Entre el agua y el suelo, un libro de de Cristi Cruz Reyes
“Salió de la isla con una maleta casi vacía y regresó con ella tan abarrotada de muertos que apenas podía cerrarla”.
(Lluvia negra, Entre el agua y el suelo, Cristi Cruz Reyes, Aguere/Idea 2021)
Antes de comenzar la lectura de Entre el agua y el suelo una cita del escritor Cees Nooteboom advierte: “La mejor forma de conocer un país es perderse en él”. Y esto es lo que procura la también escritora Cristi Cruz Reyes en este pequeño y compacto libro de cuentos que transcurren en diferentes geografías del planeta. Dinamarca, Brasil, Alemania y Norteamérica, entre otros territorios que Cruz Reyes explora en clave muy personal, ya que construye situaciones en las que asoma el asombro ante lo que rodea a los protagonistas de estas historias dispersas.
Los relatos que se reúnen en el volumen ofrecen un itinerario emocional más que didáctico así que el espacio en el que se mueven los personajes es un escenario en el que se producirán acontecimientos reveladores. En ocasiones incluso extraños y desgarradoras. Se mueve, y muy bien Cristi Cruz, por esos mundos que recrea literariamente.
Los viajes que se recogen en el libro no son guías ni siquiera reflexiones sobre los sitios que se visitan sino penetrantes observaciones de hechos, caprichosos por insólitos, que brotan en algunos de las historias.
El libro está divido en cinco secciones (Cimientos, Fugas, Resistencia, A modo de recordatorio y Pérdidas y hallazgos) pero los cuentos que integran cada una de estas partes se pueden leer de manera independiente porque ninguna de las historias tiene relación unas con otras. Son cuento en los que se mezclan, además, experiencias reales con imaginarias.
Canarias cuenta con notables escritores de literatura de viajes. Sin ánimo de hacer un amplio listado, si recordaría al viajero José de Viera y Clavijo como a los recientes pero por desgracia ya ausentes Antonio Lozano y José Luis González Ruano, fundador este último de Azulia, la primera librería y también el primer sello editorial dedicado íntegramente a la literatura de viajes en Canarias.
No se tratan los libros de viajes de postales turísticas ni de descripciones de los lugares que se recorren sino de un género en el que hay mucho de aventura y fascinación por descubrir. También de un laborioso proceso de transformación de sus protagonistas. Personajes que ya no están en su zona de confort sino en un espacio absolutamente desconocido. La manera en cómo decida entenderlo (integrándose en él, no rehuyendo a sus habitantes, explotar su capacidad de asombro ante todo lo que le rodea) hará que la experiencia resulte provechosa.
Por Entre el agua y el suelo desfilan historias que cuentan una visita a Londres en la que resuena el eco de un atentado terrorista; un intento de suicidio a orillas de las frías aguas del mar Báltico y la lectura de la carta de uno de los soldados aliados que intervinieron en el desembarco de Normandía, entre otros. Los cuentos mantienen un difícil equilibrio entre la ensoñación y la realidad del momento, y revelan a una escritora con altas dotes de observación.
Esta capacidad para transmitir lo que pasa a su alrededor está muy bien recogida en todos los relatos, historias que respiran en muchos de sus episodios autenticidad. Esa verdad que desgraciadamente estoy echando mucho de menos en la literatura no solo que se escribe en esta sufrida tierra sino en la escrita en español y que llega a mis manos. El libro está escrito sin estridencias, sin ganas de trascender pero logra precisamente llegar más lejos porque ese no era su fin. Su fin es en todo caso el de aproximar al lector a unos momentos vividos en tierra extraña. O no tan extraña.
Una buena parte de los cuentos de Entre el agua y el suelo se desarrollan en los Estados Unidos de Norteamérica, un país que conoce bien Cristi Cruz Reyes. Nueva Orleans aparecía ya como elemento urbano en su primera novela publicada, En el centro del viento, traducida también al inglés.
Se viaja con la autora al corazón de este gigantesco país en Alive, alive, oh, que quizá resulte el cuento más turístico de los que se reúnen en este volumen. Pero no le falta nervio ni color al relato. Ingobernable recoge por otro lado un diario de los días que pasó en la ciudad de Nueva York y Sentimientos encontrados una ¿huida? al desierto de Mojave para adentrarse en Las Vegas y empaparse del artificio de la capital del juego. De ahí, una exploración por el Gran Cañón y Monument Valley, escenarios de tantos western. De hecho, Monument Valley se conoce entre los cinéfilos como Ford Valley ya que fue aquí donde rodó el cineasta John Ford la mayoría de sus películas del oeste.
La conclusión a la que se llega con Entre el agua y el suelo es que viajar, efectivamente, nos cambia. Y que para crecer como persona ayuda mucho conocer otros países y continentes.
Se trata de un libro que invita a perderse en él y la experiencia se agradece, más en estos tiempos marcados por la pandemia.
Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador