Archive for Octubre, 2013

En busca de Valhalla

Miércoles, Octubre 23rd, 2013

EL JURADO INVISIBLE

Nos llama cuanto menos la atención la política de silencio que rodea el cambio de miembros del jurado en la última edición del Premio de Novela Benito Pérez Armas, certamen dotado con doce mil euros más la publicación de la obra ganadora que este año recayó en En el reino de los cielos, de Silvia García. Nos llama cuanto menos la atención la ausencia de los nombres de todos ellos en la nota de prensa enviada el martes pasado, 22 de octubre, por la Fundación CajaCanarias aunque se comenta –y es probable que nos equivoquemos porque a veces los comentarios son (des)interesados– que estuvo constituido por el escritor y periodista Fernando Delgado, ganador del Benito Pérez Armas y ¿el catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna, Humberto Hernández, y la catedrática de Literatura Española de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Yolanda Arencibia?

LA ENFERMERA DE 007 PASA SUS VACACIONES EN TENERIFE

Leemos con entusiasmo la última novela de James Bond, Solo (Editorial Alfaguara), escrita por William Boyd, un escritor que combina con inteligencia drama y comedia en sus obras. Entre otros títulos, recomendamos la lectura de Un buen hombre en África para que se hagan una idea de por donde van sus intenciones. Se aprecia y se agradece el respeto que siente Boyd por el personaje creado por Ian Fleming, mucho más vulnerable y humano en las novelas que en las películas. En una página de Solo, de la que esperamos pronto dar nuestro parecer, nos encontramos con: “Ayudó a Bond a ponerse la  bata de hospital una vez se hubo secado, y él reflexionó sobre la curiosa e íntima falta de intimidad que existía entre enfermera y paciente. Podías estar allí de pie, desnudo, mientras la enfermera vaciaba tu cuña o te introducía un catéter en el pene, y charlar con ella sobre sus vacaciones en Tenerife, tal como si lo hicieras en la parada de un autobús para pasar el tiempo durante la espera”. A punto de finalizar esta nueva entrega de 007, que se desarrolla entre Londres, el imaginario país africano de Zanzarim y Washington a finales de los sesenta y con un maduro agente que ha cumplido los 45 años de edad, esperamos dedicarle en breve –insistimos– un post en este su blog El Escobillón.

¿A LA TERCERA VA LA VENCIDA?

La inauguración del Cine Víctor, la hermosa y palaciega sala que se encuentra en pleno corazón de la capital tinerfeña, se producirá el 2 de noviembre si no hay cambios de última hora. La segunda entrega de Thor, el legendario héroe nórdico popularizado por los colorines de la Marvel, será la primera película que iluminará la pantalla de un cine que lleva anunciando su reapertura desde el verano pasado. Nosotros, desde este mismo su blog, lo voceamos con bombo y platillo, aunque Eladio Fraga, uno de los impulsores de este proyecto, se apresuró al darnos algunas de estas fechas. A partir de ahora, nuestras oraciones van dirigidas al dios Odín para que, efectivamente en noviembre, podamos ver en el Víctor las aventuras de su hijo inmortal.

Saludos, en busca del Valhalla, desde este lado del ordenador.

Silvia García obtiene con ‘En el reino de los cielos’ el Premio de Novela Benito Pérez Armas

Martes, Octubre 22nd, 2013

En el reino de los cielos de la escritora Silvia García ha obtenido el Premio de Novela Benito Pérez Armas. El galardón, convocado por la Fundación CajaCanarias, y dotado con 12.000 euros, implica la publicación de la obra ganadora

En esta edición del premio se presentaron a concurso 62 originales, de los que el jurado se inclinó finalmente por En el reino de los cielos, obra de la escritora argentina afincada en Gran Canaria, Silvia García.

El comité deliberador estuvo formado por, entre otros, el periodista y escritor Fernando Delgado, jurado que destacó de En el reino de los cielos su “sensibilidad, pulso narrativo e inteligencia en su construcción literaria”. El fallo del certamen resalta además “la construcción psicológica de los personajes, así como el delicado uso del lenguaje a la hora de hilvanar la secuencia narrativa, donde la infancia protagoniza un texto equilibrado de manera magistral al ritmo de un tono casi poético, con un lenguaje que fluye y narra con pasmosa naturalidad y a través de una belleza conmovedora”.

