Otros Holmes y otros Watson

INTRO

Sir Arthur Conan Doyle no es Sherlock Holmes pero sí que el mejor Sherlock Holmes es el que escribió Arthur Conan Doyle.

Dicho esto, estas líneas pretenden reseñar solo algunas de las películas que se han rodado sobre el que probablemente sea el más famoso detective privado de todos los tiempos. Ninguna de las que citamos están basadas, sin embargo, en las historias oficiales que Doyle dedicó a su personaje. Una mente privilegiada, violinista en sus ratos libres y consumidor de drogas duras que continúa incluso hoy enfrentándose contra toda clase de rivales y resolviendo misterios.

Faltan muchos títulos en esta lista, entre otros obviamos los filmes que protagonizó Basil Rathbone como Holmes así como el frustrado largometraje Madrid Days, de José Luis Garci, pero sí comentamos aquellos películas que sin estar inspiradas en los relatos de Conan Doyle ofrecieron, a nuestro juicio, una curiosa reinterpretación del detective y explotaron las posibilidades de un personaje que, como bien entendió su resignado creador, nunca muere.

La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970).- Solo el prodigioso talento de Wilder unido al de su guionista de referencia I. A. L. Diamond era capaz de preguntarse qué pudo haber detrás de la estrecha relación que une a Holmes (Robert Stephens) con el doctor Watson (Colin Blakely). El filme propone así un matrimonio bien avenido entre la comedia wilderiana, diálogos ágiles y con doble sentido, festiva ambigüedad y tierno romanticismo, con el misterio holmesiano en una película que estoy seguro que hubiera convencido al mismísimo Conan Doyle. Todos los elementos que han dado vida a este personajes se concentran en este título al que apenas araña el paso de los años. Se trata, en definitiva, de un filme atrevido y sí, muy adelantado a su tiempo.

El hermano más listo de Sherlock Holmes (Gene Wilder, 1975).- El éxito de El jovencinto Frakenstein (Mel Brooks, 1974) generó en los setenta una serie de películas paródicas de grandes títulos del cine y de la literatura que no solo firmó Brooks, sino algunos de los actores de la que es su película fundacional como fue el caso de Gene Wilder, entre otros. Wilder dirige e interpreta al hermano de Holmes en esta comedia desenfadada y poco respetuosa con el personaje, aunque si destaca por algo es por Marty Feldman, un actor de ojos saltones y uno de los grandes secundarios habituales de estas películas.

Elemental, doctor Freud (Herbert Ross, 1976).- Basada en la novela del mismo título de Nicholas Meyer, Elemental, doctor Freud enfrenta a Holmes (Nicol Williamson) con el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (Alan Arkin). Robert Duvall interpreta a un robusto y algo marcial doctor Watson en esta película que intenta explicar de donde le viene la afición por la cocaína al detective privado. La dirige un casi siempre sólido Herbert Ross, un cineasta que cuenta con un puñado de películas nada desdeñables en su filmografía. El autor de la novela, Nicholas Meyer, escribió otras dos con Holmes y Watson como protagonista, y también dirigió películas como la excelente Los pasajeros del tiempo, en la que H. G. Wells y Jack el destripador viajan a finales de los años setenta para darse cuenta el primero del fracaso de su utopía y el segundo de que llegado a un lugar en el que no desentona.

Asesinato por decreto (Bob Clark, 1978).- La idea era buena, cruzar en una misma película a Holmes y a su inseparable doctor Watson –interpretados por Christopher Plummer y un siempre gigantesco James Mason, respectivamente– con Jack el destripador. El filme aún resiste el paso del tiempo, y convence tanto a los seguidores del legendario detective como a quienes aún se rompen la cabeza intentando averiguar quién demonios fue Jack, oficialmente el primer asesino en serie de la historia. En la película se dan cita algunas de las teorías que pretenden dar luz a tan oscura cuestión, así que por ahí se cuelan masones y aristócratas, algunos de ellos muy cercanos a la reina Victoria.

El secreto de la pirámide (Barry Levinson, 1985).- Unos la detestan y otros la ven como un título con el que solo pasar un buen rato. Me encuentro entre los segundos. La película, producida por Steven Spielberg, narra la juventud de Holmes (Nichola Rowe) y Watson (Alan Cox) y es de las primeras que ofrecía algo más tras sus títulos de crédito finales. Me entero, por otra parte, que el efecto de animación de la vidriera fue realizado por un tal John Lasseter.

Sin pistas (Thom E. Eberhardt, 1988).- La película parte de un atrevido suspuesto: ¿Y si Holmes no existe? ¿Y si solo es resultado de la imaginación del doctor Watson). Las circunstancias obligan al buen doctor (Ben Kingsley) a contratar los servicios de un actor borrachín y mujeriego (Michael Caine) para que se haga pasar por su creación literaria en una deliciosa comedia de engaños y situaciones que todavía convence. Que da el pego. Caine está maravilloso en su papel de incorregible calavera y Kingsley perfecto como un estirado doctor Watson.

Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009).- El director de Snatch: cerdos y diamantes, reactualiza al personaje de Conan Doyle en dos películas que todavía hacen poner el grito en el cielo a los seguidores de Holmes y sorprender a los que solo querían ver qué demonios había hecho el cineasta con el detective. Sherlock Holmes y su continuación nos presenta así a un héroe que no tiene nada que ver con el que salió de la pluma de Doyle. Personaje al que va desmontando nada más iniciarse la cinta. No traiciona, en este sentido, las expectativas de su público objetivo, quien aplaude (y me sumo a estos aplausos) que el hoy felizmente recuperado Robert Downey Junior interprete a Holmes, y Jude Law aporte su toque británico a un doctor Watson que también se encuentra en las antípodas de su original literario. Director y actores repitieron con los mismos personajes en Sherlock Holmes: Juego de sombras, 2011.

Saludos, elemental, doctor Watson, desde este lado del ordenador.

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