Archive for Diciembre, 2007

Günter Grass visita La Palma

Viernes, Diciembre 28th, 2007

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El popular pero también controvertido escritor alemán Günter Grass parece que visitará La Palma con motivo del primer aniversario de la Biblioteca Internacional en Lengua Alemana (BILA) ubicada en Los Llanos de Aridane.

Está previsto que en este escenario el autor de novelas como El tambor de hojalata lea fragmentos de algunas de sus obras, lectura que podría tener lugar mañana sábado.

Günter Grass, premio Nobel de Literatura, se ha convertido gracias a su extraordinaria producción bibliográfica en algo así como en la voz de la conciencia alemana.

Ir al cine era antes más emocionante…

Jueves, Diciembre 27th, 2007

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Cuando miro hacia atrás sin ira me doy cuenta que lo que de verdad queda grabado en mi memoria son sensaciones y momentos, por lo que al leer la noticia de que a lo largo de este año que ya termina unas 10.000 personas han asistido a algunas de las proyecciones de CajaCanarias me ha hecho pensar (sensible que está uno) en todos aquellos momentos y sensaciones que han ido tejiendo mi vida como espectador cinematográfico en Tenerife. 

Siendo un terrible adolescente intentaron educar mi confusa mirada las primerizas experiencias como cine club del colectivo Yaiza Borges, que proyectaban películas en un piso lagunero antes de mudarse al cine Tenerife (hoy reconvertido en saludable gimnasio) así como en las de la Caja de Ahorros, donde tuve la oportunidad de ver, entre otras, El perro andaluz de Buñuel o la impresionante Fake, el documental ficticio del gran Orson Welles.

En aquella aventura que era ir a ver cine en Santa Cruz de Tenerife, uno intentaba apuntarse a cualquier proyección por inquietante que resultara. En este sentido, recuerdo como una especie de aventura a lo Indiana Jones como me colé para ver Raza en una proyección privada que organizaba la hoy extinta Fuerza Nueva; o cintas soviéticas donde se loaba el coraje de los feroces comunistas contra la amenaza nazi que organizaba, si no me traiciona mi traicionare memoria, el PCOE (Partido Comunista Obrero Español) en una calle muy próxima al barranco de Santos.

También estaban las inolvidables sesiones de cine a las 4, donde lo mismo veía por enésima vez Una noche en la ópera  con los hermanos Marx que una cinta de Maciste. O el mítico cine de verano de la plaza de Toros, donde lo mejor no era la película sino la fiesta que se montaba el público, muy simpático y bacilón con la ominosa presencia del linterna intentando detectar con su haz de luz a los graciosos de siempre. Ahh… la plaza de Toros, cuántas y cuántas inolvidables noche de verano me pasé comiendo pipas y partiéndome de la risa con las bromas que escupían los otros protegidos por la oscuridad.

Que la pantalla pareciera que bailaba la danza del vientre con la brisa nocturna o que el sonido fuera un asco la verdad es que daba igual, porque a la plaza de Toros se iba sobre todo con la esperanza de echarse unas risas no ya con el pobre linterna sino con las gansadas que los espectadores le ladraban a los personajes de la película. Recuerdo, en este sentido, una anécdota estremecedora. El aborto de película se llamaba Lucifer e iba del tal Lucifer que resucitaba a los muertos. Y en esta, justo cuando los zombis salían a trompicones de sus tumbas, resuena en todo el coso taurino la gutural voz de un borrachito que gritaba: ¡yo a tí te conozco, yo a tí te conozco!

Algo parecido a este show, que deja en pañales los montajes que ideó William Castle para sus películas de terror, lo viví también en cines de barrio como el Delta en La Salud o el cine Fraga en Ofra y también en el Somosierra. Donde además de dejarte ver películas que en las salas respetables del centro de la ciudad no te dejaban ver porque no tenías los dichosos 18 años, el público resultaba igual de cachondo. Todavía recuerdo aquella lata de sardinas estampándose contra la pantalla del Delta durante la proyección de La poseída y justo en el instante en que la protagonista, una adolescente obviamente poseída por el mismísimo diablo, vomitaba una masa viscosa y de color verde; o las estimulantes películas eróticas (es un decir) de Max Pecas, como Yo soy ninfómana y otras cafradas por el estilo.

En fin, que en aquellos años a uno ni se le pasaba por la cabeza que un día habría multisalas, ni vídeoclubes y ni muchísimo menos dvd. Pero qué quieren que les diga, resultaba bastante más emocionante ir al cine por aquello de que no sabías lo que te iba a pasar. Lo dicho, una aventura.

Que sirva este escrito a modo de confesión para justificar mi apasionado potaje cinematográfico, a medio camino entre la cinefilia más tontorona y la cinefagia más ulcerosa. Le debo mi confusa pero apasionada mirada también a mis hermanos y a la tele en blanco y negro de aquel entonces, donde con solo un canal la mayoría de las noches te ponían títulos como En un lugar solitario, King Kong o Duelo al Sol por citar sólo tres cintas que todavía me emocionan cuando las veo…

Por eso celebro que 10.000 personas hayan asistido a los ciclos que organiza CajaCanarias, como celebro los que ven los que exhibe nuestra sacrificada Filmoteca y las rarezas con distintas denominación de origen que proyecta el cine Víctor. Soy consciente, sin embargo, que ya nada será como antes. Y que el acto de caza mayor que suponía ir al cine en mis tiempos ha terminado por convertirse hoy en un simple entretenimiento… eso quizá explique mi cada vez más notable renuncia a la sala oscura y mi apuesta por ver películas con y sin pedigrí en la soledad húmeda de mi casa. Sentado incómodamente en un sillón que pide a gritos su jubilación y con el mando a corta distancia para detener la imagen y poder ir al cuarto de baño. Pero son cosas de la edad, misántropo que se ha vuelto uno con el paso de los años y la pérdida de ridículas emociones… 

Tributo modesto a Oscar Peterson

Miércoles, Diciembre 26th, 2007

peterson.JPG Suelo ser un animal de costumbres, y por estas fechas un poquito más. La tarde del lunes pasado, antes de salir de casa para cenar con la familia en la tradicional fiesta de Navidad, me la pasé en casa escuchando algunos de los temas que han marcado la banda sonora de mi vida mientras recreaba todos esos momentos más o menos importantes que han permitido y permiten que siga adelante y frenan mi necesidad (también necedad) de tirar la toalla.

En esa orgía musical sonó un poco de todo. Lo que refleja mi variado universo cultural que, imagino, queda bien representado en este blog. Es decir, que mi cerebro volvió a vibrar con el encantador Dean Martin, The Allman Brothers y The Doors, así como con uno de los mejores discos en la trayectoria musical del legendario Oscar Peterson, Tristeza.  Hoy descubro, entre la sorpresa y la conmoción que me produce saber que todo lo que amas también se muere, que Peterson falleció el domingo pasado a causa de una insuficiencia renal en su casa de Mississauga (Ontario) y me pregunto si realmente existen las casualidades… Disfruté mucho dejándome arrastrar por las notas del piano elegante de quien, casi con toda probabilidad, fue uno de los pianistas más elegantes de la historia del jazz y, probablemente por ello, despreciado por otros iniciados en una música que no sólo vive de la improvisación.

Entre su abundantísima producción discográfica cuenta con un puñado de trabajos que al menos para este que les escribe son pequeñas obras maestras del género. Con sus altos y bajos, pero discos deliciosos muy recomendables para escuchar en compañía. Peterson era, es, un músico al que le gustaba impregnar de belleza todas sus interpretaciones, y nunca rechazó explotar las posibilidad románticas del piano, estilo que marcó su trayectoria como músico.

Inquietamente sorprendido por la casulidad de que su muerte se produjera horas antes de que disfrutara en casa de su Tristeza, le agradezco los buenos (qué digo buenos, buenísimos) momentos que me hizo pasar este pianista de origen canadiense que, me asegura un amigo, tocó su piano y encandiló a quienes lo vieron, en una de las primeras ediciones del Festival de Jazz de La Laguna… Festival que, como todo el mundo sabe, ya no se celebra en La Laguna.

Gracias señor Peterson. Y lo lamento mucho, La Laguna.

Gonzalo González, en el Cabrera Pinto

Viernes, Diciembre 21st, 2007

Casi todas las voces coinciden en valorar el trabajo creativo de Gonzalo González (Los Realejos, 1950) lo que ya de por sí resulta sospechoso en unas islas donde su comunidad artística se caracteriza sobre todo por su contagiosa manía de poner a parir al que tiene enfrente y por lo tanto le hace la dichosa competencia. Con Gonzalo González no pasa así.

O casi, lo que tiene que ser visto por los que andamos por la periferia del artisteo canario como un signo de lo que hace este señor es cuanto menos bueno e interesante, porque ha logrado conciliar opiniones en torno a su trabajo.

Lo que está claro es que pese a las críticas y las envidias desatadas, González ya lleva en esto desde hace más de 30 años, tiempo suficiente para consolidar una trayectoria que brilla por su personalidad, y en la que quedan rastros de una biografía que, como todas las biografías, está repleta de encuentros y desencuentros.

El Instituto Cabrera Pinto, en La Laguna, acoge desde hoy, viernes, y hasta el 10 de febrero, una amplia retrospectiva de su obra que bajo el título de La piel y el geómetra permitirá al iniciado y también al no iniciado a adentrarse en las profundidades de su trabajo, que manifiesta a través de una serie de esculturas, pinturas, dibujos y objetos que van desde 1993 a 2007.

Ahora que toca fiesta, es una buena oportunidad para perderse en el laberinto de sus creaciones

‘Aquel maldito tren blindado’: Cine chusco, fallero y de pipas

Jueves, Diciembre 20th, 2007

11864147101752942.jpg Las Navidades, que ya están aquí al lado llamando a la puerta de nuestros cada días más pobres bolsillos, casi siempre son buenos momentos para ver cine en casa. Si usted es un tipo como yo, de esos que ahora prefiere disfrutar de una película (buena o mala, lo mismo da) en casa antes que meterse en una de las minisalas que pueblan nuestro archipiélago alejado de la mano de Dios, les recomiendo entre otros títulos el que este sábado regala La Provincia para los seguidores del cine chusco, realizado con dos euros y mucha imaginación. Me refiero a un pequeño clásico del cine bélico europeo que responde al truculento nombre de Aquel maldito tren blindado, de Enzo G. Castellari, que circuló en los países anglosajones como Inglorious Bastards. A los aficionados más perpicaces les sonará este título, ya que es uno de los proyectos que baraja Quentin Tarantino para rodar el año que se nos viene encima. Se trataría de un remake con muchos más medios, claro está, de la película de Castellari, que sigue siendo pese a todo un diminuto clásico del cine psicotrónico, anarquista y fallero que a todo buen hijo de vecino le sedujo en su más tierna y también torturada adolescencia.

Aquel maldito tren blindado cuenta la historia de un puñado de salvajes desertores que combaten por su cuenta aunque en el fondo estén del lado de los buenos (los aliados) durante la II Guerra Mundial. En la cinta, los desalmados, entre ellos Fred Williamson, que fue un jugador de fútbol americano reciclado en actor, no paran de liquidar a soldados alemanes allí por donde pasan hasta la escena final, donde vuelan un pedazo de tren reconstruido de manera realista en una maqueta.

Como la mayoría de las películas que forman parte de esta curiosa colección de cine bélico, sobre todos las cintas de nacionalidad italiana, Aquel maldito tren blindado hace justicia al cine de pipas. Es decir: espectáculo puro y duro y además resultonamente incorrecto para los tiempos que corren. Pongamos un ejemplo: el grupo de desertores se tropieza “casualmente” con un grupo de rubias arias bañándose en un río como Dios las trajo al mundo. Las arias, fuera de sí, se hacen con unas ametrelladoras y a dar estopa a los canallas sin patria, que huyen por el bosque como alma que lleva el diablo.

Aquel maldito tren blindado se ha convertido en un título de referencia para los que tuvimos la ocasión de verlo una y mil veces en aquellas inolvidables y por lo tanto nostálgicas sesiones de a las 4 de la tarde los domingos y días de fiesta, así como en las legendarias (con todas sus letras) proyecciones al aire libre en la Plaza de Toros (recordad, hermanos, nuestro grito de guerra: ¡¡¡linterna!!!, ¡¡¡linterna!!!) . El filme está además mucho más cerca del espíritu burlesco del pressing catch que del frío realismo bélico de Salvar al soldado Ryan, pongamos como siniestro ejemplo.

Una buena película pues para pasar una aburrida y tóxica tarde navideña. Que ustedes la disfruten…

‘Division 250′

Miércoles, Diciembre 19th, 2007

El historiador Carlos Caballero me escribe para recordarme que el libro División 250, de Tomás Salvador, ha sido reeditado y que pronto contará con traducción al italiano. Los interesados en profundizar en las miserias y heoicidades de la División Azul, pueden así solicitar este título sin necesidad de bucear en librerías de ocasión y viejo. Merece la pena.  

El libro ha sido de nuevo editado por Armas Tomar e insistimos que se trata de un título imprescindible para hacernos una idea de los hombres que formaron parte de esa grandiosa y frustrada aventura. También se trata, quizá, de una de las mejores novelas de Tomás Salvador, un escritor a recuperar por los amantes de la aventura y que a lo largo de su trayectoria como novelista tocó casi todos los géneros literarios. Entre otros la ciencia ficción con la estupenda La nave, o el subgénero carcelario con la estremecedora y realista Cabo de Vara

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