Archive for Noviembre, 2009

Empezamos bien y terminamos muy mal

Lunes, Noviembre 30th, 2009

LA COSA VA MUY BIEN

No he visto todavía una película de Yolanda Ferrera pero escuchando las entrevistas y viendo las piezas que edita el diario digital loquepasaentenerife, algo me llama poderosamente la atención de su trabajo. Su a-u-t-e-n-t-i-c-i-d-a-d. O esa mirada rabiosamente desprejuiciada que me hace pensar que una cámara a veces puede convertirse en ojo de la verdad. A la espera de bucear en el fascinante realismo de esta directora, les aconsejo a que despejen la mirada ante lo que cuenta y muestra con aplastante inocente verdad. Deja desarmado a cualquiera.

Y MEJORA

El Círculo de Amistad XII de Enero acoge mañana, martes, a las 19.30 horas, la presentación del libro Los invisibles de Kolda. Historias olvidadas de la inmigración clandestina, del periodista José Naranjo con fotografías de Magec Montesdeoca. Organizado por la Fundación Pedro García Cabrera, el acto contará con el periodista y el reportajero gráfico citados, así como con el presidente de la Fundación, José Luis Rivero Ceballos. Los invisibles de Kolda, editado por Península en su colección Atalaya, propone una reconstrucción periodística del drama de un cayuco en el cual los 160 ocupantes fallecieron ahogados mientras cruzaban el Atlántico con destino a Canarias un trágico 23 de abril de 2007.

HASTA TIENE AGRADABLES SORPRESAS

La asociación cultura equipo PARA estrena nueva página web: http://www.equipopara.org.

PERO ACABA CON LA DEMOLEDORA AMANECIDA

La verdad es cuando me tropiezo con ellos la noche de los domingos mientras zapeo aburrido me hace pensar lo aparentemente raro que debo de ser. Claro que esa extraña sensación me pasa con casi todos los contenidos de la Televisión Autonómica Canaria, cadena que pagamos todos los canarios y que ha mandado al destierro la Cultura. En fin. Escribía que siento que no soy de este mundo de ohs mamá bandera tricolor porque harto de la afición al pan y circo que tienen los de la Nuestra, no dejan de darme la lata con que su programa más visto no son ni los deportivos, ni el que presenta Artiles, ni los de sucesos (o informativos, porque lo mismo da) sino los que perpetran los integrantes de eso que se llama En clave de ja. Claro que soy un rato raro, raro, raro. Los Clave han puesto a la venta un dvd titulado De risa y corriendo que animo a que adquieran todos los que quieran hacer un regalo a su peor enemigo en estas fechas tan señaladas como son las Navidades.

He dicho, que se dice.

Saludos, jartos, jartos, jartos, desde este lado del ordenador.

La amenaza fantasma: Vicente Mora contraataca

Domingo, Noviembre 29th, 2009

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Gracias a elintenso tengo noticia de que la productora Atlantia Canarias (esa misma que tiene aún su página web en construcción y entre sus proyectos supercalifragilisticoespialidosos rodar en las islas una nueva y multimillonaria versión de  Papillon) anuncia ahora una serie televisiva de intriga que bajo el título de Divine, “recreará diversos hechos extraordinarios protagonizados por un grupo de personajes a la deriva tras la pérdida de valores”.

La información, extraña e inquietante como todas las que rodea a quien está detrás de Atlantia Canarias, se publica hoy en Diario de Avisos, y será defendida el martes y el miércoles próximos por Vicente Mora ante inversores de la Reserva de Inversiones Canarias (RIC). Cabe destacar que Mora es uno de los invitados de las jornadas Alternativas de inversión RIC en la Nueva Economía (pinchar enlance: http://www.proexca.es/convocatoria.jsp?DS21.ID=40245) que se celebra esos mismos días.

