Patologías, una novela de Zajar Prilepin
“He pensando que iba a morir y no he tenido miedo.
‘La fatiga es más fuerte que la muerte’, me digo, y este pensamiento me parece infinitamente profundo.
El tiempo giraba sobre mí sin cesar, me pasaba por encima, me sentía unas veces en el pasado y otras en el futuro. Y luego me veía como una mariposa crucificada o un insecto molesto y reseco, y entiendo que me están observando.”
(Patologías, Zajar Prilepin. Colección: Al margen, Sajalín Editores, 2012. Traducción: Marta Rebón)
Novela desconcertante Patologías, de Zajar Prilepin, un escritor ruso del que tuve noticia tras leer el absorbente retrato biográfico que Emmanuel Carrère traza de Limónov… ¿Quién es Zajar Prilepin? ¿y que propone con Patologías?
Zajar Prilepin trabajó en diversos oficios antes de enrolarse en las Fuerzas Especiales del ejército ruso, donde fue capitán, interviniendo en distintas acciones armadas en Chechenia… Pobre Chechenia, pedazo de Rusia que lucha por su independencia y que dio origen, entre otros libros, a un excelente –y antibélico retrato—del conflicto: La guerra más cruel (Galaxia Guttemberg, 2008) de Arkadi Bábchenko, y a los incendiarios artículos de la periodista Anna Stepánovna Politkóvskaya, asesinada en Moscú en circunstancias que aún continúan siendo poco claras.
Las Patologías de Zajar Prilepin se apartan, sin embargo, de la denuncia. Ya lo advierte el autor en la dedicatoria: “A mi abuelo, Nikolái Yegórovich Nisiforov, que combatió con honradez en la Segunda Guerra Mundial”.
Combatir y asesinar con honradez… La ironía de Patologías es que combatir con honradez es casi imposible en estado de guerra. La guerra, viene a decir Prilepin, es un estado alterado de la conciencia. El problema es cuando uno se acostumbra a esa enfermedad y termina haciéndola suya.
El protagonista de la historia es Yegor Tashevski, un militar profesional en una guerra que podría ser cualquiera. En este caso, el escenario es Chechenia aunque podría ser otro lugar, otras ciudades castigadas por el combate.
Lo que desarma de Patologías es pues la falta de discurso moral sobre lo bélico. La historia muestra a un grupo de hombres de las Fuerzas Especiales del ejército ruso hacer su trabajo sin plantearse en ningún momento el porqué están arriesgando la vida.
Hay mucho combate pero apenas crueldad en esta novela. Son profesionales de la muerte que tienen muy claro que los amigos están a un lado y los enemigos al otro.
Prilepin no cuestiona nada. Es un relato –frío– de un joven de la calle que se aferra a un pasado en el que brilla algo de amor, llama suficiente que le recuerda que alguna vez tuvo una vida que fue civil aunque el protagonista sea consciente que incluso siendo un ciudadano no se evitan los riesgos.
La novela se inicia así, de hecho, con un pavoroso accidente de tráfico cuya descripción resulta incluso más brutal que la que, más tarde, ofrecerá la voz narradora sobre el frente.
Planea en este aspecto en Patologías una sensación de resignación ante lo inevitable: la muerte. Esa muerte caprichosa que asalta a unos y ensombrece lo que les queda de vida a los otros. Un relato que mantiene distancias con el lector, lo que le otorga cierta, reiteramos, frialdad.
No hay denuncia de la guerra en el libro. Ni sobre la corrupción de los altos mandos del ejército ruso en este conflicto aunque sí que se menciona pero sin la contundencia de La guerra más cruel. Prilepin despacha este asunto en apenas unas líneas, como despacha en pocas líneas otros momentos de un conflicto que no ha cubierto de gloria, precisamente, al ejército ruso.
Pero son circunstancias que al escritor le resbalan. Patologías es, en este sentido, la novela de un soldado profesional. La de un hombre que recibe órdenes y que las obedece por extrañas que resulten.
El estilo es seco, duro y conciso. Directo al grano. Olvídense de lirismos y de épicas. Es como leer una novela escrita por un cirujano preocupado solo por contar en qué consiste una operación. También el lastre que esa operación forma o deforma a su carácter.
La humanidad que respira Patologías es la que se da en el grupo de soldados que integra la unidad en la que sirve Yegor, todos jóvenes como él, y todos identificados por sonoros apodos: Estornino, Bellaco, Monje, Caballo… Al fondo una guerra en la que los guerrilleros chechenos son el enemigo. Sombras que se mueven entre las ruinas de una ciudad, Grozni, que con todo intenta vivir la fantasía de la paz. La de un día a día en el que ya no cantan los pájaros.
¿Dejan huellas estas Patologías?
No ha sido mi caso.
Si deja algo es una amarga sensación de lo absurda que es la condición humana.
Saludos, solo sé que no sé nada, desde este lado del ordenador.