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¿Qué dio de sí esto del cine en Canarias en 2011?

Viernes, Diciembre 30th, 2011

INTRO

A punto de comer las inevitables uvas, hago repaso de lo que ha dado el cine en Canarias este año que se nos va, va… Recordando primero al cineasta Richard Leacock y al actor José Conde, fallecidos este año que ya ha iniciado su cuenta atrás.

Leacock, documentalista británico, fue pionero de lo que se conoce como cinéma vérité, y rodó en 1935 siendo apenas un adolescente su primera película en Gran Canaria, Canary Bananas, 8 minutos en blanco y negro de un cineasta que cuenta en su filmografía con trabajos como Nehru y Happy Mother’s Day. José Conde, actor de reparto gallego, fue el protagonista de La isla del infierno, primer largometraje del realizador tinerfeño Javier Fernández Caldas.

A modo de advertencia: no me he preocupado por enumerar las películas que han escogido estas accidentadas geogarfías para sus, generalmente, catastróficos filmes. Entre otros, y cito por obligación, la segunda entrega de Furia de titanes.

LARGOMETRAJES

Si hacemos un balance cinematográfico de este año que termina cabe destacar el estreno de tres largometrajes dirigidos por cineastas nacidos a este lado siempre agitado del Atlántico.

Por orden de estreno, pudimos ver el a mi juicio frustrante eurowestern Blackthorn, del grancanario Mateo Gil; la inquietante aunque irregular Intruders del tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo y la bienintencionada Seis puntos sobre Emma, del lanzaroteño Roberto Pérez Toledo.

Se estrenó, pero solo en casa, la extravagante Réquiem por amor y sangre, de David DL Rosa, y La guía del silencio, de Cándido Pérez de Armas. Y Miguel Ángel Toledo dio a conocer el trailer de La senda, película que esperamos se estrene en 2012.

En este año que se nos muere, el Gobierno de Canarias a través de Filmoteca Canaria e Impulso Records editaron un dvd de venta al público que recuperó Tirma, coproducción hispano italiana de 1954 dirigida por Carlos Serrano de Osma y Paolo Moffa y protagonizada, entre otros, por Silvana Pampanini, Marcello Mastroianni y Gustavo Rojo. La copia, versión española, contó con extras (ficha técnica, ficha artística, fotografías y entrevistas con algunos de los actores, técnicos y figurantes de esta producción que en Gran Canaria araña la categoría de mito).

Se estrenaron también de forma oficiosa varios documentales. Entre otros, cabe destacar Ciudadano Negrín (Sigfrid Monleón, Carlos Álvarez e Imanol Uribe); Aldecoa, huida al paraíso (Miguel G. Morales) y el interesante Canarias, naturaleza amenazada (Pedro Felipe Acosta). Ciudadano Negrín fue nominado a los Goya. Premio al que este año concurrieron profesionales canarios en distintas categorías como la tinerfeña Tatiana Hernández, que lo obtuvo por su trabajo a mejor diseño de vestuario por Lope.

2011 fue también fecundo en cortometrajes subvencionados y libertarios. Pero son demasiados los títulos para reproducirlos en su total integridad. Así que me perdonen, pero no hay tiempo y ganas para citarlos a todos.

FESTIVALES

En la nube de festivales que se celebran en el archipiélago continuaron su andadura, entre otros, MiradasDoc, el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria y Fimucité. Desapareció, sin embargo, el Festival Internacional de Cine Chico de Canarias – isla de La Palma.

En una cáustica nota de prensa la organización anunció que optaba por cancelar su décima edición “al no contar con los apoyos financieros e institucionales suficientes.”

Además de quedarse sin su festivalito, La Palma se quedó este año también sin cines al cerrarse en la capital las multisalas Avenida.

LIBROS

En cuanto a libros editados sobre y de cine canario se publicaron, entre otros, el cuestionado y discutible El cine en Canarias (una revisión crítica), un volumen coordinado por Aurelio Carnero Hernández y José A. Pérez Alcalde Zárate y editado por la Filmoteca Canaria y el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canarias.

El décimo y último tomo de la colección Historia cultural del arte en Canarias se ocupó de El cine en Canarias (1896-2010) en un volumen que bajo el título de La multiplicidad de la imagen, brindó una síntesis de la multimedia (Cuarenta años de Zaj: el arte vivo y Canarias, 1964-2004) y la fotografía (Isla, viaje, fotografía) que firmaron, respectivamente, Fernando Gabriel Martín, Frank González y Carmelo Vega.

El último número de la revista universitaria Latente dedicó su dossier a El cortometraje en Canaria durante la primera década del siglo XXI, un esforzado trabajo de compilación realizado por Jairo López y Josep Vilageliú.

(*) La imagen que acompaña estas líneas corresponde a Canary Bananas (Richard Leacock, 1935).

Saludos, ¿por quién doblan las campanas?, desde este lado del ordenador.

Denominación de origen: libros canarios 2011

Jueves, Diciembre 29th, 2011

INTRO

Solo faltan tres días para celebrar el ritual de las uvas y recibir un anunciado y catastrófico 2012 con una sonrisa. Aunque la sonrisa resulte torcida y probablemente inducida por las sustancias espirituosas que uno lleve dentro del cuerpo.

Hago un repaso literario a este 2011 que agoniza recordando primero a los escritores ausentes que nos dejaron un poco más huérfanos. Recuerdo emocionado a mi amigo Ezequiel Pérez Plasencia, a Orlando Cova y a los veteranos María Rosa Alonso y Manuel González Sosa. Incluyo entre los que se me fueron a Enrique Cichosz, guionista y dibujante de cómics. Y un creador con mucho talento.

Y decido confeccionar una lista con solo diez títulos que escojo (¿es coja usted, es coja, efectivamente)  de la obra escrita en narrativa que ha sido publicada por canarios o residentes en Canarias por editoriales canarias o de fuera de Canarias este año que vive ahora sus últimos días en la UCI.

Dejo muchas novelas y antologías de lado, algunas de ellas títulos que lograron entusiasmarme como Copi Luwak, de Antonio Cabrera Cruz; El chef ha muerto, de Yanet Acosta; La nación de los olvidados (antología de escritores universalmente desconocidos), del misterioso y sospecho que hermafrodita Omar Salle; El círculo platónico, de Mariano Gambín; Murmullo de hojarasca de José Luis Correa; Construcción, ¿trabajo o esclavitud?, de J. M. Quizembo y de la inclasificable La leyenda de Fukaeri, de Antonio Lorenzo Gómez Charlín.

Y otras tantas que igual necesitan de una relectura para que me entusiasmen.

O no.

Dudé, aunque al final descarté, incluir en esta lista la afortunada recuperación que Ediciones Escalera hizo este año de Él y Ella, novelas de la aguerrida y turbadora Mercedes Pinto. Espero que los dioses me perdonen.

Sí me he dejado llevar, por el contrario, por mis gustos (y disgustos) genéricos aunque no comento la última de Víctor Conde, Hija de lobos, aunque sé que caerá si continuo en este plano existencial porque Conde no decepciona.

Con ello quiero justificar las razones de estas diez recomendaciones, cuatro de las cuales son títulos negro criminales escritos y ambientados en esta rara, rara, rara y cada día más pobre, pobre, pobre Canarias.

Y género, el de lo negro criminal, en el que los canariones siguen ganando por enojosa goleada a los chicharreros.

¿POR QUÉ ESTOS TÍTULOS?

LA CASA DE LAS FLORES ROTAS (Editorial Gato Rojo).-  Porque Juan Andrés Herrera Perdomo consigue con su primera novela inaugurar lo que me gusta denominar como gótico canario. Porque su autor sabe describir muy bien ambientes y dotar a sus personajes de contradicciones tan humanas que hacen creíble un relato que incide una y otra vez con sana y machacona insistencia que todo pueblo chico es, efectivamente, un infierno grande.

 

EL CASO DEL CLIENTE DE NOUAKCHOTT (Oristán y Gociano Editores).- Porque, para quien les escribe, es uno de los títulos mayúsculos de la literatura canaria en los últimos veinte años. Porque fue pionero en explorar en esta tierra los límites del género negro criminal con un sentido del humor que no ha envejecido y legó un personaje, Jeque, que solo podía nacer en una capital de provincias llamada Santa Cruz de Tenerife. Capital, Santa Cruz de Tenerife con un aroma pestífero –aunque esporádico afortunadamente–  que sale de las  inquietantes chimeneas de la refinería. Su autor es Jaime Mir. Nuestro J. D. Salinger a este lado del Atlántico.

 

EL FONDO DE LOS CHARCOS (Editorial Baile del Sol).- Porque pese a la sospechosa tendencia que tiene su autor, Javier Hernández Velázquez, de engordar sus novelas con páginas prescindibles, tuvo el coraje de retratar tres momentos del siglo XX fundamentales para la capital tinerfeña. Lo mejor de esta novela –más de misterio que negro criminal– es su audaz recreación de los años treinta y el retrato –entre emocionado y distante–  que describe de la brillante generación que hizo posible el sueño de Gaceta de arte. También, la reivindicación que el escritor hace de la figura de Domingo López Torres, el único de aquella revista que desapareció por culpa del ignominioso pronunciamiento militar.

 

GENERACIÓN 21: NUEVOS NOVELISTAS CANARIOS (Ediciones Aguere/Ediciones Idea, página web en construcción).- Porque este volumen que cosecha relatos de doce escritores nacidos en la década de los sesenta en Canarias ha sido algo así como un punto y aparte. Un, ojo, estamos aquíííí. Porque Ánghel Morales, el padre de la criatura, logró un imposible: reunir en un mismo libro a narradores de casi todas las islas que cultivaban estilos y en algunos casos géneros radicalmente distintos. Porque Generación 21 es una formidable carta de presentación para decirle al mundo que en las islas de la presunta discordia y el recelo también hay gente que está por encima de esas cosas y que solo piensa en escribir. Incluye relatos de Víctor Álamo de la Rosa, David Galloway, José Luis Correa, Alexis Ravelo, Santiago Gil, Álvaro Marcos Arvelo, Javier Hernández, Cristo Hernández, Anelio Rodríguez Concepción, Nicolás Melini, Pablo Martín Carbajal y Víctor Conde. Imprescindible.

 

EL GUANCHE EN VENECIA (Artemisa Ediciones).- Porque Juan Manuel García Ramos se atreve con una historia que todavía despierta extraños miedos en estas islas que no han aprendido a reconocerse en su pasado. Es una lástima, no obstante, que el escritor no escorara su relato hacia los territorios de la capa y espada, al estilo del maestro Dumas y sí, desafortunadamente, por una historia en la que solo hay un bueno y demasiados malos. Sin grises. Con todo, cuenta con una deliciosa primera parte.

 

HARRAGA (Editorial Zech).- Porque se trata de la feliz reedición de la primera novela de Antonio Lozano, que este mismo año publicó también La sombra del minotauro (Almuzara), libro en el que recupera a su detective privado José García Gago. Porque a Harraga apenas se le nota el arañazo del tiempo y porque se trata de una obra pequeña pero muy ambiciosa y excelentemente alambicada en la que su autor da voz a los que no tienen voz.

 

MAREAS Y MARMULLOS (Tropo Editores).- Porque Víctor Álamo de la Rosa es de los escritores de su generación que cuenta con una obra más que respetable y ejemplar descansando en sus espaldas y porque en estos relatos (algunos publicados y otros inéditos) continúa exprimiendo el jugo de su peculiar universo literario de Isla Menor. El volumen cuenta con relatos excelentes, en los que Álamo sabe moverse como pez en el agua entre un realismo mágico con acento que para nada resulta irritantemente canario.   

 

SI LE DIGO LE ENGAÑO (Hora antes Editorial).- Porque supone el regreso de un escritor, Carlos Álvarez, que se prodiga poco literariamente hablando pero que cuando lo hace tiene la capacidad de hacer increíble lo creíble y creíble lo increíble. Si le digo le engaño es una historia corta que apenas supera el centenar de páginas, pero su lectura resulta hipnótica y absorbente, de esas que demoras en el tiempo porque no quieres llegar a su inevitable punto y final. Se trata también de una novela en la que el lector no termina de saber si lo que lee es una novela negro criminal o una fábula sobre ganadores y perdedores. El final es desarmante. Viene a decir algo así como “a paseo los hipócritas convencionalismos.”

 

LOS TIPOS DUROS NO LEEN POESÍA (Anroart Ediciones).- Porque visto desde la distancia he descubierto que Alexis Ravelo es un extraño cruce entre Jim Thompson y Dashiell Hammett si estos dos grandes escritores hubieran nacido a la orilla de la playa de Las Canteras. También porque la última novela de su detective, Eladio Monroy, con todos su peros, suda soledad y en ocasiones una épica sobre y de perdedores que descoloca y conmueve. Porque Ravelo ha sabido consolidar a su personaje, de darle entidad, de convertirlo en un pájaro urbano sin nido posible. Espero así que algún día el escritor decida pagarle un billete de avión o barco (¡lo mismo da!) a Eladio Monroy para que nos saque las castañas del fuego a los que vivimos en la isla que tiene justo delante de las narices. 

 

LA TRAMA DEL ARQUITECTO (Tropo Editores).- Porque Juan José Delgado es un escritor que se prodiga poco. Y cuando es poco es poco. Se toma demasiado en serio aunque en su obra flota un desconcertante sentido del humor. Porque La trama del arquitecto es una novela aparentemente densa y exquisitamente anudada que escupe mensajes a medida que se pasas las páginas del libro. Porque Juan José Delgado sabe crear un universo propio –Nubada– que también es el nuestro. Por eso violenta y hasta mosquea.

Saludos, el orden de los factores no altera el producto, desde este lado del ordenador.

¡¡¡El primer corto zombi rodado en Canarias!!!

Martes, Diciembre 27th, 2011

¿Qué es 21-Z?

21-Z es el primer corto canario zombi de la historia zombi del corto canario.

Rodado íntegramente con un teléfono móvil, narra la historia del que podría ser el último hombre vivo en un mundo apocalíptico.

En primera persona cuenta su odisea mientras en el exterior se desata la pesadilla…

Firmado por Aitor Padilla y Eduardo Gorostiza, 21-Z es un refrescante descubrimiento para quien firma estas ahora apresuradas líneas.

Y escribo refrescante porque quien firma estas ahora apresuradas líneas es un fanático del cine de y sobre muertos vivientes.

Esos muertos vivientes con los que George A. Romero contribuyó a la revolución de 1968.

Fecha en la que un grupo de espabilados sonámbulos se empeñó en buscar por las calles de París playas mientras levantaban los  adoquines de las calles.

21-Z es una película de zombis.

Un trabajo pequeño, sin alharacas, sobre supervivencia en un universo –como es el nuestro– dominado por muertos vivientes.

Una fabulosa metáfora sobre los que ya no tienen hambre de fe pero sí de consumo: “Cuando ya no quede sitio en el infierno, los muertos caminarán por la tierra.”

Finalista de la segunda edición de Movilfest Tenerife 2011, 21-Z resume casi todas las claves que hoy configuran el subgénero de muertos vivientes según el maestro Romero.

Les invito a que vean 21-Z.

Y a que den saltos en la butaca (yo pegué más de uno).

La nota tontorrona de este tributo con no tan inesperada vuelta de tuerca es su extensión.

Por una vez viendo un zombi corto zombi canario pedí más.

Y humor.

No el forzado y cansino parlamento de su protagonista.

Un monólogo estirado para explicar de que va la cosa…

Con todo, es un entretenido ñaca-ñaca.

Y un revulsivo para el zombi canario zombi de autor en el que todavía están atrapadados esos tantos y tantos zombis que ruedan sus neuras en estas islas abandonadas de la mano de los dioses.

21-Z está protagonizada por Winslow M. Iwaki.

Saludos, mascullando cerebro, cerebro, desde este lado del ordenador.

‘Stoner’, de la editorial tinerfeña Baile del Sol, entre los mejores libros 2011 del ‘ABC Cultural’

Martes, Diciembre 27th, 2011

El sábado pasado –24 de diciembre de 2011– el ABC Cultural, suplemento del periódico ABC, incluía en la lista que sus colaboradores han elaborado sobre lo mejor y los mejores de 2011 la novela Stoner del escritor norteamericano John Williams, publicada en castellano por la editorial tinerfeña Baile del Sol.

Stoner, traducida por Antonio Díaz Fernández, ya mereció en su momento críticas elogiosas. Entre otras, la del escritor Rodrigo Fresán, quien vuelve a recomendar en el ABC Cultural del sábado pasado esta novela.

Fresán escribe: “No es fácil elegir un solo título en lo que hace a la calidad y el genio; pero la empresa se simplifica si buscamos ese “algo más” que distingue y hace la diferencia. De ahí que, en tiempos en los que se habla tanto del futuro del libro (cuando en realidad se parlotea del libro del futuro, de efímeros artefactos en constante mutación) y se antepone envase a contenido, ilumina con luz propia esta novela clásica y única y más allá de modas y modelos y modales. Así, un autor poco conocido (el texano John Williams, 1922-1994), una pequeña editorial insular (Baile del Sol, Tenerife, y un título firme y duradero: Stoner.”

Otros de los doce títulos seleccionados por el ABC Cultural como lo mejor de este año son Libertad, de Jonathan Franzen; Los enamoramientos, de Javier Marías, Cuentos completos, de Evelyn Waugh y La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards.

Saludos, esperando que alguien coja recorte, desde este lado del ordenador.

Si les digo es porque no les engaño…

Lunes, Diciembre 26th, 2011

A juicio de Lucas, el personal se empezaba a dar cuenta de que aquello del trabajo fijo fue cosa del siglo XX. Un puesto fijo es como un cura casto. Una leyenda. Un día toca hacer una cosa y al siguiente otra distinta. Y los que se van haciendo a la idea de que para el mismo curro hay setecientos y tratan de montárselo por su cuenta, enseguida caen en que hace falta bastante pasta. Y la pasta es carísima. Imposible. Pero con un golpe de suerte, todo solucionado. Un día vendes vehículos y al siguiente farlopa. Hay que saber hacer de todo y no hacer ascos a nada. Ese era el futuro a juicio de Lucas.”

(Si le digo le engaño, Carlos Álvarez, Hora antes editorial)

Un plan sencillo, una novela escrita por Scott Smith y llevada al cine por el espídico, aunque en esta cinta exquisitamente contenido, Sam Raimi, narraba la historia de dos hermanos que se encontraban con una maleta repleta de dinero en un avión accidentado.

Mucho tiempo después, y con esa fabulosa idea planeando en mi cabeza, el escritor Carlos Álvarez ha abierto la espita de mi memoria con su excelente novela Si le digo le engaño, solo que para contarme el relato de dos amigos que durante una jornada de pesca en aguas cercanas a la costa grancanaria capturan cincuenta kilos de cocaína pura flotando a la deriva.

Y hasta ahí las siempre odiosas comparaciones.

Porque mientras en la novela y la película planeaba la sombra de la culpa y la codicia, en la historia de Álvarez el discurso resulta demoledoramente cínico y, se me apuran, sugerentemente amoral.

Los dos amigos, más uno que el otro, se aprovechan del ¿afortunado? hallazgo para prosperar en unas carreras que hasta ese día estaban condenadas al paro y a continuar sacando adelante un bareto con apenas encanto.

Éstas y otras reflexiones son las que dan cuerpo a una novela, Si le digo le engaño, que no es negra criminal pero que también lo es.

No, no me explico.

Se trata de un relato que se nota que quiere ir más allá de los límites que impone el género para transformarse en un sorprendente y feroz discurso contra la hipócrita sociedad en la que vivimos sin que apenas te des cuenta.

El verdadero protagonista de esta historia, Yeray, un diseñador de un periódico que tiene los días contados (el periódico), resulta tan cercano y quizá por ello tan atractivo que deja la piel de gallina.

Su estrategia para sacar dinero del oro blanco descubierto y el retrato preciso de los que se convierten en habituales consumidores de su mercancía probablemente se trate de las mejores páginas que he leído este año en torno al dulce veneno de la adicción.

Álvarez emplea para ello un lenguaje llano y salpicado de canarismos que consigue que lea esta historia de perdedor nato harto de su nata condición con una asombrosa sed de saber cómo demonios va a ponerle punto y final.

Y cuando llegas al punto y final, descoloca porque éste carece de falsos moralismos.

Es un final que, como en las mejores fábulas, te obliga a pensar en lo leído y, en este caso, a dibujar una inquietante sonrisa en los labios.

Si le digo le engaño me sabe así a fábula.

Porque más que una novela –que apenas supera el centenar de páginas– es una honda e inteligente reflexión sobre el éxito. El viaje de un tío gris que de la noche a la mañana se transforma en uno de los necios a los que les sobra el dinero.

Sea porque lo han heredado. Sea porque lo han conseguido con maniobras oscuras.

Y entre medio, un lector desarmado que espera que al protagonista no lo pillen los narcos ni la policía. Quieres, o por lo menos esperas, que continúe dando saltos de gigante mientras sube esa escalera que lo separa de ser un necio nato a ser un necio respetado.

Novela sugerente, Si le digo le engaño es un título revulsivo y políticamente incorrecto, que noquea porque continuamente parece que va a ir por ahí para marcharse por allá… Una pequeña y deliciosa bomba de relojería que confirma a ese gran escritor que es Carlos Álvarez. Un tipo, el Álvarez, que en Si le digo le engaño te da dentelladas salvajes. Dentelladas que dejan marcas.

Y todo ello narrado con estilo directo. Usando frases cortas, casi como si quisiera que el lector no se diera cuenta del mensaje que está diseminando en su cabeza.

Un mensaje, entiendo, conmovedoramente realista y por ello tan inteligentemente  descorcentante.

No hay impostura en esta novelita que ha sabido estrujarme lo que me queda de alma, y sí que ha despertado en mi cerebro inquietantes alarmas exigiendo respuestas.

Un título, en definitiva, que pide a gritos su vindicación.

La próxima novela de Carlos Álvarez –que es autor de una pequeña pero extraordinaria novela histórica ambientada en Canarias, La pluma del arcángel (Premio de Novela Benito Pérez Armas) y guionista junto a Antonio J. Betancor de la película Mararía, más que correcta adaptación cinematográfica de la novela de Rafael Arozarena– será Beatriz de Bobadilla, Señora de Gomera y Fierro.

Como lector solo puedo decir que espero expectante su interpretación sobre esta fabulosa mujer que, por celos de una reina, fue, efectivamente, señora de Gomera y Fierro.  

Saludos, aún recuerdo aquellos viejos tiempos…, desde este lado del ordenador.

Lugares poco comunes

Domingo, Diciembre 25th, 2011

Con el cuerpo y la cabeza hecho trizas por razones que, espero, entiendan, vago por las solitarias y tristes calles de esta ciudad en la que últimamente cae demasiado pronto la noche buscando algún refugio donde despistar al dolor de cabeza y el carnaval que se tienen montado mis tripas yendo a parar casi por inercia a las puertas de una  multisalas.

Aligero mi bolsillo de un puñado de euros y me meto como un sonámbulo en lo que antaño eran salas oscuras y hoy son más o menos como cuartitos en sombras mientras protesta mi estómago y noto la garganta demasiado seca como para no tomarme en serio lo de haberme procurado una botellita de agua con la que engañar mi sed. Pero justo en el momento en el que hago amago de levantarme las luces se apagan y la pantalla la taladra la luz del proyector.

Apenas somos cuatro gatos en la sala. Un tipo bastante obeso se sienta en la butaca del otro extremo del pasillo y escucho sus resoplidos que suelta con matemática insistencia.

Pero no sé si es porque tengo la cabeza en otra parte. O ganas, sencillamente, de dejarme llevar, lo que hace que me olvide de la molesta y sonora respiración de mi vecino de butaca para conmoverme con El topo. La esperadísima, al menos por quien escribe al borde del ataque de sueño, adaptación cinematográfica de la novela de John Le Carré.

No hace mucho que volví a releer la novela y no hace mucho también que vi la serie de televisión que en su día protagonizó Alec Guinness como el abatido espía británico George Smiley.

Es una pena, claro está, que vea la versión que ahora estrena el interesante Tomas Alfredson en versión doblada pero puedo darme con un canto en los dientes si recuerdo que hace mucho, mucho tiempo, cuando existían las salas de cine de verdad la proyección de la película se interrumpía a la mitad para que el público tomara un refrigerio. También que era una costumbre darle una propina al acomodador, impecablemente vestido con un uniforme de gala. Pero eran otros tiempos.

Gary Oldman interpreta a Smiley. El actor rinde un cariñoso y sutil homenaje al Smiley de Guinness, en el tortuoso laberinto de engaños y lealtades que es esta magnífica, aunque no redonda, película con sabor a los años setenta. Década ésta, los setenta, en la que el cine parece que tiró su último volador para iluminar con fuegos artificiales un arte que hoy languidece en su retorcida estupidez.

A medida que veo la película es inevitable que la compare con la novela. Me asombra la capacidad de síntesis que han tenido los guionistas Bridget O’Connor y Peter Straughan para que el espectador siga lo que en la novela es una compleja trama que obligaba a mantener la atención en el libro.

Salgo de El topo con una extraña sensación de tristeza mientras Julio Iglesias suena en la película interpretando una verbenera versión de La Mer.

Como me da tiempo, vuelvo a sacrificar otro puñado de euros para meterme a ver The Artist, de Michel Hazanavicius, un entrañable homenaje al cine silente.

La película me hace recordar el tributo que hace unos años intentó dedicarle Mel Brooks al mismo cine mudo en la olvidable La última locura. También recuerdo la maravillosa Cantando bajo la lluvia como cinta de referencia para entender qué supuso la aparición del sonido para un arte que ya era industria.

The Artist demuestra que al cine no le hacen falta palabras. Que una historia –por tópica y mil veces vista–  resulta enternecedora si sabe tocar la fibra. No sé que fibra debe ser ésta, pero existir debe de existir porque por unos momentos pienso que al pagar el dinero de la entrada lo que he hecho es una inversión y no otro malgasto de dinero yendo al cine más que por ir al cine por necesidad de refugiarme, de aislarmte todavía un poquito más del mundo salvaje que se mueve a mi alrededor.

The Artist logra arrancarme sonrisas amables y despierta una vez más el entusiasmo por el cine que viste siendo muy pequeño en aquel inolvidable televisor en blanco y negro de la casa Pradoni.

Y por una vez espero que pase como le pasa a la protagonista de La rosa púrpura del Cairo. Es decir, tener la capacidad de levantarme de la butaca e introducirme en la pantalla para vivir la deliciosa historia de amor que veo con un extraño cosquilleo.

Estás tan embobado que incluso la pareja que tienes al lado, y que devora cotufas como imagino que deben de devorar sus besos, no te molesta. Y descubres que apenas has removido el culo de la butaca con la tonta sonrisa congelada en tus labios.

Pero se encienden las luces y sabes que tienes que regresar a casa un día de Navidad en el que la noche parece que caído demasiado pronto sobre la ciudad.

Saludos, Tony Bennett suena por algún lado, desde este lado del ordenador.