Llevadme a ver el mar, una novela de Jorge Fonte
La aparición en la república de las letras de Jorge Fonte es relativamente reciente. Si no se equivocan sus perfiles biográficos, irrumpe en 2017 con un libro de cuentos de carácter erótico titulado Natalia y otros relatos solo para adultos, volumen al que, tres años después, añadiría una continuación con Milena Velba y más relatos solo para adultos. En 2018 presentó su primera novela, Una isla a la deriva, en la que se sirve de un hecho fantástico para promover una reflexión sobre el archipiélago y en concreto El Hierro, a la que se siente fuertemente atado por lazos familiares.
Jorge Fonte era conocido, no obstante, mucho tiempo antes por una serie de trabajos críticos sobre el cine y sobre algunos cineastas. En concreto, resultan muy interesantes las aproximaciones que realiza al universo imaginativo de Walt Disney, como creador y como fabricante de sueños; Woody Allen, al que ha dedicado varias obras que se ocupan, entre otras particularidades que definen la filmografía del director de Manhattan, sus abundantes referencias cinéfilas y musicales que aparecen en sus películas así como sendos estudios sobre Robert Zemeckis, Russ Meyer, Oliver Stone y Steven Spielberg, entre otros.
El escritor regresa ahora con Llevadme a ver el mar (Ediciones Idea, 2021) al territorio de la literatura de ficción con una novela que no tiene nada que ver con la primera (Una isla a la deriva), lo que revela a un autor inquieto que es capaz de escribir un texto con tintes extraordinarios a volcarse ahora con otro que no tiene nada que ver con el anterior, ya que se costriñe a los límites –en fondo y forma– que impone la novela histórica.
Llevadme a ver el mar se desarrolla en la ciudad de La Laguna a mediados del siglo XVII y está inspirada en un hecho real: la historia de amor que se tejió entre el noble Jerónimo de Grimón y Rojas con la monja sor Úrsula de San Pedro.
Se sitúa la acción en el año de “nuestro Señor” de 1651 y la ciudad, la isla, el archipiélago canario comienza a moverse con lentitud en dirección a un futuro incierto mientras su población permanece atada a viejas tradiciones y lealtades familiares que el paso de los años no ha disuelto en el aire. Y tradición que parece que se ha enquistado –de generación en generación– en la sociedad lagunera.
La novela está notablemente ambientada, por lo que las situaciones que plantea Fonte resultan muy creíbles. El escritor, a modo de guiño, da apellidos de amigos y conocidos a algunos de los protagonistas “no reales” de la historia pero que están ahí para facilitar lo que tiene de ficción un relato que procura en todo momento (y suele conseguirlo) respetar el hecho histórico que lo inspira.
El libro cuenta además con un índice de personajes (reales y no reales) para que el lector no se pierda con ellos ya que son casi medio centenar entre principales y secundarios. Se agradece esta guía porque resulta natural que a medida que se avanza en la historia (dividida en tres partes) uno se pierda con ellos. La mayoría, de todas formas, son fundamentales para sostener una narración que más que reflejar la armonía de la época, la ciudad de La Laguna como núcleo urbano que empieza a crecer y que cuenta con una estructura social claramente definida, se decanta por la pasión amorosa.
La novela, de todas formas, se desarrolla en el escalón más alto de la pirámide social: la nobleza, algunos de los cuales son nietos y bisnietos de los conquistadores que acompañaron a Alonso Fernández de Lugo, el hidalgo castellano que fue responsable de la incorporación definitiva de las islas Canarias a la Corona de Castilla en el siglo XV.
Llevadme a ver el mar cuenta con algunos peros… Entre otros destacaríamos el estilo que ha escogido Jorge Fonte para narrar esta historia, una imitación más irregular que regular de cómo se hablaba en aquel entonces en una islas ya sometidas. A mi juicio, más que situar al lector en la época que describe lo aparta de la misma por el tono solemne del lenguaje que mantiene a lo largo de toda la novela. Entiendo que se hizo así para dar credibilidad a su relato pero no termina de convencer una escritura que, por vicios de donde procede, peca la mayor parte de las veces de pomposidad. No termina tampoco de asumirse el número de páginas, más de trescientas, ya que la convierte en una obra demasiado extensa para narrar una historia de amor que no cuenta con demasiados matices. Sí que se agradece, por otro lado, el ánimo que tiene Fonte para informar de algunos hechos claves en la Historia de La Laguna, notas necesarias porque mucho de lo que se cuenta en el libro pudo pasar en verdad. No se nota, o al menos no escandaliza, que el escritor se haya arrogado la autoridad de “inventar” algunos neologismos porque “aportan buen ritmo y elegancia al texto”.
En conjunto, Llevadme a ver el mar cumple las expectativas. Se agradece el cuidado y la meticulosidad con la que Jorge Fonte cuenta esta historia de amores prohibidos en una ciudad de La Laguna que más que mirar a España y el nuevo mundo, se fija atolondradamente en sí misma al margen de los cambios que se producen a un lado y al otro del océano. Esas transformaciones que traen y se llevan los vientos de la Historia son detalladas también por el escritor para dotar de autenticidad el momento histórico en el que se desarrolla una ficción que bebe de la fuente de un hecho real que marcó a la antigua capital de Canarias.
El libro cuenta con una amplia bibliografía en la que se detallan las obras a las que recurrió Fonte para dar coherencia histórica a este relato de amores imposibles que se desarrolla en una ciudad que crece y que domina una pequeña nobleza con apellidos (muchos de los cuales han llegados hasta la actualidad); una iglesia que dirige la vida espiritual de sus habitantes y una clases populares en la que se mezcla lo mejor y lo peor de eso que llaman pueblo. Un pueblo mestizo que anda con esclavos de raza negra y mulatos que augura el futuro de un archipiélago atlántico que vive demasiado dentro y embobado de sí mismo.
Saludos, ya saben, desde este lado del ordenador