Archive for Julio, 2023

Trece días que mantuvieron en vilo al mundo

Lunes, Julio 31st, 2023

La llamada crisis de los misiles ha generado miles de libros, documentales e incluso películas de ficción que retratan aquellos trece días de octubre en los que el planeta estuvo al borde de una guerra nuclear. La amenaza de un conflicto de tan gigantescas dimensiones así como la batalla diplomática que se desarrolló en despachos a puerta cerrada ocupan los contenidos de La crisis de los misiles de Cuba 1962 del periodista e historiador Max Hastings, autor que cuenta con otros libros en los que estudia la derrota de la Alemania nazi y del Japón en 1945 así como la guerra de Vietnam, entre otros grandes conflictos bélicos. No conozco ninguna de estas obras pero las anoto en la lista de lecturas pendientes tras leer las más de seiscientas páginas que reúne en su último libro, publicado en inglés el año pasado y en español por la editorial Crítica lo que llevamos de 2023.

El secreto de esta lectura voraz, de las que se mastican y digieren tanto en el estómago como en la cabeza, es la capacidad de divulgar e informar de Hastings, quien ha accedido a material inédito para contar el relato de unos días en los que la paz mundial anduvo por el estrecho cable metálico de un equilibrista. Resulta de hecho insólito que la cuestión se resolviera cuando se estuvo tan cerca del fin. De cómo no se produjo lo que parecía inevitable y de los hombres que hicieron posible lo que hoy no deja de parecer un milagro trata este voluminoso trabajo que despierta los ecos de una guerra fría que, tiempo después, no ha acabado. Esta sensación, la facilidad en cómo se puede adaptar lo que terminó siendo afortunadamente una lección de Historia con H mayúscula, suma de más atractivo a quien repare en esta obra que no pretende ser la definitiva pero sí la más aproximada para hacernos una idea de lo fácil que resulta pulsar el botón rojo.

La crisis de los misiles de Cuba 1962 comienza con un retrato intenso por profundos de los tres actores protagonistas de aquellos día que, efectivamente, conmovieron al mundo: El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, John Fitzgerald Kennedy, el primer secretario del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y presidente del Consejo de Ministros, Nikita Jrushchov y el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz.

Es en estos perfiles donde Max Hastings explica los pro y los contra de cada uno de ellos, centrando la atención en los líderes norteamericano y soviético para explicar las razones que llevaron a uno y a otro a actuar de la manera en que lo hicieron. El autor del libro expone también los conflictos en los que se vieron inmersos antes de la instalación de las bases soviéticas en suelo cubano, y describe con una objetividad que puede ser puesta en cuestión, las maniobras que mientras tanto hacía y deshacía Fidel Castro cuando lo desplazaron como interlocutor de unas conversaciones en las que tanto norteamericanos como soviéticos se miraron a la cara. Atrás se dejaba el frío polar de una guerra que dividió al planeta en dos bandos claramente opuestos. Dos enemigos que llegaron a un tris de poner fin a todo defendiendo ideas radicalmente diferentes.

No se apoya Max Hastings en remarcar cuáles eran (y siguen siendo) estas diferencias, lo que le interesa es contar cómo en aquel ambiente caldeado, de permanente conflicto global, se pudo apostar por la paz tras reuniones y conversaciones en las que los soviéticos jugaron sucio desde el primer momento al instalar en secreto bases de misiles en Cuba cuando querían hacer pensar lo contrario.

El libro presenta a un presidente Kennedy noqueado tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, y el acercamiento de Jrushchov a Fidel Castro, consciente de que éste no iba a poder repetir la proeza de la batalla por playa Girón.

Se puede objetar en el contrastado trabajo de Hastings que a veces le pueda su origen, es un periodista occidental que se ha especializado en escribir y publicar libros de historia, es decir, que cuando habla de soviéticos y cubanos el lenguaje que emplea no resulta similar al que usa cuando se refiere a norteamericanos y aliados, pero al margen de esta falta de objetividad, el libro quita el aliento y está escrito por un profesional que sabe escribir sobre estas cosas.

Se distancia lo que puede cuando habla de cómo Kennedy y su núcleo duro resolvieron un problema que iba a salírseles de las manos, pero no interpreto que Hastings sienta especial simpatía por el primer presidente católico de su país. Sí que expone y con agradecida claridad, lo dividido que estuvo la cúpula norteamericana para gestionar la crisis, y menciona algunos planes de las fuerzas armadas estadounidenses para atacar Cuba con el fin de neutralizar donde pensaban que se encontraban localizadas las bases. Estos planes, que leídos ahora parecen perfectamente capaces de haber derrotado a Castro y a los soviéticos en suelo cubano, son una de las informaciones claves de un libro que me atrevería a recomendar a toda clases de lectores. Incluso aquellos que no sepan nada de los 13 días en los que se resolvió que el planeta no terminara reducido a cenizas.

LO MEJOR: La forma en que está escrito el libro. Muy riguroso con la Historia pero sin renunciar a su compromiso por divulgar

LO PEOR: El retrato de los grandes actores protagonistas de la crisis. A Max Hastings se le nota demasiado el partidismo, que está del lado de los Estados Unidos y no de soviéticos y cubanos

Saludos, con el sabor de la miel en los labios, desde este lado del ordenador

La obra de cuatro cineastas iberamericanos, protagonistas de la jornadas Codirigir con lo real

Viernes, Julio 28th, 2023

La obra de cuatro grandes cineastas iberoamericanos sustenta las Jornadas Codirigir con lo real, que organiza el Instituto de Formación e Investigación Cinematográfica (IFIC) y que se celebran a lo largo de dos fines de semana, el 15 y 16 de septiembre y el 6 y 7 de octubre, en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife (Plaza del Patriotismo, 1).

La cuarta edición del Programa de Especialización Cinematográfica del IFIC cita en el Espacio Cultural CajaCanarias a los cineastas Lisandro Alonso, Óliver Laxe, Elena López Riera y Adrián Orr; asimismo, cuenta con cineastas canarios, como Omar Razzak y David Pantaleón.

El director de las jornadas y del IFIC, el cineasta y productor canario José Alayón, asegura que “la presencia de estos cuatro directores en Tenerife es una oportunidad única en las islas para ver grandes películas y para dialogar en persona con autores que solo se encuentran en festivales”. En este sentido, cabe destacar que Óliver Laxe está reconocido como uno de los grandes cineastas españoles de la actualidad y es una figura pionera en el movimiento de renovación que supuso el Novo Cinema Galego. Igualmente, Lisandro Alonso, con una filmografía de seis películas, todas ellas seleccionadas en Cannes, es uno de los cineastas latinoamericanos más prestigiosos del siglo XXI.

Las jornadas están dirigidas a profesionales del cine de las islas y también a estudiantes de cine y audiovisuales; de igual manera, están abiertas a cualquier persona interesada en el cine. Para favorecer la participación, se cuenta con un plan de diferentes tipos de descuento en el coste de inscripción general –de 40 euros– para las personas que sean socias del Clúster Audiovisual de Canarias, de la Asociación de cineastas de Canarias Microclima, de la Delegación en Canarias de CIMA y de la Tenerife Film Commission. Asimismo, se ofrecen accesos especiales para estudiantes de cine y audiovisuales de las Islas. La participación en las jornadas se gestiona a través del formulario de inscripción publicado en la página http://programadecine.com/. En esta web se detallan también los pormenores del coste para cada caso.

La proyección de las películas, incluida en la inscripción, está también abierta al público general, que puede comprar la entrada a 3 euros en la taquilla que se habilitará al efecto, en el referido Espacio Cultural CajaCanarias el mismo día de la exhibición.

El IV Programa de Especialización Cinematográfica del IFIC se desarrolla con el apoyo del Instituto Canario de Desarrollo Cultural (Gobierno de Canarias), la Fundación CajaCanarias y la Tenerife Film Commission y este año se centra en el papel de la realidad en la creación de nuevos lenguajes e historias en el cine, justo en la frontera entre el cine de ficción y el documental.

El director de las jornadas destaca que “en esta ocasión nos proponemos crear un espacio de análisis y reflexión sobre propuestas de ficción que integran elementos narrativos y dispositivos propios del cine documental, de la no-ficción o del cine observacional. Ponemos el énfasis este año en el cine de cercanía, de proximidad, en el que quienes crean la película participan de la realidad inmediata y cotidiana. Nos nutrimos de ideas en torno al cine que deambula «entre el control y el azar», como apuntó José Luis Guerín, o en la capacidad de «codirigir con lo real», en palabras de Irene Gutiérrez”.

Programa

El primer capítulo de las jornadas cuenta con la participación de los cineastas Adrián Orr y Elena López Riera. El viernes 15 de septiembre, Orr imparte la masterclass La ficción después de lo real, que será seguida de la proyección de su película Niñato (68’/España/2017), premiada en el 19 BAFICI, el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente.

