Morir bajo tu cielo, una novela de Juan Manuel de Prada
“- Yo creo, mi capitán –intervino con mucha prosopopeya–, que hablo en nombre de la guarnición si le digo que debemos resistir mientras nos quede un cargador en las cartucheras y un grano de arroz que llevar a la boca. Más aún, el día en que ya las municiones se hayan agotado, deberíamos morir defendiéndonos a la bayoneta.
A Las Morenas se le antojó una fanfarronada aquella apelación a un heroísmo desesperado; y se prometió vigilar las proclividades un tanto suicidas y bravuconas del teniente. Pero, misteriosamente, cuando Martín Cerezo repitió casi al dedillo aquellas mismas palabras a la tropa, después de que en la sacristía se decidiera aguantar el cerco, la mayoría de los soldados prorrumpieron en vítores y aplausos. Las Morenas se acercó, entre perplejo y admirado de la bizarría de sus hombres, a una de las troneras del baptisterio y desde allí habló a Novicio:
- Nos damos por enterados de su propuesta, pero no nos rendimos. Puede usted retirarse.
Novicio se quedó paralizado por el estupor, incapaz de asimilar tanto cerrilismo.
Escupió en el suelo y dijo con despecho antes de darse la vuelta:
- Y ustedes pueden irse al infierno, jodidos castilas.”
(Morir bajo tu cielo, Juan Manuel de Prada, Espasa, 2014)
Tras la irrupción de las aventuras del capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte la novela que reinterpreta y reivindica la Historia de España está viviendo un momento muy dulce en una geografía que no gana para sustos.
No termina, sin embargo, por instalarse con solidez el género aunque llama la atención que su discurso para revisar los hechos que han forjado su pasado como nación sean tan proclives a exaltarlo, moldeando la Historia –así, con mayúsculas– de un país tan poco acostumbrado a contemplar sus edades y que cuando lo hace, se atreva a expresarlo con el mismo entusiasmo con el que lo manipulan los grandes maestros del relato histórico: los británicos.
¿Ya era hora?
¿Hemos perdido el miedo a narrar en clave de ficción nuestra Historia?
España es uno de los proyectos nacionales más viejos de la vieja Europa e historias e Historia tiene para dar origen a novelas que cuenten sus hechos para dar consistencia, precisamente, a su complejo y plural carácter. Que esa misma Historia se manipule en muchas ocasiones es una de las apuestas a través de la cual se sustenta este tipo de literatura, que cuenta como precedente con ilustres autores como Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales y Ramón María del Valle Inclán y Pío Baroja con sus novelas en torno a las guerras carlistas, entre otros.
En los últimos años la novela histórica con acento español está ocupando el espacio que se merece ejerciendo una labor aún silenciosa frente a otros géneros actualmente más populares como la novela policiaca. En este sentido, los intentos que están realizando algunos escritores es más que notable, en especial si entendemos que a través de sus libros se puede leer un agradecido pero también enojoso intento por reescribirla, sobre todo cuando lo que se pretende es asegurar que lo que allí se relata está basado en sucesos reales y que se trata, por lo tanto, de un escenario histórico recreado por un novelista que no fue contemporáneo de aquellos acontecimientos que conmovieron país tan caprichoso y dado al garrotazo entre unos y otros.
Hace unas semanas nos hacíamos eco de la aparición de la primera entrega que el escritor Pedro Herrasti dedica al militar español Jorge Blanco en Capitán Franco, elogiable intento por, más que desmitificar, observar con distanciada y polémica ironía la convulsa historia española de la primera mitad del siglo XX; en Televisión Española se emite, mientras tanto, la divertida y atractiva El ministerio del tiempo sin olvidar, claro está, Isabel, pero ante esta avalancha de títulos y series, tenemos la sensación de que el género todavía está dando sus primeros pasos para atreverse a reinterpretar su pasado con el desparpajo y el entusiasmo con que lo hacen, ya se ha dicho, los británicos, auténticos especialistas en bucear en su Historia para elevarla en ocasiones a cotas de un heroísmo que sonroja y en otras a dibujarlo con una crítica feroz y tremendamente ácida.
La obstinada resistencia que un grupo de soldados españoles realizaron a finales del siglo XIX en Baler (Filipinas) es la columna a través de la cual el escritor Juan Manuel de Prada construye Morir bajo tu cielo, novela en la que mezcla personajes reales con ficticios en un ambicioso fresco que supera las setecientas páginas y en el que el lector iniciado puede encontrar un notable retrato de cómo tuvo que ser aquella Filipinas bajo soberanía española antes de que fuera ocupada por los Estados Unidos de Norteamérica.
También el infierno que padeció aquel grupo de militares empeñados en resistir hasta la última bala contra las guerrillas cuando desconfiaron de las noticias que desde el exterior se les transmitían para que pusieran fin a la resistencia: que el archipiélago llevaba más de un año en otras manos que no eran, precisamente, españolas.
Juan Manuel de Prada asume esta tarea, este titánico esfuerzo del que ya en su día escribieron Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March en sus Episodios nacionales contemporáneos, prestando más atención a sus protagonistas que al escenario histórico en el que se desarrollaron los hechos, aunque el exótico paisaje filipino se funde muy bien con unos personajes que, al margen de su episódico discurso patriota y romances folletinescos, sabe más a novela de aventura que a novela histórica.
Se agradece, en este sentido, la intención del escritor por desmitificar el heroísmo de algunos de sus héroes, como Saturnino Martín Cerezo, que asocia más a un rapto de locura, y la humanización del enemigo a través del líder revolucionario filipino Teodorico Luna y Novicio, lo que reduce la grandeza de otros de los protagonistas de ese intenso drama humano y bélico como fue el capitán Enrique de las Morenas y Fossi, entre otros personajes ficticios y reales.
Curiosamente, son precisamente los personajes ficticios los que menos sustancia tienen en esta novela. Algunos son, de hecho, bastante maniqueos como el traficante de armas de origen holandés Rutger Van Houten a quien de Prada describe como al actor Rutger Hahuer. Un hombre, este holandés errante, que detesta España y a los españoles por una serie de razones peregrinas que el escritor disfraza por su origen calvinista.
“Allá en la niñez remota, su madre lo asustaba antes de acostarse, diciéndole que si no se dormía pronto vendría el duque de Alba a sacarle las mantecas, como tantas madres holandesas hacían con sus hijos; pero esta fruslería no bastaba para explicar el odio minucioso, bituminoso y espeso como la brea que profesaba a los españoles.”
No es una novela, novelón mejor dicho, regular Morir bajo tu cielo aunque se lee con comodidad pese a que la obra reclamase un recorte urgente en el número de páginas.
Con todo y pese a sus deficiencias, que las tiene por excesivamente maniqueas –Morir bajo tu cielo no deja de ser un relato de buenos y malos– la novela es un eficaz y en ocasiones bronco relato de aventuras sobre un grupo de bravos españoles que combatieron en un territorio que fue España.
Una España que no se portó nada bien, y así lo escribe Juan Manuel de Prada en la novela, con los supervivientes de aquella gesta tan heroica como estúpida. Tan épica como innecesaria.
Saludos, yo te diré…, desde este lado del ordenador.