Archive for Julio, 2022

Domingo Luis Hernández: “El cuento es el género más estricto de la fábula”

Viernes, Julio 29th, 2022

Cuentos, cuento más que corto muy cortos. Un total de 66 son los que reúne Domingo Luis Hernández (Túnez, 1954) en Angostura, un libro que edita Mercurio y que su autor considera que es uno de los mejores que ha escrito hasta la fecha porque ha tenido que “tensar y ajustar con más rigor y esfuerzo la escritura”. Tras Angostura, Hernández regresa al ensayo con un libro que en estos momentos ultima Una literatura vertebrada, que promete dejar huella en los ensayos que se han escrito sobre las letras canarias.

- Usted mismo ha dicho que ‘Angostura’ es el mejor libro que ha escrito, ¿por qué?

“Porque Angostura es el libro en el que he tenido que tensar y ajustar con más rigor y esfuerzo la escritura. Hablo de la escritura precisa, del acto de fijar letras en la pantalla del ordenador, del escribir como arte, no de los supuestos temáticos que tocas y que has de organizar en consecuencia”.

- Es un libro de cuentos.

Angostura es un libro de cuentos y lo que ello significa. El cuento es el género más estricto de la fábula, por exacto, por sincrético, por la condición de sí en sí mismo. Más aún, yo creo (frente a lo que se piensa del cuento en España) que el cuento es la narración, que un narrador, si quiere manifestarse como tal, ha de hacerlo componiendo algún cuento meritorio. Es la astucia de los grandes cuentistas (Poe, Chejov. Kipling, Borges, Cortázar…): satisfacer esa compleja firmeza. Y yo me encontraba en Angostura ante ese campo extraordinariamente exigente. Con un signo más a contraponer a esa tarea: partir de un principio consustancial a todo el libro, a lo que previamente yo me había impuesto para construir el libro: habrían de ser cuentos cortos, muy cortos”.

- ¿Qué extensión tienen?

“El que más páginas tiene es ocho, quiero recordar, pero por lo general son relatos de cuatro o cinco páginas como mucho. Y ahí la escritura toma su asiento. ¿Qué me llevó a semejante posición? Un ejercicio con el que cumplo todas las semanas en el periódico Diario de Avisos, mi columna “Después del paréntesis”. Puedo escribir ahí sobre lo que quiera y lo hago incondicionalmente durante todo el año. Con una condición: el director me adjudica dos mil quinientas palabras, espacios incluidos, para exponerme. Y esa es la historia. Mis comentarios, mis construcciones, mis inventos, mis paseos por noticias, etc. cuentan con ese límite. Y para solventar la tarea con éxito he de ser claro, sobrio, efectivo, consecuente… Ello para dar sustento a lo que digo, que lo que diga no solo sea legible sino atractivo; si no el periódico me señalaría la puerta de salida y eso no ha ocurrido desde hace muchos años. Y con semejante instancia me encontré en la escritura de Angostura. Es decir, si cuentas con una escuela semanal para los límites de la escritura, para la narración te vas a imponer la misma severidad. Y lo hice. Un amigo leyó el manuscrito en su punto y final y me dijo que había obrado por maravilla, que cada una de las sesenta y seis narraciones del libro es un prodigio. Exagera. Pero si puedo dar esa sensación por lo logrado, mi alma se reconforta.”

- ¿Y el título, ‘Angostura’?

“El título responde a lo que la palabra confirma: estrecho, reducido. Eso es lo que yo quería conseguir con la escritura del libro. No tanto que el “estrecho” y “reducido” hiciera referencia a la cortedad expresa de los relatos cuanto a lo que los relatos contienen. Esto es, la precisión de los temas por los que me muevo en el libro: el amor, la muerte, los asesinatos, la enfermedad… Y el delirio de lo fantástico, que asimismo ha de ser preciso”.

- El libro consta de 66 relatos muy cortos, ¿cómo fue el proceso de escritura y de corrección?

