Archive for Octubre, 2013

‘Servicio completo’, unas memorias sobre el otro Hollywood por Scotty Bowers

Miércoles, Octubre 30th, 2013

Así que la brigada se dio media vuelta e interrogó a Cal, pero no supo decirles nada. Era tan poco observador y tan despistado que no tenía la más remota idea de mis cambalaches, a pesar de la gente que entraba y salía de la caravana. Lo único que les dijo fue que la gasolinera Richfield era un sitio muy divertido para dejarse caer a pasar un rato.”

(Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood, Scotty Bowers. Colección: Crónicas. Editorial Anagrama)

Leo Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood.

Lo escribe Scotty Bowers, chapero y conseguidor de favores sexuales –nunca proxeneta, según sus memorias– de las grandes estrellas del cine americano de los años cuarenta y cincuenta.

Bowers escribe el libro en colaboración con Lionel Friedberg, y es un testimonio más, pero vestido de morbo y escándalo, de lo que podría ser la otra historia de la Meca del Cine. Una historia que a algunos les gusta asociar con Sodoma y Gomorra y a otros por conocer –ay ba, ay ba– cómo actuaban las estrellas cuando volvían a ser personas corrientes.

Otra cosa es que esas personas corrientes vivieran en grandes mansiones con piscinas kilométricas, que se montaran gloriosas juergas hasta el amanecer y que practicaran sexo  en un ambiente hipócrita y represor. Una tierra en la que “te pueden pagar mil dólares por un beso pero cincuenta por tu alma”.

Tiene ese aroma de beso y alma Servicio completo, biografía de un hombre que fue leyenda en Hollywood por sus servicios prestados y cuyos recuerdos fueron bendecidos por Gore Vidal semanas antes de que se nos fuera al otro barrio: “Conozco a Scotty Bowers desde hace más de cincuenta años. Me complace muchísimo que por fin se haya decidido a contar su historia al mundo. Sus sorprendentes memorias hablan de grandes figuras como Spencer Tracy y Katharina Hepburn. Scotty no miente –las estrellas lo hacen a veces– y conoció a todo el mundo.”

Servicio completo no es, a estas alturas, un libro escandaloso, aunque refleja muy bien lo que tuvo que significar –con nombres y apellidos– trabajar en aquella fábrica que explotaba sueños.

Leído así, Servicio completo entra dentro de la categoría de la literatura de verdades a medias sobre el legendario Hollywood que nos interesa, como el Hollywood Babilonia de Kenneth Anger, aunque Bowers cuenta sus supuestas experiencias y no se limita a recopilar hechos escandalosos.

Servicio completo es una sucesión de recuerdos –presuntos, si quieren– de alguien que escribe que se lo pasó muy bien en aquellos tiempos, lo que le da un glamour políticamente correcto en estos tiempos que vivimos. Igual de hipócritas y sectarios pero en sus formas menos sutiles e inteligentes.

Bowers cuenta que por sus brazos se deslizaron estrellas como Walter Pidgeon, Tyrone Power, Spencer Tracy –conmovedor el episodio–, Vivien Leigh, George Cukor y Vincent Price, entre otros grandes ilustres, y uno piensa que se lo tuvo que pasar bien con todos ellos. Antes, narra que fue un marine que arriesgó su vida en el frente del Pacífico y que al regresar a casa se buscó la vida como pudo hasta llegar a Hollywood, donde trabajó en una gasolinera y como barman de fiestas privadas.

Lo mejor de este libro es que Bowers aparentemente se muestra conforme y agradecido con su destino, por lo que no demoniza sino que da rienda suelta a sus recuerdos clandestinos. No sabremos nunca, sin embargo, cómo los fue hinchando a medida que iban pasando los años.

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Es una pena que la edición de Anagrama resulte tan poco cuidada. Se identifica –en una de las dos colecciones de fotografías que incluye el volumen– a Somersert Maugham con David Goodis. Goodis es uno de los mejores escritores de novela policíaca de todos los tiempos, y un guionista al que le tocaron las pelotas en Hollywood en los años cuarenta, pero que no se menciona en el libro de Bowers.

Servicio completo cuenta también con un prólogo escrito por Román Gubern. No aporta nada pero quiere ser distraído.

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¿Conclusión?

Servicio completo es una festiva reivindicación del hedonismo.

O el heroísmo.

No sé ahora de si de seguir vivos.

Saludos, ay, ba, ay ba, desde este lado del ordenador.

‘La última tumba’, una novela de Alexis Ravelo

Lunes, Octubre 28th, 2013

Sin embargo, yo no soy un tipo razonable. Yo soy un cabronazo cabreado, un don nadie, un tipo al que borraron del mundo, un olvidado. Y sobre lo que este olvidado echaría tierra sería sobre cada uno de los hijos de puta que mataron a Diego y me buscaron la ruina.”

(La última tumba, Alexis Ravelo, colección Voz y tiempo, Editorial Edaf, 2013)

Mi entusiasmo con la literatura de Alexis Ravelo –porque además de ser un escritor de género es un escritor que hace literatura más allá del género– crece a medida que avanza el tiempo y aumenta a medida que el autor publica una nueva novela.

Su bibliografía, ya más que abultada, cuenta con señas de identidad cien por cien Ravelo, aunque estas constantes, ya perfectamente definidas, se encuentran sobre todo en sus últimos libros, donde la libertad y la madurez del escritor se manifiesta en un territorio hasta ahora escasamente cultivado por la literatura negrocriminal que se escribe en España; sentando plaza con nombre y apellido –esto es Alexis Ravelo–  en el relato que dictan los marginados, los que pertenecen al lado ¿equivocado?,  los fuera de la ley. Lo perdedores pero también rebeldes con causas que pueblan el turbio universo de la literatura policíaca cuando además de entretener, escupe mensaje.

Tras la redonda La estrategia del pequinés (Alrevés, 2013), editorial Edaf publica ahora La última tumba, título por el que Alexis Ravelo obtuvo el Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe y obra en la que el escritor continúa indagando en las variantes del desperado, de quien se mueve por el lado salvaje de la calle, en un relato en el que da voz a un chapero y yonqui rehabilitado que se ha pasado veinte años entre rejas y tiene una sola idea en su cabeza: venganza.

La última tumba podría interpretarse así como una curiosa e inquietante versión de esa obra maestra que es El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, pero va más allá, como sugiere el propio Ravelo en la novela, de la fría venganza que emprende su protagonista, Adrián Miranda Gil, porque sus intenciones son otras. Destacaría, en este sentido por arriesgada y valiente, su realista descripción de una sociedad estructurada en clases, como es Las Palmas de Gran Canaria, y  fotografía que puede hacerse extensible a la vecina Santa Cruz de Tenerife; también por la capacidad que tiene el autor para fabular y convertirse en titiritero de un teatro cuya historia –basada no tan lejanamente en un suceso real acontecido en este archipiélago en los años ochenta– que engancha porque Ravelo es un escritor que cuando quiere, moja y empapa.

También sé que no soy ningún héroe justiciero. No, no soy el Conde de Montecristo. El Conde de Montecristo tenía dinero para parar un carro. Aparte de eso, él hubiera tenido piedad. Y yo no la voy a tener.”

La última tumba es una novela que se lee como un revulsivo y, lo que es mejor, te obliga a seguir leyendo porque te zarandea, te golpea, te estruja las tripas pese a que otras tareas requieran el concurso de los modestos esfuerzos del lector.

Alexis Ravelo es uno de los pocos escritores de este país que naufraga que posee estilo. Un estilo en el que disemina, sin imposturas, expresiones que forman parte de la variante del español que hablamos en estas islas. Su vocabulario canario resulta así natural y perfectamente ensamblado a la historia. Más en el caso de La última tumba, una larga confesión –la de Adrián Miranda Gil– que tras pasarse veinte años de cárcel por un crimen que no cometió, narra ahora en primera persona el odio que lleva por dentro y la necesidad de hacer su justicia.

Su justicia.

El protagonista de la novela habla directamente con el lector, a quien le da una versión de los hechos que hace que te pongas de su lado y que entiendas, incluso, que quiera hacer su justicia.

La novela respira en su primera parte algo de Jim Thompson, y está plagada de frases que, estoy seguro, al autor de El asesino dentro de mi le hubiera encantado escribir. Adrián Miranda arrastra como una pesada cadena un determinismo y una forma de ver la realidad que desconcierta pero que sabe también a verdades como puños: “Uno no es lo que es. Uno es lo que los otros piensan que es.” Y un sentido de la ironía cruel y hasta barriobajera que te sube desde la boca del estómago hasta la garganta como si de un latigazo de ácido se tratara:

la noticia anunciaba la exposición de la pintora Patricia Andrade Fuentes, titulada El mar y la mirada que estaban a punto de inaugurar en el Club Náutico. Había una entrevista con la pintora, una tía de unos treinta y muchos, con el pelo largo y teñido y un tufo a pija que tiraba de espaldas. La habían retratado junto a uno de sus cuadros, una marina aburrida y decorativa que cualquier estudiante hubiera podido pintar con el piloto automático puesto. En la entrevista Patricia decía sentirse influenciada por Sorolla. Pues cógeme la polla, pensé”.

