Fundido en blanco, un policíaco de Víctor Conde
“Historias de guionistas fracasados en la Meca del cine las hay hasta aburrir. Incluso cuando no se trataba del cine yanqui, sino del europeo, que también tuvo sus estrellas y sus estrellados”.
(Fundido a blanco, Víctor Conde, Ediciones Idea, 2018)
Con su última novela Alfredo Moreno Santana o Víctor Conde, su álter ego como escritor, demuestra que se mueve igual de bien en las aguas del género policíaco como el de la ciencia ficción, espacio este último en el que ocupa un destacado lugar en la que se escribe en España.
Fundido en blanco es un artefacto literario que envuelve al lector, y al envolverlo lo atrapa en una vorágine narrativa donde el autor respeta las claves que dan cuerpo y alma al noir para disecarlas con la secreta pasión de un taxidermista. Esto último es una broma, permítanme un poco de ironía con la idea de que funcione como invitación a la lectura de un libro que, de eso estoy seguro, no va a dejar indiferente a nadie.
Víctor Conde, ajustémonos a su pseudónimo, construye un policíaco para deconstruirlo a medida que avanza la acción. También trata, y lo logra, en mezclar fantasía con realidad y en proponer interesantes reflexiones sobre el cine y su magia.
La novela comienza con un guionista que está en las últimas. Estamos en los años sesenta y la acción transcurre en Cinecittá, estudios cinematográficos enclavados en Roma que en esos años vivió una edad de oro no solo con el rodaje de numerosas películas italianas sino sobre todo gracias a las grandes producciones norteamericanas que convirtieron a Roma en la capital de la dolce vita. En este escenario y muy en plan giallo, ese subgénero inventado en Italia donde el asesino es el protagonista por sus refinados y rocambolescos asesinatos, comienza a actuar un criminal que se hace llamar el Taxidermista, un elemento más que se añade a una trama complicada y detectivesca en la que también interviene una hermosa estrella de cine y su padre, un mafioso.
Cada capítulo de la novela tiene un título que funciona como el encabezado de un guión cinematográfico y que tiene la función de situar al lector en el entorno en el que se desarrolla la escena, una novela que respira amor por el cine y por un género, el negro, en el que Conde se mueve como pez en el agua.
El libro cuenta además con un agradable sentido del humor que en ocasiones raya con la ironía, y logra con este pulso que no es nada fácil de mantener, una lectura muy grata, de esas que enganchan y hacen bastante difícil que se abandone su lectura.
Consigue, en definitiva, que leamos más para descubrir cómo solucionará todo el embrollo que va liando a medida que se suceden las páginas.
Con Fundido en blanco, titulo que no deja de tener ironía cuando lo habitual en cine es el fundido pero a negro, la novela propone un atractivo viaje a otra época en la que el cine era cine y el cine europeo pensaba que podía competir con el de Hollywood. Una industria por la que desfilaba toda clase de personajes, una fauna curiosa y de colores chillones que formó un ecosistema irrepetible, único e intransferible a orillas del Tíber.
El escritor se ha documentado para escribir sobre aquel mundo y sobre todo en unos estudios legendarios como fueron los de Cinecittá que, así nos lo recuerda la novela, fueron fundados en los años treinta del siglo XX y en pleno esplendor del régimen fascista. Benito Mussolini, como otros dictadores sintió fascinación por un arte, el cine, que además de entretener era un eficaz instrumento de propaganda. Altavoz que podía hacer llegar su mensaje no solo al pueblo italiano sino al del resto del mundo.
En este poderoso escenario, rodeado de cartón piedra, un guionista fracasado busca una particular redención que lo saque el callejón sin salida en el que se encuentra su existencia. En este transitar se topará por el camino con toda clase de individuos que le harán preguntarse si los sueños del celuloide no serán en todo caso pesadillas.
Saludos, ¡silencio, se rueda!, desde este lado del ordenador