Archive for Marzo, 2021

Reaparece Nectarina Editorial

Miércoles, Marzo 31st, 2021

Tras la publicación en 2010 del libro de cuentos Riqui-Raca 1.0, Ayoze Suárez recupera el sello Nectarina Editorial con seis libros en los que hay un poco de todo, poesía y narrativa, escrito por autoras y autores de las islas, todos ellos reconocibles en el panorama de la república de las letras canarias.

Los siete libros, sin contar Riqui-Raca 1.0 que fue el que lo inició todo hace diez años, están cuidadosamente editados, su formato es de bolsillo y el color blanco de las portadas, con ilustraciones de Íñigo Franco Benito, distinguen una iniciativa que dirige una persona que sabe mucho de libros, Ayoze Suárez.

La editorial planea rescatar del silencio obras que por una u otra razón pasaron desapercibidas en su momento o bien se conocieron en su tiempo pero no habían vuelto a ser reeditadas. Los seis primeros títulos son:

Las terribles historias, de Cecilia Domínguez Luis

El hombre que perdía las palabras, de José Luis Correa

Los bufones de Dios, de Pedro Flores

Marabulla, de Silvia Rodríguez

El corazón de los pájaros, de Elsa López

Teneyda y otros relatos, de Alfonso García-Ramos

La editorial se presentará oficialmente el 9 de abril a las 20,30 horas en el teatro Chico de Santa Cruz de La Palma y contará como maestro de ceremonias con el escritor Anelio Rodríguez Concepción, quien hablará con Elsa López de El corazón de los pájaros, novela que fue una de las diez obras seleccionada para el Premio Plantea en 2001.

Si ya es de por sí un milgaro la reaparición de una editorial en estas islas abandonada de las manos, se agradece el oficio y el mimo que hay detrás de cada uno de estos libros. Los colmillos se ponen más largos si cabe cuando se conocen los próximos títulos que anuncia Nectarina Editorial:

El sueño de Oslo, de Juan Cruz

Por mil millones de dólares, de Alberto Vázquez Figueroa

Juan Latino, José Vicente Pascual

Óscar & Óscar, de Balbina Rivero

Rarefacta, de Tina Suárez

Cinco mil años, de Ernesto Delgado Baudet.

Y vendrán muchos más entre originales, reediciones que hacen justicia (y no otras que yo sé) e inéditos que pedían a gritos caer en mano de un editor con tanta sangre caliente como la que corre por las venas de Ayoze Suárez.

Los libros se pueden adquirir de momento en la Librería Lemus y El Águila (La Laguna); Librería Masilva (Puerto de la Cruz) y pronto en la Librería Canaima en Las Palmas de Gran Canarias.

Saludos, bienvenida sea Nectarina Editorial, desde este lado del ordenador

Isidro Hernández: “La poesía no proporciona respuestas”

Martes, Marzo 30th, 2021

Una entrevista de SERGIO BARRETO

Hacía tiempo que se esperaban los textos poéticos de Isidro Hernández (Tenerife, 1975), desde que en 2007 y 2008 publicara El ciego del alba (Pre-textos) y el libro de apuntes aforísticos El aprendiz (La Caja Literaria). Ediciones del Pampalino abre su recién inaugurada colección de poesía con La vida anterior (2021), un cuaderno de poemas de una escritura exigente y cuidada que penetra en la naturaleza misteriosa y simbólica de un estadio primario y auténtico.

- La vida anterior brinda una mirada de fascinación por el entorno natural, en especial por el macizo de Anaga. ¿Por qué la elección de esta cartografía?

“La escritura que anima este libro se nutre de anotaciones y visiones que poseen el denominador común de un mismo escenario: las cordilleras del noreste de Tenerife, lugar donde es posible experimentar un desplazamiento temporal similar al que opera en toda experiencia poética. Me refiero a la contemplación de instantes que pertenecen a tiempos remotos y a los que solo es posible acceder con la mirada sorpresiva de un niño que descubre un mundo casi intacto. Quizás porque la naturaleza en aquellos parajes se muestra envuelta en el beneficio de un ciclo biológico primitivo y porque sus rincones gozan de cierta condición mágica, cuántas veces nos hemos sentido inmersos en un tiempo primordial, lejanos y ajenos a cualquier preocupación mensurable con el pulso regular de los relojes. Y cuántas, asomados a estas magníficas cordilleras o inmersos en los senderos de Igueste, Anosma o Ijuana hemos podido participar de la misma experiencia contemplativa de alguien que recorriera aquellos parajes hace miles de años. No se me ocurre otra definición mejor de lo que se ha llamado el punto sublime; es decir, la trayectoria simbolizada por la experiencia del viaje en el que quedan abolidas las diferencias entre presente, pasado y futuro en beneficio de un presente continuo que es una dimensión real y, a un tiempo, sobrenatural”.

- ¿Hasta qué punto en su libro la acción de caminar y de escribir abordan la tentativa de cierta poesía moderna por aprehender o conocer el mundo?

“Convivo con la sorpresa cotidiana de los elementos. Participo de cierta celebración de los signos elementales del paisaje que habitamos. Muchas mañanas me encaramo a las persianas del cuarto para observar el espectáculo de la aparición del amanecer en el horizonte, y mientras participo de esa contemplación caigo en la cuenta de que ese acto ingenuo de asistir al nacimiento del día me reconcilia con aquello que Octavio Paz llama “el olvidado asombro de estar vivos”. Se trata de una sencilla fascinación compartida que establece vasos comunicantes con el mito o la explicación simbólica del mundo. Quizás por ello exista en esta escritura cierta condición meditativa y hasta, si se prefiere, religiosa, en el sentido dado por Cioran al término cuando subraya que “el sentimiento religioso reside en la conciencia del misterio, incluso más allá de cualquier tipo de fe”. Adentrarse en la imaginación poética es regresar al tiempo continuo de una vida anterior, sin nombres, sin perfiles; al tiempo sin tiempo de un pájaro que es un único y eterno pájaro, buscando con los ojos abiertos, pero a ciegas, lo inmensurable. El poema delimita el territorio de un no saber, frágil, construido con palabras que nos nombran e imágenes que nos sobrecogen, a la búsqueda de un significado intraducible. Caminar es sinónimo de reflexionar o pensar, pues esa acción sencilla está sincronizada con la velocidad del pensamiento”.

- También con ocasión de aquel libro Marianela Navarro hablaba del “disentimiento como poética”.

Trasluz fue la decimocuarta entrega de la colección Asphodel, dirigida con un exigente criterio por Ferdinand Arnold, editor de tradición suiza de una gran generosidad y de empresas “manchegas” condenadas al fracaso en medio de la normalidad del mundo editorial. La historia de las ediciones canarias tiene en Asphodel un capítulo de excepción, al margen de las mercaderías y del mal gusto que, por lo general, ha prevalecido en las colecciones de poesía publicadas en Canarias. El disentimiento significaba cierta forma de ir a contracorriente, a la manera de un paraíso cerrado para muchos o de un paraíso abierto para pocos”.

- Con ocasión de El ciego del alba escribió que la escritura poética se reduce “al juego enigmático de responder a una pregunta que deja sin respuesta otra, en un oscilar dialéctico e infinito”. Entonces, ¿cuál es su sentido o utilidad?

“La poesía no proporciona respuestas sobre nada. De ella aprendemos la utilidad de lo inútil o la inutilidad de lo útil, pues permanece al margen de todo uso práctico del lenguaje. Formula constantemente interrogantes sobre un mundo del que desconocemos las respuestas más esenciales y al que solo llegamos a aproximarnos a través del destello de un poema o de una pintura en cuya extrañeza nos reconocemos y contemplamos. Por la poesía damos cuerpo de palabras a aquello que solo intuimos; que está siempre por nombrar y solo se hace tangible a través de la intuición”.

- ¿Qué siente o piensa cuando escribe?

“En mi caso, un estado musical del ánimo o de gracia. Un impulso creativo y de una inestable tensión entre decir y callar, entre saber e ignorar; un estado de concentración fruto del esfuerzo y del trabajo”.

- ¿En qué medida la visión metafísica del paisaje resulta válida actualmente?

“No me interesa la actualidad; sí el presente. Una vez entrevisté a un poeta que se consideraba “oriental” porque en sus textos aparecían elementos naturales y se alejaba de la realidad urbana. A mí me pasa lo mismo. Además, no me interesa la anécdota; de ahí mi natural impericia para con el relato o la novela. Varias generaciones de escritores y pintores han pensado Canarias desde esa tradición metafísica a la que se refiere, y de ella se ha nutrido lo mejor de la poesía escrita en las últimas décadas en Canarias. La conciencia elegíaca de la erosión del medio (el hacha del leñador en el poema de Tomás Morales) no implica una renuncia a la tradición canaria que siente y piensa la naturaleza en su condición ontológica. No se trata de un mero decorado exterior, puesto que el poema se deja atravesar por ella a la manera de un cordón umbilical que por momentos nos devuelve a la tierra del origen. Si fuera un dadaísta compulsivo sentiría la necesidad de quemar las bibliotecas y empezar desde cero, pero cuánto mejor sentirse parte de esa tradición en lo que aporta como valor de convergencia. Esto es una obviedad, en la medida en que, por ejemplo, no es posible hablar sobre la pintura de Luis Palmero sin hablar tácitamente de Jorge Oramas; ni tampoco leer a Eugenio Padorno sin atisbar a Saulo Torón o Domingo Rivero”.

- Hay pasajes en su libro cargados de simbolismo de los que resulta difícil comprender enteramente su significado.

“Estoy con el poeta Fernand Dumont en que solo lo que se escribe con el impulso del automatismo posee la autenticidad de una revelación. Yo soy el primer sorprendido del lugar al que me han llevado algunas estancias de este libro. El hábitat natural de lo poético, como el de la pintura, es el territorio de lo simbólico, en la medida en que un buen poema nunca es enteramente explicable. Creo que buena parte de este cuaderno permanece a resguardo de toda interpretación racional. Nuestra vida está llena de fórmulas demasiado previsibles. La poesía busca, en cambio, el sentido de lo imprevisto, aun cuando se nutra de la fuente inagotable de la tradición. Reivindico la función visionaria de la poesía. Me pregunto cuándo llegará, como diría un conocido escritor francés, la hora de los filósofos durmientes.

- Lo imprevisto nos lleva a pensar en Domingo López Torres, asesinado en la bahía de Santa Cruz en 1937, y cuyo trágico final vuelve a estar de lamentable actualidad.

“Lo que importa de López Torres es la excelencia de su legado y su ejemplo de escritor comprometido con el tiempo que le tocó vivir. El poeta fue el más radical de los escritores de Gaceta de Arte. Su compromiso fue muy claro; no necesitaba de ningún “delator”. Bastaba el carácter decididamente marxista de muchos de sus textos. Sobran novelas o teorías conspiranoicas que buscan difamar la figura de un hombre cabal como Domingo Pérez Minik. Lo demás, diría Cairasco, son pasatiempos frívolos. Sorprende que un acontecimiento como la aparición de la segunda entrega de la revista Índice (1935), editada en facsímil por el Cabildo pase un tanto inadvertida, y no así ciertos relatos de ficción sobre el destino aciago del poeta, propios del rancio cainismo vesánico insular”.

- ¿A qué se debe su silencio desde 2008?

“No ha habido silencio alguno; sí otras ocupaciones. Participé entre 2011 y 2018 de la dirección artística colegiada que el Consejo de Administración de TEA encomendó a los conservadores del centro, y eso significaba, prácticamente, convertirse en gestor y renunciar a metas personales en beneficio de un proyecto colectivo. Y la escritura necesita esfuerzo y concentración”.

- Su libro incluye un texto de José Corredor-Matheos, y varios comentarios críticos de Sánchez Robayna y Melchor López.

“Estoy muy agradecido a estos escritores fundamentales en mi formación como lector y como escritor. La lección de la conciencia extrema del lenguaje está presente en todos ellos, aunque de distinta manera. Me confieso “seguidor” del José Corredor-Matheos de El don de la ignorancia. Y, por supuesto, del Sánchez Robayna de Sobre una piedra extrema; y del Melchor López de Altos del sol. El magisterio y ejemplo de estos dos últimos ha sido crucial en mi trayectoria como escritor, como lo ha sido para muchos otros poetas de las islas”.

- ¿Qué otros cinco libros de escritores canarios de las últimas décadas escogería?

Si dudarlo, Arras, de Luis Feria; y Óxidos, de Arturo Maccanti. Entre otros títulos más actuales, escogería el Diario romano, de Bruno Mesa; Para un dios diurno, de Alejandro Krawietz; y La función de la magia en el mundo, de Francisco León. Todos ellos son títulos memorables. ¿Quién podría dudarlo?”

Saludos, sol, desde este lado del ordenador

Ernesto Giménez Caballero, el ‘euromoro’

Lunes, Marzo 29th, 2021

“También Manuel Halcón me dedicó un generoso comentario y el malogrado Agustín Espinosa, que por seguir desde sus islas Canarias mi surrealismo le costaría disgustos en Salamanca”.

(Memorias de un dictador, Ernesto Giménez Caballero, colección Espejo de España, 49, editorial Planeta, 1979)

Uno de los intelectuales más llamativos del bando rebelde fue Ernesto Giménez Caballero, un personaje bufonesco y eurudito a la vez. Un visionario demasiado adelantado a su tiempo que se movió como una anguila por los siniestros pasillos del poder franquista hasta la llegada de la democracia, esto que tenemos como democracia, tras la muerte del general en noviembre de 1975.

El tiempo no ha sido benévolo con el estilo barroco de Ernesto Giménez Caballero, tampoco con los contradictorios mensajes que intenta transmitir tras toneladas y toneladas de adjetivos que disemina por sus elaboradísimos textos. Lo interesante del personaje no es pues lo que piensa (una mezcla ardorosa entre fascismo italiano, cenetismo cien por cien español y un chute de doctrina jonsista más que falangista) sino lo que deja entrever en lo que escribe. Especial atención, en este sentido, a su libro Memorias de un dictador, título con ganas de polémica aunque como explica lo de dictador es porque son unas memorias dictadas a su secretaria.

El pasado de Giménez Caballero está marcado –como el de muchos de sus compatriotas– por una España que fue y ya nunca será; también por el inicio y derrota truculenta en el protectorado de Marruecos e, inevitablemente, por una Guerra (in)Civil en la que asegura jugó un papel protagonista al reunir por iniciativa suya en el Movimiento todas las tendencias de derechas que se aliaron con Franco, y que dieron como resultado ese monstruo de cien cabezas conocido como Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, partido único con el que sostener un régimen al que en plena Guerra Civil, Giménez Caballero sirvió en la organización de prensa y propaganda a las órdenes de Millán Astray. Más tarde se licenciaría como alférez provisional, fue el número uno de su promoción, cuando las bombas aún caían sobre la superficie de España con independencia de donde se encontrara uno en aquel país que los hunos y los hotros estaban haciendo pedazos.

Sus memorias se leen de un tiròn pese a su tiránica verborrea y adquieren especial interés cuando narra sus experiencias bélicas primero como soldado en Marruecos, y que diio origen a un libro Notas marruecas de un soldado, que le costó cárcel y los elogios de escritores e intelectuales de la España de aquel entonces como don Miguel de Unamuno; su actividad como pionero de la literatura surrealista en España con la publicación de Yo, inspector de alcantarilla y su paso inevitable, y se escribe inevitable porque es resultado de tan volcánico carácter, a un fascismo más próximo a Ramiro Ledesma Ramos que a José Antonio Primo de Rivera. Vamos, que estuvo más cerca de la palabra revolucionaria de los jonsistas que de la poética que cantaba Falange Española antes de que comenzaran a caer “camaradas” de camisa azul en los pueblos y ciudades de España.

Giménez Caballero cuenta con otros libros que solo recomiendo a los seguidores de cosas raras con acento celtibérico. Aunque sus revelaciones (pese a que todo lo que revela haya que ponerlo en cuarentena) quieran ser tan escandalosas. Una de ellas es que recuerda a Rafael Alberti como al primer español que vio saludar la romana y gritando viva Italia. Alberti fue aquel marinero en tierra que más tarde se afiliaría al Partido Comunista de España. Otra de sus revelaciones fue la de proponer en matrimonio finalizada “nuestra guerra civil” a Pilar Primo de Rivera (hermana del Ausente) con el mismísimo Adolfo Hitler. Iluminación, narra en estas memorias que no hay que tomarse mucho en serio, que hizo a Magda Goebbles, esposa del ministro de Propaganda del Reich.

Culminado este viaje caótico por la autobiografía del escritor, la idea que uno se hace de este personaje es que fue un payaso a las órdenes de una siniestra cúpula de generales que solo obedecían órdenes de un gallego de voz atiplada, pequeño en estatura pero un valiente en combate. Esto último lo aseguran tanto amigos como enemigos. Lo recuerda más o menos así Arturo Barea en La forja de un rebelde, otras memorias pero serias de aquel momento trascendental para la historia de España, país castigado, hundido en la miseria y el miedo. Tan acostumbrado a pasar hambre.

Nombrado primero como asesor cultural y más tarde embajador en Paraguay, donde intimó con un verdadero dictador, militar como Franco, llamado Alfredo Stroessner, Ernesto Giménez Caballero continuó escribiendo aunque los libros posteriores que publicó tras la guerra que enfrentó a todas las Españas no tienen a mi juicio el interés ni la espontaneidad de sus obras de preguerra. Destacaría de este grupo su Genio de España y Manuel Azaña (profecías españolas), dos libros delirantes, confusos, pero tan abiertos al debate y a la polémica que todavía respiran algo que los hace diferente. Probablemente sea su audacia, muy inocente como toda la obra de un escritor al que le gustaba polemizar y sobre todo, escucharse a sí mismo.

En estas Memorias de un dictador insiste en varias ocasiones en la vocación mora pero también europea del pueblo español. Une esos dos conceptos en euromoro y si uno se para a pensarlo no le falta razón a este personaje que jugó con la muerte durante su juventud y más tarde con la vida en la senectud. No se le puede acusar de traidor a su causa, por muy caótica que fuera, ya que más que ideas creo que lo que buscaba para seguir el autor de Julepe de menta eran hombres. No lo encontró en José Antonio Primo de Rivera porque lo mataron cuatro meses después de haber estallado el golpe militar pero sí en Franco, jefe al que contribuyó a dibujar como cruzado. A él y la España que le siguió durante el conflicto, la postguerra, los años sesenta y mediado de los setenta. Ese país que conocí siendo pequeñó y que ahora me cuesta tanto reconocer.

Si la memoria no me falla, creo que vi en una ocasión a Ernesto Giménez Caballero. Iba cogido del brazo de uno de sus hijos y me sorprendió lo bajito que era. Su voz era atiplada como la de su admirado Franco y los ojos se le movían como peonzas detrás de sus gafas de cristales grandes y cuadrados. Desapareció de mi vista como apareció, una exhalación.

Un genio de España, diría él.

Saludos, se ha escrito, desde este lado del ordenador

El canto del cisne

Sábado, Marzo 27th, 2021

Billy Wilder además de ser un sobresaliente director de comedias lo fue también de tragedias con resonancias griegas. En El crepúsculo de los dioses (1950) nos sirvió en bandeja de plata su particular homenaje al cine silente a través de uno de sus más grandes astros para contar una historia que rompe todavía hoy muchos moldes. Uno de ellos es que el filme está narrado en off por un muerto. Sí, como lo leen.

El cadáver que flota en la piscina de la gigantesca mansión de Norma Desmond es el de un guionista en horas muy bajas que prestó servicios de gigoló a la que fue reina indiscutible de aquel cine que no supo hablar.

El papel lo interpreta una estrella de los años 20, Gloria Swanson (Chicago, 27 de marzo de 1899-Nueva York, 4 de abril de 1983) y su interpretación, muy gestual, es herencia de un cine que pese a ser mudo todavía fascina a espectadores que podrían ser los bisnietos de una actriz que llenaba las salas de la época solo por aparecer su nombre en los letreros de la salas. Gloria bendita Swanson daba dinero. Mucho dinero.

El público pagaba por ver la nueva película de Gloria Swanson hasta que llegó el sonoro y adiós, como diría Robert Graves, a todo eso. La actriz que vaga como un fantasma por las habitaciones de su mansión en ruinas lo explica a la perfección en el filme de Wilder:

“¡Yo soy grande! Son las películas las que se han hecho pequeñas”.

Como sabe la mayoría, el actor que protagoniza al guionista en El crepúsculo de los dioses es William Holden, y como sabe también la mayoría no se ha revelado desde entonces una visión tan ácida pero a la vez tan piadosa sobre el Hollywood silente, el precio de la fama y ser enterrado en vida por una afición más que objetiva caprichosa en sus gustos y maneras.

La vida de la actriz es fascinante y tiene como debe de tener toda vida que se precie la forma de un círculo. Se introdujo muy joven en una industria que estaba en pañales y vivió desde dentro el proceso que fue haciendo al cine un arte y, ya se dijo, una industria millonaria.

Contó con el apadrinamiento del magnate Joseph P. Kennedy, padre del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, John F. Kennedy, y no dejó de rodar películas a medida que pasaban los días, los meses y los años. Si la observan, la filmografía de Swanson es extensísima y está cuajada de numerosos largometrajes que han pasado a la Historia del Cine como grandes películas que, lamentablemente, no han sido demasiado vistas por las nuevas generaciones de cinéfilos por ser mudas y en blanco y negro. Dos aspecto, el silencio y la ausencia de colores, que hace que el aficionado se retraiga a pasar el tiempo viendo otro cine. Mucho más puro pero para nada ingenuo que el actual, que es ese que tras los meses de confinamiento llega a la gran pantalla si no lo impiden las dichosas plataformas.

Entre otras tantas, la Swanson, porque a Gloria Swanson debe de añadírsele el artículo ‘la’ cuando uno se refiere a ella, cuenta con La reina Kelly, una película del año del crack de la bolsa, 1929, que dirige un actor y cineasta que también estuvo vinculado a Billy Wilder, Erich von Stroheim, y artista que hace de leal mayordomo de Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, un cinta que como pasa en otras ocasiones (y no raras por cierto) cierra –se insiste– el círculo perfecto de una vida tan repleta e intensa como la que retrata este hermoso homenaje al gran Hollywood, ese que no supo hablar pero sí narrar historias a través de la imagen.

Como dice Desmond/Swanson en el filme, en aquel cine mudo con tanto mundo: “¡No necesitábamos diálogos, teníamos rostros!”

Y qué rostros.

Gloria Swanson.

Saludos, saludos, saludos, saludos, desde este lado del ordenador

Nace la Orden Galdosiana de La Palma con el fin de impulsar la cultura

Viernes, Marzo 26th, 2021

El ex presidente del Gobierno de Canarias, ex ministro de Educación y Ciencia y ex ministro de Administraciones Públicas además de ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria y ex Diputado del Común, Jerónimo Saavedra Acevedo, preside la recién creada Orden Galdosiana de La Palma, una asociación cultural sin ánimo de lucro que pretende impulsar la cultura “en las islas y en el ámbito internacional”, se lee en una nota informativa.

La Orden Galdosiana de La Palma cuenta también con dos vicepresidencias: vicepresidente primero, José Esteban; vicepresidente segundo, J.J. Armas Marcelo. El secretario es José Jaubert y el tesorero Nicolás Melini. La junta fundadora la integran cuatro vocales, que son: Yolanda Arencibia, Elsa López, Valerie Miles y Anelio Rodríguez Concepción.

En la nota de prensa se indica que la elección de Benito Pérez Galdós para la denominación de la orden “se debe a que es un autor nacido en Canarias, uno de los más relevantes de las letras españolas de todos los tiempos, y un autor universal que bien merece el honor de encontrarse siempre entre las firmas de los autores contemporáneos del ámbito de toda la lengua española”.

Saludos, calima, desde este lado del ordenador

Jorge M. Reverte dice adiós a la vida

Jueves, Marzo 25th, 2021

No llegué a entrevistarlo pero sí que cubrí alguna rueda de prensa cuando visitó esta tierra para promocionar algunos de sus libros. Llegué sin embargo a Jorge M. Reverte a través de su hermano, Javier, de viaje al otro lado hace apenas unos meses, al que leí primero y al que tuve la suerte de conocer después en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventura, Periplo, que se celebra en Puerto de la Cruz.

Comencé mi lecturas de Jorge Martínez Reverte con la primera novela, era inevitable, que dedicó a Julio Gálvez, periodista, en Demasiado para Gálvez. La historia me divirtió así que seguí leyendo otras entregas de la serie como Gálvez en Euskadi, Gálvez y el cambio del cambio, Gálvez en la frontera y Gálvez entre los leones… Me faltan otras cuantas pero recuerdo vagamente las que disfruté y eso lo hace junto a su hermano Javier alguien muy especial en mi memoria lectora, esa máquina que no se cansa de leer y que si algo lamenta es que se irá de este mundo sin haber leído todos los libros del mundo.

Leí y disfruté pero no tanto como esperaba Triple agente, una de espías que se desarrolla durante la Guerra Civil. Tiene cierto aliento de Eric Ambler y se reconoce a un escritor que ha leído y bien mucho sobre aquel conflicto que desgarró a las Españas pero no termina de conseguir ese punto de aventura y suspense, de amigos y enemigos que hubiera redondeado la historia. Creo, sin embargo, que la novela sale mejor librada que las del otro Reverte, pero no hermano, llamado Arturo ha perpetrado con Falcó, una trilogía que tiene como protagonista a otro espía pero que trabaja para el bando contrario durante esa misma Guerra Civil.

Además de novelista, Jorge M. Reverte se embarcó también en una serie de libros sobre aquella guerra que están escritos afortunadamente con pulso periodístico y cuentan con excelente documentación. Aprendí mucho con La batalla del Ebro y también con La batalla de Madrid. No terminó de convencerme Guerreros y traidores. De la guerra de España a la guerra fría, una biografía de Bill Alto, un norteamericano que formó parte de las Brigadas Internacionales y que pone nombre y apellido a los combatientes extranjeros que lucharon en las tierras de España. Hay otros libros de Jorge M. Reverte pero no llegué a ellos por una u otra razón.

Junto a su hermano Javier fue autor de una biografía sobre su padre, Soldado de poca fortuna: Jesús Martínez Tessier, periodista iguial que sus hijos y un señor con una vida que casi parece sacada de una película. Fue cabo en el ejército republicano y al finalizar la Guerrad e España y para limpiar su nombre se enroló en la División Azul marchando a la Rusia soviética donde compartió trincheras con falangistas, militares de carrera y soldados que como él querían sanear su nombre cuando regresaran a su país. El precio fue demasiado alto. Rusia, como dijo aquel, fue culpable.

Resulta cuanto menos curioso que estos dos hermanos se hayan ido al otro lado relativamente casi al mismo tiempo. Me consta que los unía además de la sangre mismos gustos y si me apuran una misma mirada sobre muchas cosas. En especial la Guerra Civil, conflicto al que Javier Reverte dedicó varias novelas, algunas de ellas sobresalientes al igual que su hermano, Jorge.

Esto me hace pensar que si hay algo más cuando nos despidamos definitivamente de la vida que tanto Javier como Jorge deben de estar en algún lado escribiendo la crónica de ese mundo que imagino envuelto de algodones. Pero es solo una esperanza. Y vagísima porque algo me dice que el sentido de la vida acaba, precisamente, cuando llega la muerta. Lo otro es un fundido a negro hacia la nada.

Por fortuna, tanto Javier como Jorge nos legaron sus libros. Volver a ellos es lo mejor que podemos hacer para que vuelvan a estar entre nosotros. Y si es ante un plato de pescado frito y una botella de vino, mejor que mejor. Me resulta ahora imposible imaginar mejor paraíso para dos periodista y escritores que ya han dejado su huella en nuestro periodismo, nuestra literatura y en defintiiva nuestra historia.

Saludos, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador