Hugh Thomas historiador y… novelista

En las notas necrológicas escritas sobre Hugh Thomas, historiador británico que falleció el pasado 7 de mayo, se destaca su vocación hispanista pero se olvida sus tanteos en las novela donde cuenta, pese a su pequeña producción, con títulos de interés como los que dedicó al emperador Moctezuma y a la conquista de La Habana por Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII.

En estos dos relatos, Hugh Thomas se preocupa como narrador de las formas y el fondo pero menos en el diseño de personajes aunque en La Habana (Ediciones Grijalbo, 1984, con traducción de María Antonia Menini) hace un notable esfuerzo por conseguirlo en un escenario tan atractivo por poco conocido como fue  que la capital de Cuba, entonces española, permaneciera a lo largo de un año en manos británicas y período que repasa también aunque en clave histórica Juan Bosch en su imprescindible De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial.

Como escritor de ficción, las incursiones de Hugh Thomas justifican que fuera más conocido como historiador que como narrador pero no habría que desmerece su trabajo en este campo si, como en sus libros de Historia, se extrae el pensamiento, que transforma en discurso conservador y que definió su sistema de ideas a lo largo de su vida y del que dejó rastros, a veces de manera muy forzada, en la mayoría de sus obras comenzando por sus voluminosos estudios La Guerra Civil Española e Historia Contemporánea de Cuba, que quizá sean los más conocidos del autor.

La Habana recrea primero el sitio y más tarde la conquista de la plaza en 1762 y se trata de la primera novela histórica del historiador que se animó a escribir tras una conversación que sostuvo con el sociólogo catalán Salvador Giner y en la que “ambos convinimos en que a menudo el ambiente de una época histórica puede comprenderse mejor por mediación de la novela; mejor que mediante la reconstrucción hecha por los historiadores. Walter Scott fue quien primero se percató de esta verdad, que después de él reflejaron muchas imitaciones en muchos países (Manzoni en Italia; Dumas en Francia; quizá también, en cierta medida, Pérez Galdós en España).”

El mismo Hugh Thomas advertía al lector en el prólogo a la edición española de La Habana que las páginas del libro destilaban “demasiado orgullo nacional británico” aunque procuró mostrar “el talante de los ingleses en una época en que su astro andaba en ascenso y el del Imperio español se encontraba, relativamente hablando (con permiso de Pierre Vilar), en declive”.

Aborda la novela un asunto poco o nada tratado en España, como fue que los británicos arrebataran durante un año La Habana en un Mar Caribe en el que se prolongaban las disputas y guerras que desangraban a media Europa en el siglo XVIII, y en la novela se mezclan personajes ficticios con reales, imitando lo que con anterioridad hicieron escritores  como Benito Pérez Galdós en los Episodios Nacionales y cuya primera serie no se cansaba de elogiar Hugh Thomas, un historiador que cuando se transformaba en escritor no supo sin embargo quitarse el yugo académico aunque en La Habana prueba, y a veces con notable fortuna, dejarse llevar por el signo de la novela de aventuras.

Y aventurero es el itinerario del protagonista de este relato, Lucksmoor, quien escribe sus recuerdos, recuerdo que noveliza Hugh Thomas.

El historiador regresaría a la literatura de ficción con Yo, Moctezuma, emperador de los aztecas, que es una novela relativamente tardía y que coincide en el tiempo con la última línea investigadora que emprendió el historiador y que se ocupó del auge y caída del Imperio español. Un período en el que prestó especial atención a los monarcas Carlos I y Felipe II como conductores de aquella formidable empresa.

Y empresa, no tan formidable en sus dimensiones pero probablemente sí similar en espíritu de sacrificio, fue la que emprendieron los británicos cuando combatieron por La Habana en un territorio, El Caribe, muy revuelto en aquel tiempo y en el que los hombres, con independencia de la bandera a la que sirvieran, solo esperaban sacar tajada. Y así lo escribe el protagonista de la novela años después en Inglaterra; “casi todos nosotros nos beneficiamos económicamente de nuestra expedición a La Habana.”

Merece la pena rescatar de las estanterías La Habana de Hugh Thomas, y tras limpiar de polvo su cubierta, reflexionar que como escritor de novelas no lo hizo tan mal el historiador e hispanista británico.

Saludos, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador

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