Archive for Julio, 2018

La soledad de Alcuneza, una novela de Salvador García de Pruneda

Martes, Julio 31st, 2018

Llegué a la mayoría de los libros que han marcado mi devenir como lector por casualidad. Una de estas obras es La soledad de Alcuneza, escrito por el militar y diplomático español Salvador García de Pruneda y novela que transcurre durante la Guerra Civil.

El libro está firmado por uno de los combatientes del lado nacional pero como bien señala Andrés Trapiello en su imprescindible Las armas y las letras, en la novela no se nombra en ningún momento a Franco, Azaña o Pasionaria, ya que lo que importa es describir cómo su protagonista se hace un poco más viejo pero también sabio por causa de la guerra.

Novela que podría ser entendida como bélica, ya que salvo un capítulo, los otros dos se centran en el avance y repliegue de las fuerzas nacionales en frentes como el Ebro, La soledad de Alcuneza evita, afortunadamente, transitar por el emocionado y vetusto canto falangista de Rafael García Serrano para centrarse en un hombre, Alcuneza, que combate por las tierras de España en un cuerpo que libra, precisamente en esta contienda, su último combate como es el de la caballería. Este sentido crepuscular tiñe las páginas de una novela que salvo el encuentro de seis soldados nacionales y republicanos en una trinchera donde cruzan palabras y abren un debate en el que se carasmiden pero sin armas las dos Españas que han preferido dirimir sus diferencias partiéndose la cara, se prescinde del carácter ideológico en favor del retrato de unos oficiales y soldados que, salvo la presencia de extranjeros, arroja algo de luz sobre las maneras de entender un mismo país.

Alcuneza sirve a su España en caballería, así que monta un brioso corcel con el que se lanzan por los campos de batalla. Pertenecer a la aristocracia de un ejército, el nacional, que junto a la legión y los tabores de regulares, forman la punta de lanza, la vanguardia de unas fuerzas que viven la batalla desde la primera linea, en la trinchera y, en el caso de Alcuneza, a lomos de su caballo y sable en mano.

La visión que retrata Salvador García de Pruneda de la guerra es desoladora pero cuenta también con cierta lectura jungerniana de vivir la vida con la certeza de que mañana puedes estar muerto. Aprovecha además el escritor para narrar otras historias dentro de la historia general, en la que reflexiona sobre la decrepitud de Europa, muy interesante en este sentido los largos parlamentos que pronuncia un ruso blanco enrolado en la legión; o la amnesia que padece un soldado republicano que pierde la memoria durante un combate y es acogido por los nacionales. También la narración que relata como un oficial republicano, veterano de la guerra de África, se enfrenta con otro compañero de armas porque se trata de un valiente y a los valientes hay que darles el derecho de vivir o morir con las botas puestas.

No hay propaganda ni aliento ideológico en La solead de Alcuneza sino la vívida fotografía de un soldado que a medida que avanzan los años y las campañas va perdiendo a sus camaradas hasta quedarse solo cuando la guerra ya alborea su final.

El destino de un soldado, concluye el narrador de esta historia, es morir en el frente. Y más en un protagonista, Alcuneza, que por culpa de la guerra se ha quedado sin familia ni amigos.

Un hombre destrozado, incapaz de vivir en paz en tiempos de paz.

En la abundante e interesante literatura escrita sobre la Guerra Civil La soledad de Alcuneza se descubre como uno de sus títulos más extraños y por eso mismo atrayente. Se trata de una novela extensa en páginas y en historias, materiales de los que se sirve el autor para componer un fresco sin estridencias sobre lo que vivió durante aquella guerra inevitable que nunca tuvo que haber sucedido. Un libro por lo tanto no solo recomendable para los aficionados a la Guerra Civil española, o la Guerra de España como se la conocía entonces en el extranjero, sino para los seguidores de una literatura hoy imposible por sincera y políticamente incorrecta ante el retrato que ofrece de los campos de batalla, de los amores fugaces en retaguardia y del trasegar a diario con la muerte…

Una obra que narra la existencia del soldado de a pie, que cuenta su día a día en la trinchera y en los campamentos instalados en la primera línea del frente. Militares y caballeros cuyo arrojo y valentía es reflejo del que combate al otro lado.

Guerreros que con independencia de su color político coinciden en una cosa: son españoles.

Saludos, muy agradecido, desde este lado del ordenador.

Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa, un libro de cuentos de Yolanda Delgado Batista

Lunes, Julio 30th, 2018

Yolanda Delgado Batista se mueve muy bien en el cuento. Si en su anterior libro de relatos, Puro cuento, cambiaba con facilidad de estilo y de tono, la apuesta se multiplica y sobredimensiona en Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa, ya que mezcla el cuento propiamente dicho con el microrrelato así como el artículo periodístico de carácter cultural, entre otros géneros literarios. Propuestas en las que la escritora además de seducir al lector juega en un territorio, el del cuento, que ha hecho suyo.

El volumen, que ha sido recientemente publicado por la editorial Baile del Sol en su colección Sitio de fuego, reúne 27 piezas que comienza con la que da título, precisamente, a este volumen: Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa, cuento en el que a pesar de dejar algunos cabos sueltos sabe mantener un tono irónico a lo largo de una historia que, sin noquear al lector más entusiasmado, sí que le abrirá el apetito para continuar con la siguiente historia: Cuando una tortuga y Primo Levi me salvaron, el más extenso de los relatos y, a nuestro juicio, el mejor no solo por contar con pericia la relación de una madre con su díscolo hijo, sino porque retrata situaciones y momentos de hondo calado sentimental que su protagonista supera gracias a la literatura. Como en otros de los cuentos que se pueden leer en este libro, la ironía es clave para mantener la atención de lo que se narra, una historia sobre perdedores que salen adelante gracias a su fantástico sentido del humor.

El tono del libro baja en ¡Penélope, no corras!, texto que por improvisado no nace ni va a ninguna parte, misma sensación que despierta El efecto mariposa en la psique humana y La novia, quizá porque Yolanda Delgado Batista no termina por dominar con aplomo el relato breve, formato en el que pierde fuelle, entusiasmo, capacidad para ahondar no ya solo en los personajes sino también en las relaciones de pareja que es otra de las constantes que domina este volumen.

El siguiente cuento, Solos, tiene más páginas pero apenas mantiene el equilibrio y el dibujo de los personajes resulta bastante tibio aunque cuenta con notables recreaciones de atmósferas que refuerzan la soledad de la pareja protagonista.

Escritora con un afilado sentido de la ironía, lo explota en su lado más cómico en Gastos innecesarios, fórmula que no inyecta en Aniversario de boda, un cuento construido a través de diálogos entre una madre y su hijo, experimento que prosigue, solo que ahora adaptándose como un camaleón al español mejicano en Baila la diosa en el ombligo de la luna, relato que está bien maquillado aunque no termina de cerrarse pese a su épico final.
El bello durmiente y La cartilla de leer son narraciones cortas que no acaban de convencer al lector más curtido aunque el libro toma oxígeno en Exploradores del aire, un cuento nostálgico que se desarrolla en la capital grancanaria.

Pedid y se os dará, dijo el Señor está escrito en verso y El hereje es un excelente microrrelato para alguien, como el que ahora escribe, que no es demasiado partidario de este género.

La tía y el luchador tiene, por otro lado, cierto color fitzgeraldiano aunque lo que se narre tenga lugar en las islas Canarias mientras que el recuerdo monopoliza los contenidos de La importancia de llamarse, en el que recrea la vida de uno de sus abuelos, víctima de la represión franquista en el archipiélago.

Otro de los cuentos, ¡Ay, mamá Iné!, nos muestra a una escritora que también se maneja bien en el relato de tinte costumbrista y narración que forma parte del álbum familiar de las historias que se agrupan en este volumen. Libro que incluye Almuerzo de ayuno involuntario, que resulta igual de gracioso que ¿Es la RAE?, construido también en forma de diálogo. Otro de los cuentos, Premio de relato corto apuesta más por el chiste (amargo) que por la ironía en su final.

Entre de las constantes de este libro se encuentran trambién los escritores. Encontramos escritores en De hombres sin pantalones; al mismísimo James Joyce en Entrevista con Joyce y al Quijote y en cierto modo a Miguel de Cervantes por ser su creador en Homenaje a un entreverado loco. Escritores, en este caso travestidos en escritoras, aparecen en el lúcido y vindicativo ¿Escritoras españolas?, y lo críptico por ciertamente hermético en textos como Cuestión de género que aún intentamos descifrar.

Los dos últimos relatos que contiene Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa son Comunicado urgente a la nación y El tablero imperfecto del mundo, narración esta última que junto a Cuando una tortuga y Primo Levi me salvaron nos parece de lo mejor de un libro que no termina de ser redondo como Puro cuento pero en el que se observa el talento y la capacidad que tiene Yolanda Delgado Batista para contar toda clases de historias con independencia del género al que se circunscriban

Saludos, lunes, desde este lado del ordenador

Ediciones La Palma publica Bitácora del cine cubano

Jueves, Julio 26th, 2018

Ediciones La Palma publica Bitácora del cine cubano, un detallado y exhaustivo compendio de todo el patrimonio cinematográfico de Cuba, reunido en cuatro tomos de los que se publican ahora los tres primeros.

Impulsada por Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, y cofinanciada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, el Ministerio de Cultura de España y la Filmoteca Canaria, esta enciclopedia supone la única referencia de su tipo sobre la producción fílmica cubana, y abarca desde el cine silente en 1897 hasta la actualidad, pasando por el punto de inflexión que supuso en la historia del cine cubano la constitución del ICAIC o Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos.

El primero de los tomos se titula La República (1897-1960), y en él se incluyen todas las piezas fílmicas, ya sean silentes o sonoras, tanto de ficción como de cine documental, anteriores a la constitución del ICAIC, un periodo de gran importancia para cuanto se produjo después. El segundo tomo, titulado Producciones ICAIC (1960-2017), reúne todos los largometrajes de ficción y animados. El tercero: Producciones ICAIC (1960- 1991) recoge la primera parte de la producción documental de la isla, como, por ejemplo, las 1.490 ediciones del Noticiero ICAIC Latinoamericano, categorizado por la UNESCO como Memoria del Mundo.

Entre los expertos en cine que participaron en esta obra están, además del propio Luciano Castillo, Omar González, Ambrosio Fornet, Joel del Río, Jorge Luis Sánchez, Mario Masvidal, Fernando Pérez, Daniel Días Torres, Manuel Pérez, José Galiño, Frank Padrón, Jorge Fiallo, Raúl Rodríguez, Alicia García, Sara Vega, Paul Chaviano, Reynaldo González, Mario Naito, Luis A. González Nieto o Pablo Pacheco López.

Saludos, silencio en el plató, desde este lado del ordenador.

La rendición (y 3)

Miércoles, Julio 25th, 2018

Tal día como hoy, en la que por aquel entonces era plaza de la Pila y hoy de la Victoria con la estatua de Horacio Nelson oteando el horizontes desde lo alto de la columna, las fuerzas españolas se rindieron a las tropas de nuestra graciosa majestad.

Un total de trescientos casacas rojas rindieron honores a los derrotados, cuyo general, un tal Antonio Gutiérrez, tan seco de carácter como la tierra castellana de la que procedía, solicitó permiso para leer una carta a viva voz que fue traducida a la tropa por Henry Nigthtmore, y en la que decía:

“No puedo separarme de esta isla sin dar a V.E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, lo que no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V.E. personalmente cuanto soy de V.E. obediente humilde servidor
Antonio Gutiérrez”.

Tras el intercambio de presentes (queso, un barril de cerveza y otro de vino) y tras embarcar a los derrotados españoles en los barcos que ponían rumbo a las otras islas de Canarias o a la pobre España, Horacio Nelson nombró capitán militar de la plaza y dejó descanso a la tropa, ya que la intención era al dìa siguiente la de tomar otras ciudades y pueblos de la isla para anunciarles que habían dejado de ser españoles.

Se envió, no obstante, a varios mensajeros con las buenas nuevas y esa noche se preparó una gran cena en la plaza de La Pila donde además de comer y beber, se bailó hasta altas horas de la madrugada con gran desconcierto de curas, que no dejaban de mover la cabeza de un lado a otro ante la caprichosa lealtad de sus antiguos feligreses. Ayer españoles, hoy británicos y lo que era aún peor según su opinión, ayer católicos y mañana seguramente luteranos.

Desde ese día se celebra como fiesta fundacional de Nelson City, antes plaza de Santa Cruz de Tenerife, lo que llamamos con pulcra sencillez birtánica la Victoria, en la que se desarrollan una serie de actos que incluye la recreación de aquellos hechos con entusiastas aficionados y se lee bajo la reproducción del Theseus anclado en el puerto de la hoy capital de la isla los cinco puntos que el por aquel entonces contraalmrante Horacio Nelson envió a los españoles como condiciones de rendición:

Primero: “Deberán entregárseme los fuertes poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.”

Segundo: “La guarnición depondrá las armas, permitiéndose sin embargo a los oficiales que conserven sus espadas y aquélla, sin condición de ser prisionera de guerra, será transportada a España o quedará en la isla, siempre que su conducta agrade al oficial comandante.”

Tercero: “Con tal de que se cumpla con que me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución; al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.”

Cuarto: “No se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y todas sus órdenes religiosas estarán bajo mi especial cuidado y protección.”

Quinto: “Las leyes y magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños desee otra cosa.”

“Aceptados todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas en una casa al cuidado del Obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico para mí el consultar con estos señores todas las ventajas que puedan proporcionar a los habitantes.”

“Espero media hora para la aceptación o la repulsa.”

Y como nos cuenta esta historia que no es Historia no huibo repulsa sino aceptación…

Saludos, todo es falso de solemnidad, desde este lado del ordenador

Descubren un relato inédito de Joseph Conrad en el que narra el ataque liderado por Nelson a Santa Cruz de Tenerife en verano de 1797 (2)

Martes, Julio 24th, 2018

La noticia ha sorprendido al mundo académico británico porque nadie podía sospechaba encontrar un relato corto de Joseph Conrad que había permanecido oculto durante años y años.

El inédito se descubrió en una carpeta que alguien escondió –se ignoran los motivos– en el interior de una vivienda en obras de rehabilitación en lo que hoy es el centro de Londres.

Los expertos en las caligrafía del escritor de origen polaco pero nacionalizado inglés coinciden en que se trata de un original del autor de El corazón de las tinieblas y si bien se trata de un texto primerizo, escrito probablemente cuando el escritor era adolescente, destaca porque la temática marinera monopoliza los contenidos de una narración en la que se atisba “al mejor Conrad”, dijo el profesor de Literatura de la Universidad de Oxford, Bernard Frasier.

El relato lleva por título Inglés y cuenta en unas pocas páginas el combate que Horacio Nelson emprendió contra el puerto de la isla de Tenerife entre el 23 al 25 de julio, días en los que perdió el brazo, aunque no la esperanza de conquistar la plaza.

El cuento describe un puerto, el de Santa Cruz de Tenerife, defendido heroicamente “por franceses, españoles y canarios”, así lo escribe Conrad, defensores que fueron cogidos por sorpresa ante el ataque británico que fue brillantemente ejecutado. La estrategia, relata el escritor, se diseñó días antes por Horacio Nelson y sus capitanes.

Con estos antecendentes, poco se podía hacer frente a la potencia de fuego y el entusiasmo de los infantes de marina de su graciosa majestad, aunque uno de los hombres, Jimmy Kurtz, deserta cuando pone pie en tierra lo que desencadena un ambicioso retrato psicológico que prefigura lo que más tarde elaboraría en novelas como Lord Jim y El pirata.

Inglés se centra en la historia de este personaje desubicado tanto moral como espiritualmente y describe aquellos acontecimientos que, desde entonces, no han dejado de producir abundante literatura y algunas que otra película y obra de teatro. El relato intenta, además, explicar las razones por las que Nelson decidió tomar esta plaza.

Bernard Frasier admite que quizá no sea el mejor cuento de Joseph Conrad, pero sí que cuenta con algunos elementos que más tarde serían determinantes en la producción del escritor, como una indagación psicológica con la que explicar, no justifica, las acciones del protagonista, así como pinceladas que centran su atención en el carácter del joven Nelson, entonces contraalmirante, y la de algunos de sus oficiales.

La escena de la refriega en la que pierde el brazo está “muy bien descrita”, dice el profesor quien se encuentra en estos momentos preparando una edición de las obras completas del que, probablemente y según su opinión, “es uno de los mejores escritores sobre el mar que hemos tenido en la Gran Bretaña”.

Saludos, una auténtica exclusiva falsa, desde este lado del ordenador

Nelson victorioso (1)

Lunes, Julio 23rd, 2018

Michael Caine estaba en Tenerife para rodar una nueva película sobre la vida de Horacio Nelson. En la cinta, el actor hacía de veterano cirujano británico, aunque nos reconocía mientras tomábamos unos whiskies con él que no se había roto demasiado la cabeza para interpretar este papel.

- ¿Sabía usted que Nelson casi pierde la batalla por tomar esta isla?.- le preguntó Paterson Benchomo.

El señor Caine negó con la cabeza, más preocupado creo por su whiskie que por la cuestión. Alguien llamó a la camarera para que pusiera otra ronda.Íbamos, si no me equivoco, por la tercera y ya comenzaba a ver doble a los que tenía a mi alrededor.

Además de Michael Caine y Paterson Benchomo estábamos Ventura Rayco Smith, Yaiza Perdomo, Gloria McAlister y quien escribe estas líneas. Nos habíamos reunido en los jardines del Hotel Queen Elizabeth II, que había sido construido en los años cuarenta justo delante del parque birmano. Había que cruzar un bonito paseo bordeado de palmeras para llegar de un sitio a otro claro que ya nada de esto queda, salvo en fotografías, por la radical transformación que sufrió Nelson City (antes Santa Cruz de Tenerife) en los años setenta.

Cuando la camarera dejó los whiskies y los gin tonic sobre la mesa Paterson Benchomo continuó con su explicación sin importarle que al resto de los presentes nos interesara su lección de Historia, aunque no abrimos la boca porque sabíamos que le entusiasmaba este tipo de cosas, cosas que ahora exhibía ante una estrella de cine que, nos reconocía antes de que nos sentáramos a tomar las bebidas, era la primera vez que visitaba la isla.

- Afortunadamente y en un golpe audaz, el león de la marina de su graciosa majestad se repuso de su error y maniobró con talento para sofocar el contraataque de los españoles. La batalla quedó setenciada cuando una de sus baterías le cercenó la pierna derecha al general de la plaza, de cuyo nombre no quiero acordarme, y exigió que le prestásemos a nuesttro cirujano porque no se fiaba de los que tenìa a su alrededor. Hombre de honor, Nelson le envío a su médico personal siempre y cuando se rindiese y partiera a España con sus leales al día siguiente. No creo quen haga falta decir lo que sucedió luego –dijo Paterson Benchomo metiéndose en la boca un puñado de manises–. La huida de aquel general y de otros militares, sacerdotes y algún civil, a bordo de un navío de bandera francesa.

El señor Caine asentía con esa sonrisa que ha hecho célebre en muchas de sus películas. Esa sonrisa con la que parece que se está burlando del mundo entero pero también de sí mismo. De un trago se tomó lo que quedaba de whiskie y dando un chasquido con los dedos le indicó a la camarera que le llenara el vaso, ahora vacío.

- Muy interesante.- murmuró sin demasiada convicción.- ¿Y qué pasó con el restro de las islas?- preguntó cuando le llenaron el vaso.

- Oh.- exclamó Paterson Benchomo.
- Oh.- le imitamos los demás.
- Es una historia muy triste y muy larga que voy a intentar resumirle…
- Mientras haya whiskie tengo todo el tiempo del mundo.- dijo el señor Caine.
Paterson Bencomo agitó el hielo que aún quedaba en su vaso…

- Después de la batalla de julio (del 22 al 25) y tras marcharse las autoridades españolas, la Corona se comprometió con España a no tomar el resto de las islas Canarias siempre y cuando no amenazaran un territorio que, desde ese glorioso día, pertenece a la Gran Bretaña, quien no ha dejado de velar por ella desde entonces.
- ¿Y las otras?.- preguntó Michael Caine pidiendo otro whskie por señas.
- Pues continuaron siendo españolas, sumidas en la ignorancia y la pobreza.
- Pobres.- suspiró el actor.
- Dígamelo a mi que tengo que envíarle a unos familiares un dinerito de vez en cuando.- le informó Ventura Rayco Smith.
El señor Caine, tras beberse la copa, se levantó tratabillando para desearnos las buenas noches. “Mañana tengo que trabajar”, dijo mientras cogía el ascensor y ponía fin, con su ausencia, a aquella reunión que claudicaba a altas horas de la madrugada.

Acompañé a Yaiza Perdomo y Gloria McAlister un buen trecho, y me despedí de ellas en la plaza que imita la de Trafalgar Square con la reproducción de la columna en la que desde su altura nos observa la estatua de Horacio Nelson. Me detuve, como cada año y por estas mismas fechas, para leer la leyenda inscrita en la placa de bronce que descansa en su base: “mañana mi cabeza será coronada de laureles o cipreses“, y me pregunté qué hubiera pasado si en vez de laureles cubre su cabeza la rama del ciprés y si la bala del cañón no hubiera destrozada la pierna del general español de cuyo nombnre ahora no quiero acordarme y sí cercena la metralla el brazo de nuestro liberador…

Me pregunté, entre los vapones del whiskie, cómo sería esta isla bajo la bandera de España y me la figuré como la que tenía delante, tan pobre y casquivana.

Me dio entonces un escalofrío aunque no soplaba del mar algo de brisa fresca.

Saludos, God save the Queen, desde este lado del ordenador.