Archive for Julio, 2012

‘Koyaanisqatsi’, una revelación religiosa

Martes, Julio 31st, 2012

Solo encuentro una explicación, era más joven y la cabeza y el cuerpo todavía aguantaba cualquier cosa que le metiera. Cualquier cosa menos la experiencia arrebatadoramente mística de aquella película. Una cinta sin palabras, solo imágenes y una enloquecedora banda sonora cuyo disco en vinilo guardo como oro en paño.

La iniciación se produjo hace ahora exactamente treinta años. En un cine de Madrid al que entré para olvidarme de mi mismo. Cuán equivocado estaba.

Nadie me había advertido de que iba aquello. Yo solo pretendía pasar el rato… Tiempo después me doy cuenta que las casualidades por norma general suelen ser muy afortunadas.

Koyaanisqatsi fue mi primera experiencia extra sensorial en una sala de cine. Una sorpresa que comenzó como amenaza y terminó transformándose en una sutil seducción. Todavía tengo imágenes circulando de aquel cóctel lisérgico. Casi como si me hubiera metido en la boca un puñado de setas alucinógenas.

Era un pibe, digo, y aquella sinfonía inquietante subrayada por la banda sonora de Philip Glass, me dijo demasiadas cosas aunque ninguna de ellas fuera aprensible hasta que, tiempo después, fui revelando agunas de sus inquietantes profecías. Y esperando con devota paciencia de aprendiz nuevas entregas de un proyecto cinematográfico que solo es para iniciados.

Tras Koyaanisqatsi, su creador, Godfrey Reggio,  presentó Powaqqatsi, y Naqoyqatsi, títulos todos ellos que provienen de la lengua de los indios Hopi; Koyaanisqatsi significa vida desequilibrada, Powaqqatsi vida en transformación, y Naqoyqatsi la vida como guerra. Me entero leyendo la inevitable Wikipedia y haciéndome eco del anuncio de la última película del director de fotografía de Koyaanisqatsi, Ron Fricke, y que lleva por título Samsara.

El teaser que ya circula en la red me ha devuelto de sopetón las sensaciones que tuve la primera vez que vi ese poema visual y sonoro que denuncia la vida desequilibrada.

Sospecho que la cinta no llegará a las salas de estreno de estas islas no solo desequilibradas, en transformación y guerra permanente en las que vivo, pero espero que algunos de esos entusiastas que todavía apuestan por cosas raras repare en ella y podamos disfrutarla en una pantalla meridianamente grande y rodeado de adeptos y despistados.

Es probable que entonces sienta lo mismo que sentí viéndola en aquel cine de cuyo nombre no quiero acordarme de la capital de esta España que se desmorona.

Unos con la vista fija donde luz y sonido parecían bailar una danza aparentemente caótica pero coherente. Otros, levantándose de la butaca a la media hora y corriendo hacia la salida. No lo recuerdo así, pero es probable que llevaran encima sus cotufas y refrescos.

Tiemblo como un niño con aquella experiencia involuntaria de espectador cinematográfico cuando todavía se podía ser un espectador cinematográfico. Para mi continúa siendo lo más cercano a una revelación religiosa que he tenido en el misterio de la sala en penumbra. 

Saludos, he dicho, desde este lado del ordenador.

Una coincidencia

Lunes, Julio 30th, 2012

Mañana dominguera en el Rastro de la capital tinerfeña, donde me encuentro a varios amigos finiquitando libros, discos y otras menudencias en puestos improvisados.

Comento con uno de ellos que qué tal le ha ido el día. “Fatal” me responde. Fuma un cigarrillo tras otro. Le pregunto que le parece que le lleve todos esos tratos que acumulo en mi vieja mansión y de los que quiero desprenderme. Podríamos ir a la mitad de lo que saque por ellos, sugiero mientras no dejo de sudar y él de fumar y fumar. No sé bien porque fuma tanto, igual es para tranquilizar una conciencia demasiado alterada en estos últimos tiempos donde todo se desmorona.

Mientras paseo por el Rastro sintonizo con mis orejas lo que va soltando la gente que pasa y se cruza a mi alrededor. Capturo frases sueltas, diálogos que ni nacen ni se terminan… En la mayoría de los puestos la queja es más o menos la misma: “esto ya no es lo que era…”

Un gracioso le suelta a un tipo que vende si le permite fumar. El tipo que vende se ríe. Sonrío, por lo menos no se ha perdido el sentido del humor. Aunque a mi me cueste encontrarlo en la mayoría de las cosas que me rodean. Me llega el agrio aroma de la cerveza, también el de perritos calientes.

Me detengo en un puesto de libros usados y comienzo a remover la montaña de ejemplares pasados de fecha. Detecto en la tonga de volúmenes que exploro con mano experta que alguien debe de haber liquidado una biblioteca. Cuando abro los libros descubro un sello en sus primeras páginas. Se tratan de aquellas ediciones de bolsillo de Alianza Editorial, la mayoría la serie de Historia que publicaron como si hubieran sido escritos por Isaac Asimov.

En otro puesto, que regentan tres tipos de mirada inquisidora, muchos de los títulos ante los que me enfrento son de novelas románticas. Así de insólito es el Rastro pese a que la cosa vaya fatal y apenas nadie se rasque el bolsillo.

Encuentro por casualidad un ejemplar algo estropeado de Mussolini. Análisis de un dictador (Bandama, 1990), firmado por el periodista grancanario Pedro Perdomo Azopardo.

Se trata de un libro singular porque el autor mezcla el relato de viajes con la Historia. En su caso, el itinerario que realizó por Italia siguiendo las huellas del dictador fascista. Cuanto menos es un trabajo original, en el que el escritor mantiene una discreta distancia y regala excelentes descripciones de los lugares donde una vez estuvo el capo fascista, il Duce.

En el volumen, Azopardo logra incluso hablar con uno de sus hijos, Romano Mussolini, y se aproxima pero apenas cruza cuatro palabras con quien fue la mujer del dictador, doña Rachele.  

Me gusta lo que leo, aunque no comparta algunas de las reflexiones que propone el periodista sobre Benito Mussolini, quien acabó colgado sin vida junto al cadáver, entre otros, de su amante, Clarea Petacci en la piazzale  Loreto, en Milán. O Milano que dicen los italianos.

Azopardo también recorre Predappio, pueblo natal de Mussolini, y escribe las sensaciones que recibe cuando baja a la cripta donde descansan sus restos mortales: un busto de mármol blanco enorme, a sus pies, una serie de urnas donde se guardan entre otras prendas su camisa negra.

Encontrarme con esta rareza no sería nada si hoy, a raíz de la lectura de un artículo publicado en El País, me entero que Benito Mussolini vino al mundo un 29 de julio de 1883 y que el cementerio se ha convertido en lugar de peregrinaje para nostáligicos que continúan rindiéndole tributo.

Por el artículo de El País me entero que se sirve un helado delicioso de chocolate que lleva su nombre, Benito. No sé si sabe el articulista que Mussolini se llamó así porque su padre, rabioso anarquista, lo hizo en honor de Benito Juárez.

Los nostálgicos aprovechan la visita a Predappio para comprar quincalla relacionada con ese calvo de cabeza romana que se metió a Italia en el bolsillo hasta que esa misma Italia se lo sacó del bolsillo para colgarlo como un pedazo de carne en la piazzale Loreto.

Alguien dijo una vez que la vida de Mussolini es lo más parecido a una tragedia shakesperiana en la convulsa historia del siglo XX.  Y pienso, mientras escribo estas líneas algo confuso por la curiosa casualidad que me llevó a comprar Mussolini. Análisis de un dictador el mismo día de su nacimiento, que las imágenes que recuerdo de capo son lo más parecido a la de un actor acostumbrado a sobreactuar.

La manera en la que saca pecho y mandíbula, en cómo pone los brazos en jarras me hace soltar una inquietante risotada mientras pienso en Predappio, su pueblo natal. Y en esa carretera que conduce al cementerio donde descansan sus huesos.

 Saludos, una extraña coincidencia, desde este lado del ordenador.

‘La luz de Mafasca’ o el arte de marear la perdiz

Domingo, Julio 29th, 2012

Alguien me pasa en dvd el largometraje La luz de Mafasca (2012) película dirigida por Zacarías de la Rosa, mito o realidad de un cineasta que construye, es un decir, un pretensioso y confuso filme donde, curiosamente, si algo destaca es su luz.

Y no la luz de Mafasca, precisamente, sino la de una excelente fotografía que capta con una belleza yo diría casi voluptuosa la hermosa y arrebatadora geografía de Fuerteventura. Isla en la que se aparece este inquietante fenómeno e isla en la que se desarrolla la acción, es un decir, de este largometraje que no da una a derechas ni a izquierdas.

Una lástima, porque la presunta luz de Mafasca era reclamo suficiente para los aficionados a lo paranormal y también de los que gustan de películas de y en clave fantástica.

No hay nada de esto en La luz de Mafasca, sino cuatro narraciones que queriendo ser complementaria se dan la espalda porque no confluyen en el que tenía que ser un mismo origen.

El largometraje presenta así un conjunto de relatos independientes vacíos por dentro, sin apenas sustancia, lo que repercute en el estado de ánimo de un espectador que comienza a rumiar el sacrificio que supone esto de ver cine rodado en Canarias.

Jarto de esa manía por camuflar de rareza lo que no respira alma por dentro. Cansado de intentar encontrar argo de lógica a unas historias que no la tienen. Y no porque esa haya sido la intención de su hacedor, no, sino porque realmente tras tanta poética visual solo hay un esteticismo preciosista, de postal elaborada.

De las cuatros historias que quiere contar, solo convence la que se pretende documental del relato. Esa en la que hombres y mujeres que aseguran haber visto la Luz cuentan a cámara sus experiencias.

Las otras que configuran el esqueleto argumental (¿?) de la cinta resultan enojosamente desdibujadas. Paletadas que pretenden dar consistencia a un misterio que, tras verlo en la pantalla de mi televisor, lo mejor que puede hacer es que siga siendo, precisamente, un misterio.

Y esperar a que venga alguien que, sin revelar racionalmente su origen, se sirva de él para configurar una historia que conmueva, nos haga ver la realidad en la que vivimos de otra manera.

Con sentimiento, emoción.

No dudo que la intención de su realizador fuera la de mostrar una serie de personajes  que son, en el fondo, almas en pena y que aspiran a una comprensión que solo la dichosa luz puede revelarles, pero sí denuncio que su hazaña aburre y mosquea ese pozo de inteligencia que aún debe de quedarme en algún recóndito lugar de la mente.

No sé si reírme o llorar con la presunta tragedia del paracaidista autista. O con la investigación que emprende la periodista despistada que no cambia su antipática expresión de autosuficiencia a lo largo de la cinta. Tampoco con la de la señora que presuntamente da origen a esta puñetera Luz y los dos campesinos que trabajan a sus órdenes…

Con este material, resulta natural que la película se haga un lío y que mis bostezos resuenen en la soledad de mi mansión como los ladridos de un perrito pekinés.

Pensando mientras tanto que maldita la hora en que algunos de los que hasta el día de ayer hacían cine en estas islas abandonadas de la mano de los dioses fabularan que, realmente, estaban haciendo cine en estas islas abandonadas de las manos de los dioses.

Luz, más luz, gritaba Normand Desmond.

Y luz más luz es lo que necesita La luz de Mafasca.

Luz, esta de Mafasca, de la que apenas se proporciona información salvo la que facilitan los entrevistados…

Paralelamente, hay un triángulo sentimental entre la periodista avinagrada y sus ayudantes en Fuerteventura, dos mujeres que quizá sean lo mejor de esta película por la desarmante naturalidad con la que asumen sus papeles: Alba Cabrera y Guacimara de Elizaga. Nota aparte merecen también Carlos ArochaLuifer Rodríguez y Lorenza Machín.

El resto es un quiero, y naturalmente no puedo, en el que incurre la mayoría de las películas con pretensiones de ese cine que dicen canario que he visto en los últimos tiempos: arte para marear la perdiz. Arte para no contar nada presuponiendo que están contando argo. Un argo que no es nada pero como está bien vestido, excelentemente fotografiado y algunos de sus actores incluso resultan creíbles, pues debe ser eso que llaman cine.

Pero no es cine.

Por mucho que sus responsables, con toda la legitimidad del mundo, defiendan que sí lo es.

Cine, mal que les duela a unos y a otros, debe ser mensaje aunque la forma en que te lo cuenten resulte, solo aparentemente, desperdigado, confuso. Para gente curta y esas cosas.

Y la madeja que es La luz de Mafasca no suelta hilo para que un espectador resignado y últimamente jarto de que le vendan cualquier cosa, se rebele. Y se rebele porque no ha encontrado elementos a los que asirse, sino una pesada resignación a la contemplación de un producto bien hechito pero sin alma, sin esa presunta y misteriosa Luz de Mafasca brillando por dentro.

Saludos, apago de un manotazo el interruptor, desde este lado del ordenador.

‘El hombre tranquilo’

Sábado, Julio 28th, 2012

“- Preparamos mucho el guión, fuimos trazando la historia con mucho cuidado, pero de modo que si se presentaba una oportunidad de hacer comedia, pudiéramos meterla, como cuando Barry Fitzgerald les lleva la cuna al dormitorio la mañana después de la noche de bodas y ve la cama rota. Eso era aprovechar la situación. Sabe usted, nadie ha oído nunca lo que se dice cuando entra, de altas que son las risas. Hay centenares de personas que me han preguntado lo que dice. Nunca puedo imaginármelo (Homérico… impetuoso). Pero son condiciones que siguen existiendo en Connemera –de donde procedía la familia–: en principio la mujer lleva al marido una dote de unas libras o algo; es una buena cosa.

- Entonces, ¿está usted de acuerdo con los sentimientos de ella en la película?

- Sencillamente me pareció que estaba bien argumentalmente. La única equivocación que tuvimos fue hacer que él tirase el dinero al fuego. Se lo debería haber tirado a uno de los muchachos y dicho: “para una obra de caridad”, o algo así.

- A mi me pareció un gran gesto.

- Sí, bueno,  ¿a quién se lo iba a dar en todo caso? Al cura párroco, no;  ése tiene más dinero que el alcalde de Dublín.” (1) 

¿POR QUÉ ME GUSTA ESTA PELÍCULA?

1.- Porque contiene una de las mejores escenas románticas (la del beso) de la Historia del Cine.

2.- Porque John Wayne, efectivamente, es un hombre tranquilo.

3.- Porque es natural perder el sueño por una pelirroja como Maureen O’Hara.

4.- Porque imagino que el paraíso debe ser algo así como Inesfree.

5.- Porque me encantaría emborracharme hasta perder el sentido con un tipo tan shakesperiano como Barry Fitzgerald.

6.- Porque un lugar que aguanta a un gigante cabezón pero de buen corazón como es Victor McLaglen debe de ser un buen sitio.

7.- Porque recibes y repartes tortas y todos tan contentos.

8.- Porque el mundo no es complicado, solo que no queremos ver lo sencillo que es.

9.- Porque cada vez que la veo me hace feliz.

10.- Porque la dirigió John Ford, un hombre que no rodó, permiso maestro, solo películas del oeste.

(1) Tomado del libro John Ford, de Peter Bogdanovich (Editorial Fundamentos, 1971).

Saludos, ¡¡¡por esos sesenta años tan bien llevados!!!, desde este lado del ordenador.

Mike Spillane / Hammer

Viernes, Julio 27th, 2012

El caso de Mike Spillane es singular en la historia de la literatura y el cine porque es el primero –y único que sepa– que tuvo el atrevimiento de encarnar a su criatura literaria, el bronco investigador privado Mike Hammer, en una película, Cazadores de mujeres (The Girl Hunters, Roy Rowland, 1963), que se trata cuanto menos de una curiosa y esquizofrénica cinta porque es, reitero, la primera en la que un escritor se transforma en su creación literaria.

El filme no pasará a la historia del género negro pero no deja de resulta un inquietante experimento en el que se funde realidad y ficción. Y si hubo alguien que conoció perfectamente a Hammer era Spillane, quien canalizó a través del protagonista de la mayoría de sus novelas lo que quiso y no se atrevió a ser. Y a hacer.

Quien haya tenido la suerte de leer algunas de las novelas de Spillane, un escritor cuya obra continúa disfrutando de un excelente estado de salud, sabrá que por si algo se caracterizó su estilo no fue por construir tramas complejas, pobladas de personajes con varias caras e intenciones de denuncia de signo progresista. No, muy al contrario, las novelas de Spillane son sencillas por ser trepidantes historias en la que la mayor parte de las veces su personaje se mueve por una feroz sed de venganza.

Spillane se caracterizó además por imprimir a sus relatos de una misoginia brutal que hoy resulta políticamente incorrecta, así como de un feroz anticomunismo que revela a un escritor producto de su tiempo. Un tiempo, los años cincuenta, marcados profundamente por la Guerra Fría.

Mike Hammer es además un incorregible individualista y un tipo con un peculiar sentido de la justicia. Siempre he entendido, en este sentido, que Hammer es algo así como una especie de antecedente de Harry Callahan, un psicópata de gatillo fácil y que trabajaba presuntamente del lado de la ley.

Con todos estos elementos, Spillane construyó a un personaje de éxito que forma parte de la escuela ultraderechista del género.

Al margen de su compromiso ideológico, bastante simplón pero que justifica el modo violento de actuar de su protagonista, las novelas de Spillane se devoran literalmente. Y se devoran porque están muy bien escritas y saben enganchar porque la acción es el motor que alimenta casi todos sus libros.

En estos casos, siempre recomiendo al iniciado en el universo spillaneano a que diseccione el material literario que tiene entre las manos para que pueda sumergirse cómodamente en unos relatos rabiosos marcados generalmente, ya dije, por el ojo por ojo.

Resulta por ello natural que Mike Spillane decidiese interpretar a su personaje porque como confesó a Terry Southern que lo visitó durante el rodaje de esta película que él, y solo él, era Mike Hammer.

Southern, que se encontraba en las antípodas ideológicas de Spillane lo define sin embargo como un tipo simpático y bastante parecido a su criatura literaria, que el propio Spillane define como “un tipo auténticamente sincero. También una persona verdadera. No es un actor.”

Cuando Southern le pregunta si al menos tiene nociones de interpretación, responde, quiero pensar que como un escupitajo: “¿Pretender ser un árbol y todo eso? No, eso no me interesa. No tengo interés en la interpretación en sí. Además, realmente éste no es un trabajo de interpretación.”

Y da en la diana porque si ven Cazadores de mujeres comprobarán que si Spillane hace algo es no interpretar. Y si bien no mira a cámara, sí que se revuelca con la maravillosa chica dorada Shirley Eaton y no deja de apretar el gatillo de su pistola, fabuladoramente hablando. Y eso, precisamente eso, es Mike Hammer. Mike Spillane/Mike Hammer.

Es decir, un filme donde el espectador tiene la oportunidad de ver al escritor como Hammer en una de las películas más extrañas, masturbatorias y egóticas de la historia del cine.

O un interesante trabajo experimental en el que autor y personaje de funden en una sola persona. Lástima que este título no se reivindique por su carácter de rareza como se merece… 

Southern, que a lo largo de todo el artículo se nota que disfruta como un chimpancé entrevistando al gorila, pregunta al impulsivo Spillane.

“- ¿Qué opina de Cain, Hammet, Chandler?

-“Bueno, Chandler era bueno excepto que nunca sabía cómo acabar. Pero esos tíos están todos pasados. Mire, en este negocio se tiene que progresar, hay que mantenerse en cabeza, o de otro modo te quedas atrás, siendo imitado.”

Más adelante y a otra pregunta de Southern:

“-¿Cómo se siente con respecto a la crítica literaria de sus libros?

- El público es el único crítico. Y la única literatura es la que lee el público. La primera edición de mi último libro fue de más de dos millones de copias; ésa es la clase de opinión que me interesa.”

Ha pasado casi medio siglo del estreno de Cazadores de mujeres, película que no disfrutó demasiado del favor de ese mismo público que tanto reivindicaba Spillane. Probablemente porque la película en sí no es una película normal, sino un extraño experimento, insisto, que va más allá de lo cinematográfico y literario.

Tiene un punto cinéma vérité insólito. Insólito por ser una producción de estas características. Con un Spillane/Hammer que se apaga precisamente por su naturalidad al estar rodeado de actores profesionales, entre otros mi apreciado Lloyd Nolan.

Y ese punto cafre e inquietantemente egótico es lo que me mesmeriza de esta película.

Así que me pregunto ¿cómo habría sido una de Bond interpretada por Ian Fleming, tan elegante y exquisito como 007?

Hammer, además de tener la cara de Spillane en el cine también fue Ralph Meeker; Darren McGavin, Armand Assante en Yo, el jurado, donde quizá lo mejor sea Bárbara Carrera, y Stacey Keach en aquella serie de televisión que cuando se emitió volvió a poner de moda los libros del escritor en nuestro país.

Saludos, “cualquiera puede ser un Ganador, todo lo que hay que hacer es asegurarse de que no sé es un Perdedor”, desde este lado del ordenador.

Terry Southern, uno de los nuestros

Jueves, Julio 26th, 2012

LA FOTO: Mirad que pandilla: William S Burroughs, Terry SouthernJean Genet, Allen Ginsberg y unos amigos en Chicago, agosto de 1968.

En unos tiempos donde el periodismo ha terminado por domesticarse y asumir con indignante resignación su extrema agonía, nos quedan afortunadamente una serie de autores clásicos a los que recurrir para conformarnos una idea de lo que tiene que ser el que quizá sea el mejor de los peores oficios del mundo si tus ojos tropiezan por casualidad en el trabajo de, entre otros, Terry Southern.

Terry Southern fue uno de los más grandes periodistas contraculturales de su tiempo y un hábil e irónico articulista de costumbres cuya obra todavía resplandece en el cenagal de una profesión hoy más cautiva y desarmada que nunca.

Lo que hace grande a un hombre de inclinaciones inquietantes y tan contradictorias continúa siendo la capacidad de análisis de su momento a través de los protagonistas de sus artículos. También su notable capacidad fabuladora y su espíritu radical y de agitador de conciencias. Y todo ello sin salirse nunca del tiesto, manteniendo siempre una mirada cáustica y audaz sobre la realidad, parte de cuyos artículos se recogen en español en el ya mítico título A la rica marihuana y otros sabores, libro que inició la estupenda colección Contraseñas de Anagrama.

El caso es que releyendo sus crónicas y relatos, historias de verdad y de mentira, no he parado de sonreír mientras sus palabras no dejaban de darme golpes directos al pecho. Southern era consciente que la verdad, aunque sea amarga, hay que disfrazarla con el azúcar de la ironía, fórmula con la que hace posible que sus cuadros resulten mordaces y apocalípticamente satíricos aunque una primera lectura parezca indicar otra cosa.

Además de periodista, Southern también fue escritor. En su producción se encuentran tres títulos traducidos al español que por perversos, irreverentes y libertarios merecen de todo mi reconocimiento.

El primero de ellos es Candy (Grijalbo, 1978), una novela que en su día se vendió como la historia pornográfica más peligrosa de todos los tiempos, y que no es sino una reinterpretación canalla del Cándido de Voltaire. O una puesta al día de las aventuras de tan legendario personaje solo que en clave femenina.

En El cristiano mágico (Impedimenta, 2012) el escritor y periodista o periodista y escritor propone una aguda pero también retorcida reflexión sobre la codicia humana, lo que reactualiza poderosamente su relectura en estos tiempos siniestros que vivimos. En la novela, un excéntrico millonario que responde al nombre de Guy Grand se gasta su enorme fortuna en bromas con dudoso sentido de la ética. La novela cuenta con una delirante adaptación cinematográfica protagonizada por Peter Sellers, Ringo Starr –Southern es uno de los muchos rostros que aparece en la portada del mítico disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles– y Raquel Welch, entre otros. Y si bien no tiene ni pie ni cabeza, respira ese aire sesentero que caracterizaron comedias frustradas y excesivas como Casino Royal o ¿Qué tal, Pussycat? Cine golfo en toda regla que aún se puede paladear por su carácter loco.

Imaginación y demoledora crítica a raudales hacia el sistema hollywoodiense es lo que destila también Una peli porno, donde el escritor narra un delirante proyecto para poner en marcha el rodaje de una película pornográfica protagonizada por grandes estrellas. En esta novela, editada el año pasado por Valdemar, Southern desparrama toda su acritud a la industria del cine en una serie de capítulos en los que resulta prácticamente imposible borrar la sonrisa –cada vez más ancha– que se dibuja en tu boca al mismo tiempo que recuerdas aquel genial desastre, a medio camino entre el cine histórico y erótico, que fue Calígula, una cinta producida por Bob Guccione y dirigida por Tinto Brass, en la que Malcolm McDowell interpretaba al desquiciado emperador romano junto a astros de la pantalla como Peter O’Toole y John Gielgud, entre otros.

En definitiva, que Southern fue un gigantesco escritor de su momento, lo que explica a mi juicio que su obra se continúe leyendo con tanta actualidad porque todas las épocas son iguales y solo el amor las hace soportable.

Algo tiene este escritor y periodista. No sé si será su notable influencia be bop que intentó mimetizar en unos textos donde la ironía se convierte en clave de un estilo a través del cual su autor se aprovecha para sacar los colores al capitalismo y a la sociedad que ha engendrado.

Southern contribuyó también con su talento en los guiones de ¿Teléfono Rojo?, volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1962); Easy rider (Dennis Hooper, 1969); El rey del juego (Norman Jewison, 1965) y Barbarella (Roger Vadim, 1968), esta última cinta tan excesiva y frustrante como las anteriormente citadas Casino Royal y ¿Qué tal, Pussycat?, aunque hoy se han convertido en títulos con cierto aroma cool porque de alguna manera encarnan el hedonismo de aquella década que dicen fue prodigiosa.

En todo, caso, sirva este post para reivindicar a un hombre que intento ir a lo largo de toda su vida por libre. O la materialización de esos que se conoce como hipster (1). Una forma de ser y de entender el mundo que sospecho volverá a ponerse de moda en estos tiempos turbulentos y plagados de mentiras que vivimos.

(1) Palabra del slang americano, hoy en desuso, con varios significados: un hip es alguien que está en la honda, alguien que está en el rollo, que es adicto a una droga, alguien que sabe de qué va. También alguien frío, tranquilo, interesante y, en otro sentido, snob, enterado, superficial. (Según la traducción de Kosian Masolivier en la primera edición de A la rica marihuana y otros sabores de la colección Contraseñas de Editorial Anagrama, 1977).

Saludos, el mundo no ha dejado de estar loco, loco, loco, desde este lado del ordenador.