“Comenzaré por lo último. La corrección es el empeño manifiesto de este tipo de escritura. Escribes una frase y retrocedes en la frase para ajustar, escribes una página y retrocedes para ajustar, escribes el cuento y lo dejas enfriar para volver a fin de ajustar. Las correcciones en estos casos, y salvo alguna excepción, son infinitas. Porque todo tiene que resultar perfecto. De las posiciones de las palabras a lo que las palabras son, de los sentidos y significados de las palabras al sonido de las palabras, de la posición en el escrito de las palabras a las combinaciones en el escrito de las palabras. Esa exigencia que antes dije es consustancial a lo que quieres conseguir. Y tardas mucho tiempo en llegar. De lo primero que me preguntas, te cuento: el libro nació por un reto, el reto ante el que me colocó mi hijo Rubén. Rubén, como cualquier joven del moderno, es un consumado especialista y jugador de los juegos de consolas y ordenadores que se conocen, del Tekken clásico a SimCity  o los más especiales y recientes como Stálker, que sale de la película del mismo nombre del gran Andrei Tarkovski. Y él me señala con frecuencia esos prodigiosos mundos que se fabrican, que él encuentra y que superan como alternativa a la alternativa de la literatura. Imágenes creadas desde la nada y que sustituyen a las imágenes del real, criaturas maravillosas, armas prodigiosas, vestidos inimaginables, espacios jamás imaginados… Y me dijo que yo nunca me había comprometido con esos factores, que siempre había tendido a reproducir modelos más o menos equiparables y fehacientes. Y es cierto; eso es Triángulo, El ojo vacío, Erich el zurdo o incluso los cuentos de El cazador de moscas. Asumí el reto, me parapeté ante lo fantástico por ver lo que podría producir. Los diez primeros cuentos del libro salieron de esa promisión, promisión ante lo que yo antes no me había tropezado. Construí héroes con esa tenacidad, los grandes militares de las historias y lo que las historias contenían: la sonrisa de dios, el ladrón de almas, la condena del silencio o el hombre menguante. Y descubrí qué significa lo fantástico. Y significa lo que por lo general no se estima de lo fantástico: la precisión; sin precisión lo fantástico se arruina. Y así me encontraba por el reto de mi hijo, ante la astucia de la narración en su incondicionalidad. De modo que me volví hacia mis adentros para responder una pregunta a la que Rubén me había llevado: ¿cómo contar el real? Cómo contar lo real más doméstico o el real que sale hasta tu vista por las noticias del periódico o por las historias que te cuentan. Y entonces comenzó otra diatriba en atención a la escritura, insisto cómo escribir el real. Y a eso me dispuse, como recrear la noticia del niño enfermo que quiso ser torero y…, la noticia del Maldonado que desapareció en Argentina, o la noticia del asesino de mi pueblo que estudió conmigo en la escuela, o la del personaje que moría y yo visité en el hospital poco antes de expirar, o la noticia de uno mismo. Y entonces descubrí: si para el caso del fantástico la precisión para el otro caso la invención. Y ahí el registro, eso es el libro; el real que va de Domingo-Luis Hernández a John Hurt y el fantástico, el radical fantástico”.

- ¿Qué historias trata?

“El libro es un compendio temático, me despliego por los múltiples procesos y condiciones del alma humana. Y hay una cosa que sí he querido insertar en el libro: la información, no guardarme información; incluso la información que precisa revelar lo que yo pienso del mundo. Por ejemplo, qué opino de Dios, qué opino de los hijos, qué opino de los padres, qué opino de la historia, qué opino de la ciencia. No me guardo nada, insisto. Así, información sobre los guanches, sobre los dioses aztecas o mayas, sobre los misterios de Egipto. Pero los temas son tan variados como los cuentos que registra el libro: la muerte, la presencia de Dios entre los hombres, la relación del hombre con la riqueza, la guerra y los niños ante la guerra, la inmigración, la desolación, la maravilla de la música, el amor, el compromiso, el asesinato… Muchos temas”.

- ¿Reconoce influencias en estos relatos?

“No podría precisar exactamente si algún autor de los que amo se encuentra presente en este libro, porque este libro, a diferencia de los otros que he citado, es un libro especial, muy especial. Pero sin duda alguno habrá porque los escritores somos, como Borges señaló, un abrigo de múltiples remiendos, es decir, un abrigo compuesto por las múltiples lecturas que hemos hecho. O lo que es lo mismo decir, querámoslo o no la literatura es consecuencia de la literatura. Luego hay prosistas que a mí me apasionan y sin duda me han enseñado a construir cuentos. Cito: Kipling es un cuentista fantástico que yo he leído con devoción, el Hemingway cuentista es excepcional; y luego los cercanos, el Rulfo de El llano en llamas que yo he leído con precisión, el sensacional Cortázar de la invención o de lo cercano y no digamos Borges, mi adorado Borges, el Borges del que me sé páginas de memoria”.

- Está a punto de presentar ‘Una literatura vertebrada’. ¿Qué pretende contarnos con este libro?

“Sí. Espero que para octubre próximo ya esté impreso. Una literatura vertebrada es no solo un libro singular para Canarias, por lo que el libro es y encara por primera vez aquí, sino absolutamente necesario para dar a entender y razonar eso que se llama, y con razón, Literatura Canaria. Hemos decidido aquí, en Canarias, un único nivel de lectura de lo que producimos: la lectura central, colonial. Así ha ocurrido, por ejemplo, con un poema fantástico del renacimiento que es las “Coplas por la muerte de Guillén Peraza”. Pero esa lectura, aparte de intencionada, tapa al texto, no le deja decir lo que el texto dice y ha de decir. Luego la lectura ha de ser otra, y ha de ser otra por lo que nosotros somos en el mundo y por lo que la literatura que componemos es en el mundo. Ni lo creemos ni políticamente los convencionalistas lo dejarán entender: somos un territorio de frontera, nacimos a Occidente en el siglo XV por el movimiento de España en la conquista de ultramar; somos eso que Colón le dijo a los Reyes después del primer viaje: España no es lo que delata la geografía con que Isabel de Castilla dejó ver, ahora España también es las islas conquistadas. Y eso somos nosotros: el más allá de la centralidad. El más allá de la centralidad que produce en el aquí por lo que en la frontera somos: el allá de llegada (que trae la lengua, la cultura y todas las demás cuestiones coloniales o de conquista) y el acá que ejecuta en semejante condición. Luego somos seres formados por el allá pero actuamos en el acá. Y ahí la absoluta diferencia; es decir, no somos el allá, somos una construcción nueva en el acá, entre otras cosas una construcción de mezcla. Y el nueva es lo que proclama. Luego los productos del acá han de ser analizados en consecuencia y la consecuencia es destrabar la dicha mirada colonial, central. Vuelvo al ejemplo, las “Coplas por la muerte de Guillén Peraza”. Es el primer texto en castellano (cosa fundamental en historia) de la literatura del movimiento. Y se ha leído como el canto en honor a un guerrero muerto. Esa lectura es raquítica e inconsecuente; con esa lectura el poema no se explica. Y no se explica por el manejo del poeta anónimo (y vale el anonimato en renacimiento) que dice al final, en el verso axial, en el epitafio: “todo lo acaba la malandanza”. “Malandanza” en canon manifiesto de conquista. Inexplicable. Luego la lectura fidedigna de ese poema ha de ser por sospecha, que es lo que el autor oculta, lo que el autor espera que se revele, de ahí que el canto del poema llevara a la Inquisición a poner la vista en quienes lo cantaban. Y sospecha que implica considerar qué significa crear, imponer letra aquí en Canarias. Y descubrimos, descubrimos que Guillén Peraza “quedó” en La Palma, que allí dejó su escudo y su lanza, que es “flor marchita” frente a las flores multiplicadas, la maravilla de la isla. Y ese es el poema, la resistencia a ser conquistada una entidad, la resistencia a ser vencida, la resistencia a dejar ocupar el Paraíso (Islas de la Fortuna), a ser anegados. Y ese registro es consustancial a lo que somos. Igual que otro registro axial de la frontera, que en Canarias se cumple: la novelería. Somos y propendemos siempre a la vanguardia, a la ruptura, desde Cairasco de Figueroa en el siglo XVI a los fetasianos en el siglo XX. Eso consigna la frontera, como EEUU frente a Inglaterra o Hispanoamérica frente a España. Lo que la frontera promulga es la reconversión de los cánones, y eso hemos hecho nosotros desde tiempo inmemorial (frente a América Latina, por ejemplo, Modernismo, finales del XIX). Y si eso somos hemos de explicarnos como tales; así hemos de explicar al dicho Cairasco de Figueroa, al XVIII con figuras de la modernidad como Clavijo y Fajardo, al modernismo, a la vanguardia y gaceta de arte, etc., etc., etc. La literatura canaria es un apósito singular en la literatura de la lengua que por precisa y centrada vale la pena estudiar porque ello explica lo que ocurre en literatura dentro de una lengua que se llama castellano o español. No creo que eso, en esta mentalidad centralista y colonialista de España, ocurra. Pero nosotros si que hemos de entrar en el asunto, hemos de comprometernos con el asunto porque eso somos. Igual que la trama de lo insular que nosotros hemos resuelto en literatura y hemos de comprenderlo, hemos de recorrerlo. Eso es lo que hay en Una literatura vertebrada, por primera vez con presupuestos teóricos precisos y lecturas asimismo consecuentes por los presupuestos teóricos precisos.

Saludos, algo de fresco, desde este lado del ordenador

Amanece que no es poco

Jueves, Julio 28th, 2022

* La Asociación de Compositores de Música para Audiovisual MUSIMAGEN y el Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (FIMUCITÉ) presentan los ganadores de los V Premios de la Música para el Audiovisual Español, patrocinados por la Fundación SGAE. Arnau Bataller logra el Premio a la Mejor música original de largometraje de ficción por la banda sonora de Mediterráneo. El Premio a la Mejor música original de documental es para Josué Vergara, por ‘Out of the Blue’. El reconocimiento a la Mejor música original de serie es para Iván Palomares, por La Cocinera de Castamar.

Por otro lado, en la categoría de Mejor música original para publicidad, el premio es para Zacarías M. de la Riva, por Mango, Mediterranean Dream; mientras que Gerard Pastor ha sido reconocido con el premio a la Mejor música original para videojuegos por Discovery O Park, The Turtle Game.

La entrega oficial de los V Premios de la Música para el Audiovisual Español tendrá lugar el viernes 23 de septiembre de 2022 en el Auditorio de Tenerife, dentro de la programación de la decimosexta edición de FIMUCITÉ. Durante la ceremonia sonará una suite dedicada a las obras ganadoras, bajo la batuta del director del compositor y director de orquesta Diego Navarro, director de FIMUCITÉ.

* La colaboración existente entre MiradasDoc y otros festivales de cine documental hace posible que estudiantes de imagen y sonido de Canarias asistan al campus virtual de Doc Montevideo, mayor mercado audiovisual del Uruguay y de los principales referentes del sector en el continente latinoamericano.

En la formación que está teniendo lugar durante estos días, participa un grupo de nueve alumnos del ciclo de Realización Audiovisual del CIFP César Manrique, de Tenerife. Una de ellas, Ylenia Siverio Martín, califica esta experiencia como “muy gratificante, porque te permite conectarte online con personas de todo el mundo, y te garantiza la posibilidad de formarte con personas expertas en el sector audiovisual, y enriquecer tu formación con lo que te pueden aportar otros puntos de vista”.

Saludos, calor, desde este lado del ordenador

S de Stanley y K de Kubrick

Miércoles, Julio 27th, 2022

Con la edad descubrí un buen día que de Stanley Kubrick (Manhattan, Nueva York, 26 de julio de 1928-St Albans, Reino Unido, 7 de marzo de 1999) me gustan más sus películas en blanco y negro que las que hizo a colores. Vale, admitamos que fui de los que salió del cine tarambana cuando vio La naranja mecánica de reestreno en un cine de La Laguna que ya no es cine. Que Barry Lyndon todavía le sigue conmoviendo y que cada días entiende más y por lo tanto disminuye su poder de fascinación, con películas tan de género y tan de Kubrick como 2001. Una odisea del espacio, que son como tres películas en una, grande e indivisible película y El resplandor, que va más allá del terror de aquellos años y bucea en la locura. Y no solo del personaje que interpreta Jack Nicholson.

No me disgusta La chaqueta metálica, pero con tantas sobre Vietnam… y que todavía me fascina lo que quiere decir que no entiendo Eyes Wide Shut, que cuenta por otro lado como cuentan la mayoría de las películas de este cineasta, con una estupenda banda sonora. Y sí, me encanta Espartaco pero más que una película a colores de Kubrick es una de blanco y negro solo que a colores. Se apunta lo de blanco y negro porque como dije y con la edad a mi me parece la etapa más interesante de un autor con todas sus letras, aunque me eche para atrás la frialdad que a medida que jugaba con los colores fue acusando su cine. Un cine que respira otras ambiciones cuando el blanco y el negro fotografía películas como Atraco perfecto, Teléfono rojo: volamos hacia Moscú y sobre todo Senderos de gloria y Lolita, esta última la volví a ver hace unas semanas y redescubrí que en esta película todo funciona y que son además las películas más humanas que rodó Kubrick.

Un personaje, por otro lado, el tal Kubrick.

Personaje porque marcó a generaciones de espectadores y de futuros cineastas. Así que cada cual encuentre a su Kubrick porque Kubrick hay muchos como espectadores y futuros cineastas que le deben muchas cosas, entre otras, la de entender el cine como lo que es: un arte. Un arte que debe de entretener y lanzar mensajes por inquietantes que resulten.

Defiendo que en esto de lo humano, de lo humano en el cine de Stanley Kubrick, si destacan dos obras son las que antes señalé: Senderos de gloria y Lolita. De la primera se nos quedó una frase y el nombre de su protagonista, el coronel Dax, que interpreta Kirk Douglas. También con alguna de las mejores escenas de batallas que se han visto en pantalla. De Lolita que todos los personajes, menos Lolita, son retorcidos y patéticos. Y qué grandes están todos en esta película: James Mason, Shelley Winters, Peter Sellers y, por supuesto, Sue Lyon, que ahí donde la ven devora con elegancia adolescente al resto del reparto. El guión lo escribe Vladimir Nabokov, el autor de la novela que incendió las librerías y que hoy es un título clásico en la literatura.