Leyendo la noticia debo confesar que lo que más me seduce de la serie que ahora pretende vender Mora es la que sirve de línea argumental: “personajes a la deriva tras su pérdida de valores”. Añádase a eso unas pizcas de filosofía, religión, política, finanzas, crisis de identidad, fenómenos extraños, nueva espiritualidad y del puchero resultante obtendrá “una historia de intriga y toques fantásticos, como respuesta a la pregunta: ¿Qué sucede cuando se pierde la fe?”

Por lo que me permito preguntar eso mismo: ¿qué sucede cuando se pierde la fe?

Si Papillon iba a contar con un presupuesto de 90 millones de euros y el filme biográfico sobre el poeta Miguel Hernández 25 millones de euros, Divine rondará unos 1,5 millones de euros por episodio (se avanza que serán 13 con una duración de 42 minutos). La cosa, dice, está inspirada en una idea de Bernardo G. Reinfeld (el apellido se parece, curiosamente, al de Reinfield, el primer huésped de Drácula, aquel que se vuelve loco y sólo come moscas y otros insectos mientras espera en el manicomio la venida del señor de los no muertos) y Vicente Mora como artífice del megatrónico y moderno proyecto.

Como en otras informaciones leídas de este hombre, se “contará con equipo y localizaciones en Canarias. El teaser (primer conjunto de imágenes que se publican) de Divine ha sido dirigido por David Pantaleón, premiado con la Estrella Roja del Festivalito de La Palma y el Primer Premio de Canarias Rueda por Perro Rojo; con fotografía de David Olivera; edición de Vasni Ramos; y dirección de producción de Ceci Chaves. Cuenta con un equipo canario compuesto por 36 personas.”

No contento con esto, Mora avanza que además de Divine, Atlantia Canarias desarrolla en la actualidad otros productos de inversión como la Ciudad del Audiovisual (le animo a que pregunte sobre este mismo proyecto en el municipio de Adeje donde al parecer lo quieren tanto…), películas de corte internacional (¿Papillon contraataca?), series de animación, aplicaciones de videojuegos, nuevos sistemas informáticos, plataforma de financiación a través de la Red, derechos sobre novelas best sellers y videojuegos…

Lo que me hace concluir: Otra vez Vicente. Mora, por supuesto.

Saludos, a lo fantasías animadas de ayer y hoy, desde este lado del ordenador.

As time goes bye

Sábado, Noviembre 28th, 2009

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- “¿Sabes?, si vas a guiar a la gente, tienes que tener adónde ir.”

Todos tenemos películas que por una razón u otra supieron sacudirnos. Películas que desde ese entonces te acompañan y que te mostraron sin ironías los fantasmas que se agarran a tu espíritu. Esos espectros empeñados en quedarse contigo hasta el final de tu existencia. La edad te va liberando de algunos de ellos, es verdad, pero también se te cuelan otros nuevos. Vampiros que te piden permiso con una sonrisa en los labios antes de que los dejes entrar. Y una vez instalados, los miedos más retorcidos se ramifican hasta atontarte un poquito más de lo que estás.

Afortunadamente, les digo, hay películas, conversaciones, libros, pinturas, músicas, tebeos, que por arte de magia te enseñan a combatirlos, a defenderte de sus garras invisibles. No sé a ustedes, pero cuando me refugio en la cómoda y placentera soledad que me he construido si hay algo que le exijo a un cuadro, a una fotografía, a una película, a un libro, a un tebeo o a una canción es que me libere de esos fantasmas caprichosos. O lo que es lo mismo, que contribuya a que sea mejor persona o al menos que sirva para enseñarme a soportarme.

- “Hasta las sociedades más primitivas sienten un respeto innato por los locos.”

Hay una larga lista de películas que me ayudaron a seguir caminando con la mente algo despejada y un corazón si cabe un poco más grande. Entre esas películas se encuentra un título de Francis Ford Coppola que apenas ha sido reivindicado por los seguidores del maestro. Director de dos obras imprescindibles de la historia del cine como son Apocalypse Now! y la trilogía de El Padrino, Coppola cuenta también con una de esas películas que guardo en mi rincón secreto y que suelo ver cuando intuyo que los espectros de los que hablaba comienzan a conspirar, contaminando mi cabeza con ideas raras.

Esa película es Rumble Fish, títulada delirantemente en nuestro país que es España como El chico de la moto.

Supongo que tuve la suerte de que me pegara tan fuerte porque tenía la edad apropiada. A veces tener la edad apropiada te hace descubrir cosas maravillosas. El guardián entre el centeno, Batman año 1 o Rumble Fish.

- “Cielos ¿cuánto tiempo me queda?, me quedan 35 veranos, piénsalo: 35 veranos.”

La vi en Madrid en uno de esos cines gigantescos que tenía Madrid antes de que las multisalas se empeñaran en trocearlos. El cine estaba ubicado próximo a la Gran Vía y adornaba su fachada uno de aquellos cartelones dibujados con el cartel de la película. Fui con un grupo de amigos y como me sucede a veces, creo que yo quería ver otra cinta antes que la de Coppola. Miraba con recelo aquella nueva apuesta juvenil del cineasta porque no guardaba buen recuerdo de su Rebeldes, también basada en una novela de la interesante escritora Susan E. Hinton. Supongo que al final me convencieron a que entrara con ellos porque no me apetecía meterme solo en otro cine. Así que siempre les estaré agradecido a esa gente que se empeñara en que la viera con ellos porque Rumble Fish fue para aquel estudiante de provincias una revelación.

Los ojos abiertos. Devorando la pantalla. Entregado a una historia tan sencilla que por eso se hace compleja y con la extraña sensación de que Coppola estaba contando mi historia a través de otros. Identificándome con un Mickey Rourke en estado de gracia que ya no quiere ser líder de nada. Asqueado de su pasado y presente, de ser un mito hecho carne para su hermano, interpretado por un Matt Dillon también en estado de gracia. Me enamoré, como es natural, de la caprichosa novia de Rusty James, una Diana Lane que corroboró una vez más que los caballeros las prefieren rubias aunque se casen con las morenas, y me conmoví con aquel padre borracho con cara de Dennis Hopper; el camarero filósofo con jeta de Tom Waits (cuyo personaje Benny dice: “El tiempo es una cosa muy curiosa. Un elemento muy curioso. Cuando eres joven, eres un niño, tienes tiempo para todo. Luego pasas un par de años de aquí para allá y no es importante. Pero cuanto más viejo eres, más te preguntas: ¿Cuánto tiempo me queda?”) o ese policía canalla con pinta de William Smith (el odiado Falconetti de la serie Hombre rico, hombre pobre).

Y el paso del tiempo, loco y veloz, que Coppola plasma con relojes. Relojes que no paran de andar. Y un blanco y negro poderoso que es como debe de ver la vida el daltónico Chico de la moto aunque haya color cuando aparecen los famosos peces de Siam, esos que viven atacándose entre ellos toda su existencia. Incluso a su propio reflejo cuando ya no queda ningún semejante en la pecera.

- “Una percepción aguda puede volverte loco.”

He visto Rumble Fish lo que se dice un montón de veces después. Embriagado por esa banda sonora escrita por el batería de The Police, Stewart Copeland, y descubro siempre cosas nuevas pese a que me la sepa casi de memoria. Claro que eso pasa siempre con las películas, los tebeos, los cuadros, las canciones, las fotografías que te han marcado al rojo vivo.

- “Tu hermano no pertenece a este mundo. Nació en la orilla equivocada.”

La vuelves a ver y sientes que los fantasmas que se agarran desesperadamente a tu cabeza desaparecen como enloquecidos, casi heridos de muerte. Te sientes así mucho mejor cuando llega el The End, y te quedas noqueado viendo los títulos de créditos finales preguntándote una vez más qué grande es el cine.

Qué grandes, demonios, es el cine.

NOTA: Todos los diálogos corresponden, obviamente, a Rumble Fish.

Saludos, mientras el tiempo pasa, desde este lado del ordenador.

Algunos de mis cuatrocientos golpes

Viernes, Noviembre 27th, 2009

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Cuando era un adolescente me gustaba matar el tiempo recorriendo los cines de la capital tinerfeña para ver los carteles de las películas de estreno. Me encantaba observar aquellas fotografías congeladas que se exhibían en el Baudet, el Price, El Víctor, el Rex, el Cinema Victoria, el Teatro San Martín, el Royal Victoria antes de que se transfigurara en subterránea sala X, y otros tantos cines que había repartidos por Santa Cruz de Tenerife.

Pensaba cuando observaba los carteles de qué trataría aquella película. Y disfrutaba bastante al recrear con la imaginación el argumento de los largometraje para mayores de 18 años, cintas que en aquel tiempo estaban vedadas para mis ojos.

Les aseguro, no obstante, que cuando me hice lo que se suele decir mayor sí que tuve la oportunidad de ver muchas de esas películas pero la verdad es que la mayoría me resultaron auténticos tostonazos, por lo que permítanme que les diga que desde ese entonces le estoy muy agradecido a mi imaginación, que para mí consiste en el acto de fundirme los plomos de la cabeza para reconstruir cosas absolutamente (in)útiles. Al final me he acostumbrado a vivir con esta dependencia: la de abstraerme en mi propio universo mientras lo real (¿?) gira distorsionado y enloquecidamente a mi alrededor.

El caso es que, siendo aún un adolescente, un día me armé de valor y le pregunté a uno de los acomodadores de aquellas salas si había la posibilidad de que me dejaran algunas de aquellas imágenes cuando la película se retirara de cartel. El acomodador, que en mi imaginario todavía lo veo como una especie de cancerbero uniformado del palacio de los sueños, o no me hacía caso o me señala con el dedo la puerta, de la cual salía terriblemente humillado y, naturalmente, con la manos vacías.

A pesar de aquel muro (uno de los primeros con los que me tropecé a lo largo de esta existencia) continué con la misma petición a los acomodadores de todas las salas a las que iba (en especial las sesiones de los domingos a las 4 de la tarde y los sábado a las 18.30 horas) con la esperanza de saltar aquella barrera. La respuesta, sin embargo, solía ser la misma: silencio. Aunque en cierta ocasión uno de aquellos hombres tuvo la gentileza de decirme que no podía dármelos porque no eran suyos.

Harto de las negativas, un buen día le di de alimentar a mi escaso coraje y en una sala cuyo nombre no voy a revelar, y sin que nadie se diera cuenta, zas, sisé una de aquellas imágenes. Todavía la conservo en casa y debidamente enmarcada: King Kong, la versión de 1933, of course. En el cartel se ve al rey de los gorilas en la cima del Empire State machacando con sus manazas uno de aquellos malditos biplanos de la fuerza aérea estadounidense.

Aquel primer éxito hizo germinar la semilla de la maldad en mi corazón. Así que dando de comer un poco más a mi coraje, estuve un tiempo dedicándolo al inocente acto delictivo de llevarme por la cara los carteles de los cines de la capital tinerfeña. Me creía una especie de Fantomas cinéfilo y de provincias. Un Fantomas de chiste.

Lo mejor del caso es que a través de aquellos actos, ahora pienso que delirantemente fetichistas, comencé a ser conocido en aquellas salas porque descubría emocionado y también mosqueado –la verdad sea dicha– que cada vez me lo ponían más difícil para conseguir mi objetivo. A pesar de ello, este desafío en vez de apagar aquella fiebre estimuló, si cabe, mis cazas furtivas. Por un lado, me volví más cauto e incluso llegué a elaborar rudimentarias herramientas para hacerme con más carteles… Más carteles, independientemente de que me gustara o no la película.

Ahora sé que lo que había comenzado como una inocente travesura adolescente se estaba convirtiendo en una compulsión enfermiza. Lo mejor del caso, sin embargo, es que una mañana supongo que de domingo porque no había nadie en los alrededores de aquel histórico cine, me topé por casualidad con otro compañero de fatigas.

No. No nos conocíamos pero ya que íbamos a lo mismo acordamos repartirnos equitativamente el botín como buenos miembros de la hermandad de la costa. Hicimos nuestro trabajo, cada uno se llevó lo que quería y sin darnos la mano ni nada que se le pareciera, nos fuimos por caminos separados. Nunca volví a ver aquel personaje, que creo tenía más o menos mi misma edad. Pero pienso muchas veces en él. No sé si se fue de la isla, si se hizo abogado o cocinero. Si hoy está en el paro o se ha convertido en barrendero. Igual hasta ha muerto. La verdad es que no lo sé. El caso es que tengo la sensación de que aquel encuentro forma parte de una de las alianzas más extrañas y también fructíferas de mí, ya les digo, fatigada existencia.

Años más tarde, y superada aquella fase, viendo los 400 golpes de Truffaut descubrí que su joven protagonista también sisaba un cartel de cine, hecho que, obviamente, hizo que a partir de entonces sus trabajos pasasen a formar parte de mi selecto y bizarro club de  filmes favoritos. Truffaut es otro hermano de la costa, otro pirata sin barco… Otro loco, loco (in)útil.

Infectado así desde edad muy temprana con el virus –yo diría más que del coleccionista con el del compilador compulsivo de todas aquellas cosas que me hacen un poco más grata la vida– me inicié años más tarde en ese submundo conociendo a verdaderos amantes de los objetos. Y en el caso al que me refiero, de todo lo que estuviera relacionado con el cine.
Admito, no obstante, que no me hizo mucha gracia pertenecer a esa (supongo) honorable sociedad. Ya no estaba para monomanías ni para caprichos obsesivos. De esa manera, el virus coleccionista se fue escapando silenciosamente de mi cabeza como una de esas malas gripes que te atonta los días.

En estos días de estupideces varias, observo todos los trastos que he acumulado y me entran ganas de mandarlo todo a paseo. De desembarazarme de aquellos carteles, volúmenes, discos, películas y tebeos porque no está en mi ánimo que me entierren como a un faraón rodeado de todos estos cachivaches. No creo que me sirvan si me voy al otro mundo o termino reducido a la nada. Así que espero que todos estos objetos antes de ser incinerados acaben en una biblioteca pública o privada. O en el Rastro. O Rastros.

Ahora que lo pienso, esta sí que sería la mejor manera de dejar rastro de mi paso por este mundo que cada día entiendo menos.

Saludos, de un Fantomas de chiste, desde este lado del ordenador.

Alberto Delgado responde, documentales bélicos y ‘Bruno’ súperstar

Jueves, Noviembre 26th, 2009

* No ha tardado el viceonsejero de Cultura y Deportes el Gobierno de Canarias, Alberto Delgado, en dar respuesta también en La Opinión de Tenerife a la carta abierta que ayer publicó el realizador Manuel S. Umo en el mismo periódico. Leída ambas dos, confieso que me ha soprendido gratamente que el Viceconsejero haya optado por dar la cara y asumir su responsabilidad en contra de la persona a quien Umo dirigía su escrito: la actual directora del Plan Canario Audiovisual, Patricia González Cámpora. En su carta, Alberto Delgado lo justifica recordando que todo lo que se mueve en los departamentos que gestiona tiene (y debe, añadimos) que contar con su aprobación.

En este aspecto, se agradece que la carta abierta de Delgado sea comedida y sin ganas de entrar en polémicas, aunque resulte algo molesto pero disculpable que al final le traicione cierta malicia que podía haber estropeado el conjunto hasta ese momento modélico de su escrito.

No creo que a estas alturas de partido haya nadie capaz de cuestionar que el diseño del precario edificio del audiovisual en las islas –pese a sus inestabilidades– ha sido capaz de crear un tejido productivo que mirando hacia atrás sin ira no deja de asombrar. Por ello, me ha resultado tan aleccionador que sea el propio Viceconsejero quien haya tomado la decisión de responder públicamente a la por otro lado también razonadas conclusiones de Umo, con el fin de aclarar que “he sido yo quien ha firmado las bases y las resoluciones que dan forma a las decisiones tomadas en las convocatorias realizadas en la presente legislatura. Además he sido yo quien ha contestado personalmente al escrito que, con anterioridad a la publicación de su artículo, me hizo llegar directamente con los mismos argumentos”.

Alberto Delgado recuerda, además, que entre sus competencias “se encuentran las de velar por el correcto funcionamiento de todos los departamentos de Canarias Cultura en Red, no sólo del Audiovisual, y por supuesto, el de la correcta ejecución y transparencia en los procesos abiertos. La persona responsable del Plan Canario Audiovisual desempeña las funciones técnicas específicas para el departamento que dirige y gestiona las convocatorias a las que usted hace mención, pero no es la persona encargada de trazar las directrices y objetivos del mismo, ya que esa responsabilidad recae en el Gobierno de Canarias, y en concreto en esta Viceconsejería.”

Me quedo con la sensación de que la respuesta del Viceconsejero es una manifestación, a mi juicio justa y necesaria, de que está ahí, y que desea despejar la sensación de que hasta ahora estaba guarecido en una torre de marfil. O al menos que se desvanezca esa idea en el imaginario de muchos. Este anuncio, entiendo, resulta por ello tan sugerente como a tener en cuenta.

• La Opinión de Tenerife inicia el domingo 6 de diciembre una interesante colección de documentales bélicos dirigidos por grandes cineastas de Hollywood. Las entregas, a 2.95 euros más periódico, incluyen títulos como Preludio a la guerra de Frank Capra;  7 de diciembre, dirigida por John Ford; Informe desde las Aleutianas, de John  Huston y Thunderbolt, de William Wyler, entre otras.

* Consigo ver tras mucho esfuerzo la descacharrante Bruno, una de esas películas que mucho me temo no cabrían en la programación de TEA. Protagonizada por Sacha Baron Cohen, el filme continúa explotando las claves que han hecho universalmente famoso al humorista. Un humorista provocador, sin pelos en la lengua y con una noción marciana de lo políticamente correcto. Cuentan que la comunidad gay y judía encendió las antorchas tras el estreno de Bruno, lo que quizá explique su irregular carrera comercial. Sea no sea responsabilidad de manos negras, Bruno es un documento y una ficción que si se agrade es porque se ríe sin máscaras y en ocasiones extrema crudeza de estos y otros colectivos que todavía están batallando por su normalización. Me partí de la risa con Bruno (verla en versión original, por los dioses) aunque admito que la carcajada que salía de mis entrañas a veces me resultaban perturbadoramente extrañas.

Saludos, tarareando las Walkirias, desde este lado del ordenador.

Porque la sangre es, efectivamente, vida

Miércoles, Noviembre 25th, 2009

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Cada día tengo más claro que vivimos en unos tiempos francamente detestables. Será cosa de la dichosa crisis y de la gripe A, de cómo se ha resuelto el caso del Alakrana y del cínico buenismo políticamente correcto de quienes han vendido su alma al diablo. A veces tengo la tonta sensación de que estoy en un mal sueño, y pese a las adversidades que me vienen impuestas desde fuera, casi todas ellas innecesariamente dolorosas por humillantes, intento conciliar las que me muerden por dentro. Esos monstruos que inocentemente dejaste pasar un buen día a tu roto corazón ajeno a su rabia de vivir.

En días como estos, donde todo se desmorona sin necesidad de catástrofes naturales y sí mucha necedad de quienes me rodean y seguramente la mía propia, porque nadie está libre de pecado, pasear por mi santuarios particulares, esos oasis donde me hablan amigos y enemigos en silencio se me sube a la cabeza. Y pretendo, como si todavía fuera una especie de Lovecraft de provincias, reconstruir mi realidad hecha añicos. Cojo entre mis manos en una librería de La Laguna la continuación de Drácula, titulada ahora Drácula, el no muerto, novela firmada a dos manos por el biznieto de Bram Stoker, Dacre Stoker e Ian Holt y lamento sinceramente que el caballero transilvano no se encuentre entre nosotros para beberse la sangre de ese señor que tan poco servicio ha prestado a su ilustre apellido. Y pienso cuando leí Drácula por primera vez y también por segunda y por tercera. Todo un mérito para un lector que no suele releer los libros que más le han agradado. Con Drácula, quizá porque la sangre es vida, me pasó y me pasará todo lo contrario. Mi admirado Oscar Wilde dijo en una ocasión que se trataba de la mejor novela de todos los tiempos. Y no le faltaba razón. Porque Drácula es tan buena tan buena que prácticamente ha sido imposible traducirla al cine. Sí, Drácula cuenta con numerosas versiones cinematográficas pero ninguna se acerca al espíritu original de la novela. Ni esa barroca visión embriagadoramente romántica que rodó el casi siempre potable Coppola, ni las victorianamente sexuales del maestro Terence Fisher.

Stoker, que tuvo una vida igual de desgraciada que los personajes que se enfrentaron en su novela al rey de los vampiros, fue además autor de otros libros que han sido eclipsados por el que, a mi juicio, es su indiscutible obra maestra. Entre otros títulos, cuenta con deliciosas aventuras góticas de aliento victoriano como La joya de las siete estrellas y La guarida del gusano blanco, también llevadas al cine con muy mediocres resultados. Sin embargo, donde el escritor resplandece con el mismo nervio narrativo que Drácula es en sus cuentos cortos. Es autor, entre otros, de pequeñas y deliciosas obras maestras diseñadas para estremecer nuestros huesos como La casa del juez, El entierro de las ratas, Las arenas de Crooken, El secreto del oro creciente, La mujer india o su inquietante Almas gemelas. Cito estos cuentos entre otros muchos porque los he vuelto a releer en estos días de pesadilla con la esperanza de que trituraran esos malos sueños que a veces asaltan la costa de mis ideas como siniestra pleamar, y lo mejor de todo es que han conseguido lo que en un principio tomé por imposible, que rompieran dentro de mi cabeza la fatigosa experiencia diaria absorbido como estaba en su gimnástica lectura.

Por eso, y porque sus novelas y relatos siempre me calman pese a que unos insistan que nunca fue un gran escritor por su literaria sencilla y directa, no saben lo agradecido que le estoy a su fantasma al guiarme la semana pasada a una librería de Madrid y que allí me topara con su entretenido libro de ensayo Famosos impostores, editado por Melusina.

Se trata de una rareza donde nos cuenta con un insólito sentido del humor y entusiasmo aleccionador retratos de canallas que intentaron (y en algunas ocasiones lo lograron) engañar al mundo.

Sacudo la cabeza y le comento al espectro de Stoker que es una pena que ya no esté físicamente en el mundo. Y me pregunta ese gigante etéreo de casi dos metros que por qué. “¿Que por qué? Porque hace falta gente como usted para desenmascarar a todos esos impostores que hoy están instalados entre nosotros.”

Su fantasma desaparece y me deja solo en esa calle extraña de Madrid. Y entonces fue y sigue siendo entonces cuando al caer la tarde me parece ver entre los peatones con sus compras al viejo conde Drácula al otro lado de la acera. Me mira, se acaricia el bigote y me sonríe para mostrarme los colmillos.

Saludos, stokermanícos, desde este lado del ordenador.