Una aventura: “búscate la vida”
De pequeño se empeñaron en que me hiciera funcionario pero a mi me gustaban demasiado las historietas de Tintín, Superman y Spiderman para que, ya que no podía ser como ellos, al menos aspirara a trabajar en los empleos que sus álteres egos desarrollaban como gente corriente.
Clark Kent y Tintin eran periodistas. Peter Parker un fotógrafo free lance al que explotaba como un nazi el director de Daily Bugle, J. J. Jamenson…
A mi todo aquello me fascinaba.
Los gritos de Jamenson, la redacción del Daily Planet donde Kent suspiraba por Lois Lane pero sobre todas las cosas Tintín, ya que viajaba por el mundo acompañado de un perrito, Milú, que hacía de voz de su conciencia y un borracho mal hablado llamado Haddock, sin que tuviera que perder el tiempo escribiendo ni enviando –que yo recuerde– una crónica a quien tenía que pagarle sus servicios como informador.
Cuando estudié la carrera y me puse a trabajar en un periódico me di cuenta que lo que hacía Tintín, Parker y Kent era mentira.
Pero esa mentira, por dulce y adolescente, aún me la creo.
Y la creo porque la primera y única regla que me enseñaron en este negocio cuando entré a trabajar de verdad en una redacción fue la de búscate la vida.
Una aventura.
Nadie me indicó entonces cómo había que enfocar una noticia. Cómo titular, cómo comprimir lo más atractivo de una información en una entradilla.
Tampoco cómo ganarte a una fuente…
El búscate la vida se convirtió así en una especie de mantra.
En el camino, afortunadamente, me encontré con compañeros que hoy más que amigos son hermanos de sangre.
Gente que contribuyó a que efectivamente me buscase la vida.
Otros, por el contrario –pero eso pasa en las mejores familias y también en el mejor oficio del mundo– a que aprendiese a esquivar a quien se dedica a poner zancadillas sin darse cuenta que ellos mismos caen en la trampa de lo que no es sino una pista de carreras.
Un excelente redactor jefe para quien no trabajé y que ya no está entre nosotros me dijo en una ocasión que el periodismo era como una carrera de galgos.
- ¿Cómo que una carrera de galgos? – le pregunté impertinente.
- Sí, una carrera de galgos… Todos vamos detrás de la misma liebre solo que nunca llegamos a verla. El periódico salió ayer, también hoy, pero nos espera la edición de mañana y de pasado…
Nunca hay fin.
Bueno, sí que hay fin.
Hay fin cuando el periodista se muere o se retira.
Cuando abruptamente decide apagar el interruptor y desaparece…
Claro que el periódico, o lo que aún entendemos como periódico, saldrá al día siguiente.
Yo me hice periodista porque creí en John Reed.
John Reed es un clásico del oficio.
Una especie de Tintín pero de verdad.
Tiene libros magníficos sobre la revolución mexicana y rusa. También un excelente reportaje sobre la I Guerra Mundial en el frente oriental…
Reed mostró además que un periodista puede escribir y firmar con nombres y apellidos por mucho que el oficio marque unas reglas para uniformizar estilo y hacer desaparecer firmas…
Ya casi nadie se acuerda de ese estadounidense comunista.
Yo casi todos los días me acuerdo de él.
Los que se sacaron de la manga el nuevo periodismo creo que también. Aunque muchos no sepan quien fue John Reed.
Para evitarme problemas, siempre respondo que Warren Beatty lo interpretó en Rojos.
La mayoría reconoce a Beatty pero continúa sin saber quién fue John Reed.
¿Por qué cuento todo esto?
Digamos que tengo mis razones, ahora que me rasco la cabeza.
La misma cabeza que desarmó una señora, viuda de un periodista de la provincia en la que vivo, cuando me soltó nada más enterarse que me dedicaba al mismo oficio que su marido fallecido: “¡pobrecito!”
¿Pobrecito?
Gracias a este oficio vivo en una mansión con dos piscinas. Tengo un Rolls Royce con chófer y entro gratis en cualquier sitio…
Eso cuando sueño.
Cuando despierto me doy cuenta de la pesadilla.
Y de mi empeño en guarecerme en una trinchera donde soy feliz con cosas tan absurdas como ver películas, escuchar música, leer libros, visitar exposiciones, asistir a conciertos y perder el tiempo hablando de películas, cineastas y escritores…
Así que maldita la hora en la que no oposité para ser funcionario…
¿Lo piensas de verdad?
No.
Afortunadamente.
Saludos, hermano Sol y hermano Luna, desde este lado del ordenador.
Junio 11th, 2012 at 21:48
Diez días que conmovieron al mundo…
Junio 12th, 2012 at 7:08
Qué bueno hubiera sido ser funcionario del Imperio británico en la India y haber inventado el gin and tonic.
Junio 12th, 2012 at 11:39
Estimado Paco, eso explica, pese a que ya no exista, que todavía nos sepa (a gin tonic) el Imperio británico…
Junio 12th, 2012 at 11:40
Estimado Daniel, no olvides su fabulosa Méjico insurgente…