Elena López Riera es la cineasta encargada de la clase magistral del sábado 16 de septiembre, titulada Volver a casa para filmar, temática que ilustra con la proyección de su película El agua (104’/España/2022), que, entre los reconocimientos recibidos, cuenta con la nominación a los Premios Goya a la Mejor dirección novel y a la Mejor actriz revelación en 2022. Ese mismo sábado, el IFIC reúne a cineastas y escritores de las Islas en la mesa redonda Creando desde lo cotidiano: Nuevas narrativas canarias en el cine y la literatura.

El segundo capítulo de las jornadas se desarrolla el 6 y 7 de octubre y comienza el viernes 6 con la participación del director Óliver Laxe, que imparte la masterclass Haqq (verdad y realidad). Esta intervención está acompañada por la proyección de la película Todos vosotros sois capitanes (80’/España/2010), que ha recibido el premio de la crítica en la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes, entre otros.

Por su parte, el realizador Lisandro Alonso, considerado como uno de los mejores directores de cine latinoamericano contemporáneo, imparte el sábado 7 de octubre la clase magistral Intermitencias reales, acompañada por la proyección de Los muertos (78’/Argentina/2004), Mejor Ópera Prima en la Sección Oficial del Festival de Toronto.

La agenda de la jornada de clausura contempla también la masterclass Tendencias actuales, a cargo de la reconocida crítica y periodista cinematográfica italiana Beatrice Fiorentino. Asimismo, la jornada final prevé la celebración de la primera edición de un evento de networking, para la generación de contactos y creación de red entre las personas asistentes vinculadas con el cine.

El objetivo del IFIC con este programa es ofrecer un marco para dialogar en persona con cineastas clave de la actualidad, con el fin de promover la creación de una mirada y una identidad propias. Se trata de “aplicar la creatividad y el talento a un nuevo modelo artístico e industrial más diverso y liberador”, detalla Alayón, quien subraya el papel de “los espacios de encuentro y de investigación como oportunidad para incentivar el emprendimiento responsable capaz de sostener proyectos cinematográficos internacionales que generan valor añadido al patrimonio cultural”. Todo ello, impulsado desde Tenerife, lo que convierte a la isla y a Canarias en un destacado centro neurálgico para la reflexión y el desarrollo de tejido empresarial ligado al sector cinematográfico.

Saludos, otoño está aquí al lado, desde este lado del ordenador

Puerto de la Cruz, en negro

Jueves, Julio 27th, 2023

El debate, como muchos debates, comienza a ser cansino aunque necesario porque ¿qué es la novela negra y criminal? Particularmente, lo tengo muy claro, es aquella literatura que habla de la corrupción de nuestra sociedad, que denuncia las lacras de un sistema que no reparte con equidad la misma justicia para todos… Un género, en definitiva, que se preocupa por mostrar las miserias de un mundo que hace miserables a quienes lo habitan. Solo que en este mundo surgen personajes, más que héroes, antihéroes, que solo se rigen por un peculiar código moral que los hace ir adelante cuando todo lo que les rodea conspira para que no sigan adelante con su investigación…

Luego está la novela de suspense y el thriller, que no es novela negra y criminal según la entiendo. Estos géneros son muy interesantes, y en la mayor parte de los casos su literatura me ha suscitado grandes momentos de entretenimiento solo que no me deja hecho trizas la conciencia como sí lo hace la novela negra y criminal.

A veces, y solo a veces, estos géneros se cruzan porque son géneros que no le hacen asco a otros y aparecen novelas como La perra, de Alberto Val, un escritor nacido en Cuenca que ambienta su novela en un escenario muy reconocible para los que vivimos en Tenerife: Puerto de la Cruz.

Se trata de una historia policial, de la investigación de un caso (en este caso la desaparición de un tenista) que asume la agente Guiomar Aguilera, una mujer con un hijo enfermo al que su marido “abandonó”… O no. La sustancia del relato descansa, sin embargo, en una organización que lidera una mujer , La Perra del título, que es la responsable de negocios ilícitos como son las peleas clandestinas de animales y de humanos.

El libro cuenta con un prólogo y epílogo y está estructurado en tres parte. Narrado en dos tiempos, Alberto Val sigue cronológicamente la investigación a partir del 7 de enero de 2019 al viernes 11 de enero del mismo año. Por otro, introduce al lector en la vida del tenista desaparecido, Cristian Velasco y a la que será su mujer. También se cuenta cómo conoce a su “mejor amigo”. En capítulos alternos se sabrá cómo La Perra se convirtió en La Perra.

