Archive for Diciembre, 2012

Cada domingo, cuando me despierto…

Domingo, Diciembre 30th, 2012

Hay mayor número de metástasis en la culpa que en el mismo cáncer.” (El fantasma de Harlot. Norman Mailer)

I.- ESCUCHO GLORIAS AL SEÑOR

Me pregunto si año nuevo vida nueva mientras escucho los cantos de los evangélicos debajo de mi cueva. Han instalado en un localcito los evangélicos un templo donde todos los domingos les da por rezar a partir de las nueve de la mañana. Son algo así como un reloj, mientras parecen invitar a este aprendiz frustrado de Lucifer a que se una a la fiesta. A los cánticos de Gloria a Dios, no a adiós

Adiós… Adiós… Gloria a Dios…

Cuando duermo en la cueva siempre me despierto la mañana de los domingos con la banda sonora de los evangélicos. Y no cantan mal, que conste en acta.

De hecho, mientras miro al techo pensando en si en levantarme o en cerrar los ojos e intentar recuperar el sueño perdido pienso en tres películas donde sacerdotes de pacotilla se meten en el bolsillo a sus feligreses que podríamos ser todos en estos tiempos enfermos.

II.- HAGO UNA LISTA INEVITABLE

Primera película, El fuego y la palabra. Está basada parcialmente en la novela Elmer Gantry de Sinclair Lewis, que es un escritor que me pegó fuerte. Además, dicen que fue el primer norteamericano en recibir el Nobel de Literatura.

Carajo.

Lewis se caracterizó por escribir novelas generosas en páginas. La película dirigida por Richard Brooks solo recoge un trozo, el más apetecible del libro original. A mi juicio, la versión cinematográfica es, por una vez, infinitamente mejor a la novela.

Segunda película, Sangre sabia. La dirige John Huston cuando entraba en el crepúsculo de su carrera y a mi me sigue pareciendo uno de sus trabajos más interesantes y una cinta que los levelistas –gente que debe rodar un musical con canciones leves a lo largo de este 2013 que nos espera a partir de mañana– ver de rodillas mientras reza el Rosario.

Por una vez, y sin que se entere nadie, los levelistas pueden prescindir de la obra que dio origen a esta extraña, mefistofélica y necesaria reflexión sobre el pecado que es Sangre sabia.

Tercer título, Touch. No sé el porqué, pero las novelas de Elmore Leonard no gozan de buena aceptación entres los lectores negro criminales. Debe ser cosa de que el señor Leonard vende y que lo suyo, como también hizo con las novelas del oeste, es adaptar las claves del género a su manera de entender las cosas que, siempre, resultan la misma aunque los escenarios resulten diferentes.

En Touch, la película que dirige el casi siempre interesante Paul Schrader, un hombre que hace milagros es utilizado por unos y otros.

Por otros y por unos…

Pienso en estas tres películas cuando los evangélicos me despiertan las mañanas de domingo que duermo en la cueva.

Me visto. Tomo café y me contemplo en el espejo con el runrún de Gloria al Señor que está en los cielos y me enfrento a una calle donde veo a los miembros de esa iglesia salir con una sonrisa indescriptible, no sé si beatifica, dibujada en los labios.

Confieso que me da miedo entonces que mi mirada se tropiece con la de algunos de ellos.

No sé si temo que me señalen y griten ahí va un discípulo de Satanás o que me intenten convencer de las bondades de su revelación. 

III.- EL TESTIGO DE JEHOVÁ 

Tuve un amigo hace muchos, muchos años, con el que compartí experiencias muy golfas y al que al cabo del tiempo dejé de ver por eso de que las amistades golfas si no se cultivan se vuelven elásticas, como un chicle.

Un día, paseando por la plaza de Weyler –es curioso como recuerdo algunos hechos banales de mi olvidadiza existencia y como se borran otros que, seguro, pudieron marcarme– tropiezo con él y la reacción inmediata es la de darnos un abrazo.

Él va trajeado y lleva un libro bajo el brazo.

Le pregunto que cómo le va.

-Soy pastor de los Testigos de Jehová.

- Vaya.- exclamo.

Se ajusta el nudo de la corbata barata mientras me enseña la solapa del libro.

La Biblia.

- No echas de menos… ya sabes.- tartamudeo.

-Ahora soy un hombre nuevo.- responde.

En ese momento la conversación queda muerta.

No nos damos un abrazo.

Ni siquiera las manos. 

IV.- A LOS MORMONES 

Bajo al Rastro tras escabullirme de los evangelistas. Pienso, también, en otro amigo que fue pastor de los mormones.

Por su apariencia reconocerán a los mormones.

Los que hacen misión suelen ir en pareja con camisas blancas, corbata y pantalones negros que recorren las calles de ciudades aparentemente descarriadas como la que me encuentro.

Cuando te asaltan, hablan en un castellano con acento anglosajón para convencerte de su verdad.

Hace tiempo leí en un libro extraordinario, uno de esos títulos de cabecera en mi caótica biblioteca, la historia de los mormones.

Intenté de hecho leerme El Libro de Mormón pero no pude pasar de unas pocas páginas.

Suelo contarles toda esta milonga a los vitaminados mormones con los que me tropiezo.

Que si Jonh Smith, que si más tarde Brigham Young, que si la larga trayectoria por el desierto hasta encontrar la tierra prometida en la ciudad del Lago Salado… Que si uno puede tener no sé cuántas mujeres y esas cosas…

Los geyperman de Utah, educadamente, me apartan entonces a un lado y me dejan flotando como una ameba en la avenida de la ciudad en la que habito.

Mi amigo, el que fue pastor mormón, dejó de serlo porque se cansó. Nunca jamás, sin embargo, me habló mal de aquella experiencia mientras tomábamos cervezas en uno de aquellos bares corruptos y siniestros que tanto hecho de menos en la ciudad en la que vivo.

Llego al rastro con el Gloria a Dios y todo eso sonando dentro de mi cabeza. 

V.- MI RELIGIÓN

Rebusco entre los libros, pero hay demasiada gente y uno tiene que hacerse paso dando codazos entre la marabunta… ¿Dónde estás, Eleanor Parker?

Encuentro La romana, de Alberto Moravia.

La portada me alegra la vista: Gina Lollobrigida en la estupenda película dirigida por Luigi Zampa basada en la novela de Moravia.

En otro puesto de libros desordenados, revueltos, como si se trataran de la mercancía que es, descubro Vidas, aventuras y peripecias del famoso capitán Singleton, de Daniel Defoe.

Defoe es uno de esos escritores que me salvan, como puede salvar el Gloria a Dios que cantan los evangélicos, en los momentos malos, bajos, de esta extraña vida en la que hago que camino.

Camino y camino por el rastro.

Un rastro repleto de paseantes que, algunos de los que tienen puestos, aprovecha para elevar ligeramente los precios de la mercancía que expone.

- Dos euros.- Le dice una señorita a un caballero con mirada perdida.

- Eso es muy caro.

- Lo que tengo aquí no lo encuentra en ningún lado.

Paseo y paseo con mi Moravia y mi Defoe bajo el brazo. 

VI.- LOS QUE VAN DE CIENCIÓLOGOS

Luce un sol espléndido. Casi parece un día de verano aunque hay un viruje tremendo.

Tremendo.

Subo la rampa que me lleva a la cueva cuando pienso en un amigo que tuve en Madrid y que se murió al estamparse con su ciclomotor contra una furgoneta.

La noticia salió en los periódicos.

Recuerdo, de hecho, haber leído una reseña del accidente en el hoy desaparecido diario Ya.

Aquel amigo pertenecía a lo que se conoce como iglesia de la cienciología. Esa iglesia en la que, entre otros, pertenecen John Travolta y Tom Cruise.

La madre repartió entre todos sus amigos los libros que formaban parte de su biblioteca.

A mi me tocó Dianética, escrito por el fundador de este movimiento, Ronald L. Hubbard; y Gilles, de Pierre Drieu La Rochelle.

De Dianética no saqué nada en claro salvo lo que su autor denomina engramas pero no me pregunten qué demonios son los puñeteros engramas.

De Gilles casi escribo hasta un poema.

Debe ser cosa de la atracción que siento por los malditos.

VII.- HASTA REGRESAR A LA CUEVA CON UNA IDEA 

Regreso a la cueva, cansado y con dolor de cabeza.

Así que pienso que ha sido extraño este último domingo del 2012.

Me pregunto, mientras tanto, si tendré déjà vu el primer domingo del 2013.

¿Me levantaré con los mismos cánticos que dan gloria al Señor?

¿Repetiré la lista de películas?

¿Navegaré rumbo al rastro?

¿Escribiré estas sensacionales sensaciones en el blog?

Me da un escalofrío.

Y no es de miedo, precisamente. 

Saludos, cosas del fuego y la palabra, desde este lado del ordenador.

Little Boy Blue, retrato del proscrito adolescente

Sábado, Diciembre 29th, 2012

“- Chico –dijo Rojo cuando estuvo listo– no hay duda de que vas de cabeza a San Quintín, tienes el mal dentro de ti. No te va a parar nadie, así que está bien que hagas el capullo con Floyd y conmigo, nosotros te enseñaremos. Tienes que decidir si quieres ser un chulo, un jugador; o prefieres ser un gángster.

-  ¿Qué diferencia hay?

-  Uno es hábil y el otro es duro.

-  Creo que prefiero ser un poco de los dos.”

(Little Boy Blue, Edward Bunker. Traducción de Zulema Couso, Colección Al margen, Sajalin Editores)

El 31 de diciembre del 2013, si aún continúo en este planeta, seré de los muchos que elevará una copa de aguardiente para celebrar el ochenta aniversario del nacimiento del escritor norteamericano Edward Bunker, fallecido en 2005 tras una vida larga repleta de penurias pero también gloriosa redención.

Bunker penetró en el mercado español a principios del siglo XXI a través de su voluminoso y apasionante libro de memorias La educación de un ladrón (Alba editorial), aunque su recuperación y reivindicación en el territorio de la ficción, geografía en la que mezcla sus experiencias personales, se debe a una pequeña editorial independiente que, para quien les escribe, es de las que más gratas sorpresas le ha deparado en estos tiempos oscuros cuyas nubes nos impiden ver

Me refiero a Sajalin, que también me abrió los ojos con un título extraño, cuya lectura me dejó huella profunda como El callejón de las almas perdidas, de W. L. Gresham que ya comentamos también en este mismo El Escobillón.

Con la reciente publicación de Little Boy Blue, la pequeña editorial independiente publica todas las novelas que nos dejó este potentísimo y aún poco reconocido escritor en España.

Cinco títulos en los que Bunker, un narrador sin pretensiones estilísticas, un simple y por ello complejo contador de historias, nos lega a unos lectores noqueados la vaga esperanza de que se encuentre en algún sitio un original perdido, uno de esos textos que, vaya uno a saber el porqué, el escritor prefirió guardar bajo siete llaves.

A la espera del hallazgo, y tras leer Little Boy Blue solo me queda volver a releer sus novelas: Stark, No hay bestia tan feroz, Perro come perro y La fábrica de animales.

Más tarde, una vez digerida las sensaciones que provoca caer rendido en su universo al margen de la ley, la estupenda por turbadora Little Boy Blue.

A mi entender, creo que se comete una injusticia cuando se intenta ubicar a Bunker como un escritor de novela negra. Lo escribo así porque Bunker no fue un escritor de género, y sí lo fue, acaso fue por narrar lo que siente, y hacer que entendamos eso mismo que siente, quien está al otro lado de la Ley.