El caso es que esto lo he ido madurando con el paso cada vez más veloz de los años y que el otro día, mientras disfrutaba con Lolita me pregunté quién sería realmente Stanley Kubrick.

Veo en Netflix el documental Mi amigo Kubrick y recuerdo unas declaraciones de Malcom McDowell, el Alex de La naranja mecánica, que coinciden: Kubrick era un cabrón y un manipulador. Un tipo demasiado humano que buscó a lo largo de toda su carrera si no esconder, sí que deshacerse de cualquier rastro que lo siguiera atando a ser persona.

Algunos lo llaman genio.

Yo tampoco.

Saludos, funde a negro, desde este lado del ordenador

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

Martes, Julio 26th, 2022

Como en ese cuento de cuyo nombre no quiero acordarme alguien me puso una bolsa marrón sobre la cabeza mientras me arrastraban al interior de un coche que olía ambientador de pino. Por las voces que se decían unos y otros entendí que debían ser tres, dos delante y uno detrás que me cogía del brazo no sé con que aviesas intenciones. El coche arrancó y uno puso la radio. Sonaba AC/DC, aunque no recuerdo la canción. Subió el sonido así que con el estruendo de la banda británica y australiana y el olor a pino me fui mareando porque el coche pensé que transitaba ahora por una carretera llena de curvas.

Hacía calor así que pedí que alguien bajara las ventanillas o pusiera el aire acondicionado pero no me hicieron caso. Comencé a sudar como un gorrino al que llevan al matadero pero aparté ese pensamiento de la cabeza con el fin de pensar en cosas más alegres.

El coche dio un frenazo brusco y sentí que se abría la puerta del piloto. Oí pasos sobre la gravilla y una conversación que quedaba amortiguada por los cristales cerrados del auto. El que estaba a mi lado, aflojó su presión del brazo y salió también al exterior, lo sentí porque un brisa caliente me dio como un tortazo en las mejillas ardientes e, imaginaba, coloradas por tanto sofoco.

Una voz de timbre grave me ordenó que bajara del coche, se abrió la puerta y unas manos me sacaron en peso mientras otro apagaba la radio. El silencio que se hizo de pronto daba miedo. Solo se oía el piar de los pájaros y el canto desgarrado de las cigarras.

Tambaleante, y entre dos, me llevaron por un estrecho sendero no sin antes quitarme la bolsa marrón que me habían puesto encima de la cabeza.

Me sorprendió comprobar que estaba amaneciendo y que nos dirigíamos a un pequeño chalet situado en medio de la nada, o de ese bosque donde los pinos que se levantaban hacia el cielo parecían desafiar a Dios y a su ejército de ángeles.

Tras abrir la puerta de la vivienda, me dejaron sentado en un sofá frente a la pantalla plana de un televisor.

“¿Quiere beber algo?”, me preguntó el que antes me había ordenado salir del coche, lo supe por el tono de voz, y pedí si era posible que me trajeran un vaso de agua.

“Tenemos refrescos”, dijo la voz. Negué muy lentamente con la cabeza. Al cabo, me trajo el vaso de agua. Estábamos en el salón, el de la voz y yo. Los otros dos habían desaparecido en las entrañas de aquel chalet. Unas escaleras al fondo de donde nos encontrábamos conducía a la segunda planta. Probablemente los dormitorios o el dormitorio. La cocina, de estilo americano, estaba justo detrás nuestro. El hombre de la voz se sacudió las manos y dijo algo así como “bueno, y ahora al tajo”. Se acercó al televisor de pantalla plana, se arrodilló delante del aparato y trasteó hasta sacar un dvd. Me miró y exclamó: “listo”.

Mientras metía el disco intenté recordar si conocía a aquel individuo de una vez anterior pero no, no tenía la más mínima idea de quién se trataba. Me llamó la atención, eso sí, un pin que tenía puesto en la solapa de la chaqueta y en el que se podía leer IC(s)DC, y debajo una cruz que, sospechosamente, parecía la gamada. El tipo, que llevaba barba de hispter de provincia debía de ser un poco más joven que yo pero no demasiado, a decir verdad. La pantalla del televisor se encendió y tragué saliva.

“Siéntese… siempre que esté preparado. ¿Está preparado? Esto que va a ver no lo ha visto nadie”.- me advirtió mientras se sentaba a mi lado. Apretó la tecla de avance rápido del reproductor y enterré las uñas en la tela del sofá.