El escenario: el Puerto de la Cruz y Los Realejos. Pero es un escenario porque la ciudad no adquiere en la novela la categoría de ser otro personaje del relato. Tampoco subraya la distancia del peninsular cuando llega a las islas y tarda un poco en aclimatarse a los modos y costumbres de esta tierra, como sí hizo Lorenzo Silva en La niebla y la doncella. Se le agradece a Alberto Val pero recuerdo que también se lo agradecí a Silva cuando leí La niebla y la doncella.

Con estos personajes (hay muchos más, la mayoría policías nacionales, como Aguilera) y estos elementos, Alberto Val construye un relato entretenido, que se deja leer muy bien. Capítulos cortos, frases directas y una acción que va in crescendo hacen que la novela enganche.

En cuanto a los ambientes, el de la comisaría y los agentes que en ella trabajan, recuerdan a los que uno ha visto mil veces en películas y leído otras tantas en novelas. Los personajes son en blanco y negro, sin grises, así que por un lado están los malos, dos gigantes y tatuados gángsters rusos que hacen de guardaespaldas de quien da nombre al libro, La Perra, una mujer a la que le arrebataron con toda crudeza su infancia, y en el lado de los buenos, Guiomar Aguilera y el comisario Carmona, que hace la misma función del jefe que abronca a Clint Eastwood en Harry el sucio, aunque como a éste las palabras que le suelta le entran por una oreja y le salen por la otra a Aguilera, que bastante tiene con su vida en casa, cuidando a un niño enfermo. Y sola.

Con este panorama, la destinan a que investigue la desaparición del tenista con un agente recién salido de la academia: Eduardo Román.
La relación entre ellos pero sobre todo la fotografía “real” que intenta imprimir al relato de cómo es el trabajo en una comisaría, en este caso la de la Comisaría de la Policía Nacional del Puerto de la Cruz-Los Realejos es lo mejor de una novela que cuenta con un protagonista que podría degenerar en serie.

El marco geográfico de la novela es Puerto de la Cruz y Los Realejos. El autor se permite ciertas licencia en su dibujo de la ciudad, como la ubicación de un club de tenis del que sale Cristian Velasco. Es aquí, en este club recreado, donde el lector observará las capacidades de los dos agentes en los interrogatorios Por un lado, la ruda distante de Aguilera y por otro la cercana de Román.

A modo de conclusión La Perra es una novela policíaca con policías como protagonistas pero no se trata de una novela negra y criminal porque pese a que se denuncien algunas cosas, como que son los ricos los que estimulan las peleas clandestinas de perros y entre seres humanos porque son los únicos que son capaces de gastar un dineral por contemplar cómo se despedazan en un ring.

LO MEJOR: Se lee muy bien. La historia engancha

LO PEOR: En ocasiones se puede llegar a pensar que eso ya se ha leído o visto en otra parte

Saludos, calor, desde este lado del ordenador

Pablo Acosta: “Todo lo que cuento ocurrió (¡vaya que si ocurrió!), pero ha sido deformado”

Miércoles, Julio 26th, 2023

Este libro es una casa pero la casa también es este libro así que este libro y esta casa tienen un nombre y su nombre es La casa de mi padre, de Pablo Acosta, escritor nacido en La Laguna aunque reside desde hace veinte años en Barcelona.

Con esta obra, breve pero densa, Acosta sorprendió el año pasado y consiguió algo muy difícil en este país, que la crítica prácticamente coincidiera en celebrar la aparición de un libro desconcertante que hace seguir con especial atención la trayectoria de un autor que con su primer trabajo “no académico” hace augurar el inicio de una carrera literaria que obliga a su seguimiento. Y es que no es nada fácil lo que logra el escritor con esta casa que es un libro o este libro que es una casa, conmover y, al mismo tiempo, producir inquietud. Miedo cuando se accede a cada una de las habitaciones de la casa de “mi padre”.

Pablo Acosta es investigador postdoctoral María Zambrano, actividad en la que ahora está tratando de trazar la genealogía del sermón visionario desde el Libro del conorte de la abadesa Juana de la Cruz (c. 1509). Especialista en literatura mística medieval, el escritor se encuentra en estos momentos trabajando en nuevas obras de ficción, una de las cuales podría ser La casa de mi madre, libro que “llegará cuando tenga que llegar, pero sé que esta vez el proceso será más corto y que, sobre todo, hablaré sobre La Laguna como paisaje interior, porque para mí mi madre es sus calles”, anuncia Pablo Acosta.

- La casa de mi padre es su primer libro publicado al margen de los académicos. ¿Cuál es su origen, que le animó a escribirla?

“Siempre he defendido que para mí existen dos literaturas: aquella que surge de la necesidad (que es la que, en general, me interesa) y una escritura más de oficio, en la que la persona que escribe controla más su contenido, estructura de una manera consciente el texto, crea, en fin, un producto consumible para un público. Aquí está la novela al uso (que también disfruto tremendamente). Sé que hay zonas grises entre ambas formas y creo que en La casa de mi padre conviven los dos impulsos. El que está en su núcleo fue la necesidad de escribir que surgía, arrebatadora, en ciertos momentos durante mi primera década en Barcelona. Escribía porque había muerto mi padre en Tenerife y me dolía, y necesitaba entender. Ese fue el primer paso, inconsciente. Muchos años después, volví a esos textos (que nunca habían cesado de crecer), los estructuré y los narrativicé en una etapa en la que ya era consciente de que esos materiales compondrían un libro que la gente leería”.

- ¿Por qué reproduce en el libro el plano de las habitaciones de la casa? ¿Es un libro o es una casa?

“Es una casa hecha de palabras. También es un libro que puedes agarrar entre las manos, cuyas páginas puedes palpar, pero mi intención va más allá de eso. Quiero que la persona que lo lee cree la casa de mi padre en su mente, para que pueda imaginar (en sentido fuerte) qué es lo que ocurrió allí dentro. De ahí que el plano del piso se reproduzca en la cubierta, se vaya repitiendo en las páginas interiores y su descripción sea lo que vehicula la narración. Como seres humanos somos capaces de hacer eso, de recrear dentro de nosotros un espacio que no hemos visto nunca, de sentir dentro de él (de tocar lo que hay allí dentro, de saber cómo huele) y de recordarlo para siempre. Sé que esta casa ya habita dentro de muchas personas y también sé que esas personas son capaces lo recorren, incluso en momentos de inconsciencia. Es una casa”.

- ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en La casa de mi padre?

“No creo que haya que hacer una distinción neta entre ambos términos. Cualquier hecho de la realidad tiene que pasar por el filtro del lenguaje para ser transmitido a otros. Y ahí los recursos son comunes para el periodismo, las crónicas, las biografías o las novelas. Todo lo que cuento ocurrió (¡vaya que si ocurrió!), pero ha sido deformado, primero por mi memoria y, después, por la escritura misma, que es una forma de realidad diferente”.

- Hubo alguna habitación de la casa que le costará mayor esfuerzo –por doloroso a la hora de escribirlo– cuando se disponía a adentrarse en ella? ¿Por qué?

“La única estancia a la que se vuelve dos veces durante el relato es el estudio y en el plano está manchada con sangre”.

- El cine y la música son elementos constantes en el libro… ¿Qué influencias reconoce?

La casa de mi padre está llena de referencias fundamentales para mí, de referentes conscientes, porque formaron parte de la historia que cuento (por ejemplo la banda sonora del libro, el Disintegration de The Cure, que mi padre me regaló en vinilo, o En busca del tiempo perdido, cuyo séptimo volumen me encontré en su habitación). Las obras que nombro me acompañan y me permiten pensar el mundo y el pasado. Y esa es la función que también tienen en el libro.

Después, hay otras influencias que he reconocido solo tras la publicación (sobre todo, tras las lecturas de otros). Son estos ecos, que suponen la incorporación orgánica de otras voces a mi lenguaje, donde mi escritura toma la densidad casi matérica que tiene en La casa. Algunos ecos que me han señalado últimamente podrían ser: una escena de Claus y Lucas, de Agota Kristof, en un breve recurso al final del libro; Lovecraft y la literatura de terror (el miedo, como dijo un buen lector hace poco, “empapa” todo el texto), Borges y “Asterión”, Perec en La vida instrucciones de uso, cuando alude a las novelas policiacas, crea ese suspense de alguna forma, y después no lo resuelve nunca… Recuerde que el narrador encuentra un revólver en una de las estancias”.

- ¿Para cuándo La casa de mi madre?