A través de sus novelas se opera, entonces, un proceso cuando menos interesante.

Y es que el lector que sí respeta las normas esté, de pronto, del lado de quien se las salta, de quien las rompe, de quien las tritura. Del proscrito. De quien te roba la cartera, de quien entra en tu casa y desvalija tus escasas pertenencias…

Entiendo así que su lectura resulta desestabilizadora, en especial porque en casi todas sus novelas el ladrón de bancos y gasolineras, el extorsionador, el que trapichea con drogas por mucho que lo capture la policía, por mucho que cumpla condena, por mucho que disfrute de libertad vigilada continuará siendo un delincuente porque el sistema contra el que actúa para sobrevivir resulta, a fin de cuenta, una bestia mucho más feroz.

En Little Boy Blue, Bunker nos cuenta la historia de Alex Hammond, un niño de trece años rebelde desde el divorcio de sus padres y educado en reformatorios y casas de acogida en la California de la primera mitad de los años cuarenta del pasado siglo XX.

En plena II Guerra Mundial.

Aunque en casa se libra otra guerra.

¿Qué hacer con todos estos jóvenes delincuentes?

Los que tienen edad son enviados como carne de cañón al frente.

Pero ¿y con los menores?

¿Con los salvajes natos?

Hammond va desarrollando en estos ambientes –casas de acogidas, reformatorios–  un carácter cada vez más hosco y duro, rebelde a medida que aprende las reglas de un juego sórdido en el que solo sobreviven los fuertes.

Las novelas de Bunker son, en este sentido, y en Little Boy Blue con más intensidad que otras, lecturas con un involuntario sentido darwinista  que descoloca. Desarma. Te hace reflexionar.

En el mundo de Alex Hammond no existe la figura del padre y mucho menos de la madre.

Solo existe la gente que conoce en los reformatorios. Y los pocos adultos que le enseñarán algo, estafadores, timadores, criminales que cumplen condena.  

Little Boy Blue es la historia de la formación de un criminal adolescente.

Un retrato del criminal adolescente en el que no hay empalagosa moralina y sí intensa, fría por descarnada, mirada de cómo se forja un menor inteligente que no tuvo suerte –y al que le gusta evadirse de su realidad leyendo novelas– por el lado equivocado, torcido de eso que dicen debe ser vida.

Esa vida que existe al margen del cinturón castrante que impone una Ley cuya Justicia aparentemente lleva vendado los ojos.

Tras leer todo Bunker, y si me pusieran en la tesitura de escoger dos obras de este hombre que no fue nunca por la vida de escritor aunque sus libros sean, a mi juicio, literatura de verdad con todas sus letras, escogería No hay bestia tan feroz, cuyo protagonista, Max Dembo, aparece como secundario en Little Boy Blue, y en este apasionante, descarnado, brutal, darwinista retrato de la infancia que es, precisamente,  Little Boy Blue.

A Alex lo invadían sentimiento encontrados. Levantó la vista hacia las nubes arrastradas por el viento y después estudió el mar ondulante a un lado y la suave balsa de aceite al otro. Aunque era joven, había vivido y leído mucho y ahora se percataba de la metáfora de la vida en el mar, el puerto y el rompeolas, y supo que su destino era ser un proscrito, un criminal. De hecho, ya lo habían marcado, por dentro y por fuera. Demasiado tarde para volver atrás. De forma extraña, aquel reconocimiento le hizo sentirse libre, bien consigo mismo. Se echó a reír, el rugido del mar ahogó el sonido de su carcajada.”

Grande Bunker.

Grande Little Boy Blue.

Saludos, maestro, desde este lado del ordenador.

Un año de narrativa en Canarias

Viernes, Diciembre 28th, 2012

INTRO

* Al margen del bichado programa Santa Cruz, ciudad leída, promocionado por el Ayuntamiento de la capital tinerfeña (1), se celebró LuchaLibro, un original concurso de improvisación literaria; la Casa-Museo Pérez Galdós puso en marcha la iniciativa Archivos Literarios de autores contemporáneos y continuó el encuentro NNegra de Arona; una editorial nacional como Roca fichó para sus edición de bolsillo la trilogía iniciada con Ira Dei. La ira de Dios de Mariano Gambín, y la obra del escritor Víctor Álamo de la Rosa fue objeto de tres tesis doctorales, dos de ellas en universidades italianas y la tercera en una universidad brasileña.

* Por otro lado, la colección G21 Narrativa Canaria Actual no dejó de presentar títulos este año que se acaba; Ediciones Escalera los Escritos breves, de James Joyce, una edición bilingüe y crítica de varios textos del reconocido escritor irlandés traducidos por nuestro colaborador Mario Domínguez Parra, y el Premio Canarias de Literatura reconoció la trayectoria de Luis Alemany y el periodista y también escritor tinerfeño Juan Cruz obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Cultural.

* El Día de las Letras Canarias, dedicado en 2012 al poeta Pedro García Cabrera, pasó sin pena ni gloria. Esperemos que no sea igual en 2013, año que volverá a estar protagonizado por José Viera y Clavijo, de quien se conmemora el bicentenario de su muerte.

* En cuanto a lo malo del 2012, destaca la medida conjunta adoptada por el Ministerio de Cultura y el Gobierno de Canarias de suprimir el dinero asignado para la adquisición de novedades bibliográficas en las dos bibliotecas públicas del Estado y el traumático cierre, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, de dos librerías que hasta el día de ayer fueron oasis y lugar de encuentro entre lectores y escritores como la lagunera Mistério y la santacrucera Tenerife.

* A pesar de estos percances, afortunadamente, las editoriales canarias supieron sortear los vientos huracanados de la crisis aunque es probable que para alguna de ellas  este 2013 sea algo así como su año de desguace. Con todo, se ha publicado bastante, y la calidad ha ido pareja por una vez con la cantidad de títulos que ha recibido el mercado

* El veterano José Rivero Vivas presentó La magua y Trova y furor, mientras que Sabas Martín regresó a su territorio mágico de Nacaria con Pleamar y Cecilia Domínguez Luis se adentró en los territorios de la novela juvenil con Los niños de la lata de tomate.

* Descubrí por mediación del escritor Jesús Castellano, Retrato de Marlou Diesel, de Marcelino R. Marichal, una novela editada en 2004 y que pide a gritos su pronta reedición. Castellano fue además autor de El libro del Cuervo, novela en la que narra sus experiencias vitales y laborales en un Gijón fronterizo, más cerca del espíritu de El asesino dentro de mí de Jim Thompson que la de otros modelos literarios considerados por los cursis como más serios.

* Víctor Conde, álter ego literario de Alfredo Moreno Santana, alejado del género por el que es reconocido en el mercado nacional, como es la fantasía y la ciencia ficción, aprovechó el año para revelarnos a un escritor experimental con su Malpaís. Conde también será noticia en 2013 porque se publicará en Alemania, Austria y Suiza su trilogía juvenil Heraldos, cuya última entrega, Heraldos del bien y el mal (Editorial Hidra) se puso a la venta en España el 14 de mayo.

* Pude leer El fulgor del barranco, de Juan Royo Iranzo, una historia que se desarrolla en la capital tinerfeña durante los años de la Guerra Civil y Puerto Santo, título que el autor presentó en 2012 y en el que se movió con sinuosa comodidad por las geografías de la novela histórica con divertido esperpento.

* Hosman Amin Torres propuso relatos en su más que recomendable Paréntesis y Jesús Villanueva se atrevió con la novela histórica con El fuego de bronce, título que puso a la venta en las navidades pasadas. Fiestas en las que coincidió en las librerías con la reedición de El caso del cliente de Nouakchott, de Jaime Mir Payá; El círculo platónico, de Mariano Gambín y Caminos de agua, de Román Morales, un volumen en el que su autor nos contó la travesía continental en kayak que realizó desde Buenos Aires al Caribe a través de los grandes ríos de sudamérica.

* Gregorio Duque y Juan Luis Calero me sorprendieron gratamente con Pequeños homenajes y El Porvenir de Juana Vizcaíno, y encontré una apasionante relectura de En el camino de Jack Kerouac en Cuaderno afortunado, de Eduardo Montelongo.

* Esther Terrón Montero saltó al ruedo con su más que interesante, reflexiva y crítica Junio; y editaron Agustín E. Díaz Pacheco, Proa en nieblas; el abogado y escritor José María Lizundia, Línea líquida (Memorias de unos años algo frívolos) y David Galloway, quien recopiló antiguos y nuevos relatos en el volumen El perfil de las esquinas.

* En la colección G21 Narrativa Canaria Actual publicaron también María Teresa de Vega y Ana Joyanes Romo las novelas Merodeadores de orilla y Noa y los dioses del tiempo.

* Arima Rodríguez Vega presentó Los crímenes de Asthon y Las pesadillas de Uriel, mientras que Juan Santana hizo lo mismo con Mujeres con gafas de luna y en los territorios de la novela negra, José Luis Correa y Antonio Lozano presentaron Nuestra Señora de La Luna y La sombra del Minotauro, respectivamente, y Alexis Ravelo publicó en  diciembre Morir despacio.

Faltan muchos más títulos, pero su ausencia es involuntaria. Nuestra intención es la de orientar y ofrecer una selección con las diez novelas que, a nuestro juicio, resultaron las más atractivas del 2012.

¿POR QUÉ ESTOS DIEZ TÍTULOS?

El futbolista asesino (Casa de cartón), de Nicolás Melini, porque pese a tratarse de una reedición significó la  recuperación de uno de los títulos clave para comprender la evolución que ha ido tomando la literatura que se escribe en esta tierra en los últimos años y porque se trata de un texto que no ha perdido todavía la vigencia, ni la rabia ni el nihilismo de cuando fue escrita.

Cucarachas con Chanel (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea), de Dr (JRamallo), porque se trata de una de las mejores novelas que se han publicado este año en este archipiélago sin memoria. Porque sus páginas muerden, porque resulta demoledoramente crítica y ácida con una ciudad, Santa Pus, y las gentes que la habitan. Esto, y no otra cosa, es el Realismo.0.

No es la noche (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea), de Carlos Cruz, porque la segunda novela de su autor, tras la perturbadora h. (Dilema Editorial), revela a un escritor en el que se aprecian constantes que analiza con distanciada frialdad. No es la noche transcurre en una ciudad sin identificar ubicada en el sur de una isla que podría ser Tenerife, en la que un hombre y una mujer hacen todo lo posible por resistir.

El sueño de Goslar (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea), de Javier Hernández Velázquez, porque su autor continúa tirando de la novela negro criminal con la excusa de escribir los libros que le apetece y, de paso, rendir cariñoso y nostálgico homenaje a la ciudad donde nació: Santa Cruz de Tenerife. Tras El fondo de los charcos, Velázquez propone ahora una atractiva pop fiction con una turbadora protagonista, la pelirroja Alex Stibtings.

La isla de las palabras desordenadas (Izana Editores), de Yolanda Delgado Batista, porque es una novela sobre la soledad, sobre el desarraigo, sobre la descomposición familiar. Elementos que en otras manos no hubiera resultado tan atractivo e inquietante material de derribo existencial.

La Señora Beatriz de Bobadilla. Señora de Gomera y Fierro (Hora Antes Editorial), de Carlos Álvarez, porque el escritor hace ficción –y de la buena– con uno de los personajes más atractivos de la Historia de Canarias. Cuenta con una primera parte excelente aunque las ambiciones y los personajes que se desarrollan a lo largo de sus más de cuatrocientas páginas terminan por dañar un libro que al final no resulta redondo.

El corsario de Lanzarote (La Caja Literaria), de Francisco Estupiñán, porque se trata de una obra histórica que recupera, gracias a un notable trabajo de documentación, la recreación de unos tiempos en los que vivir en el archipiélago significaba algo así como habitar el último territorio del mundo conocido. Estupiñán nos cuenta la vida y obra de Agustín de Herrera y Rojas en una obra en la que se mezcla aventuras, hazañas bélicas, humor, psicología, política y algo de surrealismo. El escritor obtuvo por este título el Premio Benito Pérez Armas 2011.

Hola fondo sur (colección Dando Pata, Editorial Baile del Sol), de Daniel Ortiz Peñate, porque junto a Cucarachas con Chanel y La isla de las palabras desordenadas me parece uno de los mejores títulos publicados este año no ya tanto por lo que tiene de ficción, a mi juicio lo más imprescindible del relato, sino como libro de viaje y de aventuras –con ecos a lo Kerouac– que emprende su protagonista por varios países  sudamericanos.

Queridos Reyes Magos (Anroart Ediciones), de Santiago Gil, porque su aplastante crudeza, su acerada radiografía sobre la familia en fechas tan aparentemente felices como son las navidades se lee como un violento cogotazo. Leo de Gil también este año Las derrotas cotidianas, una novela anterior, en la que reflexiona con feroz realismo sobre los mismos temas, y la irregular Yo debería estar muerto (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea), su último título hasta la fecha.

La lista (Principal de los libros), de Juan Bosco, porque su publicación ha contribuido a recuperar la memoria de los que perdieron la Guerra Civil española en una localidad cerrada y ombliguista, tan idiotizada por un sistema de castas, al que su autor pone nombre: La Orotava. Novela gruesa en páginas y que cae en un inevitable maniqueísmo, La lista cuenta con más virtudes que defectos, así como una atractiva reelectura de la pasión y muerte de Jesucristo que encarna su joven protagonista.

(1)  Tras iniciar la experiencia con fragmentos de las novelas Los puercos de Circe y La ciudad de las miradas, de Luis Alemany y Pablo Martín Carbajal, respectivamente, se prevé que después de los Carnavales continúe el programa obras de Javier Hernández Velázquez y Fernando Delgado.

(*) Sin pinchan los enlaces de los diez títulos seleccionados accederán a los comentarios que, en su momento, escribimos sobre ellos en este su blog El Escobillón.

Saludos, ¡el baile es vida!, desde este lado del ordenador.

Con nombre y apellido: Charles Durning

Miércoles, Diciembre 26th, 2012

Charles Durning fue un actor estadounidense a quien por su talento y también por su físico reconocerán.

Hizo de todo un poco a lo largo de su carrera en el cine. Y eso que la fama le llegó tarde. Medio siglo después de haber nacido, combatir en las playas de Normandía, Francia, donde resultó herido y, más tarde, dando clases de bailes de salón hasta que el canto del teatro le animó a probar suerte primero encima de un escenario y más tarde delante de las cámaras.

Lo recuerdo con cariño por un puñado de títulos.

Yo vigilo el camino, El golpe, Los chicos del coro, Tarde de perros, Primera plana,  Tootsie… Y hay muchos más en los que su trabajo resultó siempre no sé si esencial, pero sí especial.

En mis años de formación como espectador cinematográfico, en aquellos tiempos que ya no volverán en los que veía prácticamente todo lo que me dejaban ver en las salas de cine, reconocía a Charles Durning nada más verlo.

Tanto, que incluso llegué a identificarlo con nombre y apellido.

- Ese que está al lado de Gregory Peck es Charles Durning.- recitaba el enteradillo que siempre fui.

- Ahh, que bien, pero a mí esta película me aburre.- respondía el compañero que tenía al lado y al que de pronto, no sé, me daban ganas de estrangular hasta la muerte y dejarlo con la lengua fuera en la butaca de aquel cine de reestreno.

Debe ser cosa de Yo vigilo el camino.

Charles Durning también aparecía en Los chicos del coro. Una olvidada película de Robert Aldrich que si bien no ha envejecido como los mejores vinos todavía respira una acidez no apta para estómagos débiles.

Está basada, además, en una excelente novela de Joseph Wambaugh, uno de esos escritores que en España no goza de la reivindicación que se merece y que, sin lugar a dudas, es el mejor que supo –con permiso de Ed McBain/Evan Hunter– mostrar cómo respira la policía de ese país cuyo presidente soltó el chiste perfecto: Yes, we can.

Con su físico peculiar, entrado en carnes y rostro aparentemente bonachón, hacía de negociador con los estrafalarios secuestradores del banco en Tarde de perros; y en Primera plana era uno de los periodistas canallas –aquellos curtidos profesionales que apestaban a tabaco y alcohol mientras juegan a las cartas– que cubren la ejecución de un inocente al que el cínico director del Examiner, Walter Matthau, junto a su reportero estrella, Hildy Jhonson (Jack Lemmon), esconde en el escritorio de la sala de prensa de la cárcel para hacerse con la puñetera exclusiva…

Su lado tierno lo explotó en Tootsie, película en la que Durning se sentía atraído por los encantos de un travestido Dustin Hoffman que, a su vez, cae enamorado de quien hacía el papel de su hija en esta ficción: Jessica Lange.

En El golpe, Charles Durning trabajó su irritante personaje de poli corrupto en esa deliciosa comedia en la que una pandilla de golfos simpáticos tima a un ladrón.

¿Quién no recuerda El golpe?

¿Quién no ha tarareado el ragtime de Scott Joplin?

¿Quién no ha querido timar a un ladrón con la forma de Robert Shaw?

¿Quién no ha querido ser Robert Redford o Paul Newman?

Charles Durning también movió el esqueleto en Dick Tracy, una excéntrica súper producción que recrea con vigor y rigor las aventuras del legendario personaje de los comic books de Chester Gould dirigida y protagonizada con mucha, muchísima inspiración por Warren Beatty.

¿Pensaba Chuck el giro que iba a tomar su vida cuando pisó por primera vez las arenas de las playas de Francia mientras las balas alemanas como moscardones intentaban que no llegara más allá del próximo búnker?

Esto me hace pensar que sí, que decididamente y tras ver Yo vigilo el camino tuve que haber estrangulado y dejar sentado en la butaca y con la lengua afuera el cadáver de aquel colega al que la historia de mi vida terminó por digerir.

De hecho, ya no recuerdo su nombre y sí el de Charles Durning.

¿Qué me pasa, doctor?

- Nada malo.–me responde el doctor.

- ¿Está usted seguro, doctor?

Asiente un Charles Durning con bata blanca. Una bata tan blanca que Durning casi parece sacado del personaje que hacía en Furia, aquel delirio telequinético firmado por Brian de Palma tras hacernos dar saltos de miedo con Carrie.

- Se me toma dos Ibuprofeno y mañana como nuevo…

- ¿Puedo cantar Stormy Weather?

- Y I’ll see you again si le da la gana.

Pero no, no terminé cantando I’ll see you again.

Aunque sea consciente que pronto o tarde terminaré tarareándosela a Chuck.

Y es que con Chuck desaparece otro de esos actores que contribuyeron a que el cine norteamericano fuera lo que fue y ya no es.

Que… Que…

Que… ¿qué fue?

Entretenimiento con clase.

 Saludos, yo vigilo el camino, desde este lado del ordenador.

Felices ¿fiestas?

Lunes, Diciembre 24th, 2012

Me siento como Charlton Heston en Cuando el destino nos alcance mientras doy una vuelta por un centro comercial en el que suena de fondo un hilo musical que apenas serena a la marabunta porque, cuando ruge la marabunta, no hay Charlton Heston que valga sin Eleanor Parker a su lado.

Descubro algún rostro conocido entre la masa de rostros anónimo que se cruzan en mi camino pero antes de hacer algún movimiento apuesto por el síndrome Bartebly.

El de preferiría no hacerlo.”

Me confundo entre los miles de rostros anónimos mientras me llegan ramalazos de  conversaciones (¡compra los langostinos!); gritos (¡Yeray, tate quieto!) y sobre todo el asombro en la mirada de niños y niñas.

No ven ven más allá de las piernas de los adultos.

Esos mismos adultos  a los que  invade el espíritu de la Navidad.

Naaavidaaad…

Vivo en una tierraaaa donde suenaaa el támbooor

Durante todo el trasiego, dando codazos para hacerme un hueco, no dejo de pensar en un título del hoy olvidado Bukowski: La senda del perdedor.

Me pregunto mientras hago que veo libros y discos que venden al lado de bolsas gigantes de papas fritas, si encontraré algo que me espabile, que me distraiga de esta envolvente, empalagosa sensación de que pese a todo el chou debe continuar.

Klaatu se me apareció ayer en sueños.

“¿Eres de este mundo”

“¿Cuál es mi mundo?”.- pregunté.

El caso es que al abrir los ojos noto la mala hostia de haber tenido un mal sueño por eso me distraigo ahora en el centro comercial donde un tipo disfrazado de Papa Noel exclama un jo jo jo tan falso que da pena verlo, inclinado y mientras intenta entregarle un puñado de caramelos –¿Tirma?, los ladrillos de azúcar que siempre saben igual y que inevitablemente se quedan pegados en tus muelas– a una niña demasiado inteligente para su edad.

La niña huye aterrorizada.

Pero sus padres insisten con tirones en que coja los caramelos y de paso

- Dale un besito.

Una ñora habla, para hacerse oír, dando chillidos por el móvil mientras observa la escena.

La marabunta se traga a la ñora.

Una marabunta que entra y sale de un centro comercial que ha instalado un portal de Belén en la entrada.

Me detengo, pasa la gente a un lado y al otro, frente al portal de Belén.

Me fascina, pobre de mí, las representaciones de los portales de Belén.

En general todo lo que antaño se llamó maquetas y más tarde diorama.

Es decir. los que promocionaban colonias de adosados en los tiempos de vacas gordas.

Ya saben.

Y si no saben…

Que les den…

El fantasma de Klaatu me pide prudencia.

- Es algo normal.- le digo para quitarle dramatismo al asunto.

- ¿Normal? – responde Klaatu dándome cogotazos.

Permanezco como un náufrago, rodeado de personas a las que no conozco, mirando un portal de Belén en el que artesanos y pastores dan una resignada visión del trabajo en la que no viven los Reyes Magos de Oriente, que se acercan por un extremo de la recreación al establo.

Y mucho menos Herodes.

Un Herodes que debe estar encerrado en ese castillo colocado en una montaña de cartón y cuyas puertas custodian dos figuritas de barro vestidas de romanos.

Entonces siento como la ira sube de las piernas hasta mi garganta.

Y cierro los puños y hundo las uñas en las palmas de las manos mientras el fantasma de Klaatu me dice que me relaje, que “la reacción es lógica.”

Ahora quiero ser Godzilla.

Un chorrito de agua sale de una pequeña fuente instalada en uno de los lados de este gigantesco y apretado portal de Belén.

Pero no escucho el rumor del agua por el vocerío caótico que hay a mi alrededor.

El daño que me estoy haciendo en las manos me devuelve, sin embargo a la cruda realidad.

- ¿Paga en efectivo o con tarjeta? Nos queda poco cambio, mi niño.- me devuelve a la cruda realidad la voz chillona de una señorita que tiene la edad de quien podría ser uno mis hijos no reconocidos…

- En efectivo.- respondo sacando la cartera.

Al rato aparece una jamona que se desliza por el suelo con patines.

- ¿Quiere bolsa?

- Como que sí.- le contesto.

- Gracias por su visita.- recita la niña distribuyendo el efectivo de la jamona en los distintos cajetines de la caja registradora.

Me confundo con la marea humana….

Rostros anónimos a los que me sumo.

Caminando a un lado y al otro del centro comercial.

Por el hilo musical suena un villancico: Peces y peces vuelven a beber

Quiero ser Godzilla.

Klaatu dice que la reacción es “lógica”

- ¿Lógica?

- Feliz Navidad.- grita otro tipo vestido de Papa Noel.

Saludos, ¡¡¡Gort, haz de una vez tu trabajo!!!, desde este lado del ordenador.

Lo que dio de sí el cine en Canarias en 2012

Viernes, Diciembre 21st, 2012

“Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó, y viví el tiempo que me amó”. (En un lugar solitario, Nicholas Ray, 1950)

INTRO

Cosas de la crisis, este 2012 termina culturalmente con rancio olor a podrido.

El anunciado, aunque parece ahora frustrado cierre de la Escuela de Actores de Canarias, la disolución del programa Septenio, los recortes feroces a una Viceconsejería hasta el día de hoy ensimismada en sus regalías, viajes y fiestorros; la amenaza de cierre de los Multicines Monopol y la obligada metamorfosis del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria en algo así como un chiste son circunstancias que si bien han encendido debates polémicos en la red, su eco apenas ha sacudido el alma de una ciudadanía con demasiadas preocupaciones en la cabeza como para prestar atención a la forma de ejercer las políticas culturales que está caracterizando a este Gobierno de Canarias. Cada día más regresivo y salvaje en su toma de decisiones.

Es cierto que los miembros de las distintas empresas y artistas implicados intentaron elevar su voz este año que se acaba, pero sin táctica ni estrategia resultó imposible encontrar algo de coherencia en su discurso salvo el de “se ponen tontas las subvenciones. Salve quien pueda la vida.”

Ante este panorama desolador, El Escobillón tiene la intención de repasar en este post lo que ha supuesto cinematográficamente en Canarias este año que termina con sangre, sudor y lágrimas. Aunque ha sido un año que, pese a los mordiscos de la bestia, no ha resultado malo en cuanto a la cantidad de sus propuestas. Otra historia sería hablar de su calidad.

Lo que sí está tan claro como el agua es que el Gobierno de Canarias vuelve a reducir el presupuesto destinado a Cultura en 2013. Y que el programa Canarias y el Cine dispondrá de 300.000 euros para “seguir manteniendo el trabajo desarrollado en anteriores ejercicios” como el Plan Canario Audiovisual y la labor de conservación y difusión del patrimonio audiovisual que realiza la Filmoteca Canaria.

Sin embargo y a punto de tomar las uvas que supondrán la sentencia de muerte de 2012, Canarias Cultura en Red no ha publicado aún convocatoria alguna para proyectos de coproducción para el próximo año…

… Lo que nos hace pensar si realmente habrá proyectos de coproducción para el próximo año…

En cuanto a los trabajos que hemos podido ver a lo largo de estos doce meses, se aprecia un aumento notable en la producción de documentales y una avalancha de estrenos de obras de los cineastas levelistas, bendita sea su santa obstinación.

En el terreno de las publicaciones, la Filmoteca Canaria presentó el catálogo Rodajes en Canarias, 1951-1970 y el especialista tinerfeño Jorge Fonte los libros Robert Zemeckis (Cátedra), Russ Meyer, el indiscutible rey del cine erótico (Ediciones JC) y Woody Allen. Escritor y cineasta (colección Escrituras La Página).

Los paisajes de la isla sirvieron también de exteriores para, entre otras, El dictador y Fast on Furious 6. Y nos dijo adiós la actriz Patricia Medina y el coleccionista Antonio Pérez Arnay, el hombre que supo más de Maria Montez, la reina del technicolor.

Resistieron la tormenta de la bestia festivales como Fimucité, MiradasDoc, CineEsCena y Animayo, entre otros… Y sin ser cinematográfico, Mueca, el festival de teatro en la calle volvió a tomar las arterias del Puerto de la Cruz tras varios años en coma.

En 2012 algunos pocos celebramos el 80 aniversario de la película Tenerife (Yves Allegret y Eli Lotar, 1932), escrita por Jacques Prévert… Y se habló y se discutió sobre cine canario, cine rodado en Canarias y cine la madre que los parió sin el mismo entusiasmo que en 2011.

No ha sido, pese a todo, un mal año ya que entiendo que pudo haber sido peor.

Así que si se atreven a leer este post observarán que tuvo su no sé qué en un archipiélago en el que, aparentemente, nunca pasa nada porque parece que han lobotomizado su memoria.

DOCUMENTALES

El 2012 pasará a la historia del cine canario como el año del puñetero documental. Escribo puñetero porque salvo Stipo Pranyko con cuadros blancos, el resto de los trabajos se han limitado a poner imágenes a rutinarios reportajes. Olvidando que el documental es un género cinematográfico.

Me han contado a través de esta mecánica la historia de muchos personajes canarios, aunque ninguno logró que formara parte de las alforjas de mi memoria salvo Cubillo, historia de un crimen de Estado (Eduardo Cubillo), un trabajo que todavía no es consciente de lo que ha significado para tonificar la historia reciente de este archipiélago.

Mientras tanto, Víctor Moreno presentó Edificio España en el Festival de San Sebastián pero no en la isla en la que habito; Miguel G. Morales, Los mares petrificados, una fallida aproximación a la vida y obra del poeta Domingo Pérez Torres; Las alas verdes del dragón. Drake en el mar de Canarias y Taro. El eco de Manrique.

Alejandro Togores hizo lo mismo con Evolución de la comunicación visual y Martín Chirino, el escultor del hierro. Por otro lado, Ana Pérez Pinto, Dailo Barco Machado y Estrella Monterrey ofrecieron Viudas blancas, un trabajo sobre mujeres y emigración

El veterano David Baute, sin mucha inspiración la verdad, ofreció Con permiso del olvido un recorrido por la vida y obra del poeta Luis Feria y Manuel Mora Morales su Historia de la emigración canaria a Puerto Rico.

No podría olvidar a Belén Santos y David Alfaro, quienes en la tercera edición del Salón Internacional del Libro Africano el año pasado, antes de que el SILA se trasladara a las Palmas de Gran Canaria, estrenaron Los dioses de verdad tienen huesos.

Con guión de Chema Menéndez y Josep Vilageliú, se pudo ver también Otros tiempos, otras vidas, dirigida por Vilageliú, una producción de PROIM Canarias y AMTT (Asociación Mayores Telefónica Tenerife) y, cómo no, el único trabajo que propuso otra mirada, otra manera de entender el documental como género cinematográfico: Stipo Pranyko con cuadros blancos, de David Delgado San Ginés.

FICCIÓN

Por mediación de una mano generosa pude ver la cansina La luz de Mafasca, de Zacarías de la Rosa/José Víctor Fuentes. Y escribí en este mismo blog sobre El clan, de Jaime Falero, una cinta en inquietante estado de hibernación; La senda, de Miguel Ángel Toledo que se abre camino en el mercado mejicano sin que aún se haya podido ver en Canarias y sobre el estreno de La última isla, de Dácil Pérez de Guzmán, así como el catálogo Canarias en corto 2011-2012, que recogió los trabajos Cosas que olvidamos, de Iván López; La caja de Medea, de Samuel Alarcón y José Cabrera; Una historia de amor, de Chedey Reyes; En un momento, de Vasni Ramos; El círculo, de Eugenia Arteaga; La vida en las manos, de Mercedes Afonso y Velando a los muertos, de Sebastián Álvarez.

Otros cortometrajes que se estrenaron en 2012 fueron los presentados por los levelistas, los mohicanos de eso que podríamos conocer como cine independiente canario.

Bendita sea su santa obstinación.

Y bendito sean todos ellos porque, desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo, prácticamente han sido los únicos –salvo alguna que otra excepción– en estrenar y estrenar sus piezas.

Así, hemos podido ver a lo largo de 2012 El hijo de Pasolini y La voz del padre, de Pedro García; Naturaleza viva y Nube9, de Josep Vilageliú; El último plano, Ángeles y Madrid sin ti, de Daniel León Lacave; El duelo y Basado en alguna historia real, de Borja Texeira y Filmología Imaginaria, de David Delgado; así como los reestrenos de Naturaleza muerta y Entre los arrozales, de Vilageliú y una retrospectiva sobre el cine de Lacave que incluyó Autorretrato (2002); Hanna después del tiempo (2004); Los pechos de Paula (2009) y las recientes El último plano, la ya citada Una puta crítica y Las ovejas nunca vienen solas.

Larga vida pues a los levelistas.

Luis Sánchez-Gijón volvió al ruedo con El eterno retorno, hombre con quien me encuentro casualmente esta mañana por las calles de Santa Cruz de Tenerife donde además de recordar a ese gigante que fue Enrique Cichosz, quien hace ahora exactamente un año nos dejó un poco más huérfanos con su temprana desaparición, me comenta que ha terminado un documental sobre la vida y obra de Max Linder que dirige el grancanario Elio Quiroga.

Disfruté y bastante con la extravagante Antilia. Navigatio Sancti Brandani, del cineasta palmero Jorge Lozano y ví Veneno, el último cortometraje de Digital 104 que dirigió Jonay García.

TEA Tenerife Espacio de las Artes acogió también los cortometrajes Los últimos días de Berto Plof y En mi casa todos los días son lunes, de Domingo Damián Ojeda y El descanso, de Cándido Pérez de Armas. Pérez de Armas mostró también junto a Vasni Ramos y Juan José Ramallo los trabajos finalistas que realizaron con motivo de la convocatoria internacional de la banda musical islandesa Sigur Rós para escoger un videoclip para su último trabajo discográfico.

Veo Solos, de Paco M G, una producción de Zoo punto cero, y Tocando fondo, de Jonathan Guttman.

Seis puntos sobre Emma, de Roberto Pérez Toledo obtiene, por otro lado, el premio de mejor Ópera prima en Madrid Imagen 2012. Y el cineasta Iván López recurre al crowdfunding para poner en marcha su primer largometraje, Hazme lo que quieras.

Se genera además una polvareda que desaparece entre los dedos invisibles del viento en torno a la presunta censura que la Televisión Canaria aplicó sobre un programa que protagonizaba el grupo cómico Abubukaka.

Voice Over, de Martín Rosete, producida por Volcano Films, acapara premios y muchos disgustos allá donde se estrena y Antonia San Juan repite tras las cámaras con Del verano y Maite Rivera, Las carpetas

Soy consciente mientras elaboro este repaso que me dejo otros tantos títulos y otros tantos aconteceres relacionados con el pequeño pero agitadillo universo audiovisual en Canarias, así que me perdonen los ausentes. Su omisión ha sido involuntaria.

Ahora, queridos amigos y amigas, queridos enemigos y enemigas, solo sé que no sé nada.

Y solo sé que no sé que nos deparará este 2013.

“La cosa irá a peor”, vaticina la gente.

“El año cae en 13″, me cuenta otra gente.

Saludos, la esperanza me mantiene, desde este lado del ordenador.