El relato continúa, y las reflexiones incendiarias se multiplican. Hace en ocasiones obligatorio que busques el lápiz y las subrayes:

El mundo iba mal, como siempre, pero se acababa justo a la puerta de aquella casa. Supongo que esa es la ventaja de ser inmigrante, travestí, expresidiario o camello: si estás excluido del mundo, también estás excluido de sus miserias.”

La literatura de Alexis Ravelo en el cada día más atractivo mundo de la novela negra en España tiene sus propias señas de identidad. Sus peculiaridades, lo que la distingue y diferencia de otros compañeros de fatigas policiales en especial gracias a sus dos últimas novelas. Para mi significa un paso de gigante en el género escrito en español, sin renunciar a su canariedad ni a retratar las aguas negras de una capital de provincias que ya esbozara en las historias de la serie protagonizada por Eladio Monroy, aunque en éstas resulte más convencional y sin menos riesgos, así como la de observar cómo se mueve dentro de un género en el que para convencer y entretener tiene que notarse soltura y sobre todo que se conoce.

Y que se conoce a fondo.

Y Alexis Ravelo lo conoce a fondo. Sabe cuáles son sus claves y juega con ellas. Sabe a clásico, como clásico son los tres grandes escritores a los que dedica La última tumba, tres mosqueteros (¿Dumas otra vez?) que han elevado el género a la categoría de literatura: Andreu Martín, Juan Madrid y Raúl Argemí.

No sé si es consciente de ello, pero Alexis Ravelo está contribuyendo también  con su trabajo a “iluminar el camino hacia las sombras“.

La última tumba funciona así como un potente proyector.

Y obliga, maldita sea su estampa,  a demandar más libros de Alexis Ravelo.

Saludos, yo confieso, desde este lado del ordenador.

Mientras Lou Reed suena en un Toyota Blanco

Domingo, Octubre 27th, 2013

Hay discos que te deprimen y Berlín, de Lou Reed, es uno de esos discos.

Lo habré escuchado no-sé-cuántas-veces y siempre me pone fatal. Me pasa lo mismo con el trompetista Chet Baker cuando se pone a cantar, y con Billie Holliday, me hacen llorar. Mi santa madre diría que parece que tengo un grifo abierto en el ojo cuando me derrumbo si los escucho.

Probablemente saque lo peor y lo mejor que llevo dentro para dejarlo tirado en el suelo. La idea es que las tristezas y alegrías se sequen al sol.

La noticia de su muerte revoluciona las redes sociales. Frases lapidarias, comentarios breves que intenta resumir el impacto de uno de esos tipos que te acompañaron por dentro y por fuera desde que tienes uso de razón por si alguna vez tuviste uso de razón.

Sunday morning, un día en el que parece que llueve pero que no llueve aunque sí que llueve un poco. Y se cuela algo de frío y te quiebras porque lo que más quieres desaparece. Es ley de vida…

Recuerdo a Lou Reed sonando en un Toyota blanco que recorre las calles fantasmas de una capital de provincias que se llama Santa Cruz de Tenerife. De aquella pandilla que íbamos en el Toyota blanco –ya disgregada y con sus muertos– me queda un puñado de recuerdos aunque todos coinciden en una especie de rutinario eterno retorno callejero.

El Toyota blanco da vueltas y vueltas por las calles mientras escuchamos los que vamos dentro y en un estado de extravagante nirvana una cinta gastada de Lou Reed. El disco, el puñetero Berlín, que me hace poner más triste de lo que estoy mientras las calles se repiten y tras las ventanas veo las mismas caras, la misma gente, el mismo infierno de todos los días.

Lou Reed suena.

La heroína es el demonio, dicen.

Él, como otros, le cantó al caballo de los sueños.

A William Burroughs se le iba la pinza. O hacía que se le iba la pinza. Dejó escuela, de hecho, casi implantó involuntariamente una forma de vida en unos tiempos donde casi todos éramos jóvenes y artificialmente felices por el don de la ebriedad.

Lou Reed coge el tren donde no existe la primera clase.

Es probable que esté sentado junto a Manolo Escobar y que tararee Mi carro me lo robaron mientras Amparo Soler Leal hace que dirige a ese dúo imposible.

Uno canta en español macarrónico y el otro en un inglés de garrafón.

¿Próxima estación?

Berlín.

Saludos, a mis muertos, desde este lado del ordenador.

‘Solo, una novela de James Bond’ según William Boyd

Sábado, Octubre 26th, 2013

Bond retiró la mira de su sujeción sobre el cañón del Frankel y escondió el rifle bajo un arbusto: ya había cumplido su función. Retrocedió hacia la oscuridad del parque, a la vez que sacaba la Beretta del bolsillo y la amartillaba.”

(Solo, una novela de James Bond. William Boyd, editorial Alfaguara. Traducción: Susana Rodríguez-Vida)

El anuncio de que un escritor con sólido prestigio como William Boyd iba a escribir una nueva novela sobre el agente secreto James Bond levantó numerosas expectativas e incluso generó apasionados debates en las redes sociales. De hecho, muchos comenzamos a frotarnos las manos de entusiasmo esperando otra gran novela de 007 siendo conscientes que tras la muerte de su autor, Ian Fleming, el personaje continúa inalterable. Es decir, que sigue siendo el mismo aunque, mucho me temo, ahora solo en apariencia. Las novelas de James Bond sin la firma de Fleming carecen del fondo profundamente británico del original.  Su bizarra idealización del Imperio ya no funciona en unos años donde la Guerra Fría tiene tantos nombres y apellidos.

Salvo Doctor No y Desde Rusia con amor, el James Bond literario apenas tiene algo que ver con el cinematográfico. Sí, le encanta comer y beber bien, alojarse en hoteles de más de cinco estrellas pero es un semental sentimental. Un lobo solitario por gajes del oficio.

Todos los escritores que han continuado sus aventuras, una vez que Ian Fleming se nos fue a Goldeneye, explotan así esta línea porque es la línea que los lectores de las novelas de James Bond demandan a Bond, James Bond.

El problema es que no hay nada nuevo bajo el sol. Y lo que es más dramático, se nota que son trabajos de encargo.  Imitaciones más o menos acertadas, pero sin la frescura del original. La voluntad de evasión resulta así forzada.

Antes de William Boyd habían probado fortuna con su universo Kingsley Amis con el pseudónimo de Robert Markham en la estupenda falsificación El coronel Sun; y John Gardner, Sebastian Faulk y Jeffrey Deaver, entre otros. Sus novelas, como la de Boyd, no pasarán sin embargo a la historia aunque sí son satélites que giran en torno a Fleming.

Solo, que así se llama la última novela del agente secreto con licencia para matar, resulta de todas formas una pequeña agradable sorpresa. William Boyd retoma la historia donde la dejó Fleming antes de irse al otro mundo. El relato se desarrolla a finales de los años sesenta, con un Bond cuarentón pero aún en plena forma.

¿Su misión?

Detener la guerra en la pequeña República Democrática de Dahum, país que se ha separado de Zanzarim, una ex colonia británica, tras descubrir petróleo en su territorio. Y nada ni nadie –a excepción de Bond– parece que es capaz de ponerle fin.

Hay más historias, y personajes habituales en una novela de James Bond que se precie, como el villano Kobus Breed, un mercenario sudafricano al que siempre le lagrimea uno de los ojos, y mujeres seductoras que casi llegan a romper el corazón de 007 como Bryce Fitzjohn y Efua Blessing. También un reencuentro con su viejo colega y amigo Felix Leiter, agente de la CIA, pero al Solo de William Boyd le falta soledad.

Sí, la novela se lee y se digiere en tiempo récord pero uno esperaba, como lector de Fleming y de Boyd, más oficio e imaginación.

Solo es un trabajo de encargo, generosamente bien pagado, que está muy bien en su superficie pero que no tiene fondo. William Boyd, consciente de la operación, disemina interrogantes en la novela. Da la sensación que con la esperanza de continuar explotando al personaje en otras aventuras.

John Gadner lo hizo, y al final Bond tuvo algo de Gadner. Que gustara o no es otra historia.

El agente con licencia para matar en las novelas de Gadner no es Sean Connery sino Rod Taylor. Y leyendo Solo, de William Boy, hace que lo vea con los rasgos de Connery y Taylor, actor este último que nunca se puso en la piel de James Bond.

Quizá explique esto el desconcierto que todavía gira en mi cabeza en torno a Solo.

Un interrogante más que se suma a otros interrogantes.

¿Por qué?

Solo.

No tengo el tiempo para hacer el tonto contigo, Bond. Este garfio lleva tu nombre. Voy a dejarte balanceando de lo alto de la torre de control”.

Saludos, ¡esto es James Bond!, desde este lado del ordenador.

Digital 104 presenta en La Laguna su primer catálogo de distribución de cortometrajes

Viernes, Octubre 25th, 2013

Aguere Espacio Cultural, en La Laguna, acoge este viernes 25 de octubre, a partir de las 20.30 horas, la primera proyección pública de Digital 104 Film Distribution, la distribuidora que la empresa canaria Digital 104 creó a principios de año. Este nuevo sello de distribución ha conseguido seleccionar algunos de estos trabajos en 22 países diferentes y obtener varios premios.

En la sesión del viernes, se exhibirán seis cortometrajes del catálogo de distribución, cinco de ellos inéditos en Tenerife. Los títulos son Mascarita, de David Cánovas; La cantante, de Rafael Navarro Miñón; Un día en el Paraíso, de José Ángel Alayón; Copenhague, de Luis María Ferrández; Vocabulario, de Sam Baixauli; y Un cerdo en casa, de Xavier Ruax. El acto, cuya entrada costará tres euros, contará con la presencia de directores y equipo (técnico y artístico) de algunos de los cortometrajes proyectados.

La sesión comenzará con Mascarita, dirigido por David Cánovas con el Carnaval de Santa Cruz como escenario. Este corto, protagonizado por Eduardo Martín Chamorro, adapta un relato del escritor Anelio Rodríguez Concepción.

Le seguirá La cantante, de Rafael Navarro Miñón. Este cortometraje, que protagoniza el propio Rafael Navarro junto a Pepa de Azaola, consiguió una mención especial del jurado en el último LPA Film Festival y ha podido verse ya en festivales de Kosovo, Bielorrusia o Colombia. Es una de las incorporaciones más recientes de Digital 104 Film Distribution.

El tercer corto de la noche será Un día en el Paraíso, dirigido por José Ángel Alayón y protagonizado por Yailene Sierra y Francisco Vera. Cuenta la historia de dos trabajadores de un hotel del sur de Tenerife y obtuvo en 2012 una Mención Especial del Jurado en el Foro Canario del festival de Las Palmas de Gran Canaria.

La sesión proseguirá con Copenhague, de Luis María Ferrández, quien narra un relato protagonizado por Luis García-Pérez y Beatriz Argüello y continuará con Vocabulario, de Sam Baixauli, en la que participan los actores Carlos Olalla y Huichi Chiu. El corto de Baixauli adapta una obra teatral de Paco Romeu.

Por último, Un cerdo en casa, de Xavier Ruax, pondrá fin a esta sesión de cortometrajes. Un cerdo en casa está protagonizada por Marc Pujol.

Digital 104 Film Distribution es el sello que la empresa canaria Digital 104 creó para la distribución audiovisual, una de sus líneas de actividad empresarial junto con la producción audiovisual, la gestión cultural y la comunicación.

En menos de un año, Digital 104 Film Distribution ha conseguido seleccionar sus trabajos en 22 países y obtener cuatro premios en certámenes como el Lowcountry Shorts Festival (EEUU) y en Monfragüe Films Festival y LPA Film Festival (España).  Entre los planes que acarician a corto y medio plazo, Digital 104 Film Distribution anuncia en una nota que se encuentra visualizar su presencia “en mercados como el de Miradas.Doc y el Short Latino de Alcine (Festival de Cine de Alcalá de Henares), nuevas proyecciones de su catálogo y la incorporación de producciones de todo el mundo, con especial atención al mercado latino.”

El viernes 25 de noviembre está previsto una exhibición de sus trabajos de producción propia más recientes en el Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife. Incluye títulos Como siempre (2010), de Jairo López; Ridícula (2011), de Domingo J. González; El círculo (2012), de Eugenia Arteaga; y Veneno (2012), de Jonay García. El acto, que comenzará a las 17 horas, contará con la presencia de los cuatro directores para un posterior coloquio.

Saludos, fundido a negro, desde este lado del ordenador.

¿Quiénes constituyeron el jurado de la última edición del Premio de Novela Benito Pérez Armas?

Jueves, Octubre 24th, 2013

Revelamos los nombres de las personas que han integrado este año el jurado del Premio de Novela Benito Pérez Armas, hasta el día de ayer uno de esos misterios que parecía sin resolver.

- Humberto Hernández, catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna.

- Alicia Llarena, catedrática de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y no Yolanda Arencibia como decíamos ayer.

- Fernando Delgado, escritor y periodista, ganador del Premio de Novela Benito Pérez Armas 1973 por su novela Tachero.

- Ignacio Echevarría, crítico del suplemento El Cultural del diario El Mundo.

- Un representante de la Fundación CajaCanarias.

Hasta el 2012, el jurado que ejerció esta responsabilidad durante varios años estuvo constituido por Álvaro Arvelo Hernández, Ramón Trujillo Carreño,  Juan Cruz Ruíz, Juan Manuel García Ramos y Cecilia Domínguez.

Saludos, aún tras el Valhalla, desde este lado del ordenador.