Domingo Luis Hernández: “El cuento es el género más estricto de la fábula”

Cuentos, cuento más que corto muy cortos. Un total de 66 son los que reúne Domingo Luis Hernández (Túnez, 1954) en Angostura, un libro que edita Mercurio y que su autor considera que es uno de los mejores que ha escrito hasta la fecha porque ha tenido que “tensar y ajustar con más rigor y esfuerzo la escritura”. Tras Angostura, Hernández regresa al ensayo con un libro que en estos momentos ultima Una literatura vertebrada, que promete dejar huella en los ensayos que se han escrito sobre las letras canarias.

- Usted mismo ha dicho que ‘Angostura’ es el mejor libro que ha escrito, ¿por qué?

“Porque Angostura es el libro en el que he tenido que tensar y ajustar con más rigor y esfuerzo la escritura. Hablo de la escritura precisa, del acto de fijar letras en la pantalla del ordenador, del escribir como arte, no de los supuestos temáticos que tocas y que has de organizar en consecuencia”.

- Es un libro de cuentos.

Angostura es un libro de cuentos y lo que ello significa. El cuento es el género más estricto de la fábula, por exacto, por sincrético, por la condición de sí en sí mismo. Más aún, yo creo (frente a lo que se piensa del cuento en España) que el cuento es la narración, que un narrador, si quiere manifestarse como tal, ha de hacerlo componiendo algún cuento meritorio. Es la astucia de los grandes cuentistas (Poe, Chejov. Kipling, Borges, Cortázar…): satisfacer esa compleja firmeza. Y yo me encontraba en Angostura ante ese campo extraordinariamente exigente. Con un signo más a contraponer a esa tarea: partir de un principio consustancial a todo el libro, a lo que previamente yo me había impuesto para construir el libro: habrían de ser cuentos cortos, muy cortos”.

- ¿Qué extensión tienen?

“El que más páginas tiene es ocho, quiero recordar, pero por lo general son relatos de cuatro o cinco páginas como mucho. Y ahí la escritura toma su asiento. ¿Qué me llevó a semejante posición? Un ejercicio con el que cumplo todas las semanas en el periódico Diario de Avisos, mi columna “Después del paréntesis”. Puedo escribir ahí sobre lo que quiera y lo hago incondicionalmente durante todo el año. Con una condición: el director me adjudica dos mil quinientas palabras, espacios incluidos, para exponerme. Y esa es la historia. Mis comentarios, mis construcciones, mis inventos, mis paseos por noticias, etc. cuentan con ese límite. Y para solventar la tarea con éxito he de ser claro, sobrio, efectivo, consecuente… Ello para dar sustento a lo que digo, que lo que diga no solo sea legible sino atractivo; si no el periódico me señalaría la puerta de salida y eso no ha ocurrido desde hace muchos años. Y con semejante instancia me encontré en la escritura de Angostura. Es decir, si cuentas con una escuela semanal para los límites de la escritura, para la narración te vas a imponer la misma severidad. Y lo hice. Un amigo leyó el manuscrito en su punto y final y me dijo que había obrado por maravilla, que cada una de las sesenta y seis narraciones del libro es un prodigio. Exagera. Pero si puedo dar esa sensación por lo logrado, mi alma se reconforta.”

- ¿Y el título, ‘Angostura’?

“El título responde a lo que la palabra confirma: estrecho, reducido. Eso es lo que yo quería conseguir con la escritura del libro. No tanto que el “estrecho” y “reducido” hiciera referencia a la cortedad expresa de los relatos cuanto a lo que los relatos contienen. Esto es, la precisión de los temas por los que me muevo en el libro: el amor, la muerte, los asesinatos, la enfermedad… Y el delirio de lo fantástico, que asimismo ha de ser preciso”.

- El libro consta de 66 relatos muy cortos, ¿cómo fue el proceso de escritura y de corrección?

“Comenzaré por lo último. La corrección es el empeño manifiesto de este tipo de escritura. Escribes una frase y retrocedes en la frase para ajustar, escribes una página y retrocedes para ajustar, escribes el cuento y lo dejas enfriar para volver a fin de ajustar. Las correcciones en estos casos, y salvo alguna excepción, son infinitas. Porque todo tiene que resultar perfecto. De las posiciones de las palabras a lo que las palabras son, de los sentidos y significados de las palabras al sonido de las palabras, de la posición en el escrito de las palabras a las combinaciones en el escrito de las palabras. Esa exigencia que antes dije es consustancial a lo que quieres conseguir. Y tardas mucho tiempo en llegar. De lo primero que me preguntas, te cuento: el libro nació por un reto, el reto ante el que me colocó mi hijo Rubén. Rubén, como cualquier joven del moderno, es un consumado especialista y jugador de los juegos de consolas y ordenadores que se conocen, del Tekken clásico a SimCity  o los más especiales y recientes como Stálker, que sale de la película del mismo nombre del gran Andrei Tarkovski. Y él me señala con frecuencia esos prodigiosos mundos que se fabrican, que él encuentra y que superan como alternativa a la alternativa de la literatura. Imágenes creadas desde la nada y que sustituyen a las imágenes del real, criaturas maravillosas, armas prodigiosas, vestidos inimaginables, espacios jamás imaginados… Y me dijo que yo nunca me había comprometido con esos factores, que siempre había tendido a reproducir modelos más o menos equiparables y fehacientes. Y es cierto; eso es Triángulo, El ojo vacío, Erich el zurdo o incluso los cuentos de El cazador de moscas. Asumí el reto, me parapeté ante lo fantástico por ver lo que podría producir. Los diez primeros cuentos del libro salieron de esa promisión, promisión ante lo que yo antes no me había tropezado. Construí héroes con esa tenacidad, los grandes militares de las historias y lo que las historias contenían: la sonrisa de dios, el ladrón de almas, la condena del silencio o el hombre menguante. Y descubrí qué significa lo fantástico. Y significa lo que por lo general no se estima de lo fantástico: la precisión; sin precisión lo fantástico se arruina. Y así me encontraba por el reto de mi hijo, ante la astucia de la narración en su incondicionalidad. De modo que me volví hacia mis adentros para responder una pregunta a la que Rubén me había llevado: ¿cómo contar el real? Cómo contar lo real más doméstico o el real que sale hasta tu vista por las noticias del periódico o por las historias que te cuentan. Y entonces comenzó otra diatriba en atención a la escritura, insisto cómo escribir el real. Y a eso me dispuse, como recrear la noticia del niño enfermo que quiso ser torero y…, la noticia del Maldonado que desapareció en Argentina, o la noticia del asesino de mi pueblo que estudió conmigo en la escuela, o la del personaje que moría y yo visité en el hospital poco antes de expirar, o la noticia de uno mismo. Y entonces descubrí: si para el caso del fantástico la precisión para el otro caso la invención. Y ahí el registro, eso es el libro; el real que va de Domingo-Luis Hernández a John Hurt y el fantástico, el radical fantástico”.

- ¿Qué historias trata?

“El libro es un compendio temático, me despliego por los múltiples procesos y condiciones del alma humana. Y hay una cosa que sí he querido insertar en el libro: la información, no guardarme información; incluso la información que precisa revelar lo que yo pienso del mundo. Por ejemplo, qué opino de Dios, qué opino de los hijos, qué opino de los padres, qué opino de la historia, qué opino de la ciencia. No me guardo nada, insisto. Así, información sobre los guanches, sobre los dioses aztecas o mayas, sobre los misterios de Egipto. Pero los temas son tan variados como los cuentos que registra el libro: la muerte, la presencia de Dios entre los hombres, la relación del hombre con la riqueza, la guerra y los niños ante la guerra, la inmigración, la desolación, la maravilla de la música, el amor, el compromiso, el asesinato… Muchos temas”.

- ¿Reconoce influencias en estos relatos?

“No podría precisar exactamente si algún autor de los que amo se encuentra presente en este libro, porque este libro, a diferencia de los otros que he citado, es un libro especial, muy especial. Pero sin duda alguno habrá porque los escritores somos, como Borges señaló, un abrigo de múltiples remiendos, es decir, un abrigo compuesto por las múltiples lecturas que hemos hecho. O lo que es lo mismo decir, querámoslo o no la literatura es consecuencia de la literatura. Luego hay prosistas que a mí me apasionan y sin duda me han enseñado a construir cuentos. Cito: Kipling es un cuentista fantástico que yo he leído con devoción, el Hemingway cuentista es excepcional; y luego los cercanos, el Rulfo de El llano en llamas que yo he leído con precisión, el sensacional Cortázar de la invención o de lo cercano y no digamos Borges, mi adorado Borges, el Borges del que me sé páginas de memoria”.

- Está a punto de presentar ‘Una literatura vertebrada’. ¿Qué pretende contarnos con este libro?

“Sí. Espero que para octubre próximo ya esté impreso. Una literatura vertebrada es no solo un libro singular para Canarias, por lo que el libro es y encara por primera vez aquí, sino absolutamente necesario para dar a entender y razonar eso que se llama, y con razón, Literatura Canaria. Hemos decidido aquí, en Canarias, un único nivel de lectura de lo que producimos: la lectura central, colonial. Así ha ocurrido, por ejemplo, con un poema fantástico del renacimiento que es las “Coplas por la muerte de Guillén Peraza”. Pero esa lectura, aparte de intencionada, tapa al texto, no le deja decir lo que el texto dice y ha de decir. Luego la lectura ha de ser otra, y ha de ser otra por lo que nosotros somos en el mundo y por lo que la literatura que componemos es en el mundo. Ni lo creemos ni políticamente los convencionalistas lo dejarán entender: somos un territorio de frontera, nacimos a Occidente en el siglo XV por el movimiento de España en la conquista de ultramar; somos eso que Colón le dijo a los Reyes después del primer viaje: España no es lo que delata la geografía con que Isabel de Castilla dejó ver, ahora España también es las islas conquistadas. Y eso somos nosotros: el más allá de la centralidad. El más allá de la centralidad que produce en el aquí por lo que en la frontera somos: el allá de llegada (que trae la lengua, la cultura y todas las demás cuestiones coloniales o de conquista) y el acá que ejecuta en semejante condición. Luego somos seres formados por el allá pero actuamos en el acá. Y ahí la absoluta diferencia; es decir, no somos el allá, somos una construcción nueva en el acá, entre otras cosas una construcción de mezcla. Y el nueva es lo que proclama. Luego los productos del acá han de ser analizados en consecuencia y la consecuencia es destrabar la dicha mirada colonial, central. Vuelvo al ejemplo, las “Coplas por la muerte de Guillén Peraza”. Es el primer texto en castellano (cosa fundamental en historia) de la literatura del movimiento. Y se ha leído como el canto en honor a un guerrero muerto. Esa lectura es raquítica e inconsecuente; con esa lectura el poema no se explica. Y no se explica por el manejo del poeta anónimo (y vale el anonimato en renacimiento) que dice al final, en el verso axial, en el epitafio: “todo lo acaba la malandanza”. “Malandanza” en canon manifiesto de conquista. Inexplicable. Luego la lectura fidedigna de ese poema ha de ser por sospecha, que es lo que el autor oculta, lo que el autor espera que se revele, de ahí que el canto del poema llevara a la Inquisición a poner la vista en quienes lo cantaban. Y sospecha que implica considerar qué significa crear, imponer letra aquí en Canarias. Y descubrimos, descubrimos que Guillén Peraza “quedó” en La Palma, que allí dejó su escudo y su lanza, que es “flor marchita” frente a las flores multiplicadas, la maravilla de la isla. Y ese es el poema, la resistencia a ser conquistada una entidad, la resistencia a ser vencida, la resistencia a dejar ocupar el Paraíso (Islas de la Fortuna), a ser anegados. Y ese registro es consustancial a lo que somos. Igual que otro registro axial de la frontera, que en Canarias se cumple: la novelería. Somos y propendemos siempre a la vanguardia, a la ruptura, desde Cairasco de Figueroa en el siglo XVI a los fetasianos en el siglo XX. Eso consigna la frontera, como EEUU frente a Inglaterra o Hispanoamérica frente a España. Lo que la frontera promulga es la reconversión de los cánones, y eso hemos hecho nosotros desde tiempo inmemorial (frente a América Latina, por ejemplo, Modernismo, finales del XIX). Y si eso somos hemos de explicarnos como tales; así hemos de explicar al dicho Cairasco de Figueroa, al XVIII con figuras de la modernidad como Clavijo y Fajardo, al modernismo, a la vanguardia y gaceta de arte, etc., etc., etc. La literatura canaria es un apósito singular en la literatura de la lengua que por precisa y centrada vale la pena estudiar porque ello explica lo que ocurre en literatura dentro de una lengua que se llama castellano o español. No creo que eso, en esta mentalidad centralista y colonialista de España, ocurra. Pero nosotros si que hemos de entrar en el asunto, hemos de comprometernos con el asunto porque eso somos. Igual que la trama de lo insular que nosotros hemos resuelto en literatura y hemos de comprenderlo, hemos de recorrerlo. Eso es lo que hay en Una literatura vertebrada, por primera vez con presupuestos teóricos precisos y lecturas asimismo consecuentes por los presupuestos teóricos precisos.

Saludos, algo de fresco, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta