Harvey, una novela de Emma Cline
“Podría visualizar el plan, ver cada paso del proceso, todo el asunto desplegándose limpiamente en su imaginación, sin titubeos ni interrupciones. Ruido de fondo, el libro imposible de llevar al cine. La vuelta de Harvey a las tablas. ¿Por qué iba él a terminar aquí, en este planeta, en el año 2020, alojado en una casa que resultaba estar al lado de la de Don DeLillo, si no era con ese preciso propósito, si no era para topar con esta precisa circunstancia, para experimentar este encuentro fortuito de ambas mentes?
(Harvey, Emma Cline. Traducción: Inga Pellisa, Panorama de Narrativas, Anagrama, 2021)
Emma Cline es una escritora norteamericana de reciente aparición. Con solo dos novelas ha conseguido que escritores consolidados estadounidenses y de otras nacionalidades la reciban con la sonora ovación de alguien que ofrece otra mirada a sucesos de los que se han hecho eco los medios de comunicación, disimulando en sus novelas la tragedia con protagonistas que llevan otros nombres y alterando lo suficiente algunos hechos para hacerlos pasar como ficción.
Si en Las chicas la historia se inspiraba en Charles Manson y su grupo de acólitos, en Harvey hace lo mismo con Harvey Weinstein, fundador junto a su hermano de Miramax y durante años uno de los productores más influyentes del cine norteamericano hasta ser acusado de abusos sexuales.
Una de las claves de Emma Cline es aproximarse a casos tan espinosos desde dentro, a través de los ojos de uno de los miembros del clan Manson en Las chicas y en Harvey siguiendo a su protagonista el día antes de que se pronuncie la sentencia de su juicio.
Esto permite a la escritora no juzgar (aparentemente) a sus protagonistas, lo que dota en una primera lectura la sensación de que su mirada sobre todos ellos es neutral. Neutral incluso cuando retrata momentos que no los engrandecen precisamente.
Sí que se ha preocupado Emma Cline en Harvey de cuidar lo que escribe. Tanteando, sin escorarse a un lado u al otro, un retrato humano de un personaje que creyó que podía hacer absolutamente todo por el poder que manejaba.
La novela apenas araña el centenar de páginas por lo que se lee prácticamente en unas pocas horas. Resulta muy atractivo conocer cómo presenta la caída de un poderoso. Un narcisista que incluso antes de conocer cuál será la sentencia no cree que termine siendo culpable. Eso sí, se asiste durante toda la novela al nacimiento de muchas dudas que van royendo su fe en sí mismo. Las señales comienzan a multiplicarse. Y no solo a través del trato que recibe en los medios de comunicación sino en que muchos de sus amigos dejan repentinamente de llamarlo.
Harvey intuye que empieza a ser un apestado en Hollywood, pero no termina de creérselo ya que no puede imaginar su caída tras haber tocado prácticamente el cielo de Hollywood. Del cine.
La novela de Emma Cline cuenta todo esto con una sencillez que desarma. Y tan solo, ya se ha dicho, en apenas un centenar de páginas. Nos levantamos con el protagonista, que lleva una pulsera de vigilancia en el tobillo: “hora de vestirse, de volver otra vez al lío. La pulsera del tobillo era tan fina que en realidad sí que parecía más bien una pulsera. Pero aún siendo tan ligera tenía la sensación de que interfería en sus andares, esa pequeña molestia, siempre presente, que nunca se disipaba del todo en el fondo”, y le seguimos a lo largo de un día que no es el de siempre aunque él se esfuerce en pensar lo contrario.
En el libro se da también un retrato del Hollywood que no se ve en el cine. Es el Hollywood de los mandamases, de los que controlan el dinero para hacer las películas. A ese mundo pertenece Harvey y por lo que piensa, parece que nació para ser uno más de la jauría que invierte su tiempo y dinero en hacerlas posibles. Y por lo que se lee, parece que conoce muy bien este negocio. Lo controla. O controlaba antes del día que dedica Emma Cline a perseguirlo, no acosarlo, en su novela.
El retrato que pinta resulta interesante. Y eso que se nota que no es un personaje, Harvey, que le caiga especialmente bien a la escritora, quien lo va desmitificando a medida que avanza la novela pero sin subrayarlo. Deja anotado momentos que no dan una imagen idílica de Harvey, sino la de un hombre que presiente su derrota. La incertidumbre de la sentencia pese a que crea cuál será su resultado, retrata a un personaje que presiente su fin aunque piense que sigue siendo el mismo de siempre.
“Una siesta corta, el televisor que había sobre la cama en silencio. La baba en un riachuelo reseco que le bajaba por la mejilla, rasposa allí donde asomaba la barba”.
Además de Harvey aparece otro personaje real en la novela. Se trata del escritor Don Delillo del que Harvey –se explica– quiere adaptar al cine Ruido de fondo. Esta película será su gran reentrada en Hollywood. Con esta película y con el nombre de DeLillo en cartel espera volver a alcanzar la posición de la que disfrutaba antaño.
“Sería como Bob Evans, pensó, el corazón agitado, cuando reunió a Towne y a Nicholson para hacer Chinatown. Todos impulsados por la cocaína Merck más pura y la certeza de estar haciendo algo especial. Y ahí estaba: el plan perfecto. Su propia Chinatown, solo que mejor, porque no haría falta que ese rarito de Polanski la reescribiera entera”.
Harvey condensa en muy pocas páginas este retrato sobre un ídolo caído y en la brevedad se aprecia el temple como narradora de Cline. Emma Cline.
Anótenlo, quédense con el nombre