Estoy en ello, pero no lo quiero forzar. Creo que en La casa de mi padre se siente una intensidad especial, que tiene su origen en la necesidad con la que la escribí. La desesperación, el dolor, la duda y la incertidumbre no son solo retóricos en el libro (que también), sino que fueron vividos y trasvasados allí, construidos como una casa. Hay mucho de ejercicio interior en el texto, como dijo Victoria Cirlot en la crítica que escribió, y, en ese sentido, La casa de mi madre no es un producto que pueda calcular. Llegará cuando tenga que llegar, pero sé que esta vez el proceso será más corto y que, sobre todo, hablaré sobre La Laguna como paisaje interior, porque para mí mi madre es sus calles”.

- Leo que reside en la ciudad de Barcelona desde hace más de veinte años, ¿cómo se observan las islas desde la distancia?

“Hablo sobre mi relación con las islas en La casa, donde ciudades como precisamente La Laguna se narran no desde el realismo, sino desde la memoria y las imágenes del inconsciente. Mi percepción ha cambiado con el tiempo. Aunque en las islas viviera gente a la que amaba, durante muchos años solo quería estar lejos por todo lo que había pasado allí. Ahora sé que, de alguna forma, es el único lugar al que podré volver, si debo volver a algún lugar algún día. Más allá de la interioridad, ahora mismo percibo las islas como un lugar en peligro. Cada vez que vuelvo veo cómo se están degradando, masificando y vendiendo con una velocidad que, de verdad, me da miedo y mucha pena. Las siento como un territorio que siempre ha sido frágil, pero que ahora mismo que está siendo depredado acelerada y brutalmente”.

- Es especialista en literatura en literatura medieval, ¿qué pueden encontrar los lectores del siglo XXI en esta literatura?

“Pensar el mundo desde otro lugar. La Edad Media está lo suficientemente lejos como para que la podamos percibir desde la extrañeza y podamos pensarnos desde el otro. Acercarse a lo que se cantaba en las cortes de Occitania en el siglo XIII, a cómo se concebía el universo desde la Commedia de Dante o a los modos de vida de las beguinas te hace percibir no solo la literatura actual, sino también tu propia realidad histórica, como parte de una tradición, de un flujo que siempre está transformándose. También creo que el estudio de las literaturas antiguas puede decelerar este ritmo brutal en el que vivimos, dándole la espalda y ayudándonos a mirar dentro de nosotros mismos. Sé cómo suena, pero el cuidado de sí (la cura sui) debería ser implícito a la lectura”.

- ¿Le condicionaron sus conocimientos en este tipo de literatura a la hora de escribir La casa de mi padre?

“Sí, soy la persona que soy gracias a mis estudios, a los que, por suerte, puedo dedicarles gran parte de mi tiempo. Cuando escribo siento de que estoy aplicando visiones de la escritura (la escritura como conformación de un cuerpo, por ejemplo, el inscribir como herir el soporte en el que se escribe, como dejo ver la frase citada en la contraportada) y esto lo confirmo después, cuando corrijo o releo. No creo que pudiese ser de otra manera: esos discursos han calado en mí de una manera profunda, me han impregnado”.

- La crítica ha recibido con elogios La casa de mi padre, ¿le produce vértigo o le anima a mejorar en próximas obras?

“Para mí es un privilegio que ciertas personas hayan escrito ciertas cosas sobre mi libro, pero lo que ocurra con mis obra futura hipotética no puede preocuparme”.

Saludos, desde mi casa al mundo, desde este lado del ordenador

La isla de los muchachos hermosos, una novela de Pedro Flores

Martes, Julio 25th, 2023

Reconocido poeta, poeta que sabe observar lo que hay dentro de las turbias aguas estancadas para convertirlas en poesía, hasta ahora se conocía y se elogiaba la trayectoria como poeta de Pedro Flores, uno de esos tipos que al menos en mi caso ha logrado que me aproxime al arte de los versos cuando no soy lo que se dice un frecuentador de este género literario.

Algunos de sus libros sin embargo los he leído no como poemas sino como historias pese a que no tuvieran que ver nada o casi nada con la prosa poética, y prosa poética era lo que imaginaba que iba a revelarnos con La isla de los muchachos hermosos (Maclein y Parker, 2023), que es su primera novela. Un libro muy interesante en el que se aprecia la arquitectura de un texto que pone en pie para reflexionar, entre otros temas, sobre la fama, la creación y la poesía.

Escrita a través de varias voces, la novela sigue la trayectoria de Jesús Arévalo, que “tiene casi treinta años, es casi filólogo y no conduce”, tras las huellas de Bebo Ríos, un poeta de la isla que falleció a los dieciocho años dejando tras de sí un poemario, un relato y un diario novelado. Durante sus pesquisas, Arévalo irá descubriendo algo más de este personaje (¿inspirado en Félix Francisco Casanova?) a través de una serie de entrevistas con quienes le conocieron aunque, como sucede en Ciudadano Kane, al final el retrato que se da de Ríos resulta contradictorio. Un borrador de quien pudo ser un genio. Un genio que nace en un entorno poco dado al arte de la poesía como es la barriada de una gran ciudad.

Esta ciudad puede resultar Las Palmas de Gran Canaria aunque Pedro Flores la identifica con otro nombre, como otro nombre tiene esa isla en la que se desarrolla la persecución que emprende Arévalo tras Bebo Ríos, el cantor que pudo ser un genio si la muerte no lo borra del calendario de la vida.

La novela, que puede desconcertar a unos por la construcción narrativa que la define, resulta tremendamente adictiva no ya solo por la manera en cómo nos la cuenta el autor, poeta ahora reconvertido en escritor, sino por las líneas de investigación que abre y que cierra hasta llegar a un final que sin ser lo redondo que uno esperaba cierra una investigación en torno al secreto de la poesía, del arte de dibujar con palabras lo que no son sino sensaciones. Se nos cuenta el pasado literario de un poeta joven que nació y vivió sus apenas 18 años como un macarra. Su muerte se produce dentro de un automóvil, un automóvil robado.

La novela comienza con el diario de Bebo Ríos, que no es otro que La isla de los muchachos hermosos y continúa con algunos de los poemas de Cuartos de hotel, el único poemario que escribió y sigue con el relato en primera persona también de Eusebio Arévalo, el estudiante de Filología que tras descubrirlo, investiga. El libro añade además una serie de entrevistas en las que quienes conocieron a Bebo Ríos hablan de él. Esta parte es la más evocadora de Ciudadano Kane, donde era a través de la opinión de otros donde se daba un retrato muy abstracto de quién fue realmente ese fabuloso magnate de la prensa amarilla según el genio y el talento de Orson Welles.

Pero hasta ahí las comparaciones que en este caso no creo que resulten ociosas ni odiosas porque el caso es que si algo pone de relieve La isla de los muchachos hermosos es la calidad literaria que respira cada una de sus páginas aunque Flores no termine de redondear el acabado con un final que lleve, y conduzca también a los lectores, a un callejón no sin salida sino todo lo contrario, demasiadas salidas.

Otra de las características que encuentro en La isla de los muchachos hermosos, un título que encierra una gran verdad pero también una gran ironía, es la capacidad que tiene el poeta para narrar y que me haga pensar si la literatura que se escribe por estas orillas no habrá perdido con Flores a un prosista mayor, a un narrador que en su debut se plantea desafíos.

La novela reproduce algunos de los poemas que configuran esos Cuartos de hotel que a mi me recuerdan con este título a uno cualquiera de los cuadros de Hooper, y no es, al mismo tiempo, la primera vez en la que un poeta que salta a la prosa mira hacia atrás, hacia su pasado –acudir a los recuerdos dispersos de su existencia– para debutar con su primera novela. Así que son libres para decidir si Bebo Ríos no es otro que Pedro Flores pero ¿qué más da? El caso es que la novela se ocupa del fin de la adolescencia y del tránsito a la juventud aunque en el caso de Ríos no sepamos nunca hasta dónde pudo llegar con su talento porque falleció en un estúpido y grotesco accidente de automóvil.

La isla de los muchachos hermosos
es una novela agradecida de leer en estos tiempos de cambios y fantasmagóricos abismos. Y no, no es un libro despreciable sino más bien todo lo contrario.

LO MEJOR: La compleja arquitectura de la novela y el control de las numerosas voces que intervienen en ella

LO PEOR: El final de un libro que, tal y como anuncia el título, narra la vida en una isla de muchachos que una vez fueron hermosos

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

¿Su nombre? Robert Graves

Lunes, Julio 24th, 2023

Cumplen años este mes que se nos va dos escritores por los que siento un profundo agradecimiento. Hace unos días algunos locos como quien les escribe celebramos el natalicio de Raymond Chandler, el creador de un detective privado que contribuyó a reforzar la imagen del, precisamente, detective privado modelado años atrás por Dashiell Hammett con su Sam Spade. Como sabe el aficionado, Bogart les dio vida a los dos en pantalla grande, concretamente en El halcón maltés (Spade) y El sueño eterno (Philip Marlowe).

Hoy hubiera cumplido años también Robert von Ranke Graves (Wimbledon, 24 de julio de 1895 – Deyá, Baleares, 7 de diciembre de 1985) Robert Graves, al que le debo muchas lecturas provechosas y también un conocimiento de la Historia a través de la literatura que ya quisieran el 90 por ciento de los escritores y escritoras que en la actualidad se dedican al género de la novela histórica. Y es que Graves además de ser un erudito fue un escritor con todas sus letras. Cultivó de hecho tanto la poesía como la narrativa y el ensayo histórico además de una autobiografía, Adiós a todo eso, que recomendaría no solo a los que siguen con devoción la obra de su autor sino también para todo aquel despistado que llegara a él por, como llegan casi todas las cosas en esta vida, casualidad.

Imagino que como muchos, conocí a Robert Graves a raíz de la extraordinaria serie de televisión que adaptó una de sus obras más monumentales: Yo, Claudio, novelas que en España se publicó en dos volúmenes y que nos aproximó a un mundo romano que hasta ese momento había permanecido olvidado como es el de la alta política que desarrollaban sus élites.

El héroe, o mejor el anti héroe de la novela y de la serie, es el propio Claudio, tartamudo y el tonto de la familia Julio-Claudia que es el único que sobrevive a sus tíos y sobrinos a medida que el imperio se extiende por medio mundo conocido.

He visto no una sino tres veces la serie completa. Las dos últimas gracias a que me hice hace ya unos años con el paquete completo, paquete que incluía además un montaje de las escenas que llegó a rodar Josef Von Stemberg de la novela, y que contaba entre otros actores con Charles Laughton haciendo del mismo Claudio (en la serie de televisión lo interpreta otro actor shakesperiano, Derek Jacobi).

El caso es que la novela es ya un clásico y que sus respectivas versiones cinematográficas, aunque la película de Stemberg no llegara a terminarse, también.

Pero si hay no una sino varias novelas de Graves por las que siento un aprecio especial son El vellocino de oro, que me llevó a leer Las Argonáuticas, el material original que la inspira y que escribió Apolodoro de Rodas; Las aventuras del sargento Lamb, las memorias de un sargento del ejército británico que sirve en las colonias americanas durante la guerra de independencia, y que existió en verdad y que a mi, personalmente, me parece con El vellocino de oro uno de sus mejores libros (transporta al lector a aquel tiempo, conoces por dentro en qué consistió la verdadera historia de la lucha por las colonias americanas del norte) aunque la pregunta es ¿qué libro es malo en la afortunadamente extensa producción literaria del erudito y escritor británico? Pues ninguno. Eso sí, los hay mejores y no tan buenos pero no cuenta con ninguno malo, horroroso, de esos que dejas casi a la mitad.

Hijo del Mediterráneo aunque nacido en la fría y húmeda Gran Bretaña, Robert Graves se estableció finalmente en Deyá, Mallorca, donde todavía lo recuerdan algunos vecinos que tuvieron la suerte de conocerlo. Fue aquí, además, donde fortaleció su amistad con la actriz Ava Gardner. De hecho la autobiografía de la protagonista de Pandora y el holandés errante la escribió con la colaboración de la hija de Graves, que se manejaba muy bien en español.

Otros grandes libros del escritor son El conde Belisario, cuya lectura me ayudó a combatir la soledad impuesta por el confinamiento y La hija de Homero donde desarrolla una hipótesis perfectamente creíble y asumible. Destacaría como ensayista sus trabajos centrados en Los mitos griegos, Lawrence y los árabes y La gran diosa blanca, que tuvo bastante influencia entre los que consumen literatura esotérica vaya uno a saber las razones.

El caso es que tal día como hoy, decía, nació Robert Graves, un escritor cuyos libros me han acompañado un buen trecho de la existencia y en algunos de esos viajes que he realizado por esos mundos de Dios como Israel, donde me llevé su Rey Jesús. O Grecia, donde descansaba de tanta belleza hecha ruina leyendo sus mitos griegos. Luego, al regresar, cayeron La Iliada y La Odisea. Y El vellocino de oro que, como ya dije, a mi me parece una de sus mejores novelas históricas. Literatura de primera división en un género, el histórico, tan necesitado de escritores con la misma dimensión que Robert Graves.

Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador