice Santa Cruz de Tenerife no es una urbe hermosa en el sentido estricto de la palabra si no más bien lo contrario. Yo, que nací en ella hará un porrón de años, sé lo que me digo aunque defienda a mi city con uñas y dientes precisamente por lo estropeada y mal cuidada que está. Así que admitiendo que como ciudad no vale demasiado sí que cuenta con rincones de una belleza singular y muy chicharrera.

Lloro, es cierto, que por ambiciones que nunca entenderé se destrozará su litoral y que las pocas playas que aún le quedan estén abandonadas a la mano de los dioses o den, directamente, a esa salida al mar donde la capitá expulsa toda su mierda…

Se queja un internauta que Hollywood solo se acuerda de Santa Cruz de Tenerife cuando quiere rodar una barriada de ciudad de México atestada de narcostraficantes, güey, como vimos en la decepcionante Rambo V ¿o fue VI? Y ahora represente unas pocas calles de La Habana en Montecristo, serie que adapta la novela El conde de Montecristo del inmortal Alejandro Dumas.

Que mi ciudad es una ruina… Es una verdad tan grande como grande es el antiguo templo masónico que se encuentra en la santacrucera calle de San Lucas… Un templo este que cuando paso frente a su señorial y misteriosa fachada me pregunto a qué espera la autoridad para ponerse manos a la obra… Al paso que van, es probable que nunca. Que la autoridad espere con paciencia de cartujo a que llegue otro Delta y arrase con ese edificio en el que uno de mis abuelos ofició de Gran Maestro, que así son de pomposos algunos de los cargos que concede esta sociedad discreta pero no secreta. Eso último, lo de discreta y no secreta es un punto que le encanta decir a los masones a los que no lo son, los profanos, cuándo se les pregunta qué demonios hacen en sus ceremonias…

Pero no íbamos a hablar de esta sociedad sino de Santa Cruz de Tenerife como plató de rodaje de pueblos, ciudades y barrios del Tercer Mundo donde no se atreve a rodar Hollywood o quien sea porque de allí no salen vivos.

Recuerdo, ahora que estamos entre amigos, que hace unos años se hizo pasar a este lugar como Atenas en una de las películas de la serie Bourne… No recuerdo entonces que nadie protestara, y razones había porque Atenas es la capital de un país europeo que tiene un constipado económico peor que el de España y otros países mediterráneos.

Voy a darme una vuelta un día de estos por el barrio de El Toscal para ver si me tropiezo con el rodaje de Montecristo. Podría servirles de asesor porque conocí La Habana cuando era joven y aprendí a no perderme por aquellas calles, sobre todo las de La Habana vieja que parecían que iban a desmoronarse. Alguien con el que viajé una vez a esa hermosa ciudad que se cae me dijo que La Habana debía de ser lo más aproximado a una ciudad por la que ha pasado una guerra. Y no le faltaba razón, porque la capital cubana y toda la isla que hace país, lleva en guerra desde que los cubanos se quitaron de encima el yugo español para abrazar el norteamericano y el soviético. Tras el derrumbe de la URSS, el país por fin parece que se gobierna solo pero no sabe qué dirección tomar desde que Fidel subió o bajó al cielo o el infierno, y su hermano Raúl, como le gusta decir a los masones, observa los movimientos en un “discreto” segundo plano.

Conclusiones, que la verdad, no me importa que aprovechen nuestra pobreza si sirve de plató cinematográfico y hay dólares que llegan a todos y no a unos pocos. Es lo que hay, pero sí que agradecería a este Ayuntamiento que se preocupara por una ciudad que sin tener una historia gloriosa salvo que por aquí entraron los que vinieron a conquistarla, fueran castellanos o británicos, reivindicara su pasado como pueblo de pescadores y de paso se le hicieran más estatuas a José Murphy que como vecino hizo todo lo posible por sacar adelante el lugar en el que nací y me crié.

Pero en fin, eso es otra historia.

Saludos, angelitos negros, desde este lado del ordenador

Un tipo llamado John Huston

Viernes, Agosto 5th, 2022

No termina de cuajar entre algunos especialistas y críticos el cine de John Huston (Nevada, Misuri, 5 de agosto de 1906 – Middletown, Rhode Island, 28 de agosto de 1987) lo que, sinceramente, no entiendo porque pese a que sí, admitamos que cuenta con películas que se escoran peligrosamente a lo malo por aburrido, también cuenta con cintas que a un servidor le abrieron hace mucho tiempo los ojos.

Entre esas películas que a mi me parece que se rodaron solo para mis ojos (otra vez los ojos) cito de memoria El tesoro de la Sierra Madre, Cayo Largo, La reina de África, Los que no perdonan, Vidas rebeldes y El hombre que pudo reinar. Y sí, claro que hay otras muchas más películas en la filmografía de este cineasta y actor que centró gran parte de su obra en contarnos historias de y sobre perdedores que somos la mayoría de los mortales, y que ya con bastantes años encima fue capaz de reflejar esa digamos obsesión por los que lo han perdido todo pero sin embargo siguen adelante en un filme pequeño, de factura que hoy denominaríamos como independiente, que se titula Fat City, una historias de boxeadores del arroyo, de tíos que además de medir las fuerzas en el cuadrilátero se refugian en la barra de un bar para diluir las penas de una nueva derrota.

Como todo el mundo sabe, John Huston fue hijo de su padre, un extraordinario actor, Walter Huston, y guionista antes que director.

Como casi todo el mundo conoce, la primera película del cineasta fue El halcón maltés, basada en la novela del mismo título de Dashiell Hammett, una obra, la literaria y la cinematográfica, que puso patas arriba el cine policíaco y que presentó no sé ahora si por primera vez pero sí bajo la presencia de Humphrey Bogart, al detective privado tal y como lo conocemos. O conocimos. Un tipo bronco, duro como una roca pero con un punto sentimental que casi siempre hace que se enamore de la chica equivocada.

En español contamos por fortuna con excelentes traducciones de algunos de los libros que fue escribiendo a lo largo de su para nada aburrida existencia, como una autobiografía que se lee en un plis plas no porque cuente demasiadas cosas interesantes, que el viejo se las guarda, sino por la manera en que está escrita. Se encuentra además un sobresaliente reportaje sobre La roja insignia del valor que firma la periodista Lillian Ross que recomiendo no solo a los que han visto esta película que sin ser de lo mejor de Huston, respira mucha autenticidad y tiene mensaje. Uno de ellos es la inutilidad de todas las guerras, más si son civiles, las que enfrenta en el campo de batalla a hermanos contra hermanos, que de esas cosas sabemos mucho en este país de perdedores que es España. Basada en la estupenda novela de Stephen Crane (aviso a navegantes, los que gusten de este escritor están tardando en hacerse con la voluminosa biografía que escribió Paul Auster con el título de La llama inmortal), la película, la historia de un soldado yanqui que huye del combate está interpretada (y aquí está una de sus grandes ironías) por Audie Murphy, uno de los soldados distinguidos con mayor número de condecoraciones del ejército norteamericano…

Bebedor, fumador de cigarros puros, amigo de sus amigos y uno de esos tipos que no dejaban de sorprenderse por las contradicciones de ese mono sin pelo que es el ser humano, John Huston cuenta por fortuna con una filmografía abultada ya que continuó dirigiendo hasta que el cuerpo le dijo basta por aquello de la vejez.

Entre sus últimas películas cuenta con obras tan interesantes como El honor de los Prizzi y Dublineses (Los muertos), que adapta el relato del mismo título de James Joyce que a mi, particularmente, me parece un más que digno testamento con el que poner fin a una carrera que cuenta con filmes rodados con cuatro cuartos, como Paseo por el amor y la muerte, y ambiciosas pero frustradas adaptaciones de grandes novelas al cine como Bajo el volcán, de Malcom Lowry, de la que se cuenta una anécdota que, sea o no verdadera, muestra el lado vanidoso de un hombre que así se describe sin sonrojo alguno en sus Memorias.

La anécdota cuenta que Huston tuvo siempre un vaso de whiskie durante el rodaje de la pesadilla alcohólica que vive el protagonista de la película solo que no se trataba de whiskie sino té, té helado. En fin, que nadie es perfecto y mucho menos un guionista y director al que se le puede criticar que rodaba en ocasiones demasiado deprisa, casi como si corriera contra el tiempo.

En la filmografía del cineasta hay películas para todos los gustos y de casi todos los géneros. Uno puede toparse con western, como El juez de la horca, con guión de John Milius, y protagonizada por un Paul Newman que no termino de ver como el juez Roy Bean (antes, mucho antes lo había hecho Walter Brennan rozando la perfección en El forastero, de William Wyler) y una suerte de La reina de África, solo que en otro escenario, titulada Solo Dios lo sabe en la que saltan chispas entre una novicia (Deborah Kerr) y un soldado norteamericano (Robert Mitchum) que llega como náufrago a una isla que está a punto de ser invadida por el ejército japonés. Dirigió además un largometraje del que no estaba muy satisfecho pero que a mi me parece muy interesante como es Éramos desconocidos, rodado en La Habana a finales de los años 40 y con John Garfield y Jennifer Jones como protagonistas.

Como saben muchos, algunos de los hijos de John Huston hicieron carrera en el cine como su hija Anjelica y Danny, y que rodó en los años 50 con un guión en el que colaboró Ray Bradbury (el escritor cuenta aquella experiencia en una deliciosa novela, Sombras verdes, ballena blanca) y que se rodó en parte en Gran Canaria, donde más que Huston y la ballena blanca que da nombre al largometraje, Moby Dick (1956), provocó una revolución en la capital de la isla que un tipo como Gregory Peck andara por ahí. El maestro Emilio González Déniz habla de todo eso en Hotel Madrid, una novela que pide a gritos su reedición.

En fin, que me pasaría el día hablando de y sobre el cine de John Huston, un cineasta al que odié y desprecié con toda mi alma cuando lo vi interpretar al corrupto y bastardo multimillonario en Chinatown y al que amé y sigo amando cuando reviso sus películas, incluso aquellas en las que apenas se aprecia su huella, su mirada profunda para los que están acostumbrados a despeñarse en la vida, esos que llaman los descarriados.

Por éstas y otras razones considero a John Huston “uno de los nuestros”, un tipo que se pregunta en sus Memorias :

“¿Qué harías y qué no harías si volvieras a empezar de nuevo?”

Y responde:

“Pasaría más tiempo con mis hijos.
Ganaría el dinero antes de gastármelo.
Aprendería los placeres del vino en lugar de los de las bebidas fuertes.
No fumaría cuando tuviera pulmonía.
No me casaría por quinta vez”.

En fin, la leyenda de un indomable. Un tipo llamado John Huston.

Saludos, va por ti y lo sabes, desde este lado del ordenador

S de Stanley y K de Kubrick

Miércoles, Julio 27th, 2022

Con la edad descubrí un buen día que de Stanley Kubrick (Manhattan, Nueva York, 26 de julio de 1928-St Albans, Reino Unido, 7 de marzo de 1999) me gustan más sus películas en blanco y negro que las que hizo a colores. Vale, admitamos que fui de los que salió del cine tarambana cuando vio La naranja mecánica de reestreno en un cine de La Laguna que ya no es cine. Que Barry Lyndon todavía le sigue conmoviendo y que cada días entiende más y por lo tanto disminuye su poder de fascinación, con películas tan de género y tan de Kubrick como 2001. Una odisea del espacio, que son como tres películas en una, grande e indivisible película y El resplandor, que va más allá del terror de aquellos años y bucea en la locura. Y no solo del personaje que interpreta Jack Nicholson.

No me disgusta La chaqueta metálica, pero con tantas sobre Vietnam… y que todavía me fascina lo que quiere decir que no entiendo Eyes Wide Shut, que cuenta por otro lado como cuentan la mayoría de las películas de este cineasta, con una estupenda banda sonora. Y sí, me encanta Espartaco pero más que una película a colores de Kubrick es una de blanco y negro solo que a colores. Se apunta lo de blanco y negro porque como dije y con la edad a mi me parece la etapa más interesante de un autor con todas sus letras, aunque me eche para atrás la frialdad que a medida que jugaba con los colores fue acusando su cine. Un cine que respira otras ambiciones cuando el blanco y el negro fotografía películas como Atraco perfecto, Teléfono rojo: volamos hacia Moscú y sobre todo Senderos de gloria y Lolita, esta última la volví a ver hace unas semanas y redescubrí que en esta película todo funciona y que son además las películas más humanas que rodó Kubrick.

Un personaje, por otro lado, el tal Kubrick.

Personaje porque marcó a generaciones de espectadores y de futuros cineastas. Así que cada cual encuentre a su Kubrick porque Kubrick hay muchos como espectadores y futuros cineastas que le deben muchas cosas, entre otras, la de entender el cine como lo que es: un arte. Un arte que debe de entretener y lanzar mensajes por inquietantes que resulten.

Defiendo que en esto de lo humano, de lo humano en el cine de Stanley Kubrick, si destacan dos obras son las que antes señalé: Senderos de gloria y Lolita. De la primera se nos quedó una frase y el nombre de su protagonista, el coronel Dax, que interpreta Kirk Douglas. También con alguna de las mejores escenas de batallas que se han visto en pantalla. De Lolita que todos los personajes, menos Lolita, son retorcidos y patéticos. Y qué grandes están todos en esta película: James Mason, Shelley Winters, Peter Sellers y, por supuesto, Sue Lyon, que ahí donde la ven devora con elegancia adolescente al resto del reparto. El guión lo escribe Vladimir Nabokov, el autor de la novela que incendió las librerías y que hoy es un título clásico en la literatura.

El caso es que esto lo he ido madurando con el paso cada vez más veloz de los años y que el otro día, mientras disfrutaba con Lolita me pregunté quién sería realmente Stanley Kubrick.

Veo en Netflix el documental Mi amigo Kubrick y recuerdo unas declaraciones de Malcom McDowell, el Alex de La naranja mecánica, que coinciden: Kubrick era un cabrón y un manipulador. Un tipo demasiado humano que buscó a lo largo de toda su carrera si no esconder, sí que deshacerse de cualquier rastro que lo siguiera atando a ser persona.

Algunos lo llaman genio.

Yo tampoco.

Saludos, funde a negro, desde este lado del ordenador