La estrategia del pequinés, de Alexis Ravelo
“En este mundo solo hay dos tipos de personas: los ganadores y los perdedores. Y tú y yo no somos ganadores. La gente como tú y como yo pierde siempre.”
(La estrategia del pequinés, Alexis Ravelo, Alrevés)
Alexis Ravelo ha escrito la novela que esperaba de Alexis Ravelo.
La estrategia del pekinés lo consagra así, y a mi juicio, como uno de los grandes narradores del género negrocriminal no solo en Canarias sino de la geografía nacional.
En este libro, trufado de perdedores y violencia feroz, el creador de Eladio Monroy da un paso más allá y sin la sombra de Monroy, cuenta una historia protagonizada por personajes que proceden del arrollo, buscavidas a los que casi todo les ha ido mal. Hombres y mujeres que forman parte del otro lado de la delgada línea roja.
El escritor grancanario nos pone sobre aviso nada más abrir el libro al reproducir una cita de esa obra hoy ya canónica del género como es El asesino dentro de mi, de Jim Thompson: “Una mala hierba es una planta que no está en su lugar. Si encuentro una amapola en un campo de trigo, es una mala hierba. Si la encuentro en mi jardín, es una flor… Está usted en mi jardín.”
Descubro leyendo La estrategia del pequinés a un escritor con una asombrosa capacidad para el desdoblamiento y un sentido del tempo narrativo que hace prácticamente imposible que el lector –ese ha sido mi caso– pueda dejar la novela a un lado y descansar de su nerviosa pero sobre todas las cosas creíble lectura.
La historia, como todas las grandes historias, crece con sus personajes hasta llegar a un final que no sé sí por dramático pero sí teñido de amarga redención me hace pensar que Ravelo además de escritor es un tipo con un curioso sentido lírico de la vida. Y de la justicia.
La primera parte es el relato de un atraco. Y mientras conozco el cómo se prepara la operación y el cómo se presentan a los protagonistas de lo que tiene que resultar un golpe perfecto porque va a ser ejecutado por profesionales, esas páginas saben a La jungla de asfalto, el clásico de W.R. Burnett llevado al cine por John Huston solo que en La estrategia del pequinés el objetivo es el dinero que guarda en su casa un testaferro de la droga que trabaja en la capital Gran Canaria.
Es inevitable que piense en Burnett porque Las estrategia del pequinés contiene en sus capítulos finales algo de El último refugio, esa poética de la desesperación, de arañar lo inalcanzable que desconcierta y me hace ver otro ángulo de la producción narrativa de Alexis Ravelo.
Un escritor con aliento a clásico del género con todas sus putas letras.
Escrita con rabiosa precisión, precisión que se permite un lenguaje salpimentado de localismos canarios que dan mayor autenticidad a lo escrito porque esas palabras y expresiones no están forzadas sino que le salen de dentro, La estrategia del pequinés da un giro de noventa grados en lo que podríamos denominar como su segundo segmento en el que quizá intuyo al Jim Thompson de La Huida, solo que sus perdedores se encuentran en un territorio –la isla– rodeado de agua. Cárcel de la que parece imposible que puedan escapar pese a llevar encima el suficiente dinero para garantizar su retiro al paraíso.
En contra de las novelas de Monroy, la capital grancanaria ya no es un protagonista más del relato sino un paisaje que marca a sus protagonistas. La estrategia del pequinés podría desarrollarse así en otra ciudad porque en este título lo que importa son los personajes. Hombres y mujeres a los que dota de consistencia Alexis Ravelo.
“Una curva les descubrió el perfil de la ciudad, que ya había comenzado a iluminarse, los barcos mercantes como ogros de metal oxidado dormitando frente a la bahía, el mar grisáceo que se encrespaba levemente aquí y allá. La luna, enorme y amarilla, se dejó acuchillar por una nube y volvió a aparecer.”
Resulta difícil escribir las sensaciones que me ha provocado este libro sin revelar algún detalle que pudiera traicionar el rumbo a través del cual se dirige una novela plagada de giros repentinos. Giros que son otras de las claves que hace tan atractivo este título en el que se revela además un escritor bronco y encanallado. Al que no le tiembla el pulso cuando describe momentos de extremada violencia así como no se pone cursi cuando narra la crepuscular historia de amor y redención que palpita dentro de ella.
Solo puedo asegurarles, como lector leído del género, que La estrategia del pequinés no frustrará a nadie. Ni a los iniciados en la literatura negrocriminal ni a los que lleguen a ella a través de una novela que –apenas recorrido este 2013 que tanto promete en lecturas– a mi ha robado horas de sueño.
Tanto, que aún estoy noqueado porque aquí hay literatura de la buena además de buena literatura negrocriminal.
Se aprecia que La estrategia del pequinés es un vehículo perfectamente armado con ritmo deliciosamente cinematográfico.
Sus protagonistas se caracterizan por sus dobleces. Los villanos, que los hay y dan mucho miedo, resultan creíbles. Y los buenos, náufragos que descubren demasiado tarde que se han metido en una aventura que los supera.
Serán estos, sin embargo, los que se crezcan ante la adversidad, los que recurran a esa estrategia del pequinés que da título, nombre a esta historia.
“Le vio el rostro, lleno de ese tipo de maldad que solo un par de décadas de ignorancia pueden llegar a producir. También le vio el tatuaje recorriéndole el cuello, la camisa embarrada de tierra y sangre, el chándal hecho jirones entre los cuales atisbó la fractura abierta en la tibia. Con mezquindad, le escupió mentalmente: “Menos mal que estás muerto, porque esto te hubiera dolido de cojones.”
Una historia sólida y convincente por sus retratos humanos en las que hombres que dejaron de delinquir hace años vuelven a lo que supuestamente saben hacer mejor por necesidad no necedad.
Ahí está El Rubio, un tipo grandote que necesita dinero para pagar la operación de su mujer; o Tito El Palmera, que hizo la mili en Regulares y hoy además de parado está separado de su mujer, y Cora, sobre todo Cora. Una prostituta con el corazón roto que ha adoptado ese nombre de guerra, Cora, por el personaje femenino de El cartero siempre llama dos veces.
Tras ellos se mueve una galería de excelentes secundarios como Junior, distribuidor local de cocaína; Larry, un abogado pijo que se encarga de recolocar el dinero negro que pertenece a una organización peninsular que lleva con mano de hierro el Turco junto a su segundo, apodado El Gordo y que quizá sea uno de los personajes más sobresalientes de esta, reitero, excelente novela que va más allá de un robo que no tuvo que haber salido así.
Detrás de este microcosmos se encuentra Alexis Ravelo, quien como un titiritero juega con ellos mientras el lector avisado, el que está quemado de haber leído tantas historias negrocriminales que no terminan de cuajar, se pregunta qué próximo golpe de efecto dará el escritor para continuar sorprendiéndolo tan gratamente con su La estrategia del pequinés.
Concluye así la novela con uno de esos finales que se te clavan.
La historia, como todas las buenas historias, se cierra con sabor agridulce.
Saludos, aún noqueado, desde este lado del ordenador.
Febrero 27th, 2013 at 13:31
Excelente descripción del libro, apetece hacerse con un ejemplar. Saludos y gracias por dejarnos esta crítica tan buena.
Febrero 27th, 2013 at 14:04
Gracias por sus generosas palabras. Un abrazo.
Marzo 10th, 2013 at 20:33
[...] noticias y comentarios sobre el libro en algunos blogs (los primeros han sido los de Ricardo Bosque, El Escobillón, Calibre .38, Nadie es inocente y Universo La [...]
Julio 20th, 2013 at 23:58
Novela verosímil y dura en su belleza, como no podía ser menos tratándose de un escritor de la talla de Ravelo. Enhorabuena por el texto, magnífico y justo, sobre el libro.