“Todo lo que va a ver es solo para sus ojos”.

“Pero… ¿Por qué?”, atiné a preguntar.

“Pues precisamente por preguntón. Se trata, además, de órdenes..”. – y señaló con el dedo índice de la mano derecha al cielo. Me encogí de hombros e intenté relajarme.

Dio inició la sesión.

Dos horas más tarde tenía aún la boca abierta por el espanto. Los pocos pelos que tenía encima de la cabeza los tenía de punta. No eran imaginaciones, el de la voz me pasó un peine para que me arreglara un poco aquellos cabellos desordenados.

“Dios..”- me atreví a susurrar. El de la voz sonrió.

“Y eso que es la primera vez que los ha visto. Esta, si cuento la de por la mañana, es mi quinta ocasión”.

Lo soltó como quien se siente orgulloso de remover la mierda que desborda la taza de un váter. No necesariamente de Roca. Pensar en el váter y en lo que había visto me dio como arcadas. El de la voz me pidió “calma, relax…” Respiré hondo y me atreví a mirarlo a los ojos, que eran de un marrón que tiraba a negro.

“Es un horror, el horror…”.- dije.

El de la voz se encogió de hombros. Después, se quedó un rato mirando la pantalla del televisor apagada y me dijo: “Entiende ahora porque no hemos dejado que lo vea la gente”. Afirmé lentamente con la cabeza. “Usted, salvo los familiares, amigos y equipo de rodaje, es de los pocos que ha visto íntegro este truñazo…”

“¿Y él?”.- pregunté señalando al techo.

“Lo intentó pero casi le da un infarto”.

“Pobre hombre”.- dije sin mucha convicción.

El de la voz cruzó las piernas y sonrió. Sonrió, me parece ahora, para no llorar. “Lo que le voy a decir debe quedar entre nosotros”, dijo. Mi silencio sirvió de señal de consentimiento.

“Queremos que deje de escribir sobre los putos catálogos. Los del 2021 y 2022. Podíamos haberle dado una explicación, por falsa que fuera… Como la loca distribución, que cada una de las productoras de los siete cortos escogiera quién los iba a rotar por festivales pero al final… Al final el resultado de estos dos catálogos es tan espantoso que hicimos examen de conciencia y entendimos que su calidad no iba a colar. La idea, nuestra idea, era que la gente se olvidara de la colección hasta que de arriba –comentó con una mueca volviendo a señalar el techo– alguien tuvo la brillante idea de no exhibirlos, de guardarlos en un cofre de siete llaves pero no contábamos con…

Ante de terminar la frase me puse de pie. La cabeza me latía como un bombo y el corazón le seguía el ritmo con bastante entusiasmo.

“Lléveme a casa”.- solicité.- “Que en boca cerrada no entran mocas”.

Los dos que al parecer estaban arriba bajaron las escaleras y antes de que pudiera observar de quiénes se trataban el de la voz aprovechó para ponerse tras mis espaldas y taparme la cabeza con la bolsa marrón.

“Relájese y déjese llevar”.- me dijo. Alguien abrió la puerta del coche mientras caminábamos sobre la gravilla.

“¿Qué dijo antes?”, me preguntó el de la voz…

“¿Antes…?”- respondí con la cabeza todavía asaeteada por las imágenes que había visto.

“Sí, hace solo unos pocos minutos. Antes…”

Dentro ya del coche hice memoria.

“Que en boca cerrada no entran moscas”- recordé.

Y entonces volvió a sonar a todo volumen AC/DC. Y esta vez sí que reconocí la canción.

- I’m on the highway to hell / Highway to hell.- canturreé mientras el auto arrancaba.

“¿Qué?”.- dijo la voz.

Don’t Stop me”.- respondí.

Lo demás es ruido e imágenes tan tontas que parecían sacadas de una pesadilla…

Saludos, con todo mi cariño a P., desde este lado del ordenador

Doble crista, una ¿novela? de Nicolás Dorta

Lunes, Julio 25th, 2022



Nicolás Dorta
debutó en la república de las letras tras la publicación de Las zonas comunes (Franz Ediciones, 2020), un libro que reunía una serie de relatos que revelaban a un escritor que miraba hacia su pasado para reinterpretarlo con algunas claves de ficción.

Periodista antes que escritor y escritor antes que profesor de Filosofía pero sobre todas las cosas batería de jazz, la literatura de Nicolás Dorta se vuelve ahora más musical que nunca en Doble cristal (Diego Pun Ediciones, 2022), musical en el sentido que algunas de las narraciones que se incluyen en el libro resultan improvisaciones que parecen más ejercicios de estilo, de dejarse llevar por lo que se le ocurre, de volar sin motor, que otra cosa. No son, a mi juicio, estas piezas de bronca poesía narrativa de lo mejor del libro pero sí pequeños entremeses que dan paso a otro grupo de relatos donde el autor que conocimos en Las zonas comunes asoma la cabeza para decirnos que sigue siendo el mismo solo que más adulto, casi con las ideas meridianamente claras sobre lo que pretende con sus historias.

Porque Doble cristal es un libro que parece que sabe a donde va, una reunión de historias con sabor autobiográfico en la que se muestra un narrador que sabe manejar muy bien los temas y de paso despertar el interés en el lector. En estos cuentos se palpan las emociones porque Nicolás Dorta apela a que se sienta desde lo más profundo las fotografías que describe con palabras de una serie de momentos que sin demasiada trascendencia en mucho de los casos, marcaron la vida del protagonista y del grupo de amigos que lo rodea. El recuerdo de un pasado donde todo lo que vibraba a nuestro alrededor estaba de alguna forma moldeando nuestro carácter como persona.

No entiendo así Doble cristal como una novela pero sí como un libro en el que los protagonistas reinciden en todas las historias. Algunas de ellas tan desarmantes, tan intensas que como la que da título a este libro rompen el corazón. Y lo rompen no porque Nicolás Dorta apele a nuestros sentimientos, a que estruje con recursos facilones y cursis el corazón que llevamos dentro, sino por la aparente frialdad nunca indiferencia con la que va desgranando historias, historias que dejan hilos sueltos que probablemente podían ser el origen de otras y otras historias.

Divido en dos partes, Uno y Dos, la primera reúne los cuentos titulados Siete errores en cadena, Fin del mundo, El incendio, El muro, El anillo, La pequeña Sammy y Principio; la segunda entrega los relatos Líbranos del mal y Doble cristal. Todos lo cuentos están narrados en primera persona y en muchos de ellos se reitera en un yoísmo que a veces confunde los sexos.

Resulta curioso la aparición en los últimos tiempos de libros de cuentos escritos por autores/as residentes en las islas. El género está viviendo no sé si una edad de oro pero sí al menos una avalancha de títulos donde con mayor o menor pericia salen a relucir libros de todas clases. Desde cuentos que solo tienen el objetivo de contar una historias ajustadas a los límites que impone el género, a otros que ensayan otro tipo de propuestas. Ya serán los de siempre los que valoren este fenómeno, vamos a llamarlo así, de lo que Nicolás Dorta se hace eco en este libro que afirma en la contraportada tiene la intención de ser “una novela con nueve piezas conectadas con una estructura circular” pero no lo veo. No veo al libro como una novela aunque pueda reconocer esa estructura circular que menciona.

Sí que se trata Doble cristal en todo caso de una “cartografía emocional de la memoria”, una memoria que nos ubica en un entorno que sin localizar liga lo urbano con lo rural. La mutación que se produce entre lo pastoril y el cemento es un atractivo que explota el escritor con, quiero creer, una inocencia que da más valor si cabe a las historias que no se dejan llevar por la improvisación, de escribir por el simple hecho de escribir. Este puñado de cuentos reafirma el talento que tiene Nicolás Dorta, un narrador que si sigue insistiendo en el terreno literario deja avistar a un escritor al que se debe comenzar a tomar en serio.

Los dos libros que tiene publicados hasta la fecha así lo expresan, o esa es la interpretación de un lector que, como le sucedió hace dos años con Las zonas comunes, avistó la capacidad que tiene para describir situaciones, manejar con contención los diálogos y retrotraernos de paso a nuestra adolescencia que es, como casi todo el mundo sabe, la etapa más libre y salvaje que podemos vivir. También una de las más oscuras si uno se deja llevar por las sombras siempre acechante de la depresión.

De momento y a la espera de su próximo libro, Nicolás Dorta es un autor que más que preocuparse por publicar prefiere trabajarlo con paciencia, afinando no solo un estilo en el que asoma su pasado como periodista sino la voluntad férrea de tomarse en serio la literatura. Su literatura. Una literatura que por ahora bebe de las mismas fuentes: los recuerdos, la memoria siempre cambiante y dispersa.

Saludos, calima, calor, sol, desde este lado del ordenador

Aniquilación, una novela de Michel Houellebecq

Jueves, Julio 21st, 2022

El éxito de un escritor como Michel Houellebecq es típicamente francés. Solo en Francia se entiende que irrumpa en la arena literaria un autor como él. En España, y por mucho que se esfuercen, ya se hubiera tirado por un barranco a un autor de esta clase. La causa, probablemente, porque su literatura con sus idas y venidas te sacude por dentro y, lo que me parece más atractivo, al menos en nuestro caso genera preguntas y en otras, si no respuestas, una reflexión sobre muchas cosas pero sobre todo de nuestro tiempo que deja literalmente sin aliento.

Se trata además de un escritor que en todas sus novelas, en las mejores y en las peores, que haberlas las tiene, sabe emocionar. Y conmover también. En otras incluso mirar con cierta amarga distancia el futuro que nos espera como especie. Hay, en este aspecto, algo de animal sin domesticar en los libros de Houellebecq. Un pensamiento que rompe con lo establecido sin necesidad de violencias. La franqueza de su escritura, muy acentuada en Aniquilación, sigue resultando por ello anonadante aunque no se trata Aniquilación, ni de lejos, de lo mejor que ha escrito hasta la fecha.

Entre los inconvenientes de la novela es que da la sensación de que queda todo en el aire. Que las tramas, alta política, una conspiración terrorista en clave ¿satánica?, atentados varios; la relación que mantiene su protagonista con su mujer y la familia, se dispersa y abandona en las casi seiscientas páginas de un libro que, como otras obras generosas en páginas escritas por Houellebecq, se queda en nada. De hecho, se nota que la descripción de los sueños que tiene su protagonista están escritos para llenar páginas. Son cápsulas independientes y afirmaría que innecesarias dentro de una novela que fluctúa, que no hace equilibrio, que se pierde en sí misma capítulo tras capítulo. Se aprecia, no obstante, que ahí late el talento del escritor pero no brilla ni resplandece como sí lo hace al principio y al final de la novela. En estos tramos, se encuentra uno con el escritor que lo sorprendió la primera vez que leyó algo suyo. Digamos que Las partículas elementales e incluso Ampliación del campo de batalla
.
Pero estamos ante otro Houellebecq, escritor que inició una nueva ruta narrativa en Serotonina y que prosigue ahora en Aniquilación. Es decir, la mirada despiadada sigue siendo la misma pero sin la amargura ni la desesperación que venía arrastrando en sus obras anteriores, libros en la mayoría donde además de escribir sobre la soledad, reflexionaba sobre la muerte. Temas, por otro lado, que están presentes en Aniquilación pero sin el barniz escéptico de entonces. Es como si el escritor mirara ahora el vaso medio lleno y no medio vacío.

Este optimismo que describe el pulso de un hombre que al final está aprendiendo a vivir consigo mismo y sobre todo con los demás, carece de estridencias y por supuesto de ningún asomo de sentimentalismo, por lo que creo que si sigue ahondando en esta vida, aunque ya no sea el niño terrible de las letras francesas, Michel Houellebecq no se traiciona así mismo como he leído, sino más bien al contrario, sigue siendo uno de los mejores cronistas de nuestro tiempo de las clases medias acomodadas no solo francesas sino también de la Europa comunitaria a la que han metido en una guerra.

Cuando se publicó Aniquilación en Francia la única guerra que existe en la novela es la de ese grupo terrorista que se disuelve en las páginas, pero sí que se explica que en el año en el que se desarrolla, 2027, Francia ya no será la nación que fue ayer. El sistema se mantiene pero casi por inercia. Estamos, aunque no profundice en ello, en la antesala de un nuevo orden, de una nueva realidad que está muy por encima de nosotros.

Estructurada en seis partes, la mitad, la que empieza desde la segunda y termina en la quinta, es una sucesión de rellenos que se leen, eso sí, bastante bien pero que no aportan demasiado a la historia. Son momentos de una vida, la de Paul Raison, asesor del ministro de Economía y Finanzas, Bruno Jorge; con el señor ministro así como con su familia y su mujer.

Este itinerario existencial por una vida rutinaria pero acomodada no satisface al protagonista, quien se deja llevar por la corriente hasta que de pronto todo parece que se viene abajo salvo el sexo. El sexo como nexo de una existencia que se le va en un parpadeo como, paradójicamente se nos va de los dedos al resto de los mortales. La conclusión es que la vida, como dice el título de la novela, es un proceso continuo de aniquilación.

Todo esto contando con demasiados puntos muertos en casi seiscientas páginas. Más próxima a la caótica propuesta de La posibilidad de una isla por su extensión que de otras obras de un escritor que incluso ahora que está reconciliado con su entorno, cuando muerde, muerde de verdad.

Saludos, calor, desde este lado del ordenador