Ecos, una novela de Tomás Felipe
“El gran alcornoque y sus alrededores presentaban una apariencia en verdad fantasmagórica. La luz de la luna proyectaba sobre la hojarasca las sombras de las ramas del árbol, haciéndolas aparecer como los dedos retorcidos de una gigantesca mano. Lejos de sentir algún tipo de aprensión, la verdad es que me hizo mucha gracia todo ese cuadro… Si no se asoman ahora, no lo harán nunca, me dije sonriendo. Y no bien me hube acomodado, como de costumbre, apoyando la espalda contra el árbol, cuando, de repente, la sonrisa se me congeló en los labios. Delante de mí, escondido apenas entre las ramas bajas de la arboleda, podía distinguir una especie de bulto… no, eran dos bultos, como dos sombras que se movieran flotando en el aire y antes de que pudiera pensar en nada, los tenía ante mí… Eran ellos. El barbudo y el otro que viera en la foto… Se paraban, como a un par de metros de donde me encontraba, muy tiesos, mirando hacia el frente, sin dar la impresión de que me vieran. A la luz blanquecina asemejaban dos estatuas de mármol, sin expresión, sin vida.”
(Ecos, Tomás Felipe. Colección G21.Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea, 2015)
La literatura fantástica pero adaptada con convicción y mucho oficio a la realidad canaria conforma el universo narrativo de Tomás Felipe. Si la ciencia ficción dominaba el escenario de Extraños en su mundo (Ediciones Aguere, 2012) y la recomendable Pasa la tormenta (Baile del Sol, 2013) en la que proponía una atractiva distopía futurista que se desarrollaba en Gran Canaria, en Ecos tantea los senderos de la novela de fantasmas con resultados igual de sorprendentes que en sus anteriores obras, proponiendo una historia de aparecidos que a ratos genera cierta turbación y al mismo tiempo una interesante reflexión sobre la vida.
El protagonista de esta historia, Juan Luján, es un aspirante a escritor que un día recibe en herencia a través de un amigo de su padre una finca ubicada en los alrededores de La Laguna. La finca cuenta con un viejo caserón y está rodeada de campo y unos extraños fantasmas que solo puede ver él y con los que aprende a comunicarse. Poco a poco, y mientras avanza el relato, Luján se acomoda al terreno, su microcosmos particular, a cambio de que busque un heredero que esté, como él, a la altura de esa tierra digamos mágica.
Estructurada en cuatro partes, Ecos es una novela que entra con generosa paciencia, y se trata de un texto en el que se revelan algunas de las constantes que marcan a un autor que conoce y por lo tanto maneja muy bien lo extraño, lo fantástico, esa literatura que explora en lo imposible con imaginación.
Narrada en primera persona, Ecos cuenta otras historias además de las estrictamente espectrales, pero todas ellas giran en torno a esa finca y a esos aparecidos que de alguna manera hacen familia con su protagonista y que justifiquen el proceso de invisibilidad, de fusión con el paisaje, de la geografía que pisa Luján. Un hombre que comienza a aislarse voluntariamente porque ha encontrado su espacio, su terreno en este y posible otro mundo.
De paso, y siempre a través de la mirada del protagonista, nos adentramos en el calvario que emprende primero Juan Luján al comprobar que nadie más que él contempla a los aparecidos y luego su frustración al compropbar que tanto la psicología y algo menos una médium con la que alcanza un final explosivo, le proporciona explicaciones satisfactorias que lo convenzan sobre lo que le está pasando.
De esta manera, lo que empieza como una convencional historia de fantasmas va transformándose en una aventura casi de signo existencial, eso sí, narrada siempre con un agradecido sentido de la ironía.
Tomás Felipe construye la que podría considerarse la primera novela escrita y ambientada en Canarias con fantasmas muy reales y muy nuestros. Mientras, juega y amolda los espacios a los que nos ha acostumbrado esta literatura –caserón abandonado, la noche– para darle la vuelta.
En este sentido, más que el caserón, la presencia sobrenatural es el terreno que ocupa la finca. Un terreno que se protege a sí mismo y que protege a Luján de agresiones externas.
Se producen así varias muertes, y se inicia una investigación policial que emprende un agente con un desarrollado sentido para sospechar de los demás.
Ecos, que cuenta con unas doscientas páginas, se lee bastante bien. No irritará, además, a los iniciados en el género y sorprenderá a los que se acercan a él con algo de recelo.
Tomás Felipe tiene a su favor que cuenta con el secreto de contar historias. Y cuando se tiene ese don, sus novelas afortunadamente fantásticas pero creíbles, se leenlo que se dice de un tirón.
Atención pues a este escritor. Un pionero en encajar sin chirriantes influencias un género, como es el fantástico, en el universo rutinario y aplatanado de la literatura que se puede cocinar en Canarias.