Jorge M. Reverte dice adiós a la vida
No llegué a entrevistarlo pero sí que cubrí alguna rueda de prensa cuando visitó esta tierra para promocionar algunos de sus libros. Llegué sin embargo a Jorge M. Reverte a través de su hermano, Javier, de viaje al otro lado hace apenas unos meses, al que leí primero y al que tuve la suerte de conocer después en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventura, Periplo, que se celebra en Puerto de la Cruz.
Comencé mi lecturas de Jorge Martínez Reverte con la primera novela, era inevitable, que dedicó a Julio Gálvez, periodista, en Demasiado para Gálvez. La historia me divirtió así que seguí leyendo otras entregas de la serie como Gálvez en Euskadi, Gálvez y el cambio del cambio, Gálvez en la frontera y Gálvez entre los leones… Me faltan otras cuantas pero recuerdo vagamente las que disfruté y eso lo hace junto a su hermano Javier alguien muy especial en mi memoria lectora, esa máquina que no se cansa de leer y que si algo lamenta es que se irá de este mundo sin haber leído todos los libros del mundo.
Leí y disfruté pero no tanto como esperaba Triple agente, una de espías que se desarrolla durante la Guerra Civil. Tiene cierto aliento de Eric Ambler y se reconoce a un escritor que ha leído y bien mucho sobre aquel conflicto que desgarró a las Españas pero no termina de conseguir ese punto de aventura y suspense, de amigos y enemigos que hubiera redondeado la historia. Creo, sin embargo, que la novela sale mejor librada que las del otro Reverte, pero no hermano, llamado Arturo ha perpetrado con Falcó, una trilogía que tiene como protagonista a otro espía pero que trabaja para el bando contrario durante esa misma Guerra Civil.
Además de novelista, Jorge M. Reverte se embarcó también en una serie de libros sobre aquella guerra que están escritos afortunadamente con pulso periodístico y cuentan con excelente documentación. Aprendí mucho con La batalla del Ebro y también con La batalla de Madrid. No terminó de convencerme Guerreros y traidores. De la guerra de España a la guerra fría, una biografía de Bill Alto, un norteamericano que formó parte de las Brigadas Internacionales y que pone nombre y apellido a los combatientes extranjeros que lucharon en las tierras de España. Hay otros libros de Jorge M. Reverte pero no llegué a ellos por una u otra razón.
Junto a su hermano Javier fue autor de una biografía sobre su padre, Soldado de poca fortuna: Jesús Martínez Tessier, periodista iguial que sus hijos y un señor con una vida que casi parece sacada de una película. Fue cabo en el ejército republicano y al finalizar la Guerrad e España y para limpiar su nombre se enroló en la División Azul marchando a la Rusia soviética donde compartió trincheras con falangistas, militares de carrera y soldados que como él querían sanear su nombre cuando regresaran a su país. El precio fue demasiado alto. Rusia, como dijo aquel, fue culpable.
Resulta cuanto menos curioso que estos dos hermanos se hayan ido al otro lado relativamente casi al mismo tiempo. Me consta que los unía además de la sangre mismos gustos y si me apuran una misma mirada sobre muchas cosas. En especial la Guerra Civil, conflicto al que Javier Reverte dedicó varias novelas, algunas de ellas sobresalientes al igual que su hermano, Jorge.
Esto me hace pensar que si hay algo más cuando nos despidamos definitivamente de la vida que tanto Javier como Jorge deben de estar en algún lado escribiendo la crónica de ese mundo que imagino envuelto de algodones. Pero es solo una esperanza. Y vagísima porque algo me dice que el sentido de la vida acaba, precisamente, cuando llega la muerta. Lo otro es un fundido a negro hacia la nada.
Por fortuna, tanto Javier como Jorge nos legaron sus libros. Volver a ellos es lo mejor que podemos hacer para que vuelvan a estar entre nosotros. Y si es ante un plato de pescado frito y una botella de vino, mejor que mejor. Me resulta ahora imposible imaginar mejor paraíso para dos periodista y escritores que ya han dejado su huella en nuestro periodismo, nuestra literatura y en defintiiva nuestra historia.
Saludos, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador