Holly, una novela de Stephen King

Lunes, Enero 22nd, 2024

Holly Gibney es un personaje secundario pero con importancia en las tres novelas que protagoniza Bill Hodges (Mr. Mercedes, Quien pierde paga y Fin de guardia). Reúne en ella muchas de las características que se han convertido en marca de la producción literaria del escritor, originario del estado de Maine, en los Estado Unidos, y como tal y como asegura el propio Stephen King, le había cogido cariño a esta mujer con problemas pero con olfato para la investigación por lo que se merecía algo más grande, como una novela.

La novela es Holly, otro título de éxito en la carrera literaria de King aunque no tenga nada que ver con el fantástico que es un territorio que conoce y maneja muy bien el autor de Salem ‘s Lot, sino un policiaco poco o nada convencional. Poco o nada convencional por los personajes protagonistas, comenzando por Holly y terminando por la pareja de villanos que son lo más atractivo de este libro que no es uno de los mejores del autor pero tampoco de los más malos que salpican una bibliografía que está repleta de títulos que más que novelas son trabajos alimenticios resueltos con la profesionalidad que lo caracteriza.

Como las tres novelas de la serie Hodges, Holly es un policiaco muy kingneniano, es decir, una historia con aliento negro y criminal solo que protagonizada por personajes que no suelen protagonizar este tipo de historias. Holly es una mujer con serios problemas afectivos que ha perdido recientemente, y se siente culpable por ello, a su madre y su tío carnal, además del hombre que la sacó del pantano en el que se encontraba, Bill Hodges. Algunos secundarios de la trilogía regresan, como Barbara, a la que conocimos como una niña y que ya es toda una universitaria con aficiones literarias (se nos ha vuelto poeta) pero lo mejor, la guinda del pastel de Holly, una novela con demasiadas páginas (más de 600) para contar lo que quería contarse, son los personajes que ejercen como villanos, un matrimonio de anciano, maestros jubilados, que se dedican a secuestrar personas y encerrarlas en una jaula del sótano de su casa con fines que no voy a revelar pero que son bastante repugnantes.

La pareja de ancianos, Roddy y Emily, casi parecen un trasunto de la vieja bruja del popular cuento infantil Hansel y Gretel, y si bien el motivo que los empuja a cometer estos asesinatos esté cogido con hilos, a la postre ellos son los que dan más emoción y sordidez a un relato muy clásico de Stephen King, aunque no aparezca una niña o una adolescente con poderes. Esta niña o adolescente si lo encarna alguien en la novela es la misma Holly, que no termina por superar los traumas que han retardado su crecimiento personal aunque al final se enfrente a sus propios monstruos y miedos para salir victoriosa de una batalla crucial en la que se pone en riesgo su propia vida.

Como la mayoría de los títulos que jalonan la trayectoria literaria de Stephen King, Holly se lee con facilidad pese a que el escritor ubique la historia en distintos periodos cronológicos (2012, 2018, 2021), lo que no lleva a ningún tipo de confusión sino a entender mucho mejor el carácter de los personajes, sobre todo el de Holly, que resulta el más acabado.

De hecho que la novela se llamen como ella está hecho a posta porque esta es la historia de una mujer que aprende a vencer sus miedos. Y el miedo que la espera a la vuelta de la esquina es el de una simpática pareja de ancianos que ha perdido la cabeza aunque nadie lo sospeche a su alrededor. Aunque señales, haberlas, las hay.

La ubicación temporal permite al escritor ambientar la historia principal, que se desarrolla en 2021, durante las semanas que fuimos ganando la guerra la pandemia provocada por la Covid-19, lo que da pie a King para criticar el comportamiento de los antivacunas y de políticos irresponsables como Donald Trump, por aquel entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Con estos credenciales, todo hacía pensar que la novela fluiría cuesta abajo con comodidad aunque por desgracia las cosas no terminan por resultar como uno quisiera. Son demasiadas las páginas que utiliza para contarnos esta historia de superación que desarrolla en un ambiente negrísimo lo que hace que su lectura más que abrumar, aburra en algunos casos.

Es verdad que no suele pasar demasiado, pero pasa y eso no es bueno para un escritor que se ha acostumbrado a escribir novela generosas en páginas que, en este caso, parecen más de relleno que otra cosa.

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

¡¡¡Viva el Rey!!!

Miércoles, Septiembre 21st, 2022

Mi primer encuentro con Stephen Edwin King (Portland, Maine; 21 de septiembre de 1947) fue con La hora del vampiro, editado por Pomaire, a finales de los años 70. Tiempo después descubriría que la novela se trataba de Salem Lot pero, qué quieren que les diga, a mi me parece mil veces mejor La hora del vampiro que el título que le puso King. Eso me pasa sobre todo con algunas películas que en este país ya perdido para siempre tuvo la costumbre de españolizar sus nombres como Centauros del desierto por el original The Searchers y Cuando el destino nos alcance por Soylent Green.

La novela, que cogí digamos que saliendo de la adolescencia, me dio un puñetazo de los gordos en el estómago y por una vez, tras el Drácula de Bram Stoker, sentí miedo cuando leía sus páginas. Por aquel entonces, Stephen King comenzaba a despegar en España como escritor de novelas de miedo, que me parece un término mucho mejor que terror, y Carrie, la película de Brian de Palma que adapta la primera novela de King, era un éxito en los cines aunque yo por edad leí primero el libro y luego vi la película y como pasa con algunas historias del escritor llevadas al cine, el cine mejora el final del libro. Pasa con Carrie y pasa también con La niebla.

La segunda novela que leí de Stephen King fue así Carrie, también en Pomaire. En Pomaire leí Insólito Resplandor, título que me parece mucho mejor que el original, El resplandor. Más tarde vi la película de Stanley Kubrick, y como el escritor me cabreé porque salvo el hotel y los protagonistas, el resto no tenía mucho que ver con la película. He vuelto a ver desde ese entonces varias veces el filme de Kubrick, y la película ha terminado por enloquecerme, lo que no me pasa con la novela. Y no digamos ya de su presunta segunda parte, Doctor Sueño. Sí que reconozco que en su momento el libro me inquietó y que subrayé una frase que reproduzco:

“El mundo no nos quiere pero tampoco nos odia”.

En esta misma editorial leí El umbral de la noche, un libro de cuentos que no he vuelto a leer aunque sí que recuerdo algunas de sus historias. Por ejemplo la que inspira la portada, una mano con cinco ojos en sus dedos…

Desde ese entonces, Stephen King ha escrito no sé cuentas novelas, libros de relatos y hasta ensayos, dos de ellos no buenos sino muy buenos: Mientras escribo y La danza de la muerte. Con esto quiero decir que sigo leyéndolo y que sigo una carrera fecundísima, tanto, que a veces no tengo tiempo para terminar una y comenzar otra.

Es verdad que el escritor cuenta casi siempre la misma historia, pero se mueve muy bien tanto en el territorio de la novela como en el del cuento. Carrie y Cementerio de animales son cortas pero a mi juicio dos de las mejores obras de su carrera. Por cierto, Cementerio de animales cuenta con un final esta vez sí que terrorífico.

Creo que esta semana se publica en español su libro más reciente (Cuento de hadas) ya que con King está prohibido decir el último porque si te atreves a pronunciar la palabra ya han aparecido en el mercado una nueva. Y así hasta el infinito. La espero con el mismo entusiasmo que con sus otras novelas aunque ya conozca digamos que medianamente bien sus constantes y la galería de personajes recurrentes con que puebla sus historias pero es que con todo, aunque el final el tocho no termine de convencerme, es verdad que el resto del camino lo he hecho sin apenas interrupciones, esas que provoca el aburrimiento y te hace pensar en otras cosas cuando lees un libro.

Y sí, vuelvo a confesar que Stephen King es un escritor al que sigo. Y sé que sigo a un excelente escritor que no solo cuenta historias de miedo sino otras de miedo, pero miedo real. Es tanta su fama y su producción estajanovista, que incluso se tuvo que revelar que un tal Richard Bachman era un pseudónimo utilizado por Stephen King porque no vendía como King. Una vez que se supo la verdad y aunque la novela la firmase el tal Bachman, las obras de Richard han multiplicado sus ventas. El alias le ha dado además un filón en el que explotar historias en las que reflexiona sobre el proceso de creación y la autoría, lástima que sus finales no respondan a lo que uno esperaba con materiales tan imaginativos.

En el campo de la fantasía ha aportado su granito de arena con espíritu renovador. Nos ha sumergido en lagunas que habitan vampiros, muertos vivientes, criaturas lovecraftianas y demonios. Solo que esos demonios son personas de carne y hueso. Sus historias automáticamente se convierten en películas. Muchas de ellas muy malas, y la que se lleva la corona es Maximun Overdrive, que dirige el mismo King con resultados de espanto, pero no un espanto de miedo sino de malo a rabiar, pero también hay otras películas que son buenas o muy buenas como Carrie, El resplandor, La zona muerta, Christine, Cuenta conmigo, La milla verde y la primera Cementerio de animales entra las que ahora recuerdo… Se han hecho series de televisión por lo que existe un mundo King que supera al mismo Stephen King. Gracias a su éxito, este tipo de literatura tuvo un renacer a finales de los 70, y su estela logró que aparecieran nuevos escritores del género tan sobresalientes como Peter Straub, con el que ha colaborado, y recientemente uno de sus hijos, que firma como Joe Hill, que ha hecho que esta literatura se instalara definitivamente en los estantes de las librerías y ocupara los primeros puestos de los libros más vendidos.

Por eso y aprovechando que hoy es el cumpleaños de un tipo que me ha alegrado tanto las noches poniendo fin a tantas pesadilla, mi sincero agradecimiento por tener tan claro eso de que escribo porque me hace feliz. Escribo porque me hace estar vivo.

Viva el rey.

Saludos, un tanto monárquicos, desde este lado del ordenador

Billy Summer, una novela de Stephen King

Lunes, Diciembre 13th, 2021

Admirador confeso de las novelas del escritor norteamericano Donald Westlake y en especial las que protagonizó Parker, historias violentas que firmó bajo el seudónimo de Richard Stark, Billy Summer, el segundo libro que publica Stephen King en 2021 tras Después, es otra de King pero más o menos realista para los que se iniciaron en su producción literaria reconociéndolo como “maestro de la literatura de terror y fantástica”.

Con todo y pese a tratarse de un libro que no tiene demasiado que ver con las obras que lo ha convertido en un escritor conocido y millonario, esta novela no deja de ser otra de Stephen King, sólo que con ambiciones más desarrolladas. Es decir, que debajo del texto escrito para evadir, se encuentran temas de calado y con una inquietante problemática moral. Es como si el escritor se dirigiera a dos clases de lectores muy diferentes porque pese a que en Billy Summer se reúnen varias de las constantes del autor, también detecto propuestas nuevas. Miradas un tanto desengañadas de la realidad. Una realidad que prácticamente está condicionada por el fantasma de Donald Trump.

Billy Summer cuenta la historia del protagonista que da título a la novela, un francotirador en la guerra de Irak que de vuelta a casa continúa con el oficio de apretar el gatillo como asesino profesional, a sueldo. El caso es que Summer solo ejecuta a personas “malas”, lo que da ocasión a King para reflexionar hasta qué punto es moral que un hombre que se dedica a este oficio crea que hace bien disparando contra gente que ha hecho mal.

Ésta y otras cuestiones impregnan las páginas de un libro que pedía a gritos, no obstante, un ajustado recorte de páginas ya que la historia, que de partida resulta interesante, un profesional de la muerte con problemas morales, se pierde en ocasiones (se le va el baifo, que diríamos por aquí) sobre todo cuando Summer descubre tras ejecutar a un “malo” que solo es el peón de una fabulosa conspiración. Imagínese, Stephen King nos viene a decir que igual Lee Harvey Oswald no fue un tirador solitario, como sí lo era en 22/11/63, sino la marioneta de una conjura que lo escogió como cabeza de turco.

En el libro el francotirador asume el papel de un escritor (y el lector podrá leer la novela que escribe inspirada en su vida), estableciéndose en un barrio donde cae bien a todo el vecindario y próximo a una comisaría donde espera a que llegue su objetivo.

Tras cumplir su misión y darse cuenta que van a por él no solo la policía sino los que lo contrataron, Summer se esconde hasta que las cosas se enfríen solo que saldrá de su escondite para rescatar a una veinteañera que ha sido forzada por tres alumnos de una universidad cercana.

La relación con esta jovencita, a la que dobla en edad, es otra de las líneas narrativas de la novela, un libro que como todos los de King mantiene el ritmo aunque, como se dijo, a veces resulte algo pesado, y no por ideas muy densas sino por su número de páginas.

Billy Summer coge velocidad de crucero en su tercera parte, cuando el protagonista acompañado de la chica decide hacer justicia, también venganza. Como el Parker de Richard Stark en A quemarropa, el francotirador primero humilla a los tres universitarios que abusaron de la veinteañera, ahora sombra de Summer, y después a quien ordenó su muerte, el cerebro gris de esa fantástica conspiración en la que se ha visto envuelto. No vamos a desvelar quién es, tampoco las razones que motivan a que la joven se convierta en la cómplice de Billy Summer pero sí que mientras los dos se esconden en la casa de una especie de señor Lobo en las montañas de Colorado, está se encuentra próxima a las ruinas del hotel Overlock, el mismo que sirvió de escenario a El Resplandor y a Doctor Sueño, su decepcionante segunda parte.

En la cabaña en la que se refugia Billy Summer a escribir el libro de su vida (su infancia es angustiosa, su vida en el ejército también) encuentra una fotografía en la que aparecen algunos de los animales recortados en setos que se encontraban en el laberinto del Overlook. Y estos animales parecen que se mueven en la imagen… Este será el único detalle fantástico de una novela de y sobre marginados, un ingrediente con el que el escritor nacido en Maine nos recuerda que su mundo literario se interconecta en muchas de sus novelas y cuentos lo que da espesor a su trabajo literario.

Quizá no se trate del mejor King pero tampoco se trata del peor. Billy Summer es una interesante novela en clave negra y criminal que revela a un escritor que está dotado para explorar toda clase de género.

Saludos, leíamos, desde este lado del ordenador

Después, una novela de Stephen King

Martes, Agosto 3rd, 2021

La portada norteamericana de Después rinde homenaje a las novelas baratas de bolsillo pero promete algo que no está en la novela. Tampoco es que diga mucho la portada de su versión española pero a los lectores de Stephen King les tiene sin cuidado ya que lo que buscan es un libro del escritor nacido en Maine.

Stephen King es uno de esos escritores que vende por su nombre y apellido. Es decir, que no se pregunta al librero por El resplandor o It, se pregunta directamente algo así como “¿tiene la última novela de Stephen King?

La obra del escritor ha creado un estante aparte en la biblioteca de la literatura norteamericana de nuestro tiempo. Un lugar privilegiado, me atrevería a decir, que ha conseguido que novelas y relatos tan tremendamente estadounidenses resulten universales para los lectores que cosecha alrededor del mundo. E insiste casi siempre en los mismos temas, también con los mismos personajes solo que estos con otros nombres y apellidos, también oficios.

A King le debemos que sacara a la luz los miedos de los jóvenes con una novela, Carrie, que ha desarrollado después y por caminos insospechados en el resto de su obra. Un personaje, casi siempre un adolescente, tiene un poder especial que solo le traerá desgracias.

Vuelve a insistir en estas claves en Después, la novela que Stephen King presenta este tórrido verano. Un King muy recomendable para los que quieran iniciarse en la obra del autor pero no demasiado para los lectores que conocen su trabajo.

Afortunadamente, no se trata de un tocho, una de esas novelas que sobrepasan las 400 páginas (y King tiene muchas, y muchas no son demasiado buenas) sino un curioso experimento que no alcanza las 250 y en el que concentra las constantes que forman parte de su universo literario. Por eso para iniciados resulta un texto recomendable pero no para los curtidos, los que llevan siguiendo al escritor desde sus comienzos. Que puede ser mi caso.

Recuerdo que la primera novela de Stephen King que leí fue La hora del vampiro, Salem Lot. Conservo aún el ejemplar de ediciones Pomaire, que hay que coger con sumo cuidado porque las páginas se despegan con facilidad. Guardo mucho cariño a este libro porque fue la novela que me convirtió en adicto del escritor. Después llegaron Carrie e Insólito esplendor, publicadas también en Pomaire. La segunda se conocería más tarde como El resplandor a secas.

Cuento todo esto porque leyendo Después se despertó la nostalgia de la primera vez. También la sorpresa que se despertara en mi este tipo de recuerdos.

Después está narrada en primera persona por Jamie Conklin, el único hijo de una madre soltera que ve a los muertos. Y sí pero no porque esta facultad no tienen mucho que ver con la del niño de El sexto sentido. Jamie Colklin puede hacerles preguntas para averiguar cosas. Los muertos, explica, solo responden con la verdad.

La historia se complica con la novia de su madre, que trabaja de policía, cuando requiere los servicios de Jamie para descubrir a un asesino serial. Pero la historia no se queda ahí, continúa por otros derroteros manteniendo en todo momento la calma. Y eso que la acción empieza a hacerse trepidante.

Cuentan que Después es deudora de It, un novelón de casi mil páginas que no es santo de mi devoción, pero sí que presenta a una entidad curiosa y lógica dentro del universo de Stephen King, una criatura que puede poseer a los muertos. Jamie conocerá por eso a su contrario, una entidad demoníaca a la que puede mantener a raya con un ritual.

Con estos ingredientes, el escritor cocina una de esas novelas que digo que escribe con el piloto automático seguro de que no va a decepcionar ni a iniciados como a profanos. Puede que a los primeros no le sorprenda pero sí que lo hará con los segundos. De todas formas, conocer el universo de este escritor lleva su trabajo porque King intentó hace ya años reproducir un cosmos literario que suele ser referencial en sus libros. Es decir, que en varias novelas aparecen como secundarios personajes que conocimos como principales en otras. Su Maine imaginario cuenta con poblaciones que no existen en la vida real y sus criaturas maléficas también suelen aparecer en muchas de sus historias. Todo esto sin contar el ciclo de novelas que protagoniza El pistolero, saga que abandoné en sus primeros libros porque a King se le puede perdonar muchas cosas pero no que narre milongas. Y El pistolero es eso, milongas.

En Después desliza algunas pullas acerca del sector editorial estadounidense, que conoce bien y que le ha servido de escenario en Misery o La mitad oscura, ya que la madre del protagonista trabaja de agente literaria. Un retrato por cierto bastante agradecido con el trabajo que hace esta gente. También describe la quiebra de la relación de dos mujeres enamoradas y, llegando al final, ofrece una vuelta de tuerca efectista pero que a muchos dejará confundido.

Después no es un libro redondo como otras novelas del escritor pero dentro de ella late el corazón de un escritor de éxito que ha demostrado con su obra (sobre todo con las serias, Eclipse total, por ejemplo) que vender libros no tiene siempre que estar asociado a literatura fácil. Esta novela, siendo menor en su producción, contiene a flashes esa luz. Y solo por quedar deslumbrado ante ella merece la pena descubrirlo o seguirlo en Después como fue nuestro caso.

Saludos, otra vez… el Rey, desde este lado del ordenador

George A. Romero, el padre de los muertos vivientes

Jueves, Febrero 4th, 2021

No recuerdo ahora si lo leí en algunos de aquellos estupendos artículos que firmaba Luis Vigil en Vampus, la primera versión española de la revista Creepy, pero en el mismo se venía a decir que 1968 fue un año inquieto no solo por el mayo que sacudiría las calles de París ni por el emergente movimiento hippy que comenzaba a ocupar las calles en rechazo a esa lejana guerra del sudeste asiático que se había desencadenado en un país llamado Vietnam, en aquel entonces dividido entre el sur y el norte, sino porque en 1968 se estrenaron tres películas que pusieron patas arriba al género fantástico.

Una de ellas fue 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick), una cinta de la que todavía se habla y de la que algunos se empeñan en descifrar su final. Otra, El planeta de los simios (Franklin Schaffner), a la que no hizo falta descifrar su final porque queda bastante claro y, por último, La noche de los muertos vivientes (George A. Romero), porque fue la película que lo inició todo, la que redescubrió un subgénero que desde entonces ha dado origen a centenares de largometrajes y series poblados por zombies que o bien caminan pasito a pasito o te persiguen a toda pastilla por ciudades que ya no son lo que fueron.

Ya no hay demasiada gente que se acuerde del impacto de La noche de los muertos vivientes, una película que por razones ignotas se estrenó en España tras la muerte de aquel general de cuyo nombre no quiero acordarme, pero cabe destacar que se trata de un filme pequeño, independiente que fue rodado en blanco y negro y con actores poco o nada conocidos porque su presupuesto resultaba entonces y ahora de risa.

Apenas contiene elementos “desagradables” que más tarde conquistaría al cine de muertos vivientes, la sangre y tripas vendrían años después con El amanecer de los muertos, cinta en la que colaboró con el maestro del cine amarillo, o giallo, Dario Argento, pero sí que contiene como todo el cine de George A. Romero (Nueva York; 4 de febrero de 1940-Toronto, Ontario, Canadá, 16 de julio de 2017) y de otros ilustres maestros del género de la fantasía, con un sustrato político que tiene una lectura muy dependiente del ir y venir de la película.

Si han visto el filme –y estoy casi seguro de que lo ha visto la mayoría que ahora mismo no nos lee– sabrán que el superviviente es un hombre de raza negra al que abate un grupo de cazadores blancos que lo derriban primero porque puede ser un muerto vuelto a la vida o segundo por el color de su piel. Se asiste también en la película a la desintegración de una familia y no se explica, lo que se agradece, cuál es la razón de que los muertos hayan despertado de su sueño eterno y qué provoca su desatado apetito por la carne humana.

George A. Romero fue el descubridor de un subgénero dentro del fantástico que desde ese entonces no ha dejado de dar dividendos. Los muertos vivientes aprendieron de hecho a caminar solos. A recorrer el ancho mundo fuera de la protección de su creador original.

No solo de zombis vivió nuestro hombre aunque sean los zombis los que elevaron a categoría de leyenda a un cineasta que sin ser John Carpenter, sí que le fue leal al género que lo hizo popular. Entre otras películas, destacaría Martin, Knighriders, The Crazies, que le debe mucho a los muertos resucitados y Atracción diabólica en las que nos enseña que igual no es muy buena idea tener a un mono como enfermero y mascota.

Adaptó una novela de Stephen King –que aparece curiosamente de extra en Knighriders– que se tituló en España La mitad oscura. Con King intentaría recuperar el estilo ácido y brutal de los E.C. Comic en Creepshow, que tuvo una o dos secuelas, la verdad es que ahora mismo no lo recuerdo, e historietas que fueron ilustradas por el gran Bernie Wrightson y película que en España, o al menos Canarias que es la tierra en la que vivo, vimos mutilada porque de los cinco episodios cortaron uno, precisamente el protagonizado por un Stephen King que hace muy bien el papel de paleto, respetando solo a los cuatro restantes. La amistad entre escritor y cineasta se consolidó con el tiempo, tanto que el autor de Christine le dedicaría una novela que no sé ahora si es la misma Christine.

Ha llovido mucho desde ese entonces.

La primera película que vi de Romero fue, por supuesto, La noche de los muertos vivientes que se reestrenó en los ochenta en un cine que ya no existe y que luego fue gimnasio para convertirse en la actualidad en ruinas. Se llamaba Yaiza Borges aunque antes fue cine Tenerife y se encontraba en la avenida del General Mola hoy de las Islas Canarias.

Fue una sorpresa que estrenaran en aquella sala una película como La noche de los muertos vivientes ya que el colectivo que estaba detrás de Yaiza Borges además de locos por el cine lo eran de un determinado cine. Se les reconoce por ello que se atrevieran a apostar por una película que no era ese otro que querían cultivar y que acogieran el estreno de un filme que, bien mirado, sí que podía presumir de independiente, de tiro al aire que entre otros tiros al aire por una vez da en la diana.

Salí de la sala conmocionado y el regreso a casa tuvo el mismo efecto que cuando vi por primera vi El exorcista en un cine de barrio: el Delta, porque en las salas del centro no me dejaban entrar ya que no tenía los 18 años de edad que se exigía.

George A. Romero me ha venido acompañando desde entonces aunque tras La mitad oscura la mayoría de sus películas las he visto en televisión.

El caso es que su cine vino para quedarse y pese a que se le pueda criticar por cierta tosquedad detrás de cámara nadie le podrá quitar de las manos el cetro de adelantado a su tiempo. De ese tan cacareado pero nunca verdadero adjetivo con el que se quiere renombrar a un artista como es el de visionario aunque en su caso, ya lo ven, sí que fue visionario cuando a mitad de los años sesenta se le ocurrió la idea de lo que podría pasar si los muertos regresaran de sus tumbas sin dejar muy claro la razón: ¿un misterioso fenómeno producido en el espacio?, ¿que el infierno está demasiado lleno de almas perdidas?, ¿un virus igual de letal que la Covid-19?

Como se dijo, el acierto del escritor y cineasta fue no explicarlo y situar al espectador uno o dos días después de producido el desastre. Los muertos revividos están ahí y han venido a morderte.

Saludos, cerebro, cerebro, cerebro, desde este lado del ordenador

La sangre manda, cuatro historias de Stephen King

Martes, Octubre 27th, 2020

La aparición de un nuevo libro de Stephen King ha dejado de ser una sorpresa porque están ahí cada dos por tres. Me pregunto cómo lo hace el escritor. Cómo logra no faltar a la cita y cumplir con sus compromisos y tareas, como la escritura de artículos, ensayos, guiones para cine y televisión. También cómics. Algunos sospechan que el escritor cuenta con un ejército de escritores fantasmas mientras que otros, entre los que me encuentro, prefiero pensar que se trata de un estajanovista de la literatura. De un escritor que no puede vivir si no escribe algunas líneas a lo largo del día.
A la espera de un nuevo libro del escritor, sobre todo porque nos acercamos a las fechas navideñas aunque sean una navidades extrañas por todo lo que estamos pasando, se edita en España un libro reciente, La sangre manda, que reúne cuatro historias de carácter fantástico.

El tono, sin embargo, no es el que el aficionado a King esperaría aunque es cierto que hay algún relato que destaca, que hace pensar que todavía habita dentro de él instinto literario. Es decir, el ímpetu y el arrojo que alimenta una extensa bibliografía en la que resaltan unos cuantos títulos que prevalecerán con el paso del tiempo cuando ninguno de nosotros estemos por aquí.

La sangre manda incluye además de los relatos y una novela corta cuyo título es el que da nombre precisamente a este volumen, La sangre manda, una nota del autor en la que explica el origen de las historias que publica. Es un atractivo añadido, sobre todo para aspirantes a escritores ya que así conocen las técnicas a las que recurre Stephen King a la hora de confeccionar sus novelas y cuentos. Da pinceladas además de cómo se le ocurren esas historias, todas ideas imprecisas que se inoculan en la fábrica de sus ideas cuando observa algo de la vida diaria que le llama poderosamente la atención. Como viene siendo habitual en el autor de Misery o El resplandor, uno de los relatos que incluye en el libro lo protagoniza un escritor en sus horas más bajas, lo que sirve de material para indagar en las neuras que atraviesa para enfrentarse al infierno de la página en blanco.

Este cuento, que significativamente está concebido como una fábula que no reniega de lo fantástico, se llama La rata y a mi, personalmente, me ha parecido el más atractivo de un libro muy irregular. Irregular porque no está bien acabada una historia como El teléfono del señor Harrigan ni La vida de Chuck, quizá el más tontorrón de un volumen que si respira algo es buenas sensaciones y de todos debe ser conocido que las buenas vibraciones no casan muy bien con lo extraño, con lo raro.

Se agradece, de todos modos, el ritmo que por norma general caracterizan a las cuatro historias que forman parte del libro, un ritmo jocoso, irónico a ratos, con el que describe las diferentes situaciones por las que deben de atravesar sus protagonistas. Recupera, además, a algunos de los personajes que aparecieron en la trilogía que inició con Mr. Mercedes (o trilogía de Bill Hodges, y que completan Fin de guardia y Quien pierde paga) y continuó con El visitante, aquella novela que prometía tanto y que se iba al garete en su recta final.

Con La sangre manda, que es la historia más extensa del libro y que se lee con agrado si uno está iniciado en la saga Hodges y, sobre todo, aún mantiene fresco en su memoria la lectura (no he visto ni creo que vea la serie) El visitante, donde presenta a una criatura que algo me dice seguirá apareciendo en el universo del indiscutible rey del terror norteamericano y, por extensión, del resto del mundo que todavía conocemos como civilizado.

Con todo y pese a que no se trate de lo mejor que puede dar de sí como narrador Stephen King, La sangre manda cumple las expectativas que todo lector conocedor de la obra del escritor espera encontrar en cualquiera de sus libros. Tampoco decepcionará a los profanos en su universo aunque, se resalta otra vez, no se trate de uno de los mejores trabajos de un narrador que hasta la fecha ha lidiado con espectros, vampiros tradicionales y renovados, hombres lobos y monstruos que no son sobrenaturales sino reales. Estos, quizás, sean los que a mi, particularmente, me suscitan más miedo.

A la espera de un nuevo libro de Stephen King que probablemente aparezca estas navidades o los primeros meses del año próximo, La sangre manda no ocupa un lugar destacado en la ya copiosa producción bibliográfica del escritor pero no es tampoco uno de sus peores libros que los tiene. Si algo lo define, si algo explica que haya conquistado el corazón de tantos lectores y logrado en algunos de los casos haber sido motivo de sus pesadillas es que el estilo de King no se busca complicaciones y su universo, ese en el que se mueven sus personajes (ancianos, maduros, adolescentes y niños) sigue todavía resultando real. Consigue que el lector tenga la sensación de que los conoce de toda la vida y esto, digan lo que digan los que niegan su talento, no es nada fácil de lograr y mucho menos de trasladarlo con palabras.

Dicho esto, y por muy mala (aunque prefiramos las buenas) que sean sus obras, son productos de un escritor que ha logrado en un género tan difícil como es el fantástico y la novela de misterio y psicológica que su nombre sea una marca. Que cuando uno entra en la librería y en la biblioteca no pregunte por uno de sus títulos sino por la última de Stephen King.
Y por ahora esa última es La sangre manda.

Saludos, lecturas atlánticas, desde este lado del ordenador