Silvia García nació en Presidencia Roque Sáenz Peña (provincia del Chaco, Argentina, 1970) y está radicada en Europa desde el año 2000. Ha publicado los libros de poesía Calendario (2004) y Cuentos de hadas (2005) y El mundo está lleno de sorpresas (microcuentos) en el año 2006. Los tres títulos fueron editados por Ediciones Corregidor (Buenos Aires, Argentina). En 2007 ganó el premio de narrativa del Ateneo de la Laguna con la colección de cuentos Pequeñas historias de mujeres, hombres y animales. Y en 2010 obtuvo el premio de poesía Ciudad de Las Palmas con el libro Proteo, Una biografía.

‘Ansite’, un cortometraje de Armando Ravelo

Lunes, Octubre 21st, 2013

FICHA

Ansite.- Dirección y Guión: Armando Ravelo. Productor ejecutivo: Foad Gall. Director de fotografía: Alfonso Muñoz. Música: Navid Hejazi. Producción: Indómito Productions, Sonovisión, Factoría de Creación Sonora, Sincabeza. Intérpretes: Iriome del Toro, Maykol Hernández, Ruth Armas, José Antonio González, Antonio de la Cruz, Nayra Ortega. Duración: 25 minutos.

SINOPSIS

Ansite cuenta la historia del último día de la resistencia indígena en la isla de Gran Canaria. Bentejuí lidera el grupo que resiste en la fortaleza natural de Ansite acompañado de Guayarmina y del faycan Faya. En las faldas de la fortaleza, Fernando de Guanarteme, recién bautizado al catolicismo y anterior Guanarteme de la isla, pide audiencia para convencerlos de que se rindan.

Si Tirma (Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osma, 1954) no deja de resultar pasado el tiempo como un curioso western ambientado durante la conquista de Canarias, Ansite (Armando Ravelo, 2012), cortometraje inspirado en la misma historia, lo observa con otra perspectiva, con otra intención y, probablemente también, con otros fines.

En este aspecto, si el filme de Moffa y Serrano de Osma proponía una romántica y bizarra lectura entre el amor que brota en un hombre y una mujer de mundos y culturas radicalmente diferentes, siempre según la mirada del conquistador y del indígena que abraza la civilización, Ansite narra el relato desde la órbita idealizada de los derrotados. Los últimos indígenas que resisten porque, como indica una frase promocional del corto, los ausentes, los que osaron levantar la mano contra el poderoso imperio en el que pronto no se iba a poner el sol, se convirtieron con ese gesto “en eternos.” U hombres libres, viene a decirnos Ravelo, que tuvieron la oportunidad de escoger su destino.

Al margen de otros paralelismos con Tirma, no deja de resultar Ansite una película curiosa y atractiva. No solo por su pretensión de parecer creíble –los indígenas hablan en amazig– y el cuidado en la recreación histórica, sino por el aliento y el entusiasmo que la mueve, lo que hace disculpar sus carencias. En especial, el abusivo empleo de la voz por encima de la imagen.

No es Ansite una película completa, sino el proyecto de lo que podría ser una película completa sobre la historia –fusionada con la leyenda– de la frustrada resistencia de Bentejuí (Iriome del Toro) en la fortaleza natural de Ansite. El corto deja así la sensación en el espectador que se trata solo de un adelanto de lo que podría ser como largometraje, lo que obliga a disculpar su fría resonancia dramática y que apenas funcione las interrelaciones entre los personajes, aunque palpita en ocasiones entre Bentejuí y Faya (espléndido José Antonio González), pero inexistente en el triángulo cuyos lados forman el mismo Bentejuí; Guayarmina (Ruth Armas) y Fernando de Guanarteme (Maykol Hernández), estos dos últimos personajes fundamentales para entender la renuncia de unas tradiciones en favor de otras.

Ansite se suma así a la aún escasa y en ocasiones extravagante filmografía de películas que se desarrollan durante la conquista del archipiélago y que se preocupan por reflejar cómo tuvieron que ser los antiguos pobladores de las islas Canarias. Títulos entre los que se encuentran Tirma; La isla del infierno (Javier Fernández Caldas, 1998); Iballa (Josep Vilageliú, 1985);  Los guanches (Teodoro y Santiago Ríos, 1995) y Creándose así el pueblo guanche (Félix González de la Huerta, 1978), entre otras rarezas que ahora, en manos de Armando Ravelo, quiere hacerse realista o cuanto menos arqueológicamente realista.

Saludos, Atis Tirma!, desde este lado del ordenador.

La camarera, una novela de James M. Cain

Sábado, Octubre 19th, 2013

Aquella noche se comportó tal y como a mí me gustaba, tranquilo, cortés y sin exigencias, físicamente, quiero decir. Mirábamos la televisión y cuando yo, muy nerviosa, dije que quería irme a la cama, él me dio unas palmaditas, me besó y me acompañó al piso de arriba, pero no intentó seguirme a mi habitación y tampoco llamó a la puerta después de retirarme. ¡Qué alivio! Por fin podría dormir sin que el miedo me hiciera compañía.”

(La camarera, James M. Cain, colección: Autores clásicos de Serie Negra, RBA Libros. Traducción: Ana Herrera)

Octubre está resultando un mes realmente atractivo para los que somos confesos seguidores de la novela policiaca. Esa novela de género que todavía hace fruncir las cejas a unos y acelerar los latidos del corazón a otros. RBA anuncia en su colección de clásicos, La camarera, un inédito de James M. Cain; y El exterminio, un título de Jim Thompson que no había sido traducido hasta hoy –al menos que tengamos noticias– al español. Edaf presenta, además, La última tumba, de Alexis Ravelo y M.A.R Editor Un camino a través del infierno de Javier Hernández Velázquez. La siempre reivindicable Editorial Sajalin publica dentro de la colección Al margen, Mal dadas, de James Ross, un título olvidado que mereció en su día los elogios de Raymond Chandler, quien dijo de ella que se trata de una “historia sórdida y depravada, pero perfectamente creíble, de un pueblo de Carolina del Norte.” El mismo Chandler comentaría sobre James M. Cain, un escritor por el que el editor de este su blog siente devoción, lo siguiente: “Es todo lo que detesto en un escritor… Un Proust con mono grasiento, un chico sucio con un trozo de tiza y una valla y nadie mirando.”

Un golfo, vamos.

Y un golfo que vendía libros.

La camarera no es, sin embargo, una de sus mejores historias porque se trata de un manuscrito apenas acabado, la última novela de un narrador al que le sorprendió la muerte antes de poner el definitivo punto y final.

Con todo, es una novela objetivamente cainiana. El oficio de su protagonista puede recordar al de la protagonista de una de las mejores novelas del escritor norteamericano, Mildred Pierce, Alma en suplicio en su versión española, y tiene dentro las grandes constantes que definen la producción literaria del escritor: sexo, traición y dinero.

El sexo marca el itinerario de las mejores obras de M. Cain. Mucho sudor para conseguir ese dinero de ricos impotentes.

La bibliografía de James M. Cain está plagada de mujeres fuertes y con carácter, rebeldes y hostiles al universo masculino en el que se desarrollan. Joan Woods, la protagonista de La camarera dice:  “Mi padre, Charles Woods, es abogado y líder de la comunidad, con un solo defecto que yo conozca: hace siempre lo que dice mi madre. Siempre. ”

¿Mujer fatal?

James M. Cain le puso al menos nombre y apelldios a ese vendaval fuerte y con carácter. Explora hasta donde nos puede dejar majareta más que el amor, el sexo con  fuerza y carácter.

Si en Mildred Pierce la protagonista pierde a su hombre en mano de la endemoniada hija mayor, y en otros de sus relatos habla sin mordaza de otras caprichosas variantes de relación carnal, en La camarera el sexo se emplea –como lo empleó el autor en sus clásicas El cartero siempre llama dos veces y Perdición, película en la que trabajó curiosamente como guionista su gran denostador, Raymond Chandler– como medio para conseguir un fin. O mejor, varios fines en La camarera, una historia narrada en primera persona.

No es contada a través de los ojos de su joven y atractiva protagonista.

Es una pena que James M. Cain, un escritor laborioso como explica en el Epílogo, Charles Ardai, no tuviera tiempo para cerrar esta novela como le pedía a Cain. Ya explicamos antes que la muerte se lo llevó al otro mundo, donde debe de estar jugando al póker con Raymond Chandler mientras intenta meterle mano a la camarera o camareras que le sirven generosas raciones de whiskey.

Con todo, La camarera cuenta con una primera parte en la que se refleja el talento del escritor para urdir tramas y trabajar un personaje, Joan Woods, a lo largo de su ambigua confesión de los hechos.

La camarera comienza con un funeral, el del marido de la protagonista, y la primera  sospecha, ella ha sido la responsable de su muerte.

La idea, narra Joan Woods, la alimenta su cuñada que quiere quitarle la custodia de su hijo. Y Joan no puede ejercer de madre porque no tiene dinero, aunque consigue trabajo como camarera gracias a la recomendación de un rudo y veterano policía que cree en ella.

El relato continúa, y hay más muertes que hacen sospechar de Joan, quien en su relato no deja de resultar ambigua. Insiste en su inocencia pero queda la duda razonable en el lector. Te sientes como el policía rudo y veterano.

James M. Cain tiene clase y estilo.

Esa clase y estilo que hace que continúe brillando un clásico.

Saludos, la maldición de Cain, desde este lado del ordenador.

Literatura de viaje con acento canario

Jueves, Octubre 17th, 2013

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Un viaje es un fragmento del Infierno” (Bruce Chatwin)

La reciente y exitosa celebración de la primera edición de Periplo, Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz pone de manifiesto el interés que existe en el público por esta clase de libros en el que se invita al lector a recorrer geografías conocidas o ajenas desde la subjetividad del escritor.

Los orígenes de la literatura de aventuras y por extensión de viajes son igual de remotos que el de la propia literatura en sí. De hecho, ¿qué es la literatura sino una forma de viaje?

Esta forma de expresar emociones e inquietudes, de buscar respuestas, de describir el apasionante y en ocasiones doloroso proceso de metamorfosis interna que caracteriza los distintos capítulos que conforman nuestra existencia, cuenta en los últimos tiempos en las islas con notables aportaciones que, por una u otra razón, no han recibido el eco que merecen.

La pretensión de estas líneas es pues la de intentar rescatarlos del olvido, y dejar constancia antes de que este su blog naufrague en las aguas profundas del océano de la red, de algunos de los nombres que están aportando con sus obras una visión muy personal de sus experiencias viajeras con resultados, reiteramos, notables.

En este repaso de urgencia somos conscientes, como siempre, de que nos olvidamos involuntariamente de muchos, aunque pensamos también que lo que están son los que deberían de figurar en un improbable listado de escritores aventureros nacidos en este archipiélago que, en ocasiones, parece aferrar –y querer encerrar– a sus hijos en su propio territorio.

Cabe precisar, además, que los escritores que a continuación mencionamos son solo aquellos que han dedicado algunas de sus obras a contar –a veces mezclando ficción– sus impresiones viajeras, por lo que descartamos trabajos como Tenerife, guía de viaje y Gran Canaria, guía de viaje, de Alberto Vázquez Figueroa, por otro lado el más aventurero de los escritores canarios; Descubre Las Palmas de Gran Canaria, de José Correa, y La guía secreta de Canarias, de J. J. Armas Marcelo y Luis Alemany, entre otros, para centrarnos en aquellos que han apostado por la reflexión, pero también el viaje y la aventura en su literatura.

Omitimos también, para no engordar estas líneas, a los ilustres clásicos que los precedieron en estas tareas, entre otros, José de Viera y Clavijo, ya que nuestro objeto, insistimos, en centrarnos en lo que está dando de sí la literatura de viaje y aventura que se escribe en la actualidad.

OBRAS

Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos (Eduardo Galeano)

Entre los títulos más recientes se encuentra Viaje a las islas Canarias (colección El autor viajero, El País-Aguilar, 2013), del escritor y periodista Juan Cruz, quien propone no solo un viaje emocional sino también sentimental por el archipiélago siguiendo las huellas de Ignacio Aldecoa bajo el magisterio de Domingo Pérez Minik.

El libro de Juan Cruz no se convierte así en una amable guía turística sino en un apasionante y apasionado viaje interior que emprende su protagonista y en el que juega un papel fundamental los sonidos y los olores de las islas.

El escritor Eduardo Delgado Montelongo propone también un personal itinerario por el archipiélago, casi en busca de sus raíces, en Cuaderno afortunado (colección Tid, Ediciones Idea), un volumen con ecos a En el camino de Jack Kerouac, pero escrito con ironía y altas dosis de escepticismo.

Literatura de viajes en su sentido más estricto es la que nos ofrece Román Morales en Buscando el sur (1995) y Caminos de agua (Ediciones La Palma, 2012). En este último libro, Morales relata su trayecto durante dos años y en kayak por 10.500 kilómetros de aguas interiores que, de manera casi ininterrumpida, enlazan Buenos Aires con el delta venezolano del río Orinoco. Esta experiencia recoge así un fascinante periplo donde parece que el autor termina fusionándose con el paisaje.

América del Sur es también la gran protagonista de Hola, fondo sur (colección Dando pata, Editorial Baile del Sol), de Daniel Ortiz Peñate, obra en la que su autor también con inequívocos ecos a Kerouack relata a medio camino entre la ficción y la realidad el viaje que emprende su protagonista, Andy Tirzo, por las tierras de América. Lo más atractivo de este libro es que su autor describe el gradual proceso de transformación del personaje a medida que avanza en el camino, así como el atractivo paisaje humano que conoce, elementos a los que da más sustancia que a la geografía física que recorre.

Daniel Ortiz es autor junto a Talía Luis Casado de Al margen (Ediciones Escalera, 2007) donde ambos autores narran a dos voces y como si de un cuaderno de viaje se tratara, su trayecto por la India. Juan Cruz, autor del prólogo, escribe: “Claro que si ellos tan solo pusieran el magnetófono, por decirlo así, y registrando lo que pasa sin más vuelo en el verso probablemente hubieran hecho un buen reportaje, porque tienen pulso, se les adivina, para el periodismo, pero son escritores, poetas, gente que va más allá del dato para convertirse en creadores de una atmósfera de cuya contemplación han logrado una obra de arte.”

Un viaje a Cuba pero narrado desde dentro es lo que escribe Ezequiel Pérez Plasencia en su todavía desconcertante –por fresco, sincero, rompedor– El regreso de Calvert Casey, (Editorial Benchomo, 1999), donde describe, en ocasiones con amargo pulso narrativo, el proceso de transformación y desdoblamiento con Calvert Casey al que se sometió durante un viaje a La Habana. El libro está repleto de frases que saben a literatura auténtica, lo que no justifica que continúe siendo uno de los libros menos conocidos de su autor, muerto desgraciadamente en el mejor momento de su carrera.

Declaro que un mes antes del viaje recaí en una de esas autodestrucciones tan devastadoras para el espíritu. Dos días innombrables en los que sentí una vez más la tentación de acabar de una vez. La primera fue a los 24, más o menos, y la otra a los 32, de manera más temeraria. Me había proporcionado facultades para aniquilarme. Había amado más allá de lo razonable a Bernhard y Cioran, que al cabo se fueron a la gusanera decrépitos y desde la cama. Solo la lucha y el trabajo tenaz me salvaron, no la esperanza de felicidad o placer. A los cuarenta años conozco el yugo constante en la garganta, la escenificación del suceso, imágenes y reacciones, sollozos de amigas y amigos, probable remordimiento, recreación morbosa.

Luego solo queda caminar de nuevo con denuedo. En esto aventajo a Casey, que lo había intentado dos veces, y a la tercera ganó la muerte.”

El paisaje humano es también el centro de atención del libro Los últimos de Cuba (colección La quinta columna, Ediciones Idea), del periodista Carlos Fuentes, en el que recopila una serie de artículos que su autor escribió sobre los descendientes de canarios en la mayor de Las Antillas y título que el paso del tiempo ha convertido ya en referencia para conocer las interrelaciones humanas que a lo largo de la historia se han tejido entre canarios y cubanos.

Por el contrario, el también periodista Javier Ruiz nos adentra en las raíces que han germinado en el conflicto del antiguo Sahara español en Crónicas saharauis (Ayuntamiento de La Laguna, 2000) hoy agotado y un título imprescindible para conocer quiénes son y cómo viven los saharauis mientras continúan combatiendo para reclamar un territorio que consideran les fue arrebatado. Como curiosidad, destacar que el escritor Emilio González Déniz ha dedicado dos novelas que sitúa en este mismo escenario: El llano amarillo y Sahara, pero son ficciones llamativas y originales, pero no viajeras en el sentido estricto que pretendemos darle a los títulos que repasamos en este post.

El drama de la inmigración irregular ha dado origen además a trabajos más periodísticos que literarios como Héroes de ébano, de Juan Manuel Pardellas (colección La quinta columna, Ediciones Idea); Cayucos (Editorial Debate, 2006) y Los invisibles de Kolda. Historias olvidadas de la inmigración clandestina (Península, 2009), de José Naranjo.

