‘El circo del Dr. Lao’, una ¿novela? de Charles G. Finney
“- No son trucos, señora. Trucos son cosas que engañan a la gente. En última instancia, los trucos son mentiras. Pero éstas son flores reales, y el vino era vino auténtico, y aquello fue un cerdo real. Yo hago magia, no trucos. Yo creo; yo transformo; yo coloreo; yo transustancio; yo desintegro; yo recompongo, pero nunca hago trucos.”
(El circo del Dr. Lao, Charle G. Finney. Traducción: Manuela Díez. Editorial Bruguera, colección Nova Fantasía, 1977)
Hay novelas y novelas. Y en este amplísimo muestrario, hay novelas francamente inclasificables por extrañas, insólitas y guerrilleras. El circo del Dr. Lao, de Charles G. Finney es una de ellas.
¿Razones?
Razones muchas. En primer lugar porque se trata, precisamente, de un circo pero de un circo que presenta, entre sus atracciones, sátiros, quimeras, unicornios, esfinges, medusas y un oso que no es oso sino un ruso o un ruso que no es ruso sino un oso. Si leen esta novela sabrán el por qué,
En apenas un centenar de páginas Charles G. Finney cuenta las asombradas reacciones de los espectadores ante lo que ven al tiempo que sirve al autor para burlarse cariñosamente de la sociedad norteamericana de su tiempo. En la novela, la de los años treinta, en plena recesión económica y tan necesitada de espectáculos que, como el que el doctor Lao trae al pequeño pueblo de Abalone, Arizona, hagan olvidar a sus habitantes de la fatigosa realidad.
Escrita con mucha guasa, lo que se agradece porque la sonrisa no desaparece mientras la lees aunque nunca llegue al grado de la carcajada, que tampoco está ni se la espera porque el tono de la obra es el de la sorpresa pero sin caer en los extremos, El circo del Dr. Lao está abierto a todo tipo de interpretaciones aunque recomendaríamos si se atreven con ella a que dejaran ese tipo de disgregaciones en otra parte porque si bien el libro va más allá del divertimento festivo tampoco quiere ser un artefacto intelectual de kilates, o solo apto para esos lectores que dicen ser de caza mayor, esto último se lo escuché a un tipo hace ya muchos años pero con especímenes así se tropieza uno en la vida.
La publicación de la novela (la edición que está en mi poder apenas llega a las doscientas páginas) incluye además un amplio capítulo que denominado El catálogo (Una explicación de lo obvio que ha de ser leía para ser apreciada), explica quiénes son los personajes masculinos, femeninos, infantiles y animales que se incluyen en la obra. Así como facilita para mayor ¿entendimiento? (chiflada erudición del escritor que se ríe de sí mismo y del universo burlesco que ingenia) una relación que refuerza este fascinante viaje más que a lo extraño, a lo asombroso, y repaso en el que se permite, además, plantearse preguntas en las que aborda los numerosos puntos oscuros que disemina a lo largo del texto como “Si el circo no llegó a Abalone por tren ni por carretera, ¿qué medio utilizó?”
El autor, Charles G. Finney, notablemente influenciado por escritores de la raza y el conocimiento de Mark Twain o Ambrose Bierce, el Bierce de El diccionario del diablo, no moraliza sino que expone. Y su exposición disfruta de un sobresaliente sentido del humor que hace hinchar las páginas de la novela como si el viento soplara las velas de un bergantín. La pregunta es si Jorge Luis Borges conoció esta pequeña pero gigantesca novela porque es inevitable recordar al escritor argentino cuando uno se adentra en el circo que dirige este doctor Lao que, como ya explica el mismo Finney, es un chino. Y con eso basta. Si no le basta, queda advertido, este no es su libro.
La novela cuenta con una versión cinematográfica que dirigió George Pal en 1964. No hemos podido verla, salvo algunos fragmentos en la red, pero parece que quiso mantener el espíritu de sano disparate que caracteriza al original literario. Escrita por Charles Beaumont, la cinta resultó un fracaso en taquilla pero debe de dar igual porque nos gusta la novela y nos gusta Pal, y no porque este último fuese un genio pero sí un tipo que insistió e insistió en el fantástico, género en el que volcó su talento como animador y al que dio películas más que apreciables como La máquina del tiempo (1960)
Deberían de hacernos caso si se encuentran así como de pronto, como quién no quiere la cosa, con El circo del Dr.Lao. Si es así, ¡rápido!, llévenselo a casa y disfruten con esta extraordinaria galería de personajes humanos y no humanos que se encuentran y se desencuentran entre sus páginas. Páginas en las que puede pasar cualquier cosa, y cuando se escribe cualquier cosa es que se trata de cualquier cosa como resucitar un cadáver y que éste abandone seguidamente la escena porque tiene cosas importantes que hacer…
Que sepamos, la novela cuenta al menos con dos ediciones en España. La primera en Bruguera en su fantástica (no iba a ser menos) e irrepetible colección Nova Fantasía con traducción de Manuela Díez y la segunda, mucho más reciente, en Almuzara. Esta última con traducción y prólogo de Mario Jurado e ilustraciones de Boris Artzybassheff. Si lee en inglés, no hace falta dar más información ya que la novela continúa reeditándose desde que apareció en 1935.
Saludos, el que avisa no es traidor, desde este lado del ordenador.