Archive for Agosto, 2017

No, no es otra de piratas

Miércoles, Agosto 30th, 2017

La historia de unos niños que son secuestrados por una banda de piratas y la relación que posteriormente mantendrán en ese barco, el Clorinda, que navega por el Caribe viene a ser el resumen de Huracán en Jamaica, una novela de Richard Hughes que ha sido recientemente editada en Alba Editorial.

No es, sin embargo, la primera vez que se publica en español ya que cuenta con otras ediciones al convertirse de cierta manera en un engañoso clásico juvenil.

Se escribe engañoso porque a pesar de que sus protagonistas sean niños y los piratas personajes sin civilizar, Richard Hughes se detiene en describe la especial relación que se da entre dos miembros de esa ahora improvisada tripulación: el capitán pirata y una de las niñas secuestradas.

La novela cuenta con una excelente adaptación cinematográfica que se tituló en España como Viento en las velas y que dirigió Alexander Mackendrick y protagonizaron entre otros Anthony Quinn y James Coburn.

Viajero y escritor, no fue Richard Hughes un autor demasiado prolífico, aunque con Huracán en Jamaica ha pasado a la historia de la literatura porque supo impregnar y transcribir cómo cambia a todos los protagonistas esta aventura en la que los adultos descubren una ternura que no tenían y los niños a tomárselo como unas divertidas vacaciones sin los padres.

Los niños de esta novela son niños cualquiera. Inocentes, crueles y egocéntricos, y siguen a sus mayores “con el mismo afecto que las gaviotas a un barco.”

Huracán en Jamaica puede leerse también como una novela de aventuras e iniciación, así como una historia de peligrosa atracción amorosa.

Y es a través de esta relación que no tiene ninguna carga de morbo adiposa el eje a través del cual gira un libro en el que su autor se preocupa por describir primero la fascinación que siente el capitán de los piratas, Jonsen, Chávez en la película, por la joven Emiliy, y en sentido inverso la que siente la niña por ese hombre brutal y pendenciero.

Huracán en Jamaica, que fue escrita en los años 20, ha ganado con el paso de los años su espacio entre los clásicos de la literatura universal. Razones no faltan para continuar leyendo el libro o viendo su más que estimable adaptación cinematográfica para comprender que nuestra visión de los problema no se ha hecho más grande sino pequeña con el paso del tiempo.

Otras novelas y cuentos que se pueden encontrar en español de Richard Hughes es El zorro en la bohardilla, una entretenida novela en contra del nazismo y escrita como una alegoría y una serie de cuentos que reúne en los volúmenes En el regazo del Atlas, que transcurren en el norte de Marruecos, y las historias juveniles El perro prodigio.

Saludos, viento en popa toda vela, desde este lado del ordenador.

Brian W. Aldiss, uno de los nuestros

Martes, Agosto 29th, 2017

La literatura británica siempre se tomó muy en serio la fantasía. En todas sus acepciones. Cuenta con maestros en la literatura de terror como Bram Stoker, irlandés, cierto, pero británico aunque sea de provincias; el abismo insondable y cósmico de Machen y Hodgson, entre otros, y la épica ecológica y guerrera de Tolkien. En el campo de la ciencia ficción, marcaron territorio narradores tan talentosos como Wells, Wyndham, J.G. Ballard y Brian W. Aldiss, que falleció el pasado sábado 19 de agosto a la edad de 92 años dejando detrás una obra irregular por productiva, pero en la que cuenta con sobresalientes novelas y cuentos en los que derrocha mucha imaginación.

Brian Aldiss fue de los primeros escritores del género que se atrevió a proponer versiones muy personales de novelas como Frankenstein. El moderno Prometo y La isla del doctor Moreu.

Frankenstein desencadenado fue la primera que leí del autor y la que me animó a continuar con otros trabajos suyos porque su Frankenstein resultó ser una digna aportación al universo gótico que describió Mary Shelley tras la apuesta que se dio en aquella cena legendaria en la villa Diodatti. El escritor regresaría a estas versiones lúdicas que siempre tomaron muy en serio el material original en La otra isla del doctor Moreau, una arriesgada puesta al día de la reconocida novela de H. G. Wells.

Pero estas historias eran eso, solo interpretaciones de un escritor agradecido con sus clásicos, ya que donde Brian Aldiss se crece es cuando se vuelca en la ciencia ficción, aunque más que ciencia, fueran novelas donde la imaginación está por encima de la ciencia.

En este género cuenta con obras como Un mundo desvastado, Invernáculo y Criptozóico y con una novela realista, por decirlo de alguna forma, tan excelente como es Mano dura.

Brian Aldiss fue además un escritor que se manejó muy bien con los cuentos, recopilados en libro como El árbol de la saliva y La estrella imposible. De uno de estos cuentos sacó Stanley Kubrick material para la que sería su próxima película Inteligencia Artificial que más tarde llevaría al cine con más o menos discreto acierto Steven Spielberg.

Con los libros de Brian Aldis se pueden sacar muchas conclusiones al mismo tiempo que nos pone sobreaviso. Era un hombre muy preocupado por el ecologismo y en muchas de sus obras en la que aborda este trema, resulta aún un visionario.

El escritor ocupa junto a Theodore Sturgueon, Bradbury, Wyndham, Ballard y por encima de todos ellos H.G. Wells esa peculiar galería de escritores a los que tanto les debo. Y a los que de tanto en tanto recurro para evadirme del mundo.

Como era de esperar, Brian Aldiss fue despreciado por la crítica pedante, esa que piensa que asomarse a la ciencia ficción es perder el tiempo si quien la escribe no es Orwell o Huxley

No sentirse reconocido por ellos le amargó una tarde, pero él continuó escribiendo fantasía porque se encontraba cómodo fabulando historias que a pesar de sus contexto estaban muy pegadas a la realidad.

La originalidad de un escritor como Brian Aldiss es que casi siempre fue el mismo aunque sus novelas y cuentos contaran historias en escenarios muy diferentes. Si se lee, las preocupaciones en la mayoría de ellas son similares y eso ayuda al lector a reconocerse en ellas y a tomar conciencia de hacía donde vamos si continuamos jugando con lo que tenemos.

El hombre, ya lo dijo alguien, es demasiado insignificante para creer que puede ser Dios.

Saludos, hasta la pròxima, desde este lado del ordenador.

Otra escala literaria en Tenerife

Lunes, Agosto 28th, 2017

Collen McCullough (Wellington, Nueva Gales del Sur, Australia, 1937 – isla Norfolk, Australia, 2015) es una escritora australiana que hace años saltó a la fama con la publicación de El pájaro espino, éxito que multiplicó la serie del mismo nombre y que protagonizó el actor Richard Chamberlain.

Escritora que sabía narrar, muchas de sus novelas están ambientadas en Australia. En La huida de Morgan, con traducción de María Antonia Menini (Zeta Bolsillo, 2006), cuenta cómo tras aniquilarse a la población aborigen, Australia se repobló con convictos a los que se abandonó a su suerte y de cómo estos contribuyeron a la formación y el desarrollo del nuevo territorio. Un territorio que fue forjado con sus manos.

La novela comienza en Bristol, Inglaterra, en 1787, en vísperas de una de las migraciones más importantes de la historia, la de cientos de prisioneros que fueron arrancados de su tierra natal y forzados a emprender un duro viaje por mar para poblar tierras desconocidas y hostiles.

Gran parte de la acción de la novela transcurre durante la travesía, en la que McCullough describe el trato brutal que reciben los convictos por los oficiales británicos. Son muy pocos así los que desembarcan el 19 de enero de 1788 en las nuevas tierras para buscarse literalmente la vida.

La historia continúa narrando cómo se asientan en tierras australianas a través de su protagonista, Richard Morgan, un convicto más que logra ganarse la admiración de sus compañeros porque es inteligente, seductor y de voluntad férrea.

La novela, como todas las de McCullough, está excelentemente documentada y pese a su número de páginas, más de novecientas, se lee con notable interés porque pasan muchas cosas.

Durante la travesía que lleva al protagonista hasta la lejana Australia, el barco hace escala en Santa Cruz de Tenerife, puerto en el que, sueña Morgan, tendrá “la posibilidad de bajar a tierra y tragarse todo el ron que su cuerpo pudiera aguantar…”

Sin embargo, y por orden del comandante, los marineros y presos no disfrutarán de muchos permisos, lo que cae como un jarrón de agua fría en la tripulación.

“El teniente Johnstone les comunicó con su lánguida voz que, durante el día, se tendría que montar guardia permanente, pues el gobernador Phillips no quería que los convictos permanecieran confinados en todo momento bajo cubierta. Por si fuera poco, anunció Johnstone, el gobernador Phillips y su edecán el teniente King tenían previsto subir a bordo en algún momento de la permanencia del barco en Tenerife.”

Esta medida, que si leen la novela adquiere dimensiones dramáticas porque hasta ese momento el trayecto ha sido muy exigente, se debe al “considerable número de criminales desesperados, dijo el teniente, Johnstone haciendo un cansado gesto con la mano, y Tenerife no estaba lo bastante lejos de Inglaterra para que ellos pudieran sentirse tranquilos.”

Una vez más, la isla, en este caso la de Tenerife, se presenta como una tentadora posibilidad de evasión aunque los convictos solo pueden echar un vistazo “a Santa Cruz y las restantes partes de Tenerife que se podían contemplar desde el lugar donde el barco se encontraba amarrado” mientras comen carne de cabra, calabaza hervida, “un pan muy extraño pero comestible y unas grandes y ásperas cebollas.”

La descripción que ofrece de Santa Cruz es bastante ajustada a la que reflejan los viajeros que dejaron constancia de ella a finales del siglo XIX.

Collen McCullough escribe que “la ciudad era pequeña, carecía de árboles y parecía muy aburrida”, y que la tierra que la rodeaba “era escarpada, seca e inhóspita. La montaña que tantos deseos sentía Richard de ver tras haber leído tantísimas cosas cosas acerca de ella, solo era visible por encima de una nube gris que parecía cernerse exclusivamente por encima de la isla; el cielo sobre el mar era de un intenso color azul.”

Más adelante, y ante el malecón de piedra, el protagonista siente la primera imagen “que se le ofrecía de un mundo por completo distinto del inglés.”

En el puerto, se hace acopio de provisiones y se dice que “octubre era el mes más insoportable” para recalar en la isla aunque “de julio a noviembre, soplaban desde África unos horribles vientos mezclados con una punzante arena y tan ardientes como un horno. Sin embargo, África se encontraba a varios centenares de millas de distancia.”

Richard Morgan se lleva la impresión de que Tenerife es un lugar árido y desolado aunque se sorprende que posea un “agua excelente que procedía de una ciudad del interior llamada La Laguna.”

Collen McCullough fue una escritora de novelas románticas e históricas que gozó de mediana reputación incluso en los círculos literarios más pedantes. No solo escribió historias sobre Australia sino también sobre los últimos años de la república en Roma, a la que dedicó una serie de siete novelas.

Saludos, ¿próxima escala?, desde este lado del ordenador.

Tope Hooper, un artista de los 80

Domingo, Agosto 27th, 2017

Ha muerto Tobe Hooper, un cineasta que dicho así no llamará la atención de casi nadie que no esté iniciado en el cine fantástico y de terror de los ochenta, que fue una buena añada de directores, guionistas y actores antes de que el género se convirtiera en el circo que es hoy, días infames para fabular a través del horror en los miedos que nos aquejan como sociedad y, dejen que me apure, civilización.

Desgraciadamente, el terror ya no necesita de criaturas de ultratumba, venganzas del más allá y familias trogloditas con instintos asesinos para hacernos temblar en la butaca. El terror, de hecho, se ha instalado en occidente y se emite en directo en nuestros televisiones.

Con el miedo inoculado en nuestras venas, el género ha salvado la cabeza con nuevas fórmulas que me cuesta entender que se empeñen en mostrar tan creíbles. Es difícil, cosas de la edad, que me conmocione ante lo que veo, por lo que echo de menos aquella emoción ante lo imprevisto. O lo insólito porque el terror, como dijo aquel, se ha instalado ya entre nosotros. Y lo que cuenta es el susto y no la creación de atmósferas. Lo inmediato por encima de la construcción del relato.

Tobe Hooper se hizo un hueco en el género por una película primeriza, La matanza de Tejas, que no ha perdido todavía su poder de hacernos pasar miedo. Es probable que sea, como apuntan unos, porque fue rodada con cuatro pavos y con actores más o menos aficionados, lo que le da cierta pátina de macabro realismo.

Película de alcantarilla, tras su estreno generó una corriente de seguidores que lo elevaron a la categoría de culto en unos tiempos donde muchas películas del género fueron etiquetadas así, de culto. Contó además con una fotografía que desmejoró cuando se hinchó a 35 mm aunque ese carácter granulado de la imagen le da, si cabe, mayor entidad como un filme que raya lo documental y que muestra cómo unos chicos son asesinados por una familia de carniceros caníbales que vive en un lugar perdido de Tejas.

Terror rural y con desagradable acento gastronómico, La matanza de Tejas puede verse hoy como un musical en el que prima por encima de otros instrumentos de matarife el sonido de la sierra mecánica que en manos de Leatherface, probablemente el miembro más terrorífico del clan de garrulos, adquiere la dimensión de solista. Y la imagen más socorrida de una película que, como toda buena película de terror, no invita a demasiados visionados porque el espectador lo pasa mal.

El mismo Hooper potenciaría el espíritu de esta película en una segunda parte que pasó sin pena ni gloria aunque el cineasta contó con más presupuesto y actores de peso, entre ellos Dennis Hooper, para rodar la que probablemente sea una de las versiones más delirantes sobre tan extraña como carníviora familia.

Para conocer las interioridades de esta película les animo a que consulten el imprescindible volumen Sesión sangrienta, de Jason Zineman, una apasionante historia del cine de terror de los años 80 escrito con las mismas claves periodísticas que otro gran libro imprescindible sobre elcine de los setenta, Moteros tranquilos, toros salvajes, de Peter Biskind.

En esta obra, Zineman dice que lo que caracteriza La matanza de Tejas de otras películas es “la pasión pura” que sentía Hooper por el género. Y este capítulo, como el resto de la obra, merece ser leído porque aclara muchas cosas sobre ese fenómeno por el miedo que prendió en muchos jóvenes cineastas norteamericanos empeñados aquellos años en revelarnos las pesadillas que habitaban en sus cabezas enfermas. Monstruos y pesadillas que, curiosamente, retroalimentaba su país.

Es verdad que en contra de otros cineasta de su más o menos generación Tobe Hooper no fue uno de sus representantes más aplaudidos aunque tuvo un tosco talento que explotó en la mayoría de sus películas, todas ellas de terror.

En Trampa mortal contaba cómo el dueño de un motel de carretera (Neville Brand) da de comer a su mascota, un caimán que tiene en la piscina, con los huéspedes que ocasionalmente se alojan en su establecimiento y en El misterio de Salem Lot, una miniserie que adaptaba la novela del mismo título de Stephen King, centraba la epidemia de vampiros que se propaga por una pequeña ciudad estadounidense en un señor de la noche con pintas del Nosferatu de Murnau.

No gustó este terrorífico homenaje a los seguidores de la novela pero a mi, personalmente, me parece una digna película de miedo donde incluso hasta David Soul, el Hutch de los televisivos detectives Starky y Hutch, está bien.

La filmografía de Hooper cuenta también con una de terror para adolescente que mantiene el tipo, La casa de los horrores, y con una nueva revisión de los vampiros en su incomprendida Lifeforce, basada vagamente en una novela del escritor ocultista y tan querido en esta casa escobillonera como es Colin Wilson.

Más tarde rodó una nueva versión de una película de los años cincuenta, Invasores de Marte, aunque su estilo había quedado seriamente dañado tras rodar Polstergeist a las órdenes como productor de Steven Spielberg. Con todo, Poltergeist cuenta con escenas que todavía hacen sudar la gota gorda como la del muñeco con pinta de payaso que se encuentra debajo de la cama.

Que esta película fue un éxito, nadie lo pone en duda, y menos la taquilla, e hizo célebre el ya están aquí que más tarde sería utilizado millones de veces en contextos bien diferentes.

Las últimas aportaciones al cine de género que realizó el cineasta no respondieron sin embargo a las expectativas que muchos aficionados que habían crecido con su cine tenían depositado en él. Y no porque se volviera blando, precisamente, sino porque ya no aportaba mucho al género que tanto contribuyó a construir.

Con todo, el cineasta continuó en activo pero sus películas ya no se adaptaban a los nuevos tiempos, lo que hizo que la mayoría de ellas no se estrenaran y pasarán directamente al mercado del vídeo.

Tobe Hooper falleció este sábado, 26 de agosto, en su Austin, natal, Tejas, ese estado que dio título a una de las película de referencia de un género que, como se dijo al principio, hoy va por otros derroteros.

Nadie puede negarle, sin embargo, que gracias a su talento, a su capacidad para crear atmósferas, sentara cátedra y todavía aún hoy se le imite porque dejó huella.

Entre otras cosas, Tobe Hooper deja como legado a un matarife con cara de piel humana que dio origen a otros monstruos, con independencia de que estos vinieran del territorio de los sueños, celebraran Hallowen o pasearan enmascarados por campamentos de verano.

Solo sé, y ya es mucho para alguien que no sabe nada, que con Tobe Hooper desaparece un clásico reciente del género que provoca inquietud y de paso reparte buenos sustos. Y que su cine, por personal, ya es eterno.

Como sus vampiros.

Saludos, gimamos, gumamos, gimamos, desde este lado del ordenador.

“Estos hombres no son negros, ¡son ingleses!”

Viernes, Agosto 25th, 2017

“- No voy a hacer de ellos una nación –dice–. ¡Voy a hacer un imperio! Estos hombres no son negros, ¡son ingleses! Mira sus ojos, mira sus bocas. Mira la forma en que se tienen de pie. Y se sientan en sillas en sus propias casas. Son las Tribus Perdidas, o algo por el estilo, y han nacido para ser ingleses. En primavera voy a hacer un censo, si los sacerdotes no se asustan. Deben de haber sus buenos dos millones en estas colinas. Los poblados están llenos de niños. Dos millones de hombres… Doscientos cincuenta mil guerreros… ¡y todos ingleses! Sólo necesitan rifles y un poco de entrenamiento.”

(El hombre que quiso ser rey, Rudyard Kipling. Traducción: Encarna Castejón, Ediciones Destino, 1989)

‘Tanto para nada’, una novela de Ana García-Ramos del Castillo

Miércoles, Agosto 23rd, 2017

Todavía es pronto porque no ha acabado el año pero si se hace recuento de lo que se ha publicado en Canarias hasta la fecha la conclusión resulta bastante dispar, dispar por su calidad y dispar por las propuestas que toca.

Tanto para nada
, la primera novela de Ana García-Ramos del Castillo, cuenta la historia de José Julio Fernández del Castillo, un personaje que existió realmente y un canario adelantado a su tiempo. Desgraciadamente, el destino no dejó que culminara como merecía el capítulo de su vida, experiencia que ahora glosa la autora de esta novela con caluroso espíritu reivindicativo.

La escritora se menaje bien en este territorio, aunque a veces zozobra en el arrebato pasional, aunque no descuida el carácter biográfico que tiene el relato.

La vida de su protagonista es la de un hombre de su tiempo que nació en el lugar equivocado, aunque esto no fue obstáculo para que se formara en Madrid, donde se aloja en la Residencia de Estudiantes, y más tarde para ampliar estudios se trasñadara a Lieja, Bélgica, días antes de que estalle la I Guerra Mundial que ya se cierne sobre Europa.

La novela narra la vida de José Julio, un niño de familia acomodada de Tacoronte, Tenerife, donde vive feliz sus primeros años, y su carrera como estudiante primero en la isla y más tarde en un territorio que no tiene nada que ver con el suyo, pero en el que aprende a ver las cosas de otra manera sin olvidar sus orígenes.

En este retrato basado en un hecho real, también se cuenta una historia de amor que culmina en un desenlace abrupto, terrible, que explica el título de la obra, Tanto para nada.

La novela se maneja bien por lo que cuenta y por la forma en que lo cuenta. La narración está salpicada de descripciones que dan color a los escenarios, y cuenta cronológicamente la vida de un hombre que no perdió el amor y la inocencia por el lugar del que procedía.

La escritora tiene la habilidad de hacerlo crecer a medida que cuenta su historia y logra conmover en muchos de sus momentos ya que imprime ternura al narrar la soledad del personaje y la nostalgia que siente de la isla.

Tanto para nada es el retrato de un hombre que comienza a ser adulto. En este proceso de aprendizaje y adaptación están las mejores páginas de un libro que hace esperar con mucho interés los nuevos trabajos de su autora.

A descubrir por donde irá una carrera literaria que recién inicia con esta novela extraña, casi ajena a ese cuerpo narrativo que en la actualidad se escribe y se publica en estas islas abandonadas de la mano de los dioses.

Saludos, calor, desde este lado del ordenador.