El periodista José Luis Cámara Pineda es autor del interesante Rumbo a un sueño (ERIDE, 2012), en el que cuenta su peculiar recorrido por Nueva Zelanda, Australia, China, Tailandia, Vietnam y Camboya, país este último donde trabajó en un proyecto de acuicultura y desarrollo sostenible auspiciado por la organización Aida.

De obligada lectura es Dos corriendo por tres calles, de Jaime Centurión, libro en el que el autor de la reivindicable Tocándome los cojones, relata en algunos de los siete cuentos en los que se vertebra, su estancia en Tailandia hasta sus experiencias vendiendo libros en las escaleras del Metro de Madrid.

Por último, y como ya informamos en este su blog, Antonio Lozano, autor de novelas donde el viaje es casi una constante como sucede en Harraga, espera la publicación de un inédito, El gran río, en el que describe su periplo por el Río Níger.

Saludos, hemos dicho, desde este lado del ordenador

Érase una vez… ‘Centauros del desierto’

Miércoles, Octubre 16th, 2013

Es probable que fuera una reacción poco madura ante lo que me enseñaban pero también, y esto no lo pongo en duda, de posicionamiento ante las escasas virtudes como enseñantes de muchos profesores que a lo largo de mi vida intentaron meterme por obligación –y porque tocaba en examen– libros a los que llegué en ese instante con el alma partida, alimentando un rencor que solo con el paso de los años logré superar cuando me volví a reencontrar con algunos de ellos sin la presión de la obligación ni de la puñetera evaluación.

El Quijote lo leímos a trozos en clase; la novela picaresca nos la metieron a cucharadas pero con aceite de ricino; de Ramón J. Sender nos vendieron La tesis de Nancy y más tarde Réquiem por un campesino español. También tocó en aquellos años tempranos Mararía, de Rafael Arozarena, casi porque no quedaba más remedio…

La lista de nombres y novelas es larga, lo que explica la distancia y el rechazo inevitable que alimentó a las criaturas de mi generación que, en ese momento, descubrían el placer que provoca la lectura por distintos caminos, ninguno de ellos el que marcaba una educación que, salvo honrosas excepciones, dirigía una cuadrilla de profesores que le hacían asco a la palabra maestro.

Escribo todo esto porque el otro día, mientras conversaba con Alba Sabina Pérez, la escritora del curioso y desinquieto libro de relatos ¿Quién cuidará de mis guardianes? comentaba que odiaba una película, Centauros del desiert (1956), por razones bastante similares a las que generaron mis distancias con voces literarias que, afortunadamente, recuperé años más tarde, libre de presiones y de exámenes.

Creo que John Ford hubiera disparado sin dudar sus Colt contra el psicópata profesor que le obligó a ver su película plano a plano.

Imagino a ese aspirante de doctor Lecter explicando a la clase, mientras pulsa el stop, “esto, damas y caballeros, es un primer plano; esto un plano general y un plano medio y un fundido encadenado y…” Para más tarde ampliar en grados la tortura china detallando que con ese plano lo que el cineasta propuso es subrayar la soledad del personaje protagonista.

Agradezco a los dioses que no me tropezara con ese profesor, y que descubriera Centauros del desierto (el título en español me parece infinitamente mejor que el original, The Searches) a mi peculiar manera. Con mis peculiares emociones y con mis peculiares cinco sentidos alerta.

El poder de fascinación que siento por esta película no se ha minimizado con el paso del tiempo sino que se crece a medida que la reviso porque como pasa con otros filmes que te llegaron adentro en una etapa de la vida donde todavía seleccionabas tus prejuicios, Centauros del desierto es de esas películas en las que me he acostumbrado a refugiar.

Y si bien te la sabes de memoria, y si bien se te encoge el corazón ante lo que piensas fue el mejor trabajo como actor de ese gigante que se llamó John Wayne, aún te sorprende lo viva que permanece y las lecciones, muchas de ellas nuevas, que te regala mientras el protagonista se pasa la mano por el brazo.

Casi parece querer decir con ese gesto, uno de esos pequeños detalles que no pasan desapercibidos, que Centauros del desierto no morirá nunca.

Espero que Alba Sabina se reencuentre con esta película, y que entienda que si la odia no es por la película sino por la forma en cómo se la mostró el psicópata profesor.

Claro que, casi al final de la película, Ethan Edwards no dispara a su sobrina…

Saludos, abrimos y cerramos puertas, desde este lado del ordenador.