Archive for Noviembre, 2014

Vías de escape

Domingo, Noviembre 30th, 2014

Me encuentro, porque insisto que uno se encuentra con algunos libros, con Vías de escape, un volumen imprescindible para los que nos confesamos sin rubor leales lectores de Graham Greene. En este librito el autor hace repaso sin molestos egos a su producción literaria y ofrece un relato periodístico sobre la creación de sus novelas, muchas de las cuales me han acompañado a lo largo de la vida porque Greene es uno de esos autores que te acompañan en los momentos duros y relajados de una existencia que estos días ha estado ensombrecida por un tiempo que no le deseo a nadie.

El viento y la lluvia que a lo largo de dos días ¿o fueron tres? ha tomado las islas me hizo pensar que vivía en las gélidas tierras del norte. No me acostumbro a esas voces que arrastra el aire cuando se vuelve frenético, ni al brusco cierre de puertas y ventanas que, caprichosamente, agitan las corrientes enfurecidas. Sin embargo, finalizo Personal, de Lee Child que al final me decepciona, aunque en su lugar absorbe las Vías de escape que propone Greene, de quien subrayo un largo párrafo lo que me sorprende porque llevo unos meses sin coger el lápiz y rubricar fragmentos en esas lecturas que llaman la atención.

Termino de ver la serie británica House of Cards y descubro un actor, Ian Richardson, a quien ya había detectado en Calderero, sastre, soldado y espía, aquella en la que sir Alec Guinness se disfrazaba con inteligente convicción en el papel de George Smiley, el espía de John le Carré y cuya novela se publicó en España con el título de El topo. Recuerdo preguntarle a mi padre porque lo de El topo y su respuesta: calla y mira. Una excelente lección porque desde ese día sé a que se refieren con eso de El topo.

Hace unas semanas y tras devorar golosamente la tercera temporada de Boardwalk Empire me entra la adicción de ver la cuarta. Pregunté si la tenían en uno de esos grandes almacenes donde comprar un disco, un libro o una película es tan despersonalizado como adquirir un suéter, pero el precio que me anuncia el dependiente resulta tan abusivo que tengo que dejarlo pasar por mucho que sufra mi raquítico saco intelectual aunque la providencia hace al final que me llegara la dichosa cuarta temporada por mediación de uno de esos amigos que se han transformado en oasis entre tanta desolación.

Como es domingo y parece que el sol está empeñado en asomarse por entre las nubes, me decido y bajo al Rastro, aunque la amenaza de lluvia ha encogido los puestos, muchos de ellos improvisados, que habitualmente se instalan en los alrededores del Mercado Nuestra Señora de África.

Me detengo en un puesto repleto de libros antiguos con títulos llamativamente anticomunistas mientras una chica le explica a su madre que no entiende Un mundo feliz, de Huxley y mucho menos Hambre, de Hamsun. La madre no le responde sino que escarba en la montaña de novelas anticomunistas. Me retiro en silencio y sorteo a la gente que se ha animado como yo a bajar al Rastro, pero no encuentro demasiadas cosas que despierten un interés que se ha dormido probablemente por la tormenta que estos días pasados estropeó la calma habitual que se vive en estas islas tan cercanas al continente africano.

Busco en ese deambular sin sentido nuevas vías de escape pero no hay manera porque el viento continúa murmurando con insistencia. Camelot no existe, de eso me doy cuenta cuando entro en la librería que está cerca del Mercado, donde rodeado de volúmenes usados respiro un aroma que me sabe a hierba buena. Uno de los clientes dice que va a llover y yo espero que no porque ya está bien de lluvias aunque resulte fascinante observar como corre el agua por los barrancos.

El paisaje de la ciudad después de la tormenta resulta cuando menos inquietante. Las ramas arrancadas de los árboles invaden las ramblas, así como el tronco de algunas palmeras. Un grupo de personas contempla una fachada de la que el viento se llevó varios ladrillos, así como letreros que cuelgan como un péndulo. Con todo, parece que la ciudad se recupera de la ventolera.

Subo por esta capital de provincias hecha cuestas sin dejar de mirar a un grupo de nubes ligeramente negras que parece que van a descargar de un momento a otro una tromba de agua. El aire, con todo, está limpio e incluso se respira un agradable olor a humedad. Se puede cruzar además con facilidad porque apenas transitan coches y el césped del tranvía ha recuperado un verde que ya creía olvidado… Es inevitable que en este paseo en plan vía de escape evoque la novela Los ojos del puente, de Javier Hernández Velázquez, en la que retrata a esta misma capital de provincias solo que mojada, una ciudad sobre la que cae una eterna llovizna que es otra manera con la que su autor rinde homenaje a la novela que desapareció de Antonio Bermejo: La lluvia no dice nada.

La lluvia no dice nada es uno de esos misterios con acento cultural que adorna la historia de Santa Cruz de Tenerife. Una leyenda que se suma a la copia que presuntamente se escondió de La edad de oro, de Luis Buñuel, al estallar la Guerra Civil.

Me pregunto, si existen, dónde estará el original de La lluvia no dice nada así como de esa Edad de oro… ¿tras una pared? Tras la pared quizá de esa casa terrera abandonada cuyo techo se ha venido al suelo por causa de la tormenta… Dan ganas de entrar y explorar entre las ruinas, aunque solo veo gatos que entran y salen por la puerta y las ventanas…

Llego por fin a mi castillo. Y no, no ha caído una gota de agua del cielo pese a que las nubes se vuelven cada vez más negras y sopla el viento, pero con menos entusiasmo, por las calles y avenidas de una ciudad en la que por mucho que lo intente no encuentro vía de escape.

Vías de escape…

Gracias a los dioses, Graham Greene siempre está ahí.

Saludos, eso es todo, amigos, desde este lado del ordenador.

La cruz de plata, una novela de Jesús Villanueva

Jueves, Noviembre 27th, 2014

“A sus recientemente cumplidos cincuenta y siete años, el Brigadier de Caballería don Antonio Benavides González de Molina –que así hacía tiempo que firmaba los documentos y misivas añadiendo el segundo apellido del abuelo materno–, había recorrido de un tirón, a lomos de un brioso corcel, al frente de la Primera Compañía del Escuadrón de Dragones, las veinte leguas que separaban Veracruz de Orizaba.”

(La cruz de plata, Jesús Villanueva Jiménez, LibrosLibres)

Tras darse a conocer con El fuego de bronce, título en el que narraba la derrota de la escuadra al mando del contralmirante Horacio Nelson contra la capital tinerfeña a finales de julio de 1797, y tras el paréntesis que supuso su libro de poemas y relatos Ahora, Jesús Villanueva Jiménez regresa a la novela histórica con La cruz de plata, donde recupera la vida y obra de un militar canario, Antonio Benavides (La Matanza, Tenerife, 1678-Santa Cruz de Tenerife, 1762) con el fin, sospecho, de reivindicarlo y hacerle justicia. De ubicarlo en el mapa de canarios ilustres donde se le obvia por razones que no alcanzo a entender.

La cruz de plata no es, sin embargo, una novela biográfica al uso sino un relato de aventuras en el que su autor –ya lo advierte en el epílogo– se ha tomado algunas licencias para describir las andanzas de un hombre que dedicó su vida al rey y a su país. Y el escritor sale airoso del desafío porque La cruz de plata debe de leerse como lo que realmente es: una novela de aventura que tiene en ocasiones aliento de pre-western y en otras de novela de piratas.

Jesús Villanueva se mueve cómodamente por la recreación histórica, e imprime carácter a su personaje, a quien observamos en la primavera de su vida hasta el otoño de una existencia en la que acumuló cicatrices tanto físicas como psicológicas, lo que da  credibilidad a la evolución que el autor narra de un hombre preocupado por aprender y que nunca olvidó sus raíces isleñas.

Tiene mucho de épica La cruz de plata aunque algunos de los episodios que protagonizan los personajes secundarios que rodean a su protagonista, la mayoría de ellos frutos de la imaginación del autor, más que acelerar, retardan la acción de una novela que debía haber prestado más atención a Benavides y menos a los episodios que de manera paralela se desarrollan en un libro que exigía mayor contención así como un apurado recorte en aquellas partes que, a nuestro juicio, no aportan nada sobre un personaje que además de salvar la vida al rey Felipe V en la Guerra de Sucesión, fue gobernador de la Florida, Veracruz y el Yucatán.

No obstante, y pese a que esos relatos apenas tiene algo que ver con la vida de Benavides, resultan entretenidos pero funcionan más como incómodas interrupciones que como elementos que contribuyen a forjar la identidad de un hombre que dedicó su vida a proteger los intereses de su país allende los mares. La novela, afortunadamente, vuelve a ir hacia adelante cuando se centra en Benavides, un personaje marcado sentimentalmente desde su adolescencia y que parece, sugiere Villanueva, encontró una vía de escape en su trabajo para olvidar un tiempo en el que se supone fue inocente y por lo tanto feliz.

Los capítulos en los que Villanueva se mueve como un vigoroso escritor de novelas de aventuras, más cerca del espíritu de Bernard Cornwell que del de Robert Louis Stevenson, son aquellos, sin embargo, que transcurren en la Florida por su conseguida atmósfera de western, y la lección de historia que ofrece sobre la presencia española en aquel lejano territorio que era continuamente hostigado por tribus indias al servicio de Gran Bretaña. También los episodios en los que narra la historia de Benavides como gobernador de Veracruz y cómo protegió los intereses de España en un mar por aquel entonces infestados de piratas.

Las escenas de batalla están escritas con estilo trepidante y muy cinematográfico, y se devoran más que se leen porque en ellas hay un movimiento continuo en favor de la acción. El lector asume además las profundas cicatrices que tanto sentimental como físicamente hicieron mella en el espíritu de un militar que, resalta Jesús Villanueva, se caracterizó por su espíritu de sacrificio y honestidad consigo mismo y con los demás.

La cruz de plata es una novela generosa en páginas que contiene en ocasiones rasgos de la gran literatura de aventuras, y sabe captar por momentos la clave que sostiene a este género: cómo afectan las experiencias el carácter de su protagonista.

En este sentido, está muy bien descrita la paulatina evolución hacia la madurez de Antonio Benavides a lo largo de la novela. Un personaje, puntualiza Villanueva en el epílogo de la obra, que armó empleando más la arcilla de la ficción que la de la realidad ya que las fuentes documentales sobre el personaje aún siguen siendo escasas. Pese a todo, el retrato que el escritor ofrece resulta convincente y reivindica la memoria de un militar humanista que dedicó su vida a servir a un país que, como España, tiene tan mala memoria con quienes debería considerar sus héroes.

La aportación de Jesús Villanueva como la de otros tantos escritores españoles que en estos momentos se han especializado en la novela histórica es imitar esa tradición que ha recreado el pasado de su país desde la perspectiva literaria y en la que destacan sobre todo los británicos, muchos de cuyos autores han contribuido a que se asiente un orgullo– no sé si de signo patriota pero sí sentimental–  que nace para reconocer el esfuerzo que muchos de sus hombres y mujeres realizaron siglos atrás con el objeto de reforzar y reconciliar sus señas de identidad. Gracias a estas novelas, en Gran Bretaña sus más escandalosas derrotas se han convertido en victorias y en algunos de los casos, sus personajes más desalmados incluso en héroes.

Novelas como La cruz de plata ponen de manifiesto que algunos escritores españolas han captado este mensaje y de ahí que a través de la literatura se recupere y se dignifique con aliento épico el trabajo que muchos, y entre ellos numerosos canarios, prestaron sin pedir nada a cambio. Y que tal fue su generosidad –deja entrever Villanueva– que fallecieron sin esperar el reconocimiento de una nación que como España presta tan escasa atención a quienes con tanto sacrificio y devoción forjaron su carácter.

(*) El lunes 1 de diciembre, a las 20.30 horas se presenta en el Real Casino de Tenerife la novela La cruz de plata, en un acto en el que acompañarán a su autor, Jesús Villanueva Jiménez,  Emilio Abad Ripoll, general de Artillería y miembro de la Tertulia Amigos del 25 de Julio y Luis Joaquín Gómez Jaubert, sacerdote párroco de San Salvador de la Matanza de Acentejo, lugar de nacimiento de Antonio Benavides.

Saludos, hace viento y llueve, desde este lado del ordenador.

Colisión, una novela de Mariano Gambín

Martes, Noviembre 25th, 2014

“El checheno se maravillaba de la estupidez occidental. ¿A quién se le ocurría tener una refinería dentro de la ciudad? La verdad es que los objetivos que brindaban los países del primer mundo eran de lo más variado y de una facilidad pasmosa para los planes de los combatientes en lucha de los países oprimidos.”

(Colisión, Mariano Gambín. Roca Editorial)

Mariano Gambín es un caso singular en las letras que se escriben en Canarias. Singular porque hasta su irrupción en esta siempre caprichosa república con Ira Dei, ni lectores ni escritores, ni libreros, ni editores conocía hasta entonces quién era Mariano Gambín.

Un escritor que consiguió lo que no alcanzan otros escritores o gente que dicen que son escritores con su primer libro: vender y que se transformara en algo así como un fenómeno editorial y literario en el archipiélago. Tanto, que una editorial nacional se interesó por su obra cuando apareció en el mercado El círculo platónico, novela que es la segunda entrega de lo que hoy se conoce como su trilogía de La Laguna, y que culminó con La casa Lercaro y que protagonizan cinco personajes que ya forman parte de la familia de los lectores que, como quien ahora les escribe, sigue la producción literaria de Mariano Gambín desde sus inicios.

Los personajes de estos tres relatos que transcurren en La Laguna, ciudad con historia y cuyo amor se transmite en cada una de sus páginas, son un policía, Galán; una periodista, Sandra; una arqueóloga, Marta y esa peculiar y ambigua pareja que forman Ariosto y su fiel ayudante Olegario. Estos dos últimos, con apariciones esporádicas de Galán y Sandra, son los protagonistas de la última novela del escritor hasta la fecha, Colisión, libro que hace el quinto en la bibliografía de su autor tras la aparición este mismo año de El viento del diablo.

Estos cinco títulos obligan a reflexionar que lo que comenzó siendo un fenómeno imprevisto en la república de las letras canarias ya no lo es. Y no lo es porque Mariano Gambín cuenta ya con una obra consistente. Un quinteto de novelas muy bien armadas cuyo estilo ha ido evolucionando con el paso de los años, dotando a sus personajes –los fijos y secundarios– así como a sus tramas de mayor densidad y complejidad.

Mariano Gambín conoce muy bien el territorio en el que se mueve por lo que sus historias por increíbles que sean, enganchan porque resultan creíbles. El escritor maneja muy bien las claves de thriller, y si hay una palabra que define Colisión es acción. Una acción trepidante que mantiene con vigoro pulso cinematográfico el interés del lector, quien devora en apenas unos pocos días sus más de trescientas páginas estructuradas en capítulos cuyas líneas finales invitan al continuará…

Colisión es, a mi juicio, la mejor de las cinco novelas de su autor y también una de las más arriesgadas al encerrar su acción en 80 frenéticos minutos en escenarios diferentes (un ferry catamarán, un crucero, un gran petrolero de bandera rusa, y el puerto de la capital tinerfeña) y pergeñar una trama que comienza a rodar con una maquiavélica operación terrorista que ejecuta un comando checheno.

Se dan en Colisión muchas de las constantes que ya define la literatura de Gambín, como son los espacios en los que se desarrollan sus historias. En este sentido, si en Ira Dei, El círculo platónico y La casa Lercaro era La Laguna y en El viento del diablo el desierto, ahora son tres barcos los escenarios en los que se desarrolla su nueva aventura. Una aventura que demuestra lo frágil que es el cinturón de seguridad que rodean a las islas y lo escalofriantemente sencillo que es construirse un arma.

Se trata Colisión de una novela en la que su autor ha refinado su estilo y en la que se agradece acentúe un humor que sirve para relajar la tensión de la trama. Una trama que describe el secuestro de un comando terrorista checheno a un ferry catamarán que cubre la ruta Agaete (Gran Canaria) con Santa Cruz de Tenerife con el objetivo de usarlo como un mísil contra el gran petrolero de bandera rusa que fondea en el puerto santacrucero. Lo que no saben los terroristas es que entre los pasajeros se encuentra dos de los personajes habituales de las novelas de Gambín: el refinado Ariosto y su fiel chófer Olegario.

Entiendo Colisión como una novela marítima más que terrestre, si bien parte de la acción se desarrolla en tierra, en concreto en el frente costero de la capital tinerfeña, aunque el grueso de la historia tiene lugar en ese catamarán en estado de alerta que, a su manera, es otro de los protagonistas una novela que, reitero, cuando se lee resulta imposible dejar de lado.

Tiene además la virtud Colisión de suscitar preguntas en el lector. Algunas de ellas rondan todavía por mi cabeza y una de ellas es, precisamente, ¿qué pasaría si lo que narra con tanto nervio Mariano Gambín ocurriera en realidad?

Llevo mascando esta cuestión desde entonces, aunque prefiero pensar que a veces la ficción sí que supera a la realidad.

Saludos, el tiempo se nos ha vuelto loco, desde este lado del ordenador.

Los ojos del puente, una novela de Javier Hernández Velázquez

Domingo, Noviembre 23rd, 2014

“Tenía razón. Los problemas me rodeaban como los sioux a Custer en Little Big Horn. Pensé que tenía que existir una manera fácil de resolver aquel entuerto, pero no se me ocurría nada qué decir.  De algún lugar de las murmurantes paredes del edificio se alzó el agudo lloro de un niño. Me pregunté si sería un recién nacido que equilibrara la población en Santa Cruz.”

(Los ojos del puente, Javier Hernández Velázquez, M.A.R. Editor, colección: Narrativa)

Santa Cruz de Tenerife ha terminado por absorber las novelas de Javier Hernández Velázquez aunque también Javier Hernández Velázquez ha terminado por absorber –no absolver– la capital tinerfeña en sus novelas.

Las avenidas, plazas y alamedas de esta ciudad de provincias son un protagonista más en sus historias, aunque la visión nostálgica que evoca de ella en libros anteriores se disuelve en Los ojos del puente. Una novela en la que vuelve a retratar su imaginado Santa Cruz de Tenerife, solo que en esta ocasión con una visión más personal y consistente en la que mezcla, y muy bien, ficción y realidad.

Los ojos del puente despliega sombras sobre una capital de provincias en la que apenas sale el sol. Una ciudad sobre la que cae una lluvia plomiza y triste en la que se mueven como náufragos sus habitantes. Sobrevive en este ambiente y gracias a los cigarrillos y el Jack Daniel’s otro náufrago. Ese náufrago es además una de las voces de la novela.

Una novela que está narrada en primera persona, es decir desde la perspectiva de uno de sus protagonistas, así como en tercera persona.

Al igual que Un camino a través del infierno repite en Los ojos del puente Mat Fernández, un investigador privado con anarquista sentido del humor que, en esta aventura tiene que escarbar en el pasado de una familia con demasiados cadáveres guardados en el armario.

De fondo, una ciudad enloquecida por el cemento. Cemento que ha armado no solo la caótica –ora brillante, ora estrafalaria– ciudad sino también el carácter de quienes la habitan.

Mat Fernández debe sumergirse en esta ocasión en sus entrañas y escarbar en los arrecifes de su pasado. El pasado de los Bravo, una familia que es el enfermizo cerebro de una capital de provincias que se acuesta cuando llega la noche y se despierta con las primeras luces del alba y que vive, convenientemente ajena, al eficaz entramado corrupto que ha diseñado el clan de los Bravo para perpetuarse en el poder. Una ciudad que acata su silencio y que se ha acostumbrado a mirar hacia el otro lado.

Como En el fondo de los charcos y en otra clave El sueño de Goslar, Javier Hernández Velázquez dibuja una ciudad muy creíble que se encuentra en la frontera de la realidad y la ficción. Realidad y ficción que describe con un contagioso pesimismo. Porque dentro de Los ojos del puente se habla de una novela, La lluvia no dice nada, que existió y que desapareció realmente y que escribió Antonio Bermejo, un autor con envidiable genio para la abstracción que ahora se recupera con aliento trágico.

Javier Hernández Velázquez emplea estos elementos para escribir además una novela muy inspirada en el cine de Sergio Leone no ya por insistir en la presunta circularidad de su cine sino también en la descripción de algunos escenarios y personajes, aunque Mat Fernández está más cerca de bronco espíritu justiciero de Mike Spillane si bien su corazón es el de Philip Marlowe.

Irónica y divertida a ratos, así como oscura y tensa en otros, Los ojos del puente es una novela con preocupada responsabilidad social y, probablemente, la más crítica de las novelas de su autor hacia una ciudad –otra vez la ciudad– cuyas violentas transformaciones no termina por asimilar ni su protagonista ni sospecho que su autor.

Javier Hernández Velázquez articula una trama inspirada en hechos reales con el objetivo de desnudar el espíritu de una capital de provincias que, como diría Ignacio Aldecoa, es la más peninsular de este archipiélago abandonado de las manos de los dioses. Una ciudad no solo de cuestas sino domesticada por el miedo.

No sé qué destino le depara a Mat Fernández, eso solo lo sabe su demiurgo, Javier Hernández Velázquez, pero como ciudadano sin patria que vive en Santa Cruz de Tenerife digamos que me tranquiliza que un tipo así sea uno de sus vecinos. Un vecino literario, de acuerdo, pero una voz que resuena y saca los colores desde la aparente marginalidad de una novela.

(*) Los ojos del puente se presenta el miércoles 26 de noviembre y las 20 horas en TEA Tenerife Espacio de las Artes. En el acto intervendrá además de Javier Hernández Velázquez el también escritor Daniel María.

Saludos, kiss, kiss, bang, bang, desde este lado del ordenador.

Cortos, que te quiero cortos

Jueves, Noviembre 20th, 2014

* La Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife organiza para este viernes, 21 de noviembre, Dando voz, una muestra de cortometrajes contra la violencia de género que se enmarca dentro de la campaña de sensibilización del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Digital 104 asume la programación del acto que se celebra, a partir de las 19.30 horas, en el Cilindro central de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz, situada en la parte baja del edificio del TEA Tenerife Espacio de las Artes. La entrada es libre hasta completar aforo. La sesión comenzará con la proyección de Quédate conmigo, de Josep Vilageliu, quien presentará la película y a continuación Subir y bajar, de David Planell; Miente, de Isabel de Ocampo; A solas, de Francisco Javier Rubio; Reacción, de David Victori y El orden de las cosas, de los hermanos Esteban Alenda.

* La I edición de La Laguna. Plató de Cine convirtió las calles de la Cuidad de los Adelantados en un improvisado plató de cine donde se rodaron un total de 25 cortometrajes entre los días 30 y 31 de mayo y el 1 de junio. Durante estos tres días, se escribieron, rodaron, editaron y exhibieron estas piezas audiovisuales. El Festival Internacional de Cine Gastronómico de la Ciudad de La Laguna (CineEsCena) retoma estas historias y realiza una selección para proyectarlas en el Espacio Cultural Aguere el sábado 22 de noviembre a partir de las 17 horas, con entrada libre para el público asistente. El cortometraje Selfish, de Dennis García se alzó con el primer premio en la I edición de La Laguna Plató de Cine mientras que el segundo premio recayó en No son los patos, de Pablo Fajardo y el tercero en Lost in La Laguna, de Gabriel García Fernández. El jurado concedió una Mención Especial a Viaje al infinito del realizador Iván López.

Saludos, ya lo saben, desde este lado del ordenador

Abre los ojos

Martes, Noviembre 18th, 2014

* La activista pro saharaui y de los Derechos Humanos Aminatou Haidar impartirá este miércoles, 19 de noviembre y a las 19 horas una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna. Haidar, madre de dos hijos, cursó estudios de literatura moderna y actualmente es una de las más conocidas activista en defensa de que la República Árabe Saharaui Democrática sea una realidad como Estado del territorio del Sahara Occidental. Este territorio, ex colonia española, interrumpió su proceso de descolonización en 1976 tras abandonarlo España en los Acuerdos de Madrid, cediendo ante las presiones de Marruecos y Mauritania, pese a que estaba comprometido con la ONU para llevar a cabo dicha descolonización.

* La Fundación CajaCanarias, en el marco de su Otoño Cultural, ha organizado una nueva edición del ciclo El Mundo que queremos, que se celebrarán a partir de las 20 horas los días 19, 20 y 21 de noviembre en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, y moderará el escritor y periodista Fernando G. Delgado. El miércoles 19 intervendrá la cineasta y escritora, ex ministra de Cultura, Ángeles González Sinde quien, bajo el título Cultura en red, charlará con el narrador Lorenzo Silva. La segunda mesa, el jueves 20, contará con la periodista y directora del diario digital The Huffington Post, Montserrat Domínguez y el periodista Guillermo Altares. El Mundo que queremos concluirá el viernes 21 con la participación de los escritores Vicente Molina Foix y Elsa López, acompañados por el cantautor Luis Eduardo Aute que, al final del debate, celebrará una actuación musical. Para el acceso a la cita de clausura se ha establecido la venta de entradas, al precio de 10 euros, que en las últimas fechas han sido cubiertas en su totalidad. La recaudación íntegra de taquilla irá destinada a los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca.

Saludos, abre los ojos, desde este